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18. Atención

Disfruten el capítulo.

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—¿Les gustaría algo más? —apareció la empleada cargando una charola con jugo de frutas y un té negro para las mujeres luego de verlas llegar a casa más temprano de lo habitual.

—Está bien así, Claudia. Puedes retirarte.

—Si, señora.

Kara se removió incómoda del sofá, la presencia de la señora Victoria junto a ella seguía siendo un enigma en su cabeza por lo que prefería, si era posible, salir corriendo de su vista.

Por desgracia la voz de la mujer se lo impidió.

—¿Cómo te sientes? —notó que constantemente se masajeaba la parte superior de su muñeca en el brazo.

—Ah… bien, bien. Estoy bien —se apuró a decir. Cubrió con la tela de la ropa su mano y se levantó preparada para salir de ahí. Sólo que Victoria fue más rápida y la tomó justamente de ahí, haciendo que la joven reaccionara con una mueca de dolor.

—Tu muñeca está inflamada. ¿Acaso pensabas pasarlo por alto? Siéntate.

—Pero Señora Victoria, de verdad no es na…

—Siéntate, ahora —sonó firme. Por su propio bien, decidió obedecer.

Al cabo de unos minutos la castaña regresó con algunas cosas extras. Primero le colocó una compresa fría para mantenerla en su mano un breve momento.

—Déjala así, por favor —la rubia obedeció. Quería preguntar qué demonios haría con el pequeño recipiente y las hierbas que introdujo ahí.

Es que acaso, ¿La haría comerlo? Pensó atemorizada.

—Ah… yo, esté, puedo tomar una pastilla. No es necesario algo más —sonrió nerviosa.

—Te tomarás la pastilla también —apenas contestó. Se veía concentrada en su labor.

Por su parte, la castaña había olvidado la última vez que ayudó a alguien cercano a ella. Bueno, esa niña no era de la familia, pero formaba parte de su entorno de convivencia, era la mejor amiga de su hija y por si fuera poco, vivían bajo el mismo techo. Así que si, lo menos que podía hacer era ayudarla.

Midió el tiempo transcurrido, terminó de moler las hojas que extrajo de su huerto para finalmente transformarlo en una masa verde. Notó que el rostro de Kara estaba rojo infiriendo por ello una de dos cosas; le dolía mucho la mano y se estaba aguantando ó, que estaba nerviosa por lo que haría con dicha preparación.

—Deberías verte en un espejo —captó su atención—. Parece que te estás incendiando —con mucho cuidado, retiró la bolsa y limpió con una toalla pequeña los restos de agua. Continuó hablando—. Mi madre solía preparar este tipo de remedios cuando me caía. Se ve algo grotesco a primera vista pero es muy efectivo para desinflamar o sanar heridas.

—Ah…

—Asi que descuida. No temas. —Colocó una porción sobre el área inflamada. Su breve explicación fue algo inesperado. La joven seguía sintiéndose extraña por sus atenciones pero ya no estaba nerviosa—. ¿Por qué estabas en esa playa? —expresó. Se mantuvo esparciendo la masa verde en suaves masajes produciéndole al principio, un leve dolor.

—Solo fui a pasear un rato, cuando me cansé preferí descansar al lado de esa zona.

—Te gusta meterte en problemas, verdad.

—No, ¡Claro que no! Ni siquiera hice nada malo, lo juro… ¡Auch!

—Disculpa —siguió en su trabajo. Bajó la intensidad para no lastimarla—. Debes de tener más cuidado a dónde llegas. Si bien, no hacías nada, mi colega es algo especial con la exclusividad. Estoy en desacuerdo con los derechos que consiguen de uso de suelo. Pero por desgracia muchos lugares aquí, se manejan así.

—Vaya, no lo sabía. Ojalá que ese tipo de cosas no existieran, es decir la gente tiene derecho a deambular en la orilla de la playa sin que se le restrinja. Cuando yo sea dueña de mi propio hotel, no actuaré como ellos.

Victoria la observó. Ella se veía entusiasmada en su sueño y sonrío.

—¿De verdad?

—Qué cosa.

—Ese es tu sueño. ¿Convertirte en una empresaria hotelera?

—Si, lo sé. Es muy tonto decirlo desde ahora ¿verdad?

—No. Son tus aspiraciones hija y la motivación que necesitas para lograrlo, es que te lo creas desde ahora. Si te esfuerzas, lo conseguirás.

—Tiene mucha razón. E intentaré ser más precavida la siguiente vez —tomó un poco de la masa verde para olerla. Consiguió apreciar algunos aromas que se le hicieron familiares, tal vez de alguna pomada que recordaba de casa.

—La siguiente vez que desees salir a la playa, puedes pedirle a mi hija que te lleve al hotel en el que soy dueña.

—mmm… Si, está bien.

Concluyó su trabajo vendando su mano, dejaría que su remedio hiciera efecto y estaba segura que al día siguiente ella se sentiría mucho mejor.

—De verdad, no era necesario… —volvió a decir, mientras la mujer recogía todo lo que utilizo.

—Si, no lo hacía. Probablemente mañana ni siquiera puedas mover tu mano. Entonces, en lugar de quejarte, porque no subes a descansar.

Suspiró resignada. La castaña se le notaba levemente cansada y parecía que tenía cosas que hacer, así que no la molestó más.

—Intenta no meterte en problemas la siguiente vez —escuchó casi al salir de la sala.

—¿Qué? ¡Yo no hice nada! —giró a verla para defenderse de nuevo, pero al ver el rostro de la mujer se contuvo de continuar.

—Solo es una broma —la vió sonreír antes de volver con cosas en mano a la cocina.

Kara intentó soportar el sonrojo por su reacción, pero fue inevitable hacerlo.

¿Qué demonios me pasa? Susurró cómplice se su acelerado corazón una vez llegado a la habitación.

***

—Mamá es bastante protectora cuando algo así ocurre. Creo que es algo natural, como decirlo “Cosas de mamás”. No te sientas extraña cuando reaccione así —Valentina se sentó al lado de la cama, luego de entrar con su amiga para saber cómo se sentía después de escuchar lo que había sucedido.

—Si, me di cuenta. Pero gracias a eso, no tendré otra mano creciendo sobre la que ya tengo —observó su vendaje sintiendo un poco de adormecimiento.

—jajaja… exageras. Intenta dormir. Oye, ¿Qué te parece si te acompaño mañana a tu primer día de trabajo?

—¿Puedes? Es decir, me encantaría pero tus clases.

—Naa… puedo llegar un poco tarde. ¿Qué dices?

—Okay, aunque no es la gran cosa. Estaré en un local de fotocopias, sacando a… ¿Copias? —rieron en conjunto ante el pequeño chascarrillo de la rubia.

—Tal vez. Pero es tu primer empleo y eso lo hace especial.

Al término de unos minutos más conversando, Valentina la dejó descansar. Sentía que iba demasiado lento con su amor platónico pero creía fielmente que ese era el rumbo correcto para conquistarla.

***

“... —Oye, ¿Crees que esto sea normal? —preguntó la mujer que recién salía de ducharse.

—Aja —Victoria tenía la vista puesta en la computadora, apenas prestó atención.

La joven sonrió al notar que ni siquiera la observó. La dejó concluir su trabajo aprovechando el tiempo para revisar el suyo. Lo que más amaba de trabajar en una escuela, es que después de una entrega de calificaciones, bajaba un tanto la carga de actividades. Le quedaban las reuniones de maestros y los nuevos programas de estudio pero eso lo podía hacer en otra ocasión.

Guardó los papeles en su portafolio antes de regresar a la habitación. Al entrar, notó que su novia seguía trabajando.

—Victoria Gates, apaga inmediatamente esa computadora y bajala de la cama —cruzó los brazos en pose autoritaria.

—Solo terminó este análisis y… —no pudo decir más cuando ella se lo arrebató.

—¡Ey! ¿Qué haces? —Estaba molesta—. Devuélvemela.

—Nop —dejo la laptop sobre la mesita y regreso a la cama con su ya enojada novia —. Ya es tarde, mañana tienes reunión y por si fuera poco prometiste que me acompañarías con mis padres.

—Uhm, sí pero…

—Pero nada —se metió a la cama, sentándose sobre las piernas de la otra—. Mejor, porque no nos entretenemos un rato antes de dormir. Ya sabes, el sexo siempre baja el estrés.

Victoria sonrió, la tomó de las caderas acercándose tanto como pudo hasta alcanzar la línea de su boca y saborear con fervor los labios que tanto gustaba besar.

—Eres una tramposita —la abrazó desde la espalda baja—. ¿Intentas persuadirme?

—Tal vez ¿Funciona?

—Si… —continuó besándola en medio de roces cargados de pasión que no hicieron otras cosa más que animar a sus deseos mutuos luego de meses en esa relación.

Apagó la lámpara para que la luz no interrumpiera el descanso de su novia. La vió suspirando entre sueños y le pareció tan tierno viniendo de ella. Acarició su espalda desnuda, brindándole un último beso antes de bajar a la sala a seguir trabajando.

—Descansa, Elena…”

Se cubrió los ojos con ambas manos, no tenía mucho de haber subido a descansar y sólo lo hizo porque escuchó bullicio arriba. Las chicas estaban conversando.

Se sintió mal al ver la carita de su hija al oír lo que ocurrió con su amiga, se notaba lo mucho que la apreciaba, y aún más sabiendo los sentimientos que tenía por ella.

Giró al otro lado de la cama para tomar el recuadro sobre el buró observando por incansables minutos siendo suficientes para que apareciera una pequeña lágrima sobre su piel. Dejó que siguiera su camino hasta el inicio de la almohada. Estaba sola, ahí en complicidad de su solitaria habitación podía dejar salir los recuerdos que guardaba y que nunca compartió con nadie. Ni siquiera con su hija o con su amiga Daysi.

Sólo porque no quería escuchar aquellas palabras que tanto daño le hacían… 

“Olvida a Elena”

¡Por favor! Claro que no lo haría. A pesar de lo que sucedió, quería seguir conservando sus recuerdos al menos, los buenos. Seguía enojada con su ex esposa por hacer lo que hizo y se lamentaba lo poco que le importó su relación. Pero también estaba molesta con ella misma, y por todas las veces que le falló, poniendo su trabajo antes que a ella, su familia.

Esos recuerdos serían su castigo por el resto de su vida, porque bien sabía. Para Elena, la palabra “volver” nunca existió.

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*Inserte carita triste

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Nos leemos luego.

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