15. Sentimientos
Disfruten el capítulo.
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Seguía creyendo que era mala idea el que se fuera a vivir a casa de Valentina. Pero, no podía darse el lujo de rechazar tal ofrecimiento en medio de una complicada situación. Por lo que no tuvo de otra opción más que aceptar. Ahora tendría que ver la forma de que sus padres no se enteraran de lo acontecido hasta conseguir de vuelta un techo propio. Porque de ser así, ellos la harían regresar de una u otra manera.
—Por aquí —Valentina la guió por el corredor del segundo piso—. Pasa —se hizo a un lado para que su amiga ingresará a la habitación.
Todo se veía amplio y en completo orden. Para la tarde en que dieron de alta a Kara, su amiga mandó a adecuar con todo lo necesario uno de los cuartos disponibles para huéspedes.
La rubia observó con cierto grado de vergüenza. El espacio era grande, tenía más de lo que podía necesitar: Tocador, un inmenso armario, escritorio con repisas y una estantería para colocar libros. Al fondo dos puertas, una que conducía a un baño privado y otro, al balcón teniendo de vista la parte trasera de la casa. Finalmente aún más impresionante, una cama con dosel de madera, adheriendose en cada extremo telas de seda ligeras.
—¿Y bien? —preguntó Valentina entusiasmada.
—Es... linda.
—¿De verdad? Porque podría pedir que te cambien algo que no...
—Val —la interrumpió—. Enserio, esta más que perfecta.
La rubia avanzó hasta llegar a la cama, respiró hondo un segundo para serenarse. Tomó asiento señalando a su amiga con la palma de la mano que hiciera lo mismo a su lado.
—No te pregunté antes porque no hubo tiempo pero… ¿Tú mamá está de acuerdo con que viva aquí?
—mmm… no te preocupes.
—Espera, ¿No has hablado de esto con ella?
—Nop.
—¡¿Qué?! —se levantó de golpe. No esperaba esa respuesta.
Por su parte Valentina le explicó a medias, los motivos y es que debido a su viaje, la comunicación les era limitada, siendo un lugar libre de objetos tecnológicos personales, se les restringía la comunicación hasta el terminó de la estadía. Aunque ese no era el verdadero motivo.
—Así que hablaré con ella apenas vuelva. Pero descuida, no habrá problema. Mamá es muy buena, te dejará vivir con nosotras.
—Esta bien, pero si se niega no te sientas mal. Ya pensaré como solucionarlo.
—Eso no sucederá.
***
Días después
Valentina: Lo siento pero tendrás que regresar a casa sin mi, dijeron que no habrá suspensión.
Valentina: Por lo que tengo que asistir apenas salga del trabajo. :(
Kara: Okay, necesito pasar al banco para una reposición de mi tarjeta. Te veo por la noche.
Valentina: Si, cuídate.
Kara: Igual :)
Guardó el celular y se dispuso a tomar el transporte. Habían pasado algunos días desde que se fue a vivir a casa de su amiga y para ese momento ya tenía avanzado algunos trámites para recuperar documentos. Para suerte de ella, su antiguo vecino fue listo al tomar el bolso que se encontraba sobre su mesita y así evitó perder su pasaporte, e identificación. Viviría eternamente agradecida con él.
Consiguió tramitar una tarjeta de débito que le serviría para retirar el efectivo que sus padres enviaban cada semana. Ya sólo quedaba llamarle a su madre informándole que “extravio" la otra y sabía que era inevitable un fuerte regaño, pero que más daba ya.
El taxi la dejó en el portón principal de la enorme casa, pagó con el poco efectivo que tenía aún hasta el siguiente deposito y regresó la vista a la “mansión”.
¿Cuánto sería el total de su extensión? ¿Ochocientos metros? ¿Una hectárea? Bueno, no se quebraría la cabeza en eso. Pero aún así, no dejaba de impresionarle tantos lujos a los que su amiga estaba acostumbrada.
Ingresó a la casa donde una empleada del servicio le ofreció atenderle a lo que necesitara. Kara respetuosamente negó de inmediato, subió a la habitación como el único lugar privado para descansar en paz.
Se dejó caer en la cama. ¿Cansancio? No, en realidad no lo estaba. Tenía suficiente energía para salir a dar la vuelta pero mientras viviera en casa ajena evitaría comportarse así.
Se levantó a abrir las puertas del balcón, observó el horizonte impresionada de que no sólo era una de las más grandes y bonitas casas de la zona, sino que además, debido a la altura local, la vista al mar era imprescindible.
Estaba segura que Valentina se sentía orgullosa de su madre por todo el esfuerzo que tuvo que hacer, para llegar a realizar todo eso.
***
—No, descuida. Estaré en la oficina mañana a primera hora. Recién vengo llegando a la ciudad —mencionó Victoria luego de pasar a dejar a Daysi a su casa.
—Entonces le pasó las citas en la tarde. Para que en la mañana se ponga al día con los pendientes de interés.
—Si, Lucero. Nos vemos mañana.
—Fin de la llamada.
La castaña dejó el celular a un costado acomodándose mejor en el asiento. El viaje había sido demasiado largo y cansado. Ansiaba llegar a casa para relajarse en la tina y conversar con su hija sobre lo bien que se la paso en el retiro al lado de la doctora Daysi. También quería saber todo lo que Valentina realizó en su ausencia. No es que creyera que estuvo haciendo travesuras, pero una semana lejos de casa, sin duda, algo divertido debería tener para contar.
—Bienvenida Señora Victoria.
—¿Como estás Claudia? —ingresó a la casa una vez llegar.
—Bien, señora —se apresuró a tomar el saco de la mujer y ayudarle con la maleta de mano que cargaba—. ¿Gusta que le sirva la cena?
—No, mejor súbelo a mi habitación. Tomaré un baño antes —avanzó a las escaleras—. ¿Valentina aún no llega de la universidad?
—No, señora.
Revisó el reloj verificando que demoraría al menos una hora más. Sonrió emocionada, pidió no ser interrumpida y sólo cuando su hija arribara le avisaran con discreción para darle la sorpresa de su llegada.
Por media hora estuvo relajándose en la tina de su habitación. La vela aromática desprendía un cálido aroma a lavanda haciendo del momento mejor. Salió del baño vestida únicamente con una bata encima.
La tarde estaba fresca y como era costumbre el calor se hacía presente. Fue hasta su balcón para ventilar la habitación, no le gustaba usar mucho el ventilador, lo consideraba dañino para la salud. Prefería mil veces sentir el aire tibio golpear su piel, ya estaba acostumbrada a ese clima. Vivir gran parte de su vida cerca del mar la hizo resistente al clima tropical.
Se pasó unos segundos viendo el paisaje azul al fondo hasta que notó algo extraño a su costado. La puerta del balcón siguiente estaba abierto, un par de objetos colocados sobre la mesita de afuera parecían llamar su atención.
¿Acaso tenían invitados? Se preguntó.
No, nadie le había informado a su llegada. Probablemente era obra de su hija pues tenía la costumbre de salir al balcón para hacer sus deberes escolares. Aunque era extraño que ocupará una que no le correspondía.
Salió al pasillo para entrar a la habitación que tenía al lado. Entró sin problema dirigiéndose al balcón, tomó las hojas y libros que dejó su hija a fuera pues parecían ser las de su curso. Cerró con llave dejando las cosas sobre la cama, fue entonces cuando escucho un sonido proveniente del baño.
Se acercó con cautela, Acaso ¿Valentina ya había llegado? Sólo que... La voz que sonaba de fondo en un cántico pausado no cuadraba.
Estuvo a punto de tocar pero la puerta se abrió antes.
La imagen que tuvo al frente no fue la más adecuada como recibimiento después de su viaje.
Kara salió con prisa chocando accidentalmente de frente con la otra persona. Dado que había olvidado la toalla sobre la cama no llevaba nada encima.
La rubia retrocedió sorprendida por la presencia de alguien en la habitación. Estaba por echarle bronca cuando notó de quién se trataba.
—Se... señora Victoria —no podía articular palabras. Su corazón latía asustado ante esa situación poco usual. La observó por reflejo, notando que la mujer traía sólo una bata encima, incrementado el rubor en sus mejillas aún más.
Victoria trató de no ver el cuerpo de la joven, no obstante fue imposible luego de que estuviera frente a ella. Delgada, sus caderas se asentaban quizá por el ejercicio y su pecho estaba rojo al igual que su rostro de angel que la miraba. Su cabello rubio se le pegaba al cuello dado que estaba húmedo por la ducha. Fue demasiado. Evitó seguir mirando y dirigió la vista exclusivamente a sus ojos.
—Lo siento —fue lo único que dijo antes de salir a prisa de la habitación.
Valentina llegó veinte minutos después, para ese momento tanto Kara como Victoria se encontraban en la sala esperándola sin pronunciar ninguna palabra.
—¡Mamá! —gritó enérgica la joven quien corría a abrazarla. Sólo que Victoria la freno con la mano y en su lugar señaló que quería hablar a solas con ella.
Ambas entraron al despacho de la castaña, Valentina supuso de que se trataría, así que no le dió largas al asunto. Le explicó todo lo que aconteció, empezando por el incendio que se sucito en el edificio donde habitaba su amiga. La ida al hospital y que debido a eso, perdió sus pertenencias y su hogar.
—Así que después de lo sucedido. Le ofrecí quedarse en la casa. Mamá, si quieres puedes castigarme por tomar esa decisión sin consultarte antes pero Kara me necesita, nos necesita. Nunca le daría la espalda a un amigo en problemas.
Victoria la miraba inexpresiva. Dejó salir el aire hasta relajar su semblante. Su hija era muy noble y si bien no le gustaba que tomaran decisiones sin consultarle. Entendió por que hizo lo que hizo.
—Esta bien, cielo. Lo entiendo. Sólo, la próxima vez que tengas en mente algo similar, avísame.
—Lo iba a hacer, pensé en dejarte un recado con los encargados del retiro. Me dijiste que podía hablarte a cualquier hora. Pero meditándolo mejor, no quería interrumpir tu tiempo, te merecías desconectarte de todos y eso me incluye.
—Cariño, eso no.
—Mamá, es la verdad. Desde que mi mamá Elena nos dejó, tu dejaste de tomarte un tiempo a solas, de vivir para ti. Cuando Daysi te invito a asistir a esos viajes, me entusiasmo esperar que a cada regreso tu volvieras con algo nuevo para ti —la observó con los ojos acuosos—. Te amo mamá. Y lo que más deseo en el mundo es verte nuevamente feliz. No por mi, sino por ti misma —soltó en llanto.
Aquellas palabras golpearon su corazón con intensidad. Después de tanto años, luego de lo acontecido con Elena, su hija estaba anhelante de ver a su madre nuevamente feliz. No comprendía que su única felicidad era verla crecer y formarse profesionalmente, expectante de su futuro y quizá, si el tiempo le prestaba vida, conocer a su futura familia.
—Mi Valentina —la abrazó con cariño hasta que su hija dejó de llorar—. No sabes cuánto te amo, hija.
—Y yo a ti mamá —se limpió los ojos—. Por eso soy incistente con esto. Quiero verte feliz.
Victoria le dió un beso en la frente. Luego le pidió que la dejara hablar a solas con la joven rubia.
Antes de irse, reafirmó la ayuda hacía su amiga y sobre todo que Kara en principio estaba renuente a recibir su apoyo. Además de que Valentina le hizo creer a su amiga que no pudo comunicarse con su madre por motivos del retiro, sólo para que no denegará vivir sin haber consultado a la dueña de la casa.
Minutos después la rubia entró al despacho, observó a la señora que se le veía concentrada en los documentos de su escritorio. Con mucho cuidado se sentó para evitar interrupirla y esperar a que acabara.
—Mi hija ya me dijo de tu accidente —habló una vez haberse sentado enfrente.
—Señora Victoria, lamento entrar a su casa sin...
—¿Estás bien? —la interrumpió—. Me refiero al accidente, debió ser traumático todo lo ocurrido.
—Si, bueno. Trato... de no pensar tanto en ello. Me interesa más esforzarme para reponer lo perdido. No es fácil en una ciudad ajena a la mía.
—Lo sé. Yo también estuve en una situación similar a la tuya cuando joven. Por eso comprendo que cuando alguien te tiende la mano está de bien recibirlo.
—Si, pero aún así. Trataré de ver la manera de conseguir aunque sea una habitación en renta. No quisiera causarles más molestias.
—Hija —le tomó la mano—, descuida. Puedes quedarte aquí el tiempo que necesites. Tus estudios están primero y prefiero que concentres tu mente en la escuela que buscar la forma de conseguir dónde vivir.
—Si, pero señora Victoria… —la observó avergonzada.
—Por favor, te lo estoy pidiendo —se mostró amable.
No obstante, Victoria tenía un asunto más que tratar y que la mantuvo con el pendiente por un buen rato. Su penoso arrebato de ira en la playa donde Kara salió afectada.
—Y también —continuó hablando, se levantó del asiento para quedar frente a ella—. Kara, quiero pedirte perdón por mi comportamiento de la última vez.
—A… señora no es necesario.
—Lo es. Yo... No medí mis palabras y dije cosas que no merecías —la rubia escuchó con atención—. Por eso... te pido perdón.
Kara la vió a los ojos, se sintió extrañamente bien hablar de frente con la castaña que valía la pena hacer las pases de una vez por todas.
—Sólo con una condición —expresó valiente.
—¿Cuál? —preguntó sorprendida la mujer.
—Qué empecemos desde cero con nuestra relación —corrigió de inmediato al notar arquear la ceja de la mujer—. Me refiero a como nos conocimos. Lamento todo lo que pasó atrás, nuestros encuentros accidentados, incluído el más reciente —haciendo referencia a la del baño. Ambas se ruborizaron—, y espero que lo podamos olvidar.
—Kara, descuida. Todo está olvidado —respondió restándole importancia, extendió la mano para estrecharla con la suya. Ella la tomó enseguida y al regresar la vista a su rostro pudo observar por segunda vez esa sonrisa real que asentó los hoyuelos en las mejillas de su rostro. Kara estaba sorprendida por la reacción de la mujer. La señora Victoria era una mujer demasiado expresiva con sus gestos. Aquella sonrisa la hizo sentir en completa confianza pues asentaba tanto su imagen a una más relajada.
Le gusto.
No supo describir el sentimiento pero fue una sensación que por nada del mundo cambiaría.
Su sonrisa. Aquella sonrisa, era hermosa.
No supo como, pero sintió su corazón acelerar.
…
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