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Capítulo 2. Eclipse

Theo no resultó ser el chico que yo esperaba, pero nos hicimos amigos, o algo así. Realmente no hablábamos de muchas cosas que no fueran el fútbol o juntarnos con el equipo a la hora del almuerzo. Salíamos a fiestas como dos chicos de nuestra edad, íbamos al parque de vez en cuando, pero no era nada especial como para formar una gran "amistad", pues su actitud continuaba siendo agresiva, aunque trataba de manejarlo. No podía entender cómo alguien guardaba tanto odio en su corazón, pero tampoco quería juzgarlo, no como mi madre siempre me había enseñado a hacer con las personas.

Mi vida siguió siendo la misma: la misma rutina, la misma gente, las comidas familiares incómodas, las discusiones entre mamá y papá, la indiferencia de Damian, los pleitos con Isabel... En fin, lo mismo.

Una mañana, bajé corriendo las escaleras, y mamá me regañó por hacer ruido, pero no me importó y seguí mi camino hasta la puerta, no sin antes pasar por la mesa para tomar una manzana.

—¿Estás bromeando? Casi pierdo el autobús porque te fuiste sin mí —escuché la respiración agitada de Elai al otro lado de la puerta de mi casillero.

—Lo siento, quise venir a pie. Presiento que hoy es un buen día —contesté, guardando los últimos libros, finalmente mirando el rostro cansado de mi hermano, quien hacía una mueca exagerada.

—¿Qué tiene de bueno? Es igual a todos los demás.

—No, porque hoy me vine caminando. Hice que fuera diferente —le di un golpecito con el libro en el pecho y sonreí antes de irme.

Durante este tiempo, me había dado cuenta de que si no quería aburrirme de mi vida antes de llegar a los cuarenta, la única manera de hacerlo era probar cosas diferentes. Eso me daba pereza, pero no perdía nada con intentarlo. Los dieciocho lo definen todo, así que debía hacer todo lo que quisiera antes de esa edad.

Sin embargo, algo que no disfrutaba mucho eran los lunes por la mañana, y la gente aglomerándose en los pasillos. Parece que la mayoría empezaba su semana con arduas ganas de estudio, y el resto de días eran como si no importaran. Así que lo primero que hice al ver llegar a más personas fue meterme al salón más cercano que tenía. El ruido de afuera fue opacado al cerrar la puerta.

Hoy decidí no tocar el piano. Sí, tal vez todos tenían razón y era un fraude para esto. ¿Para qué esforzarse en algo que por más que lo intentes no eres bueno? Tal vez era bueno para el playboy y no lo sabía. Nunca está de más intentarlo.

Empecé a inspeccionar todo en la sala. Nunca había entrado aquí y era nuevo para mí. Tal vez también debería cambiarme de salón. El mío es un desastre, y hay penes dibujados en las bancas.

Aquí había incluso una cabeza de águila, la mascota de la escuela. Iba a tocarla, pero el abrir de la puerta me asustó tanto, que lo único que se me ocurrió hacer fue recargarme en el mueble, cruzarme de brazos y pretender que era cool.

Un chico castaño y de ojos cafés entró al salón, pero parecía no haberse percatado de mi presencia. Aprecié algo inusual en él, parecía asustado y... nervioso, como si hubiera visto un fantasma.

—¿Buscas algo? —pregunté.

El chico pegó un brinquito, encontrando su mirada chocolate con la mía, la cual no tardó en desviar.

—Emm, no, solo que las personas comenzaron a ponerse como locas —explicó, observando el alrededor, menos a mí. ¿Acaso lo intimidaba? No puede ser, si soy la persona más amigable.

—Así es cada mañana —di un paso adelante, manteniendo una distancia prudente.

—Ya veo... —agachó la mirada, dibujando una sutil sonrisa en sus labios color ciruela y delgados, resultando extrañamente familiar.

Mi corazón dio un golpe en mi pecho.

Alterné mis ojos en su rostro, en esa sonrisa, ese cabello, en cada detalle cuidado en sus facciones.

—Nunca te había visto por aquí —susurré para mí mismo, y sin darme cuenta, ya estaba tan cerca de él, rompiendo la distancia de antes. Mis pensamientos se agolparon por un segundo, llevándome a hacer, seguramente lo más estúpido: Apartar el mechón de cabello que le caía en la frente. ¡¿En serio yo hice eso?! Dios, qué incómodo, pero ya no tenía oportunidad de retractarme, me haría ver patético—. ¿Eres nuevo? —pestañeé un par de veces, volviendo a la realidad, mientras me apartaba.

—Eh...sí, lo soy —sus ojos alternaron en los míos, sin que ninguno supiera qué decir, o hacer. Él debía pensar que era la persona más extraña que haya conocido.

—Ya entiendo —susurré, finalmente optando por una postura firme para esfumar la incómoda escena.

Ese niño no podía ser él, ¿o sí? Así lo creí con Theo, y me equivoqué. Además, yo también iba a aquella playa y ni siquiera vivía cerca, puede que solo haya sido una coincidencia habernos encontrado. ¿Cuál era la probabilidad de una en un millón?

Pero a pesar de todo, algo en mí sentía que podía estar en lo correcto. O es lo que quería creer. Quizás me equivocaba como siempre, ¿pero y si no? ¿Y si estaba por perder la oportunidad de conocerlo en verdad?

No, no lo haría.

—...Y ya que lo eres, imagino que necesitarás un guía —una vez más, me dejé llevar por mis instintos.

El chicó lució ingenuo ante mi insinuación.

—Tienes razón. ¿Sabes dónde puedo encontrarlo?

No pude evitar reírme al notar que no me había entendido. O yo era muy malo para lanzar indirectas, o él era muy malo para recibirlas.

—Yo lo seré tonto. Vamos —ladeé la cabeza y abrí la puerta, asomando la cabeza para confirmar que no hubiera moros en la costa, teniendo en cuenta que el timbre sonó hace un rato. Es verdad, estaba tan absorto en lo que acontencía en este lugar, con este chico, que ni siquiera me percaté que las clases comenzaron.

—¿No te regañarán por esto? —inquirió por encima de mi hombro, su voz era suave—. Se supone que tienes clases.

«Que ingenuo, si supiera que lo último que me importa son las clases»

—Ya me había aburrido de todas formas. Ven —salí sin darme cuenta de que probablemente estaba yendo muy rápido para él. Había estado esperando este momento por dos años, no sabía cuánto tiempo más mi paciencia podía soportar. Me encontraba nervioso, ansioso, con una sensación de náuseas en el estómago. No sabía si realmente era lindo decir que una persona puede provocarte esas cosas, pero no pueden culparme, no es muy difícil que las personas lleguen a mí, y él en en especial tenía una chispa en su música que me hizo querer que llegara lo más pronto posible. En aquel entonces, escuché tristeza en su melodía, pero también esperanza, y me gustaba pensar que a pesar de la oscuridad, siempre se hacía la luz. Sí, algo patético para alguien de mi edad, ¿pero sino quién sería si no fuese sentimental?

Me concentré demasiado en llegar al salón de música sin ser descubierto, manteniendo el silencio cuando su voz me hizo detener el paso para mirarlo.

—¿Y...cómo te llamas?

Sus ojos bailaban en mi presencia, inquietos y apagados. Su aura desprendía una densidad oscura y a la vez confusa. Aparté inmediatamente aquellos pensamientos y le sonreí.

—Soy Damon —dije sin más. Sonreí al ver que él se mantenía mirándome sin decir nada, supongo que eso me puso aún más nervioso. El contacto visual nunca había sido mi fuerte. Ladeé la cabeza, haciendo que el mechón de cabello que me caía en la frente se apartara—. Mi madre me obliga a peinarme, pero al final siempre termina despeinado.

Era algo verdaderamente odioso, porque soy un alma libre, no me gusta peinarme, más allá de que me da pereza, no encuentro algo importante en lucir presentable.

—Creo que luce bien así —él se encogió de hombros. Esperen, ¿me estaba haciendo un cumplido? Quiero decir, sí, soy atractivo, algunos lo dicen, ¿pero por qué viniendo de él se oía particularmente adorable? Tal vez porque no es común que un chico me haga esa clase de cumplidos, normalmente suelen ser las chicas...—. Bueno, es mi opinión, tampoco tienes que hacerme mucho caso.

Nuevamente, una sonrisa inconsciente se asomó en mis labios mientras me echaba el cabello hacia atrás con la mano.

—Me alegra que te guste, gracias.

En vista de que no dijo más, di por hecho que él no era muy bueno hablando, así que decidí ser yo quien diera el otro paso, hasta que unas voces que cada vez se hacían más cercanas intervinieron. Mi primer instinto fue tomar su muñeca y lo atraje hacia mí, pegando mi espalda a la pared, provocando que su cara quedara en mi pecho, pero en ese momento no le tomé importancia.

Aguardé un instante hasta que las voces estuvieran lo suficientemente lejos para apartarme.

—Olvidaste decirme tu nombre —mencioné, continuando nuestro camino. Él lucía perdido, no supe si fue debido a mi pregunta o algo más.

—Ah. Soy Ethan.

Mi cerebro hizo cortocircuito en mi mente. Me quedé petrificado.

No, él...¿Cuál era la probabilidad de que tuvieran el mismo nombre?

No, Dios, Damon, ni siquiera eres bueno en matemáticas. No tiene caso que intente encontrarle una lógica.

De pronto sentí el golpe de una ola como las de aquel día, el impacto que tuve cuando lo escuché tocar, y lo que dejó en mí. Por eso debía escucharlo de nuevo. Lo miré de pies a cabeza, no por ser grosero, sino que pensaba que si actuaba casual, no se vería mi emoción

—¿Hay algún problema? —frunció el ceño.

Negué, esbozando una sonrisa.

—Es un lindo nombre —mencioné. Después miré a mi costado y tomé su mano para entrar al salón de música—. Vamos, aquí es. A veces toco aquí cuando todos se van, pero no soy muy bueno.

Él parecía asombrado por el inmenso lugar, y cuando sus ojos encontraron el piano, su rostro apenas expresivo reflejó una luz, y no solo la que entraba por la ventana. Siguiendo su mirada, me dirigí al piano.

—¿Así que eres músico? —preguntó para mi sorpresa.

—No exactamente, pero me gusta la música y conozco algunas cosas, aunque alguna vez intenté entrar al taller de música y no fui aceptado porque la profesora dijo que mis melodías parecían tocadas por el mismo satán por lo diabólicas que suenan —reí suavemente.

Siempre lo he dicho, "Sino puedes cambiar tus desgracias, ríete de ellas".

—No creo que seas tan malo, solo que la música es algo que se debe tocar con suavidad. Si te presionas demasiado puede sonar mal.

—¿Entonces es el tacto y el estado de ánimo? —miré mi mano, estrechando los ojos, y en ese momento una idea brillante cruzó por mi cabeza—. Por lo que veo pareces conocer mucho de eso. ¿Tocas?

—Ah...no realmente. Bueno, lo hacía, pero ya no lo recuerdo muy bien.

—¿Por qué no te hago recordar? —sacudí los hombros ensimismado para disipar mis nervios. Es verdad que no me importaba cuando alguien me criticaba al escucharme tocar, pero si se trataba de alguien que sabe lo que hace...puede que me diera un poco de vergüenza.

Como sea, no había tiempo para vacilaciones. Cerré los ojos, tratando de pensar en cosas lindas, si pensaba cosas lindas, la canción sonaría bien. Respirando hondo, coloqué mis manos suavemente sobre las teclas y profundicé en ellas al recargar mis dedos sobre las mismas. Pero era lo mismo de siempre, al final siempre se me atravesaban pensamientos negativos y mi música se oía como algo desafinado y rompe tímpanos.

Claro, con Ethan no fue la excepción, porque al terminar pude ver el espanto en su rostro.

—Te dije que no era muy bueno —me llevé una mano a la nuca que comenzaba a hormiguearme.

Él negó con la cabeza y se acercó a pasos suaves hacia mí.

—No, solo debes...Emm. ¿Puedo...puedo tocarte?

Por un instante me causó ternura la expresión apenada en su rostro, los labios apretados y las mejillas ligeramente sonrosadas.

—Claro —le sonreí. Realmente no le encontraba nada extraño a que un chico le tocara la mano a otro chico sin necesidad de parecer algo más.

Él puso sus manos sobre las mías, y aunque al principio fue un simple toque, se convirtió en algo más, llevándome más allá que solo presionar las teclas. Acarició mis dedos y pude sentir el cosquilleo de la música, la arena en mis dedos, las olas del mar, y mi reflejo en aquellos ojos nuez.

—Tal vez tocas así porque algo te molesta —mencionó. Mis manos alcanzaron un estado de relajación indescriptible, uno que nunca sentía estando en caso debido a las disputas y los problemas—. ¿Estás molesto?

Lo que sentía estaba muy lejos de estar molesto.

—Justo ahora... —nos apartamos sin alejarnos del todo y nuestras miradas se encontraron— me siento tranquilo.

Mi corazón latió agitado, como un tambor, uno del que no tenía control, pero a la vez quería dejar de escuchar por lo aturdidor que resultaba, así que sonriendo, me aparté.

—Creo que se escuchó mejor esta vez —dije riendo.

—Sí, no estuvo mal —contestó.

Le sonreí sinceramente y me gustó la manera en la que me miró, confundido y desconcertado, como había sido años atrás, pero con algo de encanto.

—Igual la música no es nada sin un músico. Tocas mejor de lo que crees.

Quedé tan impresionado por su comentario que no supe qué decir. Todo el mundo me decía lo horrible que tocaba, pero para él había algo más que solo ruido.

Me gustaba sentirme especial.

—Oye, sobre eso... —la puerta se abrió de golpe y ambos terminamos por alejarnos, ubicando los ojos en la imagen de la profesora, quien nos miraba molesta con los brazos cruzados. Hice una mueca.

Dios...ella otra vez.

—Me parece que las clases iniciaron hace un rato —mencionó, moviendo los dedos sobre sus brazos cruzados—. Y usted, joven Lerman, ya tiene suficientes faltas.

Ethan me miró, razón suficiente para encogerme en mi sitio. Él no tenía que saber que no soy exactamente el mejor ejemplo de estudiante perfecto.

—¿Y usted? —se volvió a él, escudriñandolo con esos ojos grandes y temerosos, dándole un tono más macabro gracias al moño que llevaba amarrado. La profesora Steleryn era alguien verdaderamente atemorizante cuando se lo proponía—. ¿Quién es? —preguntó directamente sin relajar el tono.

—Lo siento. Soy nuevo y creo que me perdí.

—No creo que en el salón de música estén las respuestas —respondió, dando media vuelta sin apartar la mirada inquisidora—. Venga conmigo, le enseñaré la dirección. Y usted —me señaló con los ojos más encendidos que el infierno mismo—. Más vale que cuando regrese ya no estés aquí, o tendré que reportarte.

Iba a protestar, pero ella me dio la espalda e Ethan la siguió.

Finalmente había tenido la oportunidad de encontrarme con él, no lo dejaría marchar tan fácilmente. A como pude salí de mi sitio y fui a pasos torpes y casi corriendo hasta él, alcanzando su hombro con mi mano.

—Oye, Ethan —el encuentro de nuestras miradas me hizo desviar la cabeza mientras me rascaba la nuca y sonreí tontamente—. Sé que suena raro que lo pregunte porque apenas nos conocemos, pero... —lo miré de soslayo y me salió un pequeña risa—. ¿Te importaría enseñarme a tocar?

Sus ojos se abrieron disimuladamente y esa expresión de calma apenas reflejó un poco de sorpresa.

Sé que todo había ocurrido demasiado rápido, y probablemente yo estaba siendo molesto, pero no podía evitar dar todo de mí cuando algo me importaba. Y cuando creí que me diría que era raro, sonrió y respondió:

—Claro

Sentí que algo después de años estaba cambiando.

Ethan es la Luna, y Damon el Sol, ahora que se encontraron, formaron el eclipse  ♡

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