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6. Encuentros

Disfruten el capítulo.

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—Inhalen profundamente, dejen caer los pies despacio. Ahora, separando las rodillas a la altura del tapete, los dedos de los pies se unen y otra vez, entrando a la postura del niño, la frente la colocamos entre los brazos —su voz era ligera—. Sigan respirando. Inhalen profundamente, abran la boca y respiren, sientan como la tensión se evapora…

La clase concluyó. Los asistentes levantaron sus tapetes y acomodaron de vuelta sus pertenencias.

Victoria agradeció a su maestro de yoga y sin más que hacer ahí, tomó su maleta deportiva revisando el reloj para ver que tenía el tiempo justo a su siguiente actividad.

***

Las calles lucían tan pacíficas por la mañana, era un buen momento para tomar su patineta y recorrer los alrededores que formarán parte de su andar durante la universidad.

Kara terminó de atar los cordones de sus tenis tan pronto haber regresado al armario, guardó en el refrigerador aquello que ocupo para preparar un rápido desayuno y luego de meter lo que necesitaba a su pequeña mochila, salió con entusiasmo a la avenida principal.

Siempre le había gustado el mar, la sensación sobre sus pies al roce de la arena, la cálida brisa erizar su piel y escuchar el agitado del oleaje. Ahora que tenía la oportunidad de vivir muy cerca de todo eso se volvería sin duda su lugar favorito para pasar sus días libres.

—¿Kara sigues en tu dormitorio? Me gustaría invitarte a desayunar —mencionó Valentina luego de salir a la cochera para tomar el auto.

—Gracias, Val. Ahora no estoy en casa, pero te parece si nos vemos más tarde.

—¿Saliste a caminar? —preguntó extrañada pero ante la agitada respiración que se oía al otro lado de la linea aparentaba que se encontraba corriendo.

—Algo así, solo quise recorrer algunas calles para conocer lo de aquí —tomó impulso con el pie izquierdo para ganar velocidad en el siguiente tramo.

—Ah… bueno —le hubiera gustado que su amiga le pidiera ser su guía en ese recorrido. Pero sabia como era ella—. Entonces, llámame luego, Okay.

—Claro, Val —colgó la llamada.

Guardó el celular en su bolsillo trasero mientras entraba a la zona de un lujoso hotel. Ese leve descuido le bastó para distraerse de su camino e ignorar a las personas que salían del auto frente a uno de los edificios más imponentes de la ciudad.

—¡Cuidado señora! —expresó el chofer, al observar a una joven sobre su patineta dirigirse velozmente hacia su jefa.

El hombre la tomó de la cintura obligándola con su mismo cuerpo a retroceder, la cubrió para protegerla de no recibir el impacto y tras hacerlo, provocó a la otra chica golpearla y perder el equilibrio cayendo de su propia patineta justo a un costado de ellos.

—¿Se encuentra bien, Señora Victoria?

—Si, si… gracias —dijo conmocionada con lo sucedido. Más recuperada, fijó la vista al suelo donde una mujer de aspecto joven y cabellera rubia se encontraba acostada—. ¿Te encuentras bien, hija? —recogió los lentes del piso extendiéndolos con amabilidad.

Pero lo mismo no fue para la otra.

—¡¿Qué si me encuentro bien?! —le arrebató los lentes para colocarselos y observar mejor—. Debería prestar más atención cuando alguien va cruzando la banqueta a cierta velocidad —mencionó con efusividad Kara, para su mala suerte no se había puesto sus rodilleras y el impacto fue recibido en su pierna derecha.

La castaña frunció el ceño al oír que la culpa del accidente fue provocado por su descuido tratando de cruzar la línea que divide el auto, de la entrada principal de SU hotel.

Un sonido de su bolsillo interrumpió cualquier cosa que podría decirle a aquella chiquilla gruñona. Aceptó la llamada haciendo un gesto a su chofer para que se encargara de auxiliar a la joven en lo que sea que necesite.

Antes de entrar al hotel le dio una última vista.

—Deberías de prestar más atención cuando subas a esa cosa del demonio —entró al edificio dejando a la molesta rubia más furiosa de lo que ya estaba.

—Esa mujer… —masculló entre dientes, la rubia.

***

Su asistente la siguió a su oficina una vez verla salir del elevador. Solo por si las dudas observó si a su escritorio ya se encontraba el té que a la castaña le gustaba beber al inicio del trabajo. La conocía perfectamente y si aquellos detalles no se cuidaban, podría ponerse de muy mal humor.

—Gracias, Lucero —tomó asiento y recibió la carpeta de las manos de la mujer—. ¿Tenemos algo importante hoy?

—A… —echó un vistazo a su ipad—, al medio día debe reunirse con la asociación de pesqueros, para tratar el asunto de interés. Al fin aceptaron participar y nos conviene no ser descortés con su gente.

—Bien. ¿Algo más?

—Habló su doctora preguntando si asistirá a la sesión.

Eso le provocó detenerse de lo que leía, para prestar atención.

Daisy sabía que Victoria nunca se perdería de su terapia pero era obvio que en esta ocasión los temas a tratar, serían otros.

No podía seguir evitando tal plática de la que nunca quiso o se imaginó que existiera.

—Si… asistiré.

—Muy bien, Señora —continuó explicando algunas cosas antes de retirarse a su escritorio.

¿Qué le diría? ¿Sería directa? Esperaba no ofenderla con su rechazo pero ella se sentía con la obligación de decirle que no. Simplemente no podría corresponderle como a su amiga le gustaría . La quería demasiado y por ese cariño no era correcto herirla con una ilusión de un amor que claramente no tenía.

Una llamada en su teléfono personal interrumpió sus pensamientos.

Se trataba de su chofer.

—Dime.

—Señora Victoria. Apoyé en todo lo que estuvo a mi alcance a la jovencita pero no quiso que la llevara al hospital, en su lugar tomó su patineta y se fue de vuelta a su hogar... supongo.

—Está bien, déjalo así. Ya no queda de nosotros lo demás.

—Fin de la llamada.

Colocó el celular encima del escritorio observando a la nada. Recordó el pequeño incidente de esa mañana y se preguntó ¿Cómo podría existir personas tan despreocupadas por la seguridad de las personas que transitan en la calle?

Y aún más, ¿Cómo existían aquellas que eran tan groseras?

—Esa niña… —masculló entre dientes, la castaña.

***

Arrojó la patineta a un costado de la cama. Se dejó caer sobre la cama boca abajo luego de quedar agotada por su pequeño paseo.

A su mente llegó los eventos del día. Todo había sido perfecto a excepción de…

Volvió a tomar se asiento solo para revisar con detenimiento la rodilla lastimada. Por suerte todo apuntaba a un pequeño moretón y no algo peor. Sacó del buró el botiquín que guardaba, y que ahora agradecía que su madre la obligará a llevar en caso de cualquier emergencia.

Se acostó un momento en lo que hacía efecto los analgésicos.

"—Deberías de prestar más atención cuando subas a esa cosa del demonio…"

Su seca mirada, y la frialdad de sus palabras, fueron cosas que la puso de mal humor en su regreso al departamento. Además ¿Quién se creía que era para dejarla ahí en el suelo, con la palabra en la boca?

—Calmate, Kara —cubrió su rostro con los brazos cruzados—. De todas formas, no la vas a volver a ver.

Aunque de ser lo contrario, le tendría algunas palabras preparadas para la próxima ocasión.

Sólo para dejarle en claro su postura.

Buscó el número de Valentina y trás escribir un mensaje. Tomó de nuevo sus llaves y salió a toda prisa.

***

Su chófer abrió la puerta del auto, Victoria observó a su alrededor como si esperará encontrar a alguien ahí.

Antes de subir, regresó unos pasos cerca de una de las jardineras que hay en la entrada del hotel. Paso un mechón rebelde atrás de su oreja y con cuidado levantó la pequeña cadenita que se encontraba en el suelo.

—¿Y esto? —a su mente viajó la imagen de la rubia, no estaba cien porciento segura pero parecía recordar habérselo visto en su cuello.

—¿Señora, está todo bien?

—Si —se levantó para dirigirse al auto—. Vámonos.

Guardó la cadenita en su bolsillo.

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Retomando poco a poco está historia. Sigo en recuperación pero a veces me tomó tiempo para escribir.

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Nos leemos luego.

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