La Tentación del Enemigo
~ISADORA~
Desperté en la penumbra, sentía mi cabeza girando como si fuera una espiral sin fin. Mi respiración era irregular y el aire estaba pesado, impregnado de algo húmedo. A lo lejos, una figura se movía. Estaba en una sala pequeña, de paredes frías y sin ventanas. El olor a metal y concreto me invadía los sentidos, como si estuviera atrapada en las entrañas de un mundo del que no podía escapar.
Mis manos estaban atadas a una silla. No podía moverlas. Traté de gritar, pero una venda estaba apretada alrededor de mi boca. Cuando mis ojos se ajustaron a la oscuridad, vi la silueta de un hombre frente a mí. Su cuerpo estaba inmóvil, observándome.
- Despierta, princesa... - dijo una voz grave, que no lograba identificar. - No te haré daño, si no me das motivos - sentenció el sujeto.
Me estremecí al escuchar esas palabras. ¿Quién era? ¿Por qué estaba aquí?
A pesar del terror que me envolvía, algo en su tono me desconcertaba. No era el tipo de voz que uno esperaría de un secuestrador, pero el miedo me nublaba el juicio. No podía confiar en nada de lo que me decía.
- ¿Qué quieres de mí? - logré susurrar, aunque mi voz sonaba extraña, bloqueada por el vendaje.
La figura dio un paso hacia mí y me di cuenta de que llevaba una máscara, algo simple, y túnica color negro, pero su postura era decidida, como si estuviera esperando algo de mí.
- Tienes muchas preguntas. Y yo tengo las respuestas, si eres paciente. - Su tono era bajo, casi íntimo, pero había algo detrás que no podía identificar. ¿Lo decía de verdad? ¿O estaba manipulándome?
Me esforzaba por escuchar, por entender lo que sucedía, pero todo me parecía una pesadilla de la que no podía despertar. Entonces, se acercó más, y sentí su presencia mucho más cerca de lo que esperaba. Podía oler su piel, el leve aroma a tierra, a algo peligroso. Mi corazón latió mucho más rápido sin sentido,no lograba entender.
- No quiero lastimarte, Isadora.- dijo de nuevo, y algo en sus palabras me hizo detenerme. ¿Cómo sabía mi nombre?
Intenté liberar mis manos, pero las ataduras eran firmes. Cada intento solo aumentaba la presión sobre mis muñecas, y una punzada de dolor recorrió mis brazos.
Él se acercó aún más. Sus manos tocaron mi rostro, de manera cuidadosa, como si no quisiera herirme. El gesto era extraño, fuera de lugar en ese contexto, y por un instante, me sentí confundida.
- No te preocupes... te sacaré de aquí cuando sea el momento.- Sus palabras fueron casi un susurro, tan cercanas que pude sentir su aliento.
No supe cómo reaccionar. Quería gritar, golpearlo, huir, pero no podía. Mi mente estaba atrapada entre el miedo y algo más... ¿Era una especie de consuelo lo que sentía? No, no podía ser. ¿Estaba... realmente sintiendo algo por él? Debo estar loca y delirante, sí,eso debe ser, me repetí mentalmente.
"¿Por qué?" susurré, incapaz de comprender.
- ¿Por qué me haces esto? -.
- Porque tú eres importante para los que están fuera, y eso me obliga a mantenerte aquí, aunque no lo desee. - Sus palabras eran como una promesa rota. - Pero en cuanto pueda, te liberarás. Te lo prometo. - este pibe me confundía a chorros, era un transmisor constante de miedo pero a la vez de tranquilidad, no sabia cómo sentirme.
Por un instante, su voz cambió. Era más suave, casi vulnerable, como si luchara contra algo dentro de él. La máscara no me dejaba ver sus ojos, solo podía notar que eran verdes y su cabello era rubio corto peinado hacia arriba, logré ver parte de su pecho ya que su polera estaba desgarrada y tenia un tatuaje en el pecho algo de tres espirales, pero algo en su tono de voz me decía que no todo en él era oscuro. ¿Podría confiar en él? Mi corazón latía con fuerza, pero no sabía si era por el miedo o algo más.
Entonces, escuché pasos. Un segundo hombre apareció en la puerta. Este no llevaba máscara. Su mirada era fría, dura, como el acero.
- ¿Qué estás haciendo, Xander? - la voz del nuevo secuestrador estaba llena de desdén.
-¿Olvidaste por qué estamos aquí? Ella no es más que un obstáculo -.
Xander, el hombre que me había hablado, se tensó. Su postura cambió. Algo en su rostro mostró una emoción que no pude identificar al principio: ¿dolor? ¿Rabia? No lo sabía. Pero la respuesta que dio fue firme.
- No la toques. - Su tono estaba lleno de autoridad, y algo en su mirada pareció desafiar al otro. - No me importa qué tan valiosa sea para V. Ella no es una prenda que pueda desecharse cuando se quiera - sentenció Xander.
El otro secuestrador lo miró con incredulidad. - ¿De qué estás hablando? No estamos aquí para hacerle favores a nadie. - replicó.
Pero Xander no se movió. La tensión entre ellos era palpable. Algo se estaba gestando, algo más allá de la misión. Y yo estaba atrapada en medio, sin saber si lo que sentía era el principio de algo más, algo que me llevaría al límite entre mis emociones y mi lealtad.
- No quiero que la lastimen - susurró Xander, sus palabras ahora llenas de algo que no entendía. - Lo que hagamos aquí tiene consecuencias. No soy un monstruo, No puedo ser como ellos, como mis padres e incluso como tú, no, yo NO SOY UN MONSTRUO - contestó eufórico haciendo que tanto el otro hombre como yo nos quedemos tiesos.
Mi corazón dio un vuelco. Pero esperen "V" ¿Podía ser que...? No, no podía ser cierto. Pero, ¿y si lo era? Esas preguntas inquietantes no dejaban de resonar en mi cabeza, en ese momento cai en cuenta, el nombre de "V" ya lo habia oido años atras cuando estuve en Venezuela, mis padres me hablaron de "C.A" de las acciones y de la "Secta", ahora que recapacito, "Elite diamante" ¡Es la secta!, "V" es "Velarde," ¡"Andrés es V"! Mis amigos están en riesgo mortal, como no me había dado cuenta antes, que tonta. Este es el caso del chico que se hizo tendencia hace unos años y ese chico es el bomboncito ¡Claro!..Necesito salir de aquí.
Pasaron horas... o tal vez minutos, el tiempo se distorsionaba en la penumbra. Xander permanecía cerca, observándome en silencio, como si intentara leer cada uno de mis pensamientos. A pesar de la situación, había algo en su presencia que resultaba casi tranquilizador, pero me negaba a dejarme llevar por esa sensación.
Finalmente, él rompió el silencio.
- ¿Tienes hambre? - Su voz, a pesar de lo que habíamos pasado, no sonaba ni fría ni condescendiente. Parecía... genuina.
Mi estómago rugió, recordándome que llevaba mucho sin comer, así es, el secuestro no me quitaba el hambre, vivo para comer, pero desvié la mirada. No podía permitir que me viera vulnerable, ni siquiera en lo más básico.
- No necesito nada de ti - murmuré, intentando mantener el tono firme.
Xander suspiró. - Es inútil, ¿sabes? Resistirte sólo hará las cosas más difíciles. Y créeme, si alguien aquí no quiere que sufras, soy yo.- cuestionó en tono apacible.
Lo miré de reojo, con incredulidad. - Entonces, ¿por qué estoy aquí? ¿Por qué hacerme esto si no quieres lastimarme? - repliqué mirándolo fijamente.
Él vaciló por un instante, como si buscara las palabras adecuadas. - No tengo todas las respuestas, Isadora. Simplemente hago mi parte... o al menos, intento hacer lo correcto en este lío. - se rascaba la nuca, eso demostraba nerviosismo.
Mis ojos se fijaron en su máscara, tratando de imaginar quién era realmente. Cada palabra suya era un rompecabezas. A pesar de mí misma, quería saber más, como si eso pudiera darme control sobre la situación. - Entonces, ¿por qué no me dejas ir? Tú decides qué haces, ¿verdad? - sentencie.
- No es tan simple - respondió, su voz mostrando un matiz de frustración. - Quisiera poder, pero tengo obligaciones... y personas que dependen de mí. No estoy aquí porque quiera hacerte daño. Esto es más grande de lo que imaginas. - respondió, dejándome con más dudas que respuestas.
Un silencio tenso se formó entre nosotros. Xander miró hacia la puerta, como si esperara que alguien entrara de nuevo, alguien que él mismo temía.
- ¿Trabajas para V? - Me aventuré a preguntar. La pregunta estaba en el aire, peligrosa, como una chispa en la oscuridad.
Sus ojos se entrecerraron, pero no respondió de inmediato. - Eso es algo que deberías dejar de lado - dijo finalmente. - No entenderías... o tal vez entenderías demasiado.- Ok en definitiva, cuando salga de aca necesitare psicologo al igual que este pibe.
Esa respuesta me dejó más dudas de las que tenía ya y me frustraba mi propia reacción.
-¿Sabes siquiera quién soy? - insistí, tratando de provocar algún tipo de reacción.
- Sé que tienes amigos y familia que te buscan desesperadamente.- Su tono era bajo, casi susurrante, como si esas palabras fueran un secreto prohibido.
Un destello de tristeza atravesó mis pensamientos, imaginando a mis padres, a mis amigos. - Entonces, ¿por qué a ti no parece importarte lo que me pase? - le dije, con un amargor que no pude ocultar.
Xander se quedó en silencio un momento antes de responder.
- Es... complicado.- Parecía perderse en sus pensamientos, como si mis palabras hubieran tocado una fibra oculta en él. - Esto no es solo un trabajo, Isadora. Hay cosas que no puedes entender... pero al menos no estoy aquí para disfrutar de tu sufrimiento. No soy como... los otros.- dijo el ojiverde.
Sus palabras me desconcertaron. Era como si una parte de él intentara justificar su humanidad, como si me pidiera que creyera en su bondad, a pesar de lo que estaba haciendo.
- ¡¿Y QUIERES QUE ESO ME TRANQUILICE?!- repliqué. - ¿Que me conforme con saber que mi secuestrador tiene una pizca de conciencia?- vacilé eufórica.
- No - respondió, su voz apenas era audible. - Pero tal vez quiera que entiendas que aquí nadie es realmente libre. Ni tú... ni yo. - Esa última frase quedó suspendida entre nosotros.
Mis sentimientos estaban divididos: miedo, ira, confusión... y algo más que no quería admitir. Algo en su tono, en la tristeza oculta bajo su máscara, me hacía sentir que él era prisionero de algo, igual que yo.
- ¿Cuánto tiempo piensas mantenerme aquí?- pregunté, en un intento desesperado de recuperar el control.
Xander hizo una pausa, sin mirarme. - Lo suficiente para asegurarnos de que nadie arruine los planes de V - murmuró, y en su voz había un toque de resignación.
Me asustaba la manera en que parecía aceptar su propio rol en este caos, pero también me intrigaba. ¿Qué lo hacía seguir órdenes que lo obligaban a dañar a otros? ¿Era lealtad, miedo, algo más? Y, sobre todo, ¿por qué me importaba tanto descubrirlo?
Empecé a dudar de mis propias emociones. La lógica me decía que no debía sentir nada más que odio hacia él, y, sin embargo, había algo en su presencia, en su contradicción, que me intrigaba, que hacía que mi corazón latiera de un modo que no quería admitir.
Finalmente, rompí el silencio. - ¿Por qué haces esto, Xander? ¿Por qué me ayudas... aunque sea un poco? Porque parece que no quieres que sufra, ¿verdad? - Él se acercó de nuevo, reflejaba sus ojos verdes intensos bajo la máscara.
- No debería hacerlo, Isadora. Pero a veces, en medio de todo el caos... algo o alguien te hace cuestionar todo.- contestó con desden.
El aire en la sala se volvió denso. Sus palabras eran una confesión, pero también una advertencia. En ese instante, supe que no era solo una cuestión de control o poder. Él estaba tan atrapado como yo, y, tal vez, incluso más perdido.
Xander se apartó, su mirada dividida entre mí y la puerta, como si alguien o algo pudiera irrumpir y destruir ese frágil equilibrio que habíamos construido en minutos. La tensión entre nosotros era una mezcla de desconfianza y un extraño vínculo que no entendía.
A pesar de todo, sentía que estábamos conectados de alguna manera, como si ambos fuéramos piezas erróneas en un juego que ninguno quería jugar.
Y en ese instante, supe que algo estaba cambiando. Pero no sabía si me llevaría a la salvación... o a la destrucción. Xander permanecía junto a la puerta, su postura rígida y los ojos oscuros bajo la máscara reflejando una tormenta de emociones. Sentía que el aire entre nosotros se había cargado, como si las palabras no dichas llenaran el espacio reducido de ese lugar oscuro y frío.
- ¿Por qué miras así? - Me atreví a preguntar, desafiándolo. Mi voz salió más suave de lo que había planeado, casi como si me traicionara.
Se detuvo y sus ojos me recorrieron, con una intensidad que no podía esconder, incluso con la máscara puesta. Dio un paso hacia mí, y luego otro, hasta que estuvo tan cerca que casi podía sentir el calor de su cuerpo. Su respiración era lenta, controlada, pero sus ojos... sus ojos decían otra cosa.
- No debería... pero aquí estoy. - Susurró, su voz apenas un murmullo, como si hablara consigo mismo.
- ¿Qué no deberías hacer? - Le pregunté en un tono desafiante, aunque sentía mi propio corazón golpear con fuerza contra mis costillas. Era como si cada palabra, cada movimiento, aumentara la tensión entre nosotros.
Él se acercó un poco más, hasta que su rostro quedó a escasos centímetros del mío, su mirada fija, como si estuviera decidiendo algo. - No debería mirarte así - admitió, y sentí cómo mi respiración se volvía errática. - No debería... pero me resulta imposible evitarlo.- sentenció.
Intenté apartar la vista, pero algo en sus palabras me atrapó. Había algo en él, algo que me decía que no estaba tan lejos de mis propios conflictos internos, como si también luchara contra algo más grande que él mismo.
- Quizá tú tampoco deberías estar tan cerca - susurré, sin apartarme, enfrentando su mirada.
Un destello de algo casi indescifrable apareció en sus ojos. "Sabes," murmuró, con un tono que combinaba amargura y anhelo, - A veces creo que conocerte en estas circunstancias es una maldición. Pero en otros momentos...- Dudó, y su mano, como si tuviera vida propia, se levantó y rozó suavemente un mechón de mi cabello.
Mi cuerpo se tensó, pero no me aparté. Sabía que debería, que debería odiar cada toque suyo, y, sin embargo, algo en ese gesto era reconfortante, y eso me confundía más de lo que podría admitir.
- ¿Otros momentos, qué? - Lo presioné, con una voz que apenas era un susurro.
- Otros momentos, desearía que todo esto fuera diferente. - Sus palabras eran una confesión, y, al mismo tiempo, una promesa rota antes de siquiera cumplirse.
El roce de su mano se mantuvo, y sentí su pulgar deslizarse sutilmente por mi mejilla, dejando una huella de calor que hacía que mi piel se erizara. - Nunca deberías haberte cruzado en mi vida, Isadora, - dijo, con un suspiro entre los labios, - pero ahora... no sé cómo alejarme. - Confesó sin más.
Mi pecho se apretó, y aunque sabía que debía detenerlo, no podía. La proximidad, el roce de su mano, la intensidad en sus ojos... me tenía atrapada, y en el fondo, no quería alejarme.
- Quizá sea tarde para eso - respondí, apenas dándome cuenta de mis propias palabras. Eran más sinceras de lo que quería admitir, pero en ese momento, no había vuelta atrás.
Xander bajó la mano lentamente, dejando el rastro de su toque en mi piel. Dio un paso atrás, como si acabara de caer en cuenta de lo que había hecho. Me miró una última vez, y sus palabras fueron una advertencia y una promesa a la vez.
- No permitas que esto te confunda. Lo que soy, lo que represento... no cambiará. - Hizo una pausa, y sus ojos se suavizaron un segundo. - Pero si pudieras conocerme en otro tiempo, en otro lugar...- no culminó.
Lo dejó en el aire, sin acabar la frase. Y sin decir más, se giró y se dirigió a la puerta. Cuando estuvo a punto de salir, lanzó una última mirada por encima del hombro.
"Intenta descansar, Isadora. Mañana será un día... largo."
El sonido de la puerta al cerrarse fue como un eco en mi pecho. Me quedé sola en la oscuridad, con su perfume aún en el aire y su toque en mi piel, y me di cuenta de que una parte de mí deseaba saber qué habría pasado si las cosas hubieran sido diferentes. Pero otra parte se rebelaba, sabiendo que lo que estaba sintiendo iba en contra de todo lo que había creído.
Quizás él era mi enemigo, pero, en ese momento, también parecía ser el único que entendía la oscuridad en la que me encontraba.
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