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Capitulo 06

Sabrina.

Me estoy arreglando para ir a mi salida con Tomás a quien sabe donde me llevará ese chico. Me pongo un simple vestido de tirantes que se amolda a mi figura color amarillo, converse blancas, ¿Maquillaje? Algo sencillo, solo un poco de polvo y brillo labial.

Me miro en en el espejo —Hermosa —digo para mis adentros con una sonrisa.

Amelía ha salido con Dylan a comer, Jaden me escribió diciendo que iba a Los Ángeles y volvía mañana, Francisco al parecer no hará nada que seguir sin dirigirle la palabra a Sthep y viceversa.

el timbre de la casa suena y bajo las escaleras avisándole a papá que yo abriré la puerta. Mi sonrisa se torna a sorpresa al momento de abrir la puerta y lo miro a el con un lindo ramo de rosas blancas.

—Hola niña bonita —saluda con voz suave.

—Hola Matteo —me extiende el ramo de rosas y le doy un beso corto en la mejilla como educación.

—¿Como estás?.

—Bien ¿y tu?.

—Como nunca. ¿Vas a salir? —pregunta y trago grueso.

—Emm... Si, ya debo irme —digo mirándole los ojos.

—Vas a ir con Tomás, ¿no?.

—Si, en cualquier minuto debe de estar llegando —informo posando mi vista en la calle. Todavía no he dejado que Matteo se adentre a mi casa.

¿Donde quedaron tus modales Sabrina? —la voz de mi cabeza me acusa.

—Bueno, lo mejor será que me vaya —puedo notar cierta decepción en sus ojos.

—¿A qué viniste? —interrogo.

—Solo quería dejarte estas rosas, las vi y me acordé de ti —deja escapar un pequeño suspiro —. También quería llevarte a comer pero será para otro día. Cuidate, niña bonita.

Me da una sonrisa escasa y se da la vuelta para marcharse. El sentimiento de culpabilidad me hace dar cuenta que soy bien  imbécil a veces, Matteo es un gran chico.

—Matteo... —llamo y el se detiene mirándome por encima de su hombro —. Gracias, no debiste molestarte.

—Tranquila Brina, te mereces más que esto, eres mi niña bonita —dice y puedo saber que está sonriendo mientras emprende su camino.

No pasan ni siquiera cinco minutos desde que Matteo se fue y llega Tomás con máxima puntualidad, me dijo a las cinco en punto y a esa hora está aquí como lo citó. Sus ojos grises encuentran los míos y conectamos inmediato.

—Estás tan hermosa —dice con una sonrisa ladina y me extiende un ramo de rosas pero estas no son blancas, si no amarillas.

—Gracias, no debist...

—Mo me lo agradezca Brina, es solo un pequeño detalle de muchos más que te he dado y te daré. No me voy a cansar de decir que estás jodidamente hermosa —sus palabras me hacen latir a mil el corazón y mis  mejillas sé que han enrojecido.

—Gracias, enserio.

—¿Te parece si nos vamos de una vez, mi querida chica fácil? —propone con un tono divertido.

—Por supuesto que si, chico promiscuo —digo haciendo énfasis en las dos últimas palabras.

Esta vez me lleva en su moto, me sujeto de su  cintura de manera natural y me permito observar la ciudad hasta que me doy cuenta que ya no veo casas, edificios, locales y personas; solo veo árboles y mas árboles, no me quejo,  al contrario me gusta esta vista. No sé a donde se dirige pero parece muy seguro de a donde vamos.

—¡Llegamos! —avisa y me bajo de moto, me quito el casco y se lo entrego al igual que el hace lo mismo. Me introduce entre los árboles, es como un mini bosque encantador.

Para mi sorpresa después de pasar unos cuantos árboles la vista hermosa que admiro es al lago, un lago muy hermoso, es... Es la primera vez que vengo a este lugar y me parece tan perfecto.

—¿Te gusta la vista? —pregunta Tomás sacándome de mi perplejidad.

—Es muy hermoso Tomás —respondo casi como un susurro.

—Me alegro que te guste —dice con una sonrisa sincera —. Mira, había preparado todo antes de ir a recogerte —informa enseñándome la canasta y el mantel de cuadros tendido en el piso, no me había fijado en ello —. Compré algunas frutas y cociné con mis propias manos lasaña justo como me enseñó mi madre antes de... bueno ya sabes —sonríe triste y yo lo hago igualmente —. También hice unas galletas, y compré dos porciones de pizza, sé que es tu favorita...

—Gracias, Tomás. Sé cuanto te ha tomado todo esto, reconozco que te has esforzado para tener una exelente tarde —con mi mano izquierda acaricio su mejilla mientras le sonrío honesta.

—Quiero dar lo mejor de mi por ti Brina, creeme que estoy tratando de ser mejor cada vez más por ti —comenta.

—Me has demostrado que has cambiado.

—Y lo seguiré haciendo.

—Creo que tengo hambre ¿Tu no? —digo sentándome encima de el mantel junto a el y empiezo a indagar en la canasta sacando todo lo que trajo.

Comenzamos a platicar un poco sobre nuestras vidas mientras disfrutamos de la comida y reímos mutuamente de algunas anécdotas graciosas. Esos pequeños momentos y detalles tan simple son los que llenan el corazón de las personas sin darnos cuenta, estoy valorando cada minuto en este lugar con esta preciosa vista jamás observada por mi y con Tomás.

—Quiero probar la lasaña —exijo tomando mi tenedor.

—No me vayas a juzgar por favor, no soy buen cocinero —pide en broma y empiezo a reír.

—Dejame probar —llevo un bocado de la lasaña preparada por el a mi boca y comienzo a masticar —¡Oh, mierda!...

—Lo sé soy buen cocinero, no voy a alardear —interrumpe el.

—No está tan mal, me gusta. Deberías cocinar más seguido, eh —sugiero y el se lleva una mano al pecho.

—Gracias por la oferta señorita Tiffin pero solo cocino en ocasiones especiales, como esta —dice divertido.

—Me debes dar tu receta.

—Por supuesto, un día la hacemos juntos en tu casa si lo deseas —dispones y asiento con una sonrisa.

Tomás se pone de pie y se empieza a quitar sus zapatos para luego proceder a quitarse la camisa y el pantalón quedando solo en bóxer... Sexys bóxer.

—Q-que estás h-haciendo? —pregunto mientras trago grueso.

—El lago tiene media hora tentándome, voy a entrar —responde —. ¿Vienes conmigo?.

—No... Si... No... No, mejor paso, no traje traje de baño.

—En la parte de atrás de la canasta hay uno para ti, lo compré por si querías bañarte en el lago —informa e inmediatamente empiezo a rebuscar en donde me indicó, y sí, un traje de baño de una pieza color negro.

—Me cambiaré rápido pero, ni se te ocurra voltear a mirarme —advierto.

—Vale, no lo haré —se da la vuelta y comienza a caminar en dirección al lago.

Aproveché el momento y apresuradamente deslicé mi vestido hacía arriba y me quito también mi ropa interior quedando expuesta al aire libre, rápidamente me puse el traje de baño como pude antes de que Tomás se diera la vuelta y me viera. Listo.

—¿Listo?.

—Si, ya puedes darte la vuelta —ordeno y el automáticamente obedece. Sus ojos grises se encontraron con los míos, una sonrisa divertida se curva en sus carnosos labios mientras camino a su dirección, al lago.

—Te queda bien —dijo.

—Probablemente. Gracias —sus ojos me recorrieron de pies a cabeza al quedar a su lado a la orilla del lago, mis pies tocaron el agua helada y mi piel se eriza por la fría brisa. Tomás me dio la mano y juntos ingresamos al lago riendo por un estúpido chiste que hizo.

—Me gusta esto —habló Tomás después de un largo silencio.

—¿El qué?.

—Este ambiente, la paz que transmite —hizo una pausa —. Es único.

No dije nada al respecto, pero estaba de acuerdo con el. Estar aquí era como sentir que todas las preocupaciones se esfumaran y solo quedáramos nosotros, el y yo. El agua empapa todo mi cabello y puedo ver a Tomás acercandose más a mi.

—Como tú —dice en casi un susurro y lo miro con el ceño fruncido.

—¿Como yo qué?.

—Eres única, Sabrina Tiffin.

Mis mejillas comenzaron a arder.

—Te ves tan tierna cuando te sonrojas, ¿Te lo he dicho? —mi corazón dio un vuelco al escuchar pronunciar esas palabras.

—No creo que lo recuerda —hablé.

Tomás esta vez estaba muy cerca, sus ojos grises atrapando los míos una vez más, su cabello mojado con algunos cabellos goteando. Mi corazón está acelerado, trato de calmarme un poco pero es imposible cuando prácticamente nuestras narices están rozando, las manos de Tomás toman mi cintura debajo del agua apegando mi cuerpo más al suyo, mis ojos empezaron a cerrarse a al sentir el roce de nuestras bocas.

—Brina, ¿Quieres que te bese? —pregunta en un susurro.

—No preguntes algo que ya sabes.

Mis inconsciente palabras le dieron la iniciativa, Tomás estampa sus labios contra los míos y mi cuerpo reaccionó inmediatamente, mis manos se posaron alrededor de su cuello profundizando más el beso, mis piernas rodearon su cintura. Deseaba mucho este momento, había pasado mucho tiempo sin probar esos labios tan provocativos.

—Brina, estás acabando conmigo —dice en un jadeo separando lentamente sus labios de los míos para besarme nuevamente —. Necesito que me digas algo.

—Que quieres saber —digo besando sus labios una y otra vez de una forma necesitada.

—Dime que me amas —pidió y tiré de su labio mientras seguíamos besándonos.

—Te amo, Tomás —dije y me separé de sus labios dejando reposar mi frente en la suya —. Pero eso no significa que vamos a volver.

Ese brillo que vi en sus ojos disminuyeron inmediatamente y pude sentir su cuerpo ponerse tenso, me siento culpable por eso pero a la vez recuerdo lo de la apuesta y lo que me prometí.

—Deberíamos salir del lago, ya va a anochecer, no quiero que te de resfrío o algo parecido —indica y asiento levemente.

Salimos del lago y le pido nuevamente que se de la vuelta para poder vestirme. Una vez listos, recogimos todo y nos fuimos, en silencio.

Al momento de llegar a mi hogar Tomás me toma de la mano y quedamos frente a frente una vez más mirándonos fijamente.

—¿Cuando vas a perdonarme? —pregunta en un tono suave.

—Te he perdonado hace mucho —recalco.

—Brina, dime la verdad —su voz se torna seria —¿Estás en planes con Matteo?.

La imagen de Matteo vino a mi mente de hoy en la tarde antes de que llegara Tomás.

—No... Si... No sé —balbuceo.

—Está todo claro —una sonrisa triste se formó en su rostro y soltó lentamente mi mano —. Hasta luego, Sabrina —se despide y me deja sola en la puerta de mi casa.

Se fue.

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