24. Distancia
Disfruten el capítulo.
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Valentina era la más entusiasmada con esa reunión, que importaba que fuera para pasar la mañana estudiando o que compañeros de su amiga estuvieran presentes. En parte, eso le serviría para conocer un poco más de sus amistades.
—Creo que llegarán algo retrasados ¿No lo crees?
—No te impacientes, Val —observaba sin ánimos el libro ocultando su nulo interés por estudiar ese día. Encima no logro conciliar el sueño y todo se lo debía por estar pensando en…
«¡Ya Kara! No sigas con lo mismo» Maldijo hacía sus adentros.
—Te gustaría ir más tarde a la playa, podríamos cenar allá.
—Si. Suena genial —habló sin prestar importancia.
—¿Te sientes bien? —al fin dándose cuenta del estado de ánimo de su amiga—. Pareces triste.
—No, no. No es nada. Yo… creo que pronto estaré en mis días —sonrió con falsedad.
—Oh. Entonces ¿Eso es lo que te tiene así desde la mañana?
—Si. Descuida —despejó su mente. No estaba bien tener esos pensamientos y mucho menos cuando Valentina se encontraba a su lado—. Mejor, ¿por qué no empezamos?
—Tienes razón —sacó de inmediato su libreta y algunos libros que cargaba de casa.
Mientras debatían puntos del primer tema, los compañeros de Kara comenzaron a llegar.
Casi todos fueron de su enteró agrado. Y fue casi, porque uno de ellos—Marco fue el nombre del joven, quien parecía ser el más enérgico— no paraba de observar con emoción cada cierto tiempo a Kara.
...
—Ya no puedo más —susurró una joven al cerrar su libro de golpe.
Los demás secundaron en concluir la reunión. Salieron estirando los brazos y alguno que otro bostezando después de pasar todo el día en la biblioteca.
Mientras todos se despedían, Valentina aprovecho a marcar al servicio del hotel —donde su familia era dueña— para que alistaran todo según lo pidió.
No quería ser tan apresurada pero la doctora Daysi tenía razón. Si quería que lo suyo con Kara fuera real, debía comenzar a hacerle ver su interés de alguna u otra forma.
—Listo Kara, ya podemos…
—Hora de irnos, bonita —habló con soltura Marco. Luego, siendo más atrevido, la atrajo hacia sí, robándole un beso a Kara justo cuando volvía y Valentina se acercaba también.
Kara se separó casi de inmediato. Regresó la vista al frente notando a su amiga tan sorprendida como ella.
«No, no quería que te enteraras así» Maldijo. Porque no sabía cómo explicarle que él era su novio.
—Val… Él es…
—¡Qué bien se ven juntos! —sonrió amable. No había necesidad de que la rubia le dijera quién era. Con el beso había quedado más que claro.
—Gracias, Valentina —dijo él, sujetando en un abrazo a su novia—. Y es un gusto conocerte. Kara suele hablar mucho de tu familia. Tu madre es la empresaria Victoria Gates ¿Verdad?
—Uhm. Si —habló incómoda.
—Es genial. Al menos alguien no se preocupará en su futuro —soltó como si nada. Kara arqueó la ceja ante el crudo comentario de él.
—Ella no…
—Vamos, bonita. Ya es hora.
—¿Van a salir? —preguntó extrañada Valentina—. Pensé que dijiste que hoy iríamos a la playa.
—Oh. Cierto—¡Maldición! Se dijo. Había olvidado que saldría con él—. Quizá podría…
—Si, quieres puedes venir un rato, Valentina —interfirió Marco. No quería que a la rubia se le ocurriera cancelarlo
—No. Está bien. Vayan ustedes.
—¿Estás segura, Val?
—Si. Descuida —sonrió de vuelta a su amiga—. Podemos ir a la playa otro día.
—Claro… —Quería agregar algo, pero no sabía exactamente qué decir.
—Bien, como gustes. Ya vamos —Marco avanzó hasta su auto.
—Diviértanse —agregó Valentina a modo de despedida, haciéndole notar a su amiga que no había problema alguno.
***
Él estaba concentrado conduciendo, pero eso no le impedía voltear por instantes y ver a su novia. Aunque ella no lo hiciera.
—¿Por qué le dijiste todo eso a Valentina? —su semblante era serio.
—¿Qué cosa?
—Sobre que no tendría de qué preocuparse en su futuro.
—Ah. Eso —continuó la marcha del auto una vez cambió a verde.
—Tienes que saber que ella es sumamente capaz de lograr lo que se propone. Es lista y centrada en los estudios. No tenías porque ofenderla de esa forma.
—Solo dije lo que pienso. No la conozco tan bien como tú y supongo que me base en un mal juicio. Me disculpo.
—No es a mi a quien le debes la disculpa.
—Bien —respondió resignado—. Si eso te hace feliz, lo haré. Te encantará el lugar al que te voy a llevar —cambió de tema como si nada.
Continuó hablando de cosas que fueron irrelevantes para Kara y que perdían fuerza a medida que fue profundizando cada vez más en sus pensamientos. Estaba triste, enojada, confundida… Tenía todo un mar de emociones invadiendo su cabeza que difícilmente prestaba atención a su exterior. La razón…
Victoria
—Marco —lo detuvo de seguir hablando una vez recuperó la noción—. Dejemos está salida para otra ocasión.
—¿Qué? ¿Por qué?
—No es un buen momento.
—¿Qué clase de respuesta es esa? Ya casi llegamos.
—Lo sé y disculpa pero de verdad que no me siento con ánimos para salir.
—¿Es por tu amiga? Ya dije que me iba a disculpar.
—No. No es por ella —interfirió—. ¿Podrías llevarme a casa?
—No. Vamos a cenar y luego te llevo —ordenó.
—Ya te dije que no. Entiende que no estoy cómoda hoy.
—Es que no puedes dejarme así. Vamos a…
—Marco, por favor —su voz sonó molesta—. Si no quieres llevarme, simplemente déjame aquí, puedo… No, sabes que. Si quiero que me dejes aquí. Abre.
Entre reclamos del joven terminó por ceder. Una vez bajar, dejó que él se fuera a pesar de no haber arreglado su situación.
Pero tal parecía que a la rubia le tenía sin cuidado hacerlo, pues luego de dejar la avenida, siguió su camino olvidando el problema que tuvo recientemente con su novio.
Entró a la zona turística a la orilla de la playa. Trás verificar unos segundos su ubicación actual se dió cuenta que conocía la zona. Casualidad o no, parecía siempre conducirse de una u otra forma a la mujer que no salía de su mente.
El enorme edificio que había a escasos metros de ella, no era otro que el hotel de la madre de Valentina. Lo sabía porque tiempo atrás ya había tenido el honor de estar ahí.
Bajo la sombra de una palmera se dedicó a observar el tranquilo oleaje del mar. Y tan sólo de vez en cuando se distraía al ver a las personas del lugar.
Una vez consiguió la suficiente paz, al fin se decidió a encender el celular. Cuando lo hizo se dió cuenta que había actuado algo infantil al negarse a responder un mensaje que le llegó en la mañana.
Victoria: ¿Podemos hablar antes de que se vayan a la biblioteca?
No entendía de dónde surgía su inseguridad o es que solo estaba aterrada en verla de vuelta y seguir sintiendo tanto por ella pues aunque lo imaginara era imposible que entre ambas se diera algo.
La realidad, su realidad.
—Necesito un tiempo fuera.
***
Los pasillos se inundaron con el sonido del andar de una mujer. Después de pasar a reunión con los líderes de la asociación de pescadores de la comunidad, se enfrasco a concluir el trabajo que su asistente le dejó en el escritorio.
—No puedo más. Necesito un descanso —Cerró los documentos dando paso a buscar su bolso para sacar su celular.
De alguna u otra forma ese día no se sentía con tanto ánimos para el trabajo. No cuando en su mente rondaba la imagen del rostro triste de cierta rubia.
—Supongo que solo es la culpa —Guardó de vuelta el celular y se dispuso a bajar al lobby para ir al restaurante y comer algo.
El elevador era casi como una de las atracciones del hotel, debido a que las paredes de un costado eran de cristal y daba vista al mar. Se contemplaba gran parte de la zona incluso se distinguían a los huéspedes descansar en el área de camastros.
Posiblemente fue su subconsciente el que le puso la imagen de Kara entre esas personas, pues le pareció verla sentada a un costado de las palmeras.
—Por favor. No dejes que se vaya.
—Si, señora —respondió el joven y tan pronto escuchó la orden salió a buscar a la persona con la que su jefa necesitaba hablar.
…
Atravesaron los pasillos del lobby hasta una de las salas que les conducía al acceso del restaurante. Kara no sabía de qué iba tanto misterio, y tampoco el hombre parecía tener la intención de darle explicaciones.
Se suponía que ahí nadie la molestaría pero no pasaron ni díez minutos cuando alguien del hotel salió a buscarla.
—¿Puede por lo menos decirme a dónde vamos?
—Nos dirigimos al restaurante.
—¿Cómo, para qué o qué?
El hombre abrió la puerta para que Kara avanzara, en medio de los comensales avanzaron hasta la otra salida que las conducía a la zona vip del restaurante. Por el momento, sólo una mesa estaba ocupada lo que le otorgaba a la dueña del hotel cierta privacidad para hablar.
—No se preocupe. No está en problemas —abrió la última puerta—. La dueña del hotel desea hablar con usted.
—Con dueña te refieres a… —volteó al frente y la vió.
Solá, en medio de la acompasada sinfónica que ofrece el mar. Victoria se mantenía a la espera de su llegada. Cuando sus ojos se posaron al fin a su invitada, se sintió confundida.
«¿Por qué luces sorprendida?» Pensó de sobremanera la castaña.
—Se… señora Victoria —susurró al verla luego de que ella la recibiera con una cálida sonrisa.
«¿Por qué me siento aliviada de verla?» Se dijo para sí…
“...
Existe un millón de razones por las que debería de perder las esperanzas.
Pero la cuestión es que me siento estúpidamente feliz de imaginar algo que sé, no sucederá.
…”
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Está historia es como un desahogó para su servidora.
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Nos leemos luego.
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