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10. Presentación


Disfruten el capítulo.

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Sólo quedaban pocos días para que Kara ingresará a la universidad.

Si era sincera, a medida que el tiempo avanzaba, algo en su mente no la dejaba descansar.

¿Miedo? ¿Temor?

No, para nada. La rubia era fuerte, algo como comenzar un ciclo escolar no atormentaria los pensamientos en su joven vida.

No es lo que sentía, más bien, se trataba de una especie de ansiedad ante la emocionante travesía que le aguardaba.

Y probablemente la traería de tal manera, al menos, hasta tener un pie dentro de la facultad.

Por ahora, su mayor preocupación se centraba en dar un cambio al antiguo guardarropa que poseé.

Sus padres no estaban de acuerdo con gastar en cosas innecesarias, por lo que, asumiendo un gasto de efectivo semanal, sólo le enviaron lo justo.

Para suerte de Kara, haber trabajado en la cafetería de la preparatoria, le pudo dejar un pequeño ahorro, que hasta el día de hoy, haría uso de ello.

No era la gran cosa, pero al menos serviría para adquirir algunas prendas extras. 

Sólo esperaba no quedarse pobre a media carrera. Y de ser así, existía la opción de buscar algún empleo de medio tiempo.

Pero eso sería en un caso extremo.

Al concluir con sus debidas compras, decidió que sería buen momento para regresar al departamento. Apenas consiguió un chófer en la aplicación, cuando le llegó la notificación de que ya la esperaba afuera del centro comercial.

Ni siquiera le dió tiempo en comprar algo de cenar. Así que, ya vería que preparar con la despensa que seguía intacta en su alacena.

Bajó deprisa por las escaleras eléctricas, no le importó correr un poco sólo porque no quería que el transporte le cancelara y le quitara una pequeña cuota de su tarjeta.

Todo parecía ir bien, pero en medio de sus desplantes de corredora maratónica, no se percató cuando una mujer salió de una de las tiendas de trajes ejecutivos al que suelen visitar las personas adineradas.

El descuido de la rubia provocó un choque accidentado que hizo la caída de ambas, inminente.

—¡Ay! — susurró aturdida la mujer de cabello castaño. Ni siquiera logró ver venir a la rubia que la tacleo sin piedad, ni clemencia.

—Oh, maldición —expresó Kara al caer al piso para luego notar que se encontraba encima de una persona —Lo siento.

—Podrías fijarte antes cuando decidas correr, niña —dijó la mujer, señalando su culpa. La rubia no lo tomó bien y completo para la otra.

—Usted fíjese para la próxima —se levantó sin más, tomó sus bolsas, ya era demasiado tarde y todo porque aquella mujer apareció de la nada, provocando que ambas cayeran, según el pensamiento de la joven.

Estaba por irse, cuando una mano la sujeto.

—¿Te irás así, sin más? —preguntó la mujer en tono serio. No solía molestarse por pequeñeces pero aquella joven lo pudo conseguir y con mucha facilidad.

—Suelteme, ya dije que... —no consiguió terminar la oración notando al fin de quién se trataba. Probablemente no recordaba todo, pero de lo único que si podía inferir con firmeza, es que era la misma mujer de aquella ocasión, cuando tropezó de la patineta —¡Oh, cielos! Es usted —se soltó del agarre, la vió, incrédula de su fortuna.

Victoria conectó miradas y de igual forma recordó. La misma niña que casi la atropella al cruzar la banqueta.

—Te recuerdo —dijó trás hacer memoria—, la chica de la patineta.

—No puedo creer que tenga tan mala suerte con volverla a ver, no le basto con mi última caída. Ahora, ¿lo hace de nuevo?

La castaña cruzó los brazos, observándola desafiante. Dejó ir el aire, porque simplemente no valía la pena discutir por pequeñeces.

—Y para mí mala suerte, sigues siendo tan atraváncada como la última vez —mencionó con seriedad.

Kara estaba preparada para decirle unas cuantas cosas por su atrevimiento pero el sonido en el celular la sacó del pleito. Observó derrotada la notificación del chófer avisando la cancelación del viaje y el pequeño cobro a su tarjeta. Eso le molesto mucho.

—¡Oh, genial! Me he quedado sin transporte. Ya estará contenta ¿no? —cruzó las manos desviando la vista a cualquier otro punto que no fuera el rostro de esa mujer.

Victoria la observó con recelo, no estaba segura pero se sintió con la necesidad de hacerlo. Dió unos pasos al frente hasta quedar cerca de ella, la rubia bajó los brazos al sentir una mano envolver su cintura. Sus mejillas se tornaron a un rojo vivo. Estaba realmente confundida. Su cercanía era tanta, que logró percibir un exquisito perfume a su paso.

—¿Qué... qué hace? Está loca... ¡Auch! —mencionó Kara, al sentir un pequeño golpe con el dedo índice sobre su frente.

Victoria recogió la funda con el traje que recién compró—. Andando —completó sin siquiera voltear a verla.

Kara la observó extrañada.

—¿Qué?

—No escuchaste. Te llevaré a casa.

Eso no se lo esperaba.

—Acasó, ¿Está demente? —sus palabras provocaron que la otra se detuviera de su andar—. Primero me golpea y ahora, me quiere llevar a casa.

—Así es. Muévete que tengo cosas por hacer.

—Jajaja… Y ¿Porqué creé que quiero ir con usted? —la desafío.

—Por esto —alzó la mano, observando que tenía un celular y no cualquiera, era su celular.

—¿Cómo es que?… —se buscó entre los bolsillos, recordando cuando la castaña se le acercó —Es… una arpía —masculló molesta.

Y terminó por acceder.

—Señora Victoria. ¿A dónde quiere que la lleve? —preguntó su chófer luego de subir al auto y observar a ambas mujeres.

—Necesito ir al hotel, pero antes, pasaremos a dejar a... ¿Cómo te llamas?

—Rebeca —mintió. No necesitaba que esa persona supiera sus datos, suficiente tendría con tener su dirección.

Durante el transcurso, decidió ignorar lo sucedido y prefirió platicar con su amiga Valentina en mensaje.

Aún seguía sintiendose incómoda ante lo descubierto, por tanto, evitaba pensar en ello.

Valentina: Paso por tí, mañana.

Kara: Okay. Estoy ansiosa por conocer a tu mamá.

Valentina: Ella también desea conocerte. Le he contado sobre tí.

Kara: Espero que sean cosas buenas.

Valentina: Por supuesto.

Se le escapó una sonrisa, volteó a ver a su lado justo cuando la castaña lo hizo, sus gestos de felicidad se desvanecieron con la incomodidad.

Prefirió guardar el celular dedicándose a mirar al fondo, donde el mar se perdía en medio de un hermoso atardecer.

Una vez llegar a su departamento. El chófer bajó a abrir la puerta.

Kara lo pensó mucho pero después de un pequeño análisis, concluyó que la mujer le terminó haciendo un favor. Pese a eso, seguía molesta, en principio se trataba de la otra persona, pero ahora lo sentía hacía si misma.

Las veces que chocaron, fueron debido a los descuidos para si. Y la primera reacción que tenía era molestarse con los demás.

Sigues sin madurar, pensó agobiada.

—¿Te quedarás toda la tarde, aquí? —habló Victoria al notar que no se movía.

La rubia tomó una enorme bocanada de aire para luego soltarlo, lentamente.

—Gracias… —mencionó apenas audible.

—Disculpa, ¿Qué dijiste? —le pareció divertido molestarla, un poco.

¡Ten paciencia, Kara!

—¿Me lo repites? —volvió a decir, casi en burla. Al menos Rebeca sabía reivindicarse de sus actos, pensó.

Claro que ese estado, le duró poco.

Abrumada, soltó lo primero que le vino a la mente.

—Adiós, disfrute de su amante en el hotel —habló sin rodeos, dicho eso, tomó sus cosas y bajó del auto para entrar con rapidez al departamento.

Sólo esperaba no volverla a ver en su vida.

Aunque… aquello estaba por verse.

***

Valentina llegó a primera hora, tal como lo prometió. Sería su último fin de semana antes de entrar a clases y que mejor pasándola con la chica de sus sueños. Le habría encantado llevarla a recorrer sus lugares favoritos pero también tenía ilusión de que su madre la conociera luego de mencionar maravillas de ella.

—Con tu permiso —habló al poner un pie dentro de tremenda casa. La vez anterior no tuvo oportunidad de admirarla bien y estaba segura, que era la casa más impresionante que pudo conocer —¡Cielos! Es enorme...

—Soló un poco, a mamá no le gustan los espacios reducidos.

—Entiendo, por cierto ¿Y tu mamá?

—No tarda, salió a sus clases de yoga. Por ahora que tal si subimos a mi habitación. Espero aún no tengas hambre.

—No, descuida.

Recorrieron las largas escaleras hasta la primera puerta.

—Que bien entrar aquí con autorización y no como esa vez —la rubia se sentó en un pequeño sofá.

—Ni me lo recuerdes —se ruborizó la pelinegra—. No creí que tuviera tan poca resistencia al alcohol.

—Pues tampoco pensé que te pusieras a tomar como si no hubiera mañana. Parecía como si estuvieras molesta conmigo —Maldición, pensó. No quería abrir el tema y lo hizo sin querer.

Valentina se levantó de la cama y simuló buscar algo en su tocador.

—Ah… no. Para nada. Solo quise tomar, es todo.

—¿Estas segura?

—Si, completamente —respondió de inmediato. ¿Cómo le iba a decir que sintió celos de los chicos con los que estaban? No, no podría. Sobre todo porque ni siquiera eran novias.

Pérdida en sus pensamientos dejo caer algunas de sus pertenencias al suelo.

—¿Estas bien? —asintió la otra. La rubia llegó con la intención de ayudarle e instintivamente Valentina la observó hacerlo. No comprendía como es que no tenía el coraje suficiente para de una vez por todas, declararse.

—Kara, tú… —su voz le jugaba una mala pasada, apenas y se alcanzaba a escuchar.

—Señorita Valentina, su madre ha llegado —habló una de las empleadas.

—Si… ya bajamos —respondió resignada, no era el momento para confesar sus sentimientos.

Lo intentaría más adelante, o… tal vez no.

—Te caerá bien mi madre. Es toda una mujer de negocios, amorosa y además, muy hermosa.

—Haces que tenga celos de tí —mencionó en broma.

Tenía curiosidad de al fin conocer a la gran empresaria hotelera, Victoria Gates.

—mmm… al parecer subió a su habitación. Te importa si la esperamos en el comedor.

—Para nada.

Si algo que adoraba hacer su madre cada fin, era encargarse personalmente de la cocina los fines de semana. Por lo que, en esa ocasión atender a la invitada dependía cien porciento de ellas.

La pelinegra acomodó los platos y demás en lo que su madre llegaba.

—¿Tú preparaste esto? —preguntó con asombro Kara.

—Si, espero no defraudarte.

—No lo harás. Al menos cocinas mejor que yo.

—Tampoco se muchas cosas. Oh, creo que deje el cuchillo para cortar el pan —estaba por levantarse pero la rubia se lo impidió.

—No te preocupes, voy por el —no le dió tiempo de recibir respuesta. Entró directo a la enorme cocina, se detuvo solo para observar los papelitos de colores pegados en el refrigerador. Algunos referentes a lo que deseaba comer Valentina en la semana, y otros, acerca de recados en particular.

Su pequeña exploración se vio interrumpida por una segunda persona que entró del otro extremo, sin percatarse de la presencia de la rubia.

La mujer tomó un vaso de vidrio sirviéndose un poco de agua antes de ir al comedor. Estaba por beberlo cuando escucho un ruido detrás de ella.

—¿Necesitas ayuda? —gritó Valentina.

—No, estoy... bi…en —giró a su derecha, sorprendida de no estar sola. Y sobre todo, por la mujer que tenía al frente.

El rostro de Victoria se tornó confundida.

¿Qué demonios hacia esa niña en su casa?

—No, puede ser... Usted —mencionó impactada.

—¿Tú, de nuevo?

—Kara, ¿Qué sucede? —se detuvo al notar a la castaña—. ¡Oh!, mamá. Ya estás aquí. Veo que ya conociste a mi amiga —sonrió con emoción, aunque sin percatarse del shock que las dos mujeres compartían.

...

_________________________

Al fin se conocen formalmente, y vaya de que forma.

Comenten, ¿Qué les ha parecido hasta el momento?

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Nos leemos luego.

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