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|Te esperaré en el Cielo| Capítulo I

Era un día simple, Elsa, la chica de ojos azules, ese día se había mudado a su nueva ciudad, se había mudado con su padre y su hermano mayor a Míchigan para dejar el pasado atrás; estaba sentada en la parte trasera del BMW con el cabello suelto moviéndose al compás del viento, estaban en otoño, ya corría un viento algo frío.

Llegando a la nueva ciudad pasaron por la mayoría de las casas, hasta llegar a la suya. Elsa bajó cuando su padre en la nueva cochera estacionó, miró hacia atrás y vio a todos los niños andando en bicicleta y jugando con pelotas y aros ula-ula, sonrió mirando lo hermoso del barrio... Miró el cielo y a los dos segundos cerró los ojos por los altos rayos de sol que llegaron a ellos...

Bajó la mirada, los abrió y lo vio pasar; a un chico hermoso, cabello blanco y despeinado, debía tener unos dieciséis años o diecisiete –ella tenía quince–. Lo miró de pies a cabeza, llevaba un jean capri hasta la rodilla y una remera con muchas palabras color verde; con él estaban tres chicos más y una chica, los otros habrán tenido su misma uno o dos años mayor, pero todos eran lindos, aunque ese chico resaltaba entre los demás. Llevaba algo que lo diferenciaba, una gran pulsera de goma color morada con las iniciales "J.O" y se notaba un poco que llevaba colgada una cadena...

Elsa no se dio cuenta, pero él la estaba mirando, los dos conectaron sus ojos azules a la vez, mirándose sonrieron y de la nada Elsa se asombró viendo como el chico se llevaba un basurero por enfrente con la bicicleta, se tapó con una mano la boca y pensó si ir o no ir a ayudarlo; dio dos pasos hasta que vio que sus amigos lo estaban ayudando, notó que la miró y después volvió a subir siguiendo su camino...

Ella caminó hacia adentro de la casa y al entrar se encontró con su hermano mayor, Tadashi, mirándola... él sólo la observó y negó con la cabeza, él nunca la quiso, ya que ella fue la causa de que su madre muriera; con siete años de diferencia. Había perdido a su mamá cuando su hermanita menor nació, su madre no resistió el parto y murió cayendo en coma,
Elsa sobrevivió y él simplemente nunca aceptó eso...

Él sólo la miró y se dio vuelta para caminar más adentro de la casa, ella suspirando con la cabeza gacha siguió el camino hasta llegar al living, vio a su padre abriendo varias cajas y después levantar la mirada para mirarla apoyada en el marco de donde comenzaba el living y terminaba el pasillo...

—Ve a desempacar pequeña —señaló unas seis cajas en la esquina a lado de un enorme ventanal en la pared izquierda—. Esas son cajas tuyas, si quieres llévalas de una a una, o pídele ayuda a Tadashi, cariño.

Ella sólo asintió, y haciendo el trabajo sola tomó dos cajas, seguro eran sus libros y cd's con algunos cuadros de fotos suyas, su madre y fotos de ella con su padre, con Tadashi tampoco tenía fotos, si las tenía era sólo de cumpleaños y con su padre en el medio, porque si no ni siquiera la palabra le dirigía.

Llegó al que sería su cuarto, tenía una ventana con un asiento en esta, como las que tiene varias personas que las mandan a hacer, pues esta ya la traía, estaba muy linda, sólo le faltaba almohadones y unas lindas cortinas... Dejó las cajas alado de donde ya estaba su cama instalada y volvió al living a buscar más cajas.

Cuando terminó de abrir cada caja y tenía ordenado los estantes, su pequeño librero y su cajonera, empezó a sacar cada cosa que tenía en ella, sacaba cuadros de todos los colores y los ponía en la estantería y en el librero, sacó las cortinas y las colocó en la ventana, las corrió para que la luz del sol siguiera entrando por ésta, tomó dos peluches que tenía –se la habían regalado sus abuelos cuando nació y aún los tenía–. A pesar de que estos habían muerto cuando ella tenía diez años...

Después de colocar todo en su lugar y poner las sábanas y colcha en la cama, también almohadones en ésta y en el pequeño sofá, salió corriendo al living para buscar el apoya guitarra y su guitarra... Cuando encontró las dos cosas, las tomó y volvió a su cuarto, era la única puerta que se veía desde el principio de el pasillo pues éste estaba derecho a lo último, caminó de vuelta allí y al llegar colocó el apoyador y la guitarra en aquél; alado de la cama en el lugar que quedaba de éste a la derecha...

Ya cansada y aburrida –pues tenía que esperar a que el camión llegara con el resto de las cosas y las miles de maletas con ropas y muchas cosas más–. Tomó un libro del librero, lo buscó bien, éste era un libro verdaderamente hermoso, era un libro que llegaba al corazón de toda adolescente. Lo tomó y caminó hacia fuera, llegó al patio delantero, y decidió sentarse en el césped debajo de la ventana que daba a la cocina.

Empezó a leer el libro, lo había leído doce veces, pero como no podía comprarse muchos libros antes pedía prestados a sus amigas y ahora que se había mudado sólo le quedaba leer los que tenía...

Pasaron quince minutos y oyó la puerta abrirse, miró a ésta y vio salir a su papá, le sonrió y volvió a fijar la vista en el libro, sintió que alguien se sentó a su lado y era obvio que era su padre... él bajó el libro de su cara y la abrazo, ella escondió la cara en su pecho y él besó su cabello.

—¿Sigue sin hablarte?

Ella sólo asintió.

—Tranquila, ya es mayor y en algún momento se dará cuenta de lo tonto que es haciendo y siendo así.

Ella sólo lo miró y besó su mejilla, sonrió leve y volvió su mirada a la calle, recordando al chico de melena blanca que andaba en la bicicleta por aquí.

—Oye, ¿sabes? —movió un poco su brazo llamando su atención—. A unas cuadras de aquí había un gran lugar con puertas de roble chocolate ¿te acuerdas? —ella asintió mirándolo—. Es una biblioteca pública. Toma —sacó de su bolsillo doscientos dólares y se los dio—. Vé y hazte socia, así podrás tener o leer el libro que quieras.

Ella se levantó feliz guardando el dinero en el bolsillo de su buzo ancho y cuando su padre se levantó, lo abrazó.

—Gracias pá... —le dijo con esa suave voz que ella tenía.

—De nada amor, ahora vé, tu bicicleta está en el garaje —besó la frente de la chica y caminó a la puerta, antes de entrar se dio vuelta a verla sonriéndole—. Ten mucho cuidado.

Ella asintió y caminó al garaje, lo abrió y saco la bicicleta color morada, la llevó hasta la calle, se subió en ella y empezó a andar varias calles hasta llegar a la gran biblioteca.

Dos horas después, ya a las seis y punto, Elsa salía de la biblioteca con dos libros en sus brazos, los había estado buscando por siglos. Caminó a la bicicleta y los puso en el canasto de adelante, se subió en ésta para empezar a andar a casa, era medio tarde y había pasado desde las cuatro de la tarde en la biblioteca, su padre estaría preocupado o estaría seguro de que estaba en la biblioteca, y si estuviera preocupado la iría a buscar... De eso estaba segura.

Andaba por la calle, estaba por doblar en la esquina para andar tres cuadras derecho y ya llegar a casa pero al momento de doblar lo vio, lo vii frente a ella y después sintió el golpe de su cabeza... Había caído de la bicicleta y él también, habían chocado en la esquina.

Ella abrió sus ojos y él también, al mismo tiempo, se miraron y sonrieron leve, el chico se levantó y le extendió la mano a Elsa para levantarla, ella la tomó y se levantó del suelo, se seguían sonriendo, él miró los dos libros en el suelo y se agachó a recogerlos, ella también lo hizo, para no quedar desubicada.

Se levantó y Elsa puso dos de los libros en la canasta de la bici ya levantada del suelo, él le pasó el otro libro después de ver el nombre de este mismo.

—¿Te gusta esa saga? —él preguntó y ella se dio cuenta de la angelical voz que tenía, era tan suave y hermosa a la vez que mataría a cualquiera con palabras.

Ella asintió viéndolo, le sonrió y tomó el libro, lo puso con el otro, y se subió a la bici, él también se subió a su bici y la miró, le sonrió y le guiñó un ojo

—¿Eres nueva por aquí? —preguntó mirándola a los ojos.

—Sí.

—¡Genial! Pues, bienvenida.

—Gracias.

Los dos se miraban sin notar que también estaban los amigos de él atrás suyos, contemplando la escena de una nueva «amistad» o algo más que eso.

Él la miró de pies a cabeza, la miró devuelta a los ojos, contempló su hermosa melena larga hasta casi a la cintura color platinado y sus increíbles ojos azules, le sonrió y se acercó a besarle la mejilla.

—Debo irme —le dijo ella y también le besó la mejilla.

—Fue un gusto conocerte... —él esperó que ella se presentara.

—Lo siento, soy Elsa, Elsa Arrendelle —ella estiró su mano en forma de presentación.

Él tomó su mano riendo.

—Jack, Jack Frost.

Los dos sonrieron y por última vez se miraron para después tomar los dos caminos diferentes, para en un futuro no muy lejano encontrarse.

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