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2. Persona especial

Disfruten el capítulo.

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Victoria dejó el dormitorio casi de madrugada, un bum de energía acompañado de la alegría por saber que su hija se encontraba en casa, eran suficientes para quitarle el sueño, alistarse y bajar a preparar el desayuno.

No había necesidad de hacer eso habiendo personal que cubriera sus necesidades, pero el gusto de atender a su hija en lo que pudiera, reflejaba todo el amor que sentía por ella.

Tarareaba una canción que sonaba en su celular, observó de reojo el reloj en su muñeca para verificar que el panqué que minutos atrás metió al horno estuviera en el tiempo justo.

—¿Mamá? —escuchó en el corredor de la sala,  haciendo referencia que Valentina se había levantado también.

—Mi Amor ¿Porqué te levantaste?, aún es temprano.

—¿Qué haces? —se acercó a su madre quien tenía las manos ocupadas picando fruta.

—Preparo nuestro desayuno.

—¿Quieres que te ayude?

—No cariño, mejor coloca los manteles y demás, en un rato te sirvo el jugo.

—Esta bien.

Más tarde, la chica terminó de alistar la mesa, fue de vuelta a la cocina donde se sentó a un costado de su madre observandola con atención mientras servía los platos. Victoria se dió cuenta de la mirada de su hija, a lo que le respondió con una cómplice sonrisa.

—Estas muy guapa mamá —habló sonriente, mirándola con las manos en la barbilla.

Su madre la vio curiosa echaba de menos sus pláticas antes de ir a la escuela. Había pasado un tiempo desde la última vez.

—¿De verdad piensas eso?

—Claro que si. Siempre haz sido hermosa pero desde que te ví en el aeropuerto noté algo en tí que ha cambiado.

—Por supuesto —caminaron hacía la mesa. Dejó los platos de fruta, el panqué recién salido del horno y jugo sobre la mesa, para luego sentarse—. La luz de mi vida regreso y eso me hace sentir mejor —su hija sonrió y bebió un poco de jugo—. Además, también estás muy hermosa, mi amor. Creo que el viaje fue bueno después de todo. Dime, ¿Te divertiste? ¿Hiciste muchos amigos?

—Si, me divertí y amigos, mmm… unos pocos. Pero verdaderos, sólo una. 

—¿En serio?

—Si. Se llama Kara Brandom, compartí habitación con ella mientras vivía ahí. Al principio no nos caímos bien. Pensaba que era una rubia que sólo le gustaba llamar la atención por la facilidad con la que hacía amistad en la escuela, pero cuando la conocí de verdad, poco a poco fuimos congeniando.

—No juzques al libro por su portada.

—Lo sé, lo sé. Ahora somos cercanas, ella es muy… especial.

—¿Especial? —preguntó intrigada.

—Ella me agrada, es muy enérgica, carismática y siempre tiene algo que contar. A diferencia mía que casi no hablaba. Con ella, aprendí a desenvolverme un poco más.

—Pues… vaya que es una chica interesante. Me hubiera gustado conocerla —tomó los cubiertos para también degustar la comida.

—Quizá la llegues a conocer —sonrió Valentina—. Vendrá a estudiar en el país, para ser más exactos en la universidad donde estudiaré.

—¿De verdad?

—Si, mamá. Estoy muy feliz por eso. ¡No sabes! Es muy hermosa, sin duda será lo mejor de mi universidad.

—Cariño, ella… ¿Te gusta?

La chica no supo que decir, la expresión por su amiga Kara había hecho evidenciar que no era sólo una amistad lo que veía en ella.

Desde que la conoció, quedó cautivada. Siempre la veía con una sonrisa al despertar, sus hermosos ojos verdes que escondía detrás de unos lentes y el rostro angelical pero a la vez atrevido de ella.

Nadie tenía comparación con su belleza.

Valentina solía tener un poco de problemas al relacionarse con los demás, se sentía incómoda y nada de lo que ellos hablaban le interesaba. Eso le molestaba pues creía que algo estaba mal en ella. No fue sino hasta que comenzó a hablar con Kara que pareció cambiar su manera de ver "su problema" expresarse con naturalidad y ser una misma como decía su amiga, ¡Qué importa lo que los demás digan de tí!

Kara era una buena amiga y por desgracia sólo podía aspirar a eso.

—¿Valentina? —Victoria la miraba interrogante. Quizá se encontraba en lo cierto y no le importaba en lo absoluto que su hija estuviera interesada en una chica o en un chico, ella sólo quería que su princesa fuera feliz—. Hermosa, sabes que puedes confiar en mí. Eres lo más importante que tengo, y nada me da más gusto que escucharte tan interesada en alguien —Victoria le tomó la mano y dejó un casto beso en ella. La chica se relajó y dejó salir un suspiro de felicidad.

—Si mamá, ella me gusta —sonrió ante su confesión deseando que eso mismo lo hubiera oído también Kara.

—Estoy muy feliz por ti hija. Sin duda espero que su relación prospere.

—No, bueno es que… no, no somos novias. Sólo me ve como amiga.

Sabía perfectamente de las preferencias amorosas de Kara al menos por algunos novios que le conoció y dudaba que pudiera fijarse en ella.

—Oh, cariño —acercó más su silla a la de su hija —Lamento que te haya rechazado.

—No, no me rechazó.

—¿Entonces? —Victoria la miró incrédula.

—Es que no le he dicho nada. Sólo nos hicimos amigas.

—Amor, a veces es necesario que alguien (refiriéndose a ella) de ese paso primero para que las cosas sucedan. Quizá, ella también sienta lo mismo que tú, pero no lo sabrás hasta que lo averigües.

Valentina se quedó pensativa observando su vaso, hizo un recordatorio mental de ser más valiente, volteó a ver a su madre quien no dejaba de darle mimos en la espalda.

—Esta bien, mami, me esforzaré para que así sea.

Desde antes que se fuera siempre fueron muy unidas. Victoria, pensó tontamente que la distancia traería consigo un desapego en ambas pero no fue así y lo agradecía mucho.

Valentina dejó el tema a un lado. Ya era suficiente de hablar de ella y de la chica que le interesaba. Se preguntó si en esos años que no estuvo ahí, llegó a interesarse por alguien.

—Y tú, mamá. Eh… ¿Hay alguien que te llame la atención? —preguntó Valentina interesada. 

—Llamar la atención ¿Para qué o qué? —se hizo la desentendida.

–Si ya sabes, que te guste. Desde que se fue mamá Elena, tú cambiaste un poco. Te enfocarse más en el trabajo y en mí, pero dejaste a un lado tú propia felicidad. Tal vez sea el momento de…

–Mi mayor felicidad —la interrumpió—, es ver a mi hija y estar a su lado —tomó un respiro—. Me hiciste falta este tiempo, pero entendí que fue por el bien de ambas. Ahora no necesito de "alguien" para ser completamente feliz.

Después de todo, no creo que exista esa persona especial para mí —pensó en su interior.

—Aún así, mereces a alguien que te haga feliz, mamá —la miró con un rostro de ánimo—. Prométeme que cuando encuentres a ese alguien especial seré la primera a quien le cuentes.

Valentina deseaba con todo su corazón que su madre, la mujer que la vio crecer también fuera feliz y oírla hablar de su persona especial era algo que anhelaba sucediera.

Suspiró resignada, sabía que no podía hacer cambiar de idea a su hija por lo que tuvo que aceptar.

A final de cuentas, no creía que sucediera.

—Esta bien cariño, te lo prometo —abrazó de vuelta a Valentina quién la veía ilusionada.

***

"…

Las estrellas brillan aún más, cuando apareces y permaneces a mi lado.

Con esa luz, esa energía que me anima a seguir en nuestra lucha. Me inyectas la adrenalina que necesito cada día, con el sentir que me profesas.

Infinito, como el amor que siento por ti.

No necesito de nadie más, si sé que estás a mi lado.  Ten por seguro, que así será siempre, tú:

La mujer de mis sueños.

Con invaluable amor, para toda la vida.

..."

Mi persona especial… —susurró Victoria—. No lo creo.

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Amistad de madre e hija.

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Nos leemos luego.

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