Mírame así
Capítulo 10
Mírame así
Freddy
—Kang, toma la foto —casi no reconocía su voz.
Apreté el botón con mis pequeños dedos y la cámara hizo clic, me asusté por un momento y aún más cuando la imagen salió de un costado. Ella se acercó, la tomo y agitó la lámina en el aire, su rostro estaba tan borroso que apenas la reconocía, me mostró la foto sentándome en sus piernas.
—Muy bien Kang, le hiciste una linda foto a mamá —beso mi mejilla.
La imagen no era buena, no estaba nítida, pero aun así decidí conservar la fotografía, aunque en un futuro no me ayudaría mucho a recordarla. Era tan pequeño y aun así tenía esa extraña sensación que me decía que no debía soltar su mano o ella se iría y eso fue lo que sucedió. Ese mismo día como todo un niño me distraje con el estúpido agujero que había en mi chaqueta, estaba pasando un pequeño caballito por él, como si saltará a través de un aro, ella me había prometido llevarme a montar a caballo y creía que por eso estábamos aquí, por eso solté su mano, esperaba ver un caballo.
—Hola Kang —se acercó una señora con el cabello blanco y rizado—. ¿Te gustan los caballos?
No dije nada, solo miré al suelo. En aquella época era muy reservado, ya que no me relacionaba con más nadie que no fuera mi madre, el resto de las personas me daban miedo. No tenían su cara, ni su voz.
—A los otros niños también les gustan los caballos, ¿te gustaría jugar con ellos? —sugirió acariciando mi cabello.
Negué con la cabeza.
Ella sonrió —¿Qué te gustaría hacer?
En ese momento sí había levantado la mirada, solo así puse ver su rostro, era una mujer mayor, pero con un rostro amable y dulce.
—Oh —limpio mi mejilla—. No tienes que llorar Kang, los niños pequeños solo se deben preocupar por reír.
¿Cómo podía reír? Acaban de ver el viejo coche de mamá que siempre se quedaba dormido en medio de la calle, irse sin mí. Ella había dicho que íbamos a montar a caballo, tal vez fue a buscarlo.
«No llores durmiendo, no es bueno»
Tome aire y me levanté de la pequeña silla azul. Iba a esperar a que trajera ese caballo, ella no mentía.
Seis meses después.
Estaba otra vez en la oficina de la señora Margaret, no me gustaban los otros niños y hoy otra vez había peleado con ellos, les decía una y otra vez que mi madre había ido a buscar unos caballos para todos y ellos solo se reían de mí. Decían cosas demasiado hirientes y era difícil concentrarse en reír, así que prefería estar aquí jugando con algunos caballos de plástico, simulando que la alfombra mullida de la oficina de la señora Margaret era el campo.
Escuché ese ritmo en la televisión y me pare frente a ella imitando los aplausos y los golpes en el suelo con mis pies.
Margaret me miró por encima de los lentes —¿Te gusta la música?
Señale al hombre en la televisión —¿Quién es?
—Es una banda, él es Mercury, quizás tú también te conviertas en un cantante de rock —sonrió.
Hice una mueca, la profesora de música dijo que tenía voz de gallina moribunda y no me gustaba cantar. Ni siquiera sabía lo que era «moribunda,» pero no parecía ser algo bueno. Me gustaban más los movimientos, el baile, así que lo imite sin importar que la señora Margaret riera. Pase una semana entera tarareando y bailando por los pasillos, al menos para mí lo que hacía con los pies era baile.
—Ay —caí al suelo después de chocar con una mujer.
—Oh, lo siento —se agachó.
Era rubia, sus ojos oscuros al igual que los míos, pero no era mi mamá, así que no le di mucha importancia.
—Disculpe —si no lo decía la señora Margaret me mantendría una hora hablando de modales.
Ella sonrió —¿Cómo te llamas?
La miré mal —Freddy.
¿No lo notaba? Me había puesto un bigote
—Yo me llamo Laura —tomo mi caballo del suelo y me lo dio—. ¿Te gustan los caballos?
Ya estaba cansado de decir que esperaba que mi mamá me trajera algunos caballos, solo me encogí de hombros y respondí: —No lo sé.
Ella galopó sobre mi brazo con la figurita de plástico, ya estaba algo dañada.
—Cuando era pequeña mi papá me llevaba a montar a caballo —menciono—. Hace mucho que no veo uno.
Mi mamá sí, ella sabe dónde están. No quería que dijera algo malo sobre ella, como hacía el resto de los niños.
Suspiré —¿Sabes dónde hay caballos?
Se encogió de hombros —Puedo buscarlos.
Ella también se iría, debía decirle que encontrarlos le tomaría mucho tiempo.
Mire al suelo —Bueno.
—¿Te gustaría ir a buscar caballos conmigo?
Volví a mirarla, sus ojos no era tan negros, eran castaños y sus mejillas rosadas.
—Si quiero —porque tal vez ahí estaba mi mamá.
Ella también tardó un poco, regreso después de dos días con un hombre algo serio. Él llevaba siempre un traje, su cabello era negro y por alguna razón siempre estaba triste.
—Si corres así te vas a caer —me advirtió una vez en el jardín.
Lo miré mal, él no me gustaba y Laura había ido a caminar con la señora Margaret. Este hombre no hacía más que sentarse y mirar sus propios zapatos, yo me había acercado un par de veces a ver qué había de interesante en sus zapatos, eran feos, quizás por eso su mala cara.
Le saqué la lengua —Soy un caballo.
El alzo, una ceja —Eres un niño Freddy.
—Ah —me había caído.
Era un caballo estúpido, pero no un niño como él decía. Lo miré mal porque su labio se curvó para reír. Él no corría hacia mí como hacia la señora Margaret o Laura.
Suspiró —¿Por qué tropezaste?
Me acosté en el césped —Mis patas no son tan largas porque soy...
—Eres un... —me animó a continuar.
Mis ojos se llenaron de lágrimas —¡Soy un poni!
—Exacto... ¡Eso no! —se cubrió la cara—. Eres un niño.
Cubrí mis ojos —¡Soy un caballo enano!
No podía dejar de llorar por este nuevo descubrimiento.
«¿Ahora porque ríes dormido?»
Él suspiró —Bien, ven aquí —me levantó del suelo y me subió a su espalda—. Yo soy un caballo y tú un jinete, así no te harás daño por tus patas cortas.
Me reí a pesar de que hace un rato había estado llorando.
—Tú eres un hombre —era tan tonto.
«Freddy, despierta»
Abrí mis ojos de golpe y vi a Brandon frente a mí. Estaba soñando. Él acarició, mi mejilla, estaban humedad, ¿había llorado? Qué vergüenza.
Él sonrió y beso la comisura de mis labios —¿Eres bipolar?
Mi corazón estaba muy agitado —¿No?
—¿Por qué te lloras y te ríes en sueños? —pregunto escribiendo su rostro en mi cuello.
—¿Yo hice eso? No recuerdo —mentí.
—Quizás fue un buen sueño.
—Un recuerdo —confesé acurrucándome contra él.
—¿Así? Cuéntame —pidió.
—Recordé la primera vez que vi un caballo —le explique.
Después de tres meses Laura por fin cumplió y me llevo con Víctor, su esposo en un coche muy cómodo que no le gustaba dormir en medio de la carretera. Estuvimos tres horas ahí, comiendo chuches mientras Víctor nos regañaba y cantando algunas canciones, ahí conocí a Barney, tuve que decirle que me gustaba para no dañar la inocencia de Laura, pero en realidad mi música favorita era el rock.
Llegamos a una casa cerca de la ciudad, tenía un jardín muy bonito, pero ahí no parecía haber caballos. Ella me llevó por la casa mostrándome cada sitio de esta, una cocina grande, un salón mucho más grande, si habitación y lo que llamo mi habitación que estaba junto a la suya y sí, ahí había muchos caballos. Las paredes estaban dibujadas con un campo verde, un árbol y césped. Había un caballo se madera y como todo niño me subí en cuanto lo vi, Víctor no tardo en advertirme que fuera despacio y sí, una semana después de eso, me rompí la frente por mecerme muy rápido.
Tenía una colección de caballos nuevos, de diferentes tamaños, y por supuesto Laura había agregado mis caballos viejos, mi cama estaba vestida con una manta azul y si también tenía caballos. En ese momento no lo pensé, pero ella se había tomado muy en serio lo de los caballos. Era solo mi obsesión infantil.
En las vacaciones antes de que empezara a asistir a la escuela, cosa que recordaba había que mi estómago diera vueltas por los nervios, nos fuimos a ver caballos reales y yo tuve miedo, solo subí con Víctor. Los reales eran más grandes y tenían una mirada muy penetrante. Ese día le dije mamá a una mujer que no era mi mamá y dos días después invite a mi papá a jugar fútbol al jardín, porque él no sabía y yo debía enseñarle. Así fue como la olvide, en menos de un año. Eso fue cruel de mi parte, quizás ella no me ha olvidado aún.
—Te gustaría ir a montar a caballo —sugirió Brandon—. Parece que te gustan.
Sonreí y lo empujé para colocarme a horcajadas sobre él.
—Si me gustan mucho —mordí sus labios.
Él empezó a reír —Eres tan pervertido.
Tome sus manos y las coloqué por encima de su cabeza —Oye, mis gustos no cambian, solo evolucionan, ¿no es cierto?
Mecí mis caderas sobre él, abrió sus labios y sus mejillas se tornaron algo rojas.
—¿Me estás llamando caballo? —respondió.
—¿No quieres ser mi caballo? —lo provoqué susurrando en su oído.
Él me lanzó una mirada coqueta —¿Estás seguro de que quieres que lo sea?
Ah, espera. Se me había volteado la situación y ahora estaba nervioso. No muchas mujeres me habían puesto nervioso y mis novias de la adolescencia no cuentan, en esa época era un poco tonto.
Ahora lo había provocado y no sabía qué hacer más que soltar una risa nerviosa. Nota mental: ver porno gay para no hacer el ridículo.
Me alegraba que pidiera tiempo, así me preparaba y no parecería un virgen inexperto, no quería eso. La otra noche él me hizo jadear con solo besos y su manera de tocarme y dónde ponía su boca, nadie antes había besuqueado todo mi cuerpazo. Lógicamente, me había quedado muy sorprendido por lo bien y cómodo que me sentí.
Esto era como un examen de matemáticas, ibas, te sentabas y fingías saber las respuestas para luego dejar que él dé al lado, te las dijera con disimulo. En resumen, me haría el sabio y luego lo dejaría controlar a él la situación.
Mordí su mentón —Si quiero.
Nota mental: gritar de la emoción en la ducha más tarde.
Vi la marca en su hombro, lo había mordido y aún quedaba una marca. Me sentía orgulloso y él no se quejó cuando lo hice, así que haría muchas más. Lamí su cuello buscando el sitio correcto para mi nueva marca, quería algo más visible y a un costado se vería bonito, mordí y él levantó las caderas. Era algo más grande que yo, por mucho que mi masculinidad competitiva me costará aceptarlo, Brandon tenía un cuerpo más firme y más grande. Su mano tomó mi cabello y me alejo de su piel.
—Eso dolió —me advirtió.
Moví mis caderas —¿Y por qué estás excitado?
Sonrió —Hazlo otra vez.
No sé diga más. Bese su pecho, me acerque a sus pezones y..., eran más pequeños que los que una mujer, hundí mis dedos, era más duro. Mordí la piel y pase mi lengua para endurecerlos, me gustaba. Lo volví a hacer unas cuantas veces hasta que él me dio una nalgada y yo quedé en shock.
Me acababa de azotar el culo y una parte de mí quería reírse, la otra morderlo hasta que suplicará piedad. Me quedé con la segunda
Mordí sobre su costilla. Él se contrajo hundiéndose en la cama, apretó mi cadera y metió mi mano dentro de mis pantalones de algodón. Ahora era el momento de rezar, aunque él no avanzó mucho más.
—Me vas a arrancar un trozo —se quejó.
Bese su abdomen —Bueno, tengo que desayunar algo.
Él sonrió —Estás loco.
Si lo estaba, porque me gustaba mucho su sonrisa. Era tan miedoso que me daba vergüenza decirle que no tenía idea de que hacer, pero quería que él me hiciera de todo.
¿Y si me dejaba por ser un heterosexual aburrido? ¡Un momento!
—¿Qué soy ahora? No me gustan otros hombres, solo me has gustado tú, ¿debería decir que soy gay? —apoye mi mejilla en su estómago duro.
—¿Bisexual? —pregunto.
Si creo que era eso. Mire su dureza por encima de su ropa, pase mi palma por ella y sonreí al no sentirme asustado o asqueado como pensé que sería al hacerlo con otro hombre.
—Soy Brandon-sexual —concluí.
Él rodó los ojos —No creo que exista eso.
—Ahora si churri.
En mi vida había llamado a un hombre de esa manera, en cuanto lo vi solo salió y mi trato hacía él, no me comportaba así ni siquiera con Eros, mi compañero de piso y mejor amigo. Tenía que decirle unas cuantas cosas a Eros. Este viaje había cambiado muchas cosas.
—Espera —me detuvo cuando intenté tirar del elástico de sus pantalones—. Quizás sea demasiado para ti.
Probablemente, pero si no lo hacía ahora que se me antoja a probar no volvería a surgir con naturalidad. No quería decepcionarlo.
Mordí mi labio —No es sano dejar esto así.
Él suspiró —Freddy..., aún no.
Trague —Bueno.
Quizás no le gustaba lo suficiente, había escrito en su diario que yo era insoportable. Me senté en la cama y tomé mi celular para responder la infinidad de mensajes de Eros. Todas las mañanas dejaba al menos cien mensajes.
Lo sentí moverse detrás de mí, me rodeo con sus brazos y beso mi cuello.
—¿Quién es? —pregunto mirando por encima el hombro.
—Mi mejor amigo —respondí—. Voy a ducharme y haremos el desayuno.
No me dejó levantarme.
Suspiró —Solo un momento.
Alce mi ceja y lo mire —¿Que cosa? ¡Mierda!
Me empujó a la cama con fuerza, quizás porque ambos éramos hombres, no mediamos la fuerza, por eso yo le había dejado montones de marcas sin preocuparme en lo más mínimo. Eso me gustaba.
Se metió entre mis piernas, paso su lengua por mi tatuaje y libero mi erección.
—Yo mando —advirtió.
Trago y la miro con algo de temor. Él no era pasivo y yo tampoco, quizás era un problema. Tocó con su mano y después...
—Ah — jadeé al sentir sus labios.
Me contraje en la cama y enterré mis dedos en su cabello rubio para animarlo a continuar. Lo miré por un segundo y no era bueno, era lo siguiente, una imagen que me haría morir en paz. Debía detenerlo, pero no podía, encima con sus manos mantenía mi cuerpo hundido en la cama, una mano en mi pecho y la otra en mi cadera.
—Quítate — jadeé.
Solté un gruñido cuando metió su dedo en mi boca, no me dejaba gemir a gusto. Mordí y me dejé ir.
Mi cuerpo se relajó y fue un alivio porque había permanecido muy tenso. El paso, su dedo por sus labios y limpio la comisura.
—Ahora si te puedes ir a duchar y después hablemos de ese amigo.
¿Qué? Oh mierda, estaba celoso y yo muy cansado para levantarme.
Treinta minutos en la ducha, no se necesitaba de un lugar tan grande y aquí los gemidos de Brandon se escuchaban mejor.
Desayunamos y después tuvimos una hora de besos en el sofá, sí, aquí hubo una combinación de gemidos, jadeos y mordidas, pero me gustaba mi nuevo tatuaje en la clavícula, se veía caliente.
La encimera era baja, pero para tenerlo sentado y pasarme diez minutos concentrado en sus labios estaba bastante bien.
¿Quién dijo que la caravana era pequeña? El suelo estaba perfecto para una ronda de cosquillas y más jadeos.
Y el asiento del conductor, incluso a eso se le podía dar un buen uso para tener un superorgasmo mirando el bonito paisaje frente a nosotros.
No nos movimos, en todo el día, un día de retraso que a ninguno de los dos le importo.
—Pasta otra vez — anuncié dejando un plato frente a él.
—¿Está si tiene sal? —pregunto antes de probarla.
Lo miré mal —¿De dónde sacas tanta crueldad?
—Soy un hombre grande, tengo espacio para la crueldad —respondió.
Si estaba buena, no era tan malo en la cocina y con tantos viajes uno tenía que aprender a alimentarse. Mi madre siempre me preguntaba por mis comidas, lo hacía desde que me fui de casa y empecé a viajar, así que empecé a darle un buen aspecto a la comida, para que en cada foto que le enviará se viera apetitoso y sano, de lo contrario sería capaz de estar plantada aquí con nosotros cocinando toda la comida de un mes. Hizo eso un par de veces cuando me mude, cosa que a Eros nunca le desagrado.
¿Qué pensaría ella de Brandon? Ella me preguntó muchas veces si era gay, al parecer que viviera con un hombre y que esté al igual que yo fuera stripper le causaba algunas sospechas. Me reí.
—¿Qué sucede? Últimamente, ríes más de lo normal —comento Brandon.
Limpie mis labios —Mi mamá me preguntaba mucho si era gay.
Él abrió mucho los ojos —¿Le dirás?
Me encogí de hombros —Ya veré, tal vez.
Las mejillas de Brandon enrojecieron y aclaro su garganta —Yo..., mi padre cree que salgo con muchas mujeres, siempre que me ve, me da una palmada en la espalda y me dice que debería dejar de andar con muchas chicas y traerle una nuera de una vez.
Me atraganté —Espera, ¿él no sabe que eres gay?
Negó con la cabeza —Ni siquiera yo estaba por completo seguro y nunca me he acostado con una mujer.
Me volví a atragantar —¡¿Nunca?!
—Ni con un hombre, tampoco —confeso.
Me ahogó, tosí varias veces —¡¿Qué?! Tú sabes mucho, yo creí que...
Alzo una ceja —No hay que ir a la universidad para saber hacer lo que hicimos hoy.
Abrí los labios sorprendidos. Él parecía muy seguro de lo que hacía, tan fogoso y me había gustado mucho. Sentía que estaba en manos de alguien que sabía mucho más que yo del sexo y resulta que todos esos orgasmos los tuve con un hombre virgen.
—Ay por dios, tengo que ir a confesarme.
Me he dejado arrastrar al infierno por un ángel. No me lo podía creer.
Hoy actualizo temprano para ustedes, porque más tarde estaré ocupada. Espero les guste
¿Que opinan de Freddy narrando? Habran mas capitulos narrados por el MUCHOS MAS.
déjame un comentario y vota por este capítulo. Eso me ayuda a qué mi historia crezca y llegué a más personas
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