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1. No me llamo así

1. No me llamo así

Grece Lee Carter (Yo lo pronunció Greys Lii, pero tú dile como quieras)

Una Grece Lee Carter (7 años)

Estoy asustada.

No puedo moverme.

A penas y puedo ver quiénes están frente a mí, sus risas, sus burlas, desearía no ser capaz de escucharlas.

Estoy cansada.

Quiero gritar, llorar, borrar un rato mi existencia, así talvez el dolor en mi pecho se calme.

—¿Es ella?—. Murmura de mala gana una de las niñas frente a mí.

—Aspecto lindo…— alguien sostuvo mi rostro bruscamente.

—Risos rojos y poco marcados—. Otra persona jalo mi cabello, hasta el punto que no pude evitar quejarme.

—Ojos verdes—. Me asuste cuando una de las chicas frente a mi, acerco sus dedos a mis ojos.

No pude ver más que una silueta borrosa por el llanto, pero sabía sus intensiones.

Quieren lastimarme.

Todos quieren eso.

—Estoy seguro que ella es—. Incluso niños se habían unido a todo esto.

¿Sabes que es el dolor? Dudó que alguna vez 5 niños hayan hecho lo que se les dio la gana contigo. Dudo que fueras incapaz de abrir la boca solo por el miedo.

Los adultos mienten, son crueles y despiados, los niños también. Solo que ellos te hieren con la verdad.

—¿Tu mamá es la mujer que se acuesta con muchos hombres?

Silencio

—Ella no te lo dirá.

Silencio, y la mirada en el suelo.

—A puesto que ni siquiera sabe quién es su papá.

Murmullos

El piso se está tornando frío. El cielo se está a apagando, pronto empezará a llover. El verano se irá y el invierno está por venir.

—M-me qu-quiero ir—. Murmuré con el último aliento en mi garganta.

—No le hemos dado permiso para hablar ¿Oh sí?—. Alguien sujetó con fuerza mi cabello.

—Vamos, dale un golpe.

Abrí los ojos. Por mi vista lagrimosa note que el chico de mi salón dudó, pero ante la presión del resto de las niñas, estaba dispuesto a hacerlo.

Cerré mis ojos con fuerza, sentía todo mi cuerpo temblar, tal vez se detienen. Tal vez queden satisfechos si me quedó quieta, tal vez se asustan cuando vean un poco de sangre.

Algunas personas lo hacen.

Solo me quedaré quieta.

Esperaré, que se cansen, que se detengan.

—¡Basta!—. Esa voz, ese gritó me impulsa a abrir los ojos de nuevo por la sorpresa.

Supongo que todos se asustaron, al menos eso creo por la velocidad en que se alejaron de mi.

Pero, quién hablo también era un niño, no un adulto sino un niño quién se colocó frente a mí.

—¿Y este quién es?—. Escupió de mala gana una de las niñas frente a nosotros.

—No te importa lo que hacemos… Así que hazte a un lado.

Es mejor que hagas caso.

No quiero que lastimen a alguien por mi culpa… Eso empeora la situación.

—Las personas que necesitan venir en grupo para enfrentarse a una, solo no son más que cobardes.

Él es inteligente.

Suena seguro, y creo que es menor que yo. Se ve pequeño, pero valiente.

—Solo apártate.

—No lo haré—. Extendió su brazos aún más, firme ante sus ideas.

—Solo eres uno, niño… Podemos hacerte lo mismo que a ella—. El más grande del grupo me señaló.

—No necesito ser más que uno, para notar lo idiotas que son. Pero si el número les parece un problema ¡Kyle! ¡Jay!

Tan pronto como llamo a esos nombres, dos niños más se le unieron. Supongo que estaban cerca. El rostro de los niños al otro lado, mostraba lo mismo que hasta hace poco yo había sentido.

Miedo.

Ellos estaban asustados.

—¡No tienes idea de con quién os han metido!

—¡Si, si, ahora vayan a llorarle a sus mamis!—. Se burló el rubio poco más alto que el primero en aparecer.

—¡Si la molestan de nuevo, esta vez no seremos solo tres!—. Gritó él más alto de los tres chicos frente a mí.
Una vez se aseguraron que se habían marchado, por fin me prestaron atención. Lo que me asusto un poco.

Dos de ellos eran bastante similares. Bueno, al menos en sus rasgos. Él más alto, tenía cabello castaño y ojos azules, un azul extraño.

—Ven—. Extendió su mano, después de mirarla insegura por un rato, la tomé y me incorpore con su ayuda.

Luego estaba un el rubio de ojos verdes, talvez eran primos o algo así. Al último chico no lo logré observar muy bien, a penas pude ver su espalda y cabello negro muy desordenado.

Pero… Escuché a la perfección sus palabras.

—Mi mamá dice… “No debes dejar que nadie te moleste”.

Asentí, y luego vi a los tres alejarse.

Sintiendo, por alguna razón, mi cuerpo más liviano.

(…)

Actualidad.

Grece Lee Carter (19 años, empleada en un café y estudiante)

Suspiré frente a la entrada del café.
Decía “Cerrado”, lo bueno es que se abría hasta las 9, sino mis ojeras por dormir a penas 5 horas serían un problema.

—¡Buenos días!—. Dije con una sonrisa entrando, y recorriendo las mesas hasta llegar a mi compañera y mejor amiga.

—Los días no son buenos, son una obligación de existencia miserable—. bueno, ahí está Cherry, la chica más negativa sobre el planeta.

Esa chica de cabello castaño y rostro serio. Quién parece no haber dormido lo suficiente. Y seguro no lo hizo, apuesto mi salario que se quedó jugando algún videojuego, o viendo algún anime.

—Es muy temprano para ser tan negativa señorita odio todo.

—No lo es. Nunca es temprano para ser negativa.

—Da igual—. Le pase a un lado, dejando que organizará el mostrador y encendiera la cafetera.

—¿Dormiste bien?—. Su voz sonaba a penas por culpa de la intervención de los casilleros.

—¡Si puedes llamar dormir a quedarme inconsciente luego de terminar mi tarea de matemáticas aplicadas, y leer 50 paginas para mi informe de literatura!

Me coloque una camisa negra simple, y un pantalón de tela del mismo color, dejando mi pulóver de cuadrados y colores en el casillero, junto con mis vaqueros. Técnicamente no usamos uniformes, pero me gusta similar alguno. Escuché que hace unos años había una chica que era familia de la dueña que hacía lo mismo.

—Mierda Grece, entonces como luces tan bien.

Di una vuelta sonriendo, solo para mostrarle mi uniforme a Cherry.

—Me alimento de energía positiva, deberías intentarlo señorita Cherry Olwen.

—Yo me alimento de almas, y me funciona—. Volteé los ojos en respuesta.

—¿Colocas los postres mientras limpio?

—Definitivamente—. Ni siquiera lo pensó.

—Puedes ser una aprovechada ¿Sabes?

—Pero así sientes afecto hacia mí—. Bufé porque no podía argumentar contra eso.

(…)

—¡Voy a abrir!—. Avisé

—No, por favor no—. Cherry fingió asustarse dramáticamente.

Moví el letrero de cerrado a “está abierto” y me preparé.

Me lleve una decepción al instante, al ver que no había tanto movimiento como en los demás cafés. Aún me preguntó cómo nuestra paga es tan buena, si el café por poco y se mantiene en funcionamiento.

—¿Nada?

—Nop—. Hice un puchero en dirección a Cherry al volver hasta ella y me dio una pequeña sonrisa.

—Tranquila Grece Lee, en un rato llega el abuelo de las buenas pláticas. O los chiquillos que solo vienen por verte.

—También ese chico ¿Cómo es que se llama?—. Cruce el mostrador, y la miré con intensidad.

Solo para obtener respuestas.

—No tengo idea de que hablas—. Fingió contar el dinero de la caja registradora.

—Ya sabes Cherry… Ese rubio que trae a sus amigos y se te queda viendo embobado.

—No tengo idea de qué hablas.

—¡Charlie!

—Él y yo no tenemos nada que ver Grece Lee.

—¿Enserio? Porque viene cruzando la calle—. Le señalé donde se podía ver al rubio caminar hacía acá.

—Mierda—. No que no.

Reí con fuerza al verlo entrar. Y notar la forma extraña en la que Cherry se ponía nerviosa.

—¡Hola Charlie!—. ¡Un cliente! Es un tonto y viene porque está enamorado pero ¡Un cliente!

—Hola Grece, también ¡Hola futura esposa!

Cherry volteó los ojos y empezó a preparar el café preferido de ese chico, mientras él tomaba asiento en el mostrador. Estoy segura que lo que sienten es mutuo, pero son demasiado tontos.

Además Cherry es un poco… ¿Cómo decirlo?

—Tu café ricitos de oro.

—Gracias cariño.

—Te mataré si me llamas así de nuevo.

—No lo haré cariño… Necesito vivir hasta nuestra boda.

—Hablo enserio Charlie.

Este dio un largo sorbo a su café. Él sabe que eso irrita a Cherry. Vaya necesito palomitas.

—Yo también Cherry. Umm ¿Paso por ti para ir a la universidad?

—No lo creo—. Ella quiere eso, pero nunca lo va a admitir.

—¿A las 3?—. Charlie sorbió otra vez.

—No.

—¿3:10 cariño?

—No.

—¿3:15 cariño?

—No.

—¿3:20 cariño?

—No.

—Bueno, está bien—. Acomodo su cabello rubio, y miró con sus ojos de “Estoy loco por ti” a la castaña que lo había partido en dos con la mirada desde hace rato.

Bueno, si eso fuera posible.

—2:30 necesito entregar algunos trabajos al señor Brook.

—¡Agh!—. Casi se atraganta con su café. —¿Enserio?

—Si me preguntas de nuevo diré que no.

Siempre es lo mismo. Aún no entiendo porque estos dos no salen. Que sean novios y me inviten a su boda, es más, que yo sea la dama de honor por aguantarles tanto.

Me enderece y fui hasta el reproductor de CD que la señorita Claris nos regaló el año pasado, dejando en volumen poco audible, Dancing With Your Ghost de Sasha Sloan, mi cantante favorita.

—¿Por qué estás solo Charlie?—. La duda me llegó desde que lo vi, siempre viene con uno o dos amigos.

Algo me dice que es para deshacerse de mi, y tener a la castaña a mi lado, solo para él.

—Porque quería.

—A puesto que ninguno quiso porque era muy temprano—. Cherry sonrió y pude ver a Charlie colorado.

—¡Mentira!—. Sip, ella tiene razón.

—Si aja.

—¡Cherry!—. Habló pero se detuvo al ver la hora en su reloj. —¡Tengo trabajo!

Se apresuró a pagar y gritar un ¡Nos vemos chicas! Justo antes de perderse.

—Por dios. Salgan de una vez—. Se lo digo mucho, pero le entra por un oído y le sale por el otro.

—No se de qué hablas Carter.

—¡Agh! Tontos.

—Lo dice la chica que odia a su novio.

—No lo odio—. Me defendí. La relación entre Joe y yo es complicada.

—Pero tampoco te gusta.

—Si pero…

—Si aja. Viene alguien.

—Escúchame. Espera ¿Qué dijiste?

—Viene alguien—. Señaló con la mirada a la puerta. Que recién se cerraba.

Sonreí, y vi como un silueta tomaba asiento en el café.

—Luce amargado… Te toca Grece.

—Juzgas a las personas muy rápido—. Le recrimine.

—Si, si luego veré en YouTube un vídeo de cómo disimular eso—. Me empujó hasta sacarme por completo del mostrador. —Ahora ve. Chu, chu.

Después de mostrarle el dedo del medio, fui directo a donde se podía observar el chico. Exactamente al fondo, frente a una de las ventanas.

Llegando saludé con normalidad. Como si se tratase de cualquier cliente.

—Buenos días—. Dedique una sonrisa, y él ni siquiera se molestó en verme.
En el par de minutos que me ignoró por completo, logré observar asumir un par de cosas:

1. Va a la universidad privada que está ciertamente lejos de aquí.

2. Su ropa dice “Soy rico y mimado” por todos lados. Desde su abrigo de corte elegante, hasta su camisa entre formal y casual de marca, incluso sus pantalones de mezclilla lucían caros.

—¿Me atenderás?—. Al fin logré ver su rostro.

3. Ser grosero le sale natural.

4. Mierda. Es atractivo. ¿Cómo lo explico mejor? Me recuerda al personaje de mi libro favorito. Juro que si.

Con su tez clara, un rostro que te podrías quedar viendo por horas sin cansarte, un cabello negro, negro como la noche vacía,  que además lucía despeinado, pero del tipo que se ve bien.

Encaja con ese personaje, él es exactamente como imaginé a Jayce Adams, sino fuera por sus ojos que en vez de ser azules son cafés, sería perfecto.

—¡Oye! ¿Me vas a atender?

Carajo.

—¡Si, si! ¡ Lo siento!—. Apresurada y soltando en mi cabeza un par de groserías busque mi libreta de órdenes.

—¿Todo él personal es tan incompetente? ¿O solo eres tú?—. Abrí los ojos, este chico podía ser lindo, pero tenía una actitud de mierda.

Es un pedazo de idiota.

—No lo es. Lamento si así lo parece.

—Da igual. ¿Podrías solo traerme un americano? ¿O no te crees capaz?—. No me agrada.

—De inmediato—. Por primera fingí una sonrisa. —¿Quiere algo más?

Me miró de pies a cabeza. Eso me puso los cabellos de punta ¿Cómo alguien podía permanecer tan serio?

—No gracias. Dudó que seas capaz de preparar un buen café.

Pedazo de idiota.

Eso es.

—Si no le agrada le diré a mi compañera que lo prepare, no se preocupe por eso.

—Esta bien. Mientras el café sepa bien.

Pedazo de idiota.

Ha sido su culpa que me distrajera, si no fuera porque se parece a mí personaje favorito. Claro que Jayce es un caballero, inteligente, lindo, y muchas cosas que este idiota no.

—Es un idiota—. Murmuré en la barra cuando llegue.

—Entonces ¿Yo tenía razón?

—Solo prepara un americano Cherry. Así talvez se va de una vez.

—Hizo enojar a la señorita “Ser positiva trae cosas buenas” se merece un premio.

—¡Solo prepara el café Cherry!—. Si ese chico pudiera sentir mi mirada sobre él, ya no estaría en este mundo.

Tengo un dejá vu. Podría jurar que lo conozco, talvez solo es la sensación tonta de parecerse al personaje de esos libros que amo.

—Va saliendo un americano ¿Vas tú o yo?—. Colocó el café en la barra, y la idea me pareció tentadora.

—Voy yo.

—No olvides sonreír—. Se acaba de burlar de mi, lo sé.

—Créeme, no lo olvidaré.

Cruce entre las mesas una vez más, casi tropezando con una y ganando un suspiro de ese pedazo de idiota.

Por suerte antes de perder los estribos, note que un par de personas ya se habían unido. Eso me hizo feliz, moría por ir a ellas y atenderles, lo único que me lo impedía era el amargado de la ventana.

—Tu americano—. Lo coloque frente a él con cuidado.

No vaya a ser que me denuncie por agresividad.

Pero bien merecida se la tiene.

—Gracias…— miró la hacía mi camisa, más específico a mi placa de empleada y termino su frase. —Gracias Grezlii.

—No me llamo así—. Fruncí el ceño por la manera en que unió mis dos nombres. —Mi nombre es Grece Lee.

—Si como sea ¿Así que soy un idiota?
Cerré los ojos, arrepentida de insultar tan alto.

—Y-yo solo jugaba—. Por favor solo ignórame.

—Si claro ¿Por qué aún estás aquí?—. Tomó su americano, solo lo sujetó como si yo se lo fuera a tomar.

—Quiero saber si te gustó.

Señale el café nerviosa y se detuvo antes de probarlo ¿Él sabe cómo irritante o le sale natural?

—¿Acosar a los clientes es tu trabajo?—. Levantó una ceja.

—¡No! Claro que no. Pero saber si están satisfechos si lo es.

—Pues vete… No puedo saber si hacen un buen café si me observas tan intensamente.

—¡¿Cuándo hice eso?!—. Porqué insinúa eso.

—Justo ahora… Mejor me iré.

Pedazo de idiota.

Tomó su café y se incorporo. Mirando hacia abajo como si se tratara de burlar de mi metro sesenta.

Una vez hecho esto, di un brinco cuando tomo mi mano y dejó un billete de 100 dólares sobre esta.

—¡Oye! ¡Solo son 3 dólares!— grité pero este ya abría la puerta.

—Tómalo como propina… Talvez vuelva Grezlii.

—¡Me llamo Grece Lee!
Sin más se fue.

Sin escucharme, ni mirar atrás.

Pedazo de idiota.

Nota de autor: ¡LOS VIERNES DE ACTUALIZACIÓN HAN VUELTO! Solo que este viernes cae sábado.

Estoy feliz, feliz por volver a escribir, feliz porque esta vez estoy teniendo ayuda.

¿Quién creen que sea ese pedazo de idiota?

¿De quién será ese cafe?

Lo sabremos el próximo viernes 💞

Mari sube el cap mañana, porfis pasen por allá.

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