♡ Capitulo Único ♡
1
Sugiura Ayano miró, curiosa, la hilera de postres que se amontonaban en la vitrina de aquella reconocida pastelería situada en una calle adyacente a la que recorría todos los días.
Se decidió por unos cupcakes de yuzu que, muy seguramente, le encantarían a Chitose y salió rápidamente con su pedido envuelto y prolijamente empaquetado para que no llegaran a su destino hechas un desastre.
Al salir, observó que, justo frente a la pastelería, estaba el supermercado. Ese mismo que había visitado el día de ayer, cuando necesitaba algunos ingredientes para la cena de la noche anterior.
Sólo bastó un vistazo, antes de continuar su camino, para sentir como su mente empezaba a trabajar más a prisa, siendo inundada por los recuerdos de lo sucedido la tarde pasada...
2
Ayano tomó, por quinta vez, el frasco de hongos enoki del estante sin prestarle mucha atención realmente. Como en las ocasiones anteriores, ocurridas con unos pocos minutos de distancia entre cada una, devolvió el frasco al estante y siguió fingiendo que estudiaba los productos que ofrecía el lugar.
No conforme con eso, se movió con cuidado hacia un estantillo cercano y tomó una revista para cubrirse el rostro. Tras elevar un poco la mirada por encima de ella, pudo terminar de confirmar —aunque no habría sido necesario confirmarlo, era una certeza desde el principio— que se trataba de ella.
Sí, allí estaba Toshinou Kyouko.
Al parecer, la rubia no se había percatado de la presencia de Ayano, quien se hallaba en el mismo pasillo que ella.
Kyouko revisaba unas latas de maíz y parecía estar muy concentrada en ello, hasta que pareció decidirse y dejó caer algunas en una cesta que llevaba en el brazo. Entonces caminó hacia el fondo del pasillo, en dirección opuesta a la de su ex. Ayano la siguió con la mirada, hasta que dobló en la esquina derecha del pasillo, perdiéndola de vista.
Segura de que no regresaría a ese pasillo en un buen rato, Ayano devolvió la revista a su lugar y se dirigió a la salida, dispuesta a evitar un encuentro accidental a toda costa. Sin embargo, cuando ya estaba por salir y las puertas automáticas se abrieron para darle paso, cayó en cuenta de que, si se iba, no habría cumplido con lo que se había propuesto cuando decidió visitar ese supermercado durante aquella fresca tarde del trece de febrero.
Sí, no había comprado los hongos enoki; esos que iban tan bien con arroz y carne; lo cual justamente sería el menú de la cena que tendría esa noche con su amiga Chitose. Quiso gruñir y despotricar, pero, como toda buena tsundere, demostrar lo que realmente sentía no era una opción.
Respiró hondo y volvió por donde había venido.
Entró como una exhalación al pasillo de los encurtidos y tomó el frasco de hongos enoki que tantas veces mirara y leyera sus valores nutricionales —los que casi se había aprendido—, el mismo que devolviera a su lugar una y otra vez durante los diez minutos que estuvo esquivando a Kyoko.
Se dispuso a largarse, pero entonces
—¡Sugiura Ayano! —escuchó a sus espaldas, provocando que casi se le cayera el envase.
Por un momento el aire abandonó sus pulmones y su cara perdió color. No podía ser que algo así le estuviera pasando cuando ella había luchado tanto para que no ocurriera.
Finalmente, decidió darse la vuelta y mirar.
—T-Toshinou Kyouko —musitó Ayano, pálida e incómoda—. ¿Cómo has estado?
3
Caminando de forma lenta y relajada, sumida en sus pensamientos, Ayano se topó con algo.
—¿Una heladería? ¿Aquí? —murmuró, curiosa y confundida—. ¿Será nueva?
Ahora que lo pensaba, su ruta de siempre no incluía una heladería. Entonces, ¿dónde se hallaba realmente?
Tras meditarlo unos segundos, cayó cuenta de que se había quedado en la calle de la pastelería y seguido por allí mismo, sin devolverse a tomar la ruta habitual para irse a casa. Suspiró, ¿qué tan distraída podía llegar a ser?
''Yo no soy así'', se dijo, como un recordatorio al que fuera muy necesario aferrarse.
Decidió mirar un poco y, al acercarse, notó que había un congelador repleto de helados pegado a la pared del establecimiento.
Tras mirar con vago interés los helados cuidadosamente apilados en el frío interior del aparato, sus ojos vinotinto se abrieron con sorpresa y curiosidad al ver el helado de ron con pasas que podía distinguirse de todos los demás debido a la curiosa presentación que tenía en ese momento; una de edición especial. Era de un sabor más fuerte, más dulce y más cremoso; o eso era lo que aseguraba la escritura en la etiqueta que envolvía el producto.
Observando el dichoso helado, su mente viajó nuevamente, sin siquiera avisarle que la llevaría otra vez a esos sucesos ocurridos hacía tan solo un día...
4
Tras salir del supermercado, decidieron tomar asiento en uno de los bancos de un parque cercano. El incómodo silencio que se había establecido entre ellas fue roto por Kyouko en ese momento.
—Y, ¿cómo te ha ido, Ayano? —inquirió la rubia, llevándose a la boca una porción del helado de ron con pasas que había comprado en el supermercado.
—Pues bien, supongo... —respondió Ayano con voz trémula.
—Ah, qué bueno.
Volvieron a quedarse en silencio, y hubieran seguido así por un buen rato, de no ser porque Ayano lo rompió, o mejor dicho, su estómago lo hizo por ella cuando rugió sonoramente.
Sin esperar a que la de cabellera morada dijera nada para defenderse, la rubia sacó un flan que había comprado en el supermercado y se lo puso en el regazo porque sabía que, de ofrecérselo, se negaría a tomarlo.
—Toshinou Kyouko, no puedo aceptar...
—Sí, si lo harás —la cortó Kyouko, poniendo una expresión de seriedad que ella no recordaba haber visto antes—. Lo compré para ti, sé que te gusta y veo que lo necesitas.
—Pero no podría... —siguió negándose Ayano, reticente, intentando devolverle el envase aún sellado.
—Es de edición limitada —insistió—. Es ese que trae las chispas de colores y es más grande que el que sueles comprar.
No tuvo que decir más nada, porque Ayano ya estaba destapándolo desde el primer momento en el que dijo edición especial.
—¡Qué bueno está~! —canturreó Ayano y fue lo último que dijo antes de acabarse ese flan a tal velocidad, que apenas le dio tiempo a Kyouko de mirarla comer con placer—. Muchas gracias. Estaba muy bueno.
—Jeje, nada de gracias —refutó la mencionada y Ayano la miró con duda—. Ahora tendrás que pagar por él —sonrió de forma gatuna, dándole a su ex una muy mala espina—. Quiero que salgamos mañana. Podemos encontrarnos aquí, en este mismo parque, a las dos. Será tu pago por ese flan, después de todo, era el último que quedaba, así que necesito algo de igual valor.
Ni siquiera le dio tiempo de responder o negarse, antes de darse cuenta, Kyouko se había levantado de su lugar y, tras darle un beso en la majilla, se despidió de ella y se fue, dejándola avergonzada y sola en ese parque.
5
Apenas ingresó a la morada que compartía con su amiga Chitose, Ayano colocó los pasteles encima de la mesa de la cocina y salió para tomar un baño. Debía prepararse para la cita que tenía en dos horas.
6
Mientras acababa de arreglarse frente al espejo, Ayano pensó que haber aceptado la propuesta de Kyoko para salir era una completa locura. Aunado a eso, recordó que la razón por la que terminaron unos años atrás era la propia Ayano.
Suspiró con pesar mientras evocaba lo ocurrido.
7
Ayano se vio incapaz de contarle a Kyouko, su novia por aquel entonces, que tenía planes de mudarse para estudiar fuera de la zona. Que sus padres habían hecho hasta lo imposible para ayudarla a cumplir sus sueños y que le costearían todo lo que necesitaba para avanzar. Y por avanzar se refería también a dejar muchas cosas atrás, incluyendo su noviazgo.
Ahora que lo pensaba, tal vez, de haberle dicho con tiempo a Kyouko acerca de sus planes, la rubia habría podido hacer algo, era la primera en sus clases después de todo. Fácilmente habría podido seguirla en su camino, no, mejor dicho, acompañarla en su camino. Pero no estaba pensando correctamente en aquellos días.
Fue cuando llegó la graduación que tuvo el valor, por así decirlo, de contárselo...
Dejó de recordar y volvió al presente, observando con detenimiento el reflejo que le devolvía el espejo. Nunca se había arreglado tanto para una cita desde
No quería pensar en eso. Al mirarse otro poco, reconoció que se veía más hermosa que de costumbre. Esbozó una pequeña sonrisa al espejo y luego se dio palmadas para tener un poco más de valor.
Se incorporó, tomó su bolso y apagó las luces.
Era hora de irse.
8
Ahora, mientras esperaba a Kyoko sentada en una mesa del bullicioso centro comercial donde se encontraban, Ayano pensó que tenía mucho tiempo que no se divertía de verdad. Había olvidado por completo lo que era salir y no tener que pensar en algo más que ocupaciones y responsabilidades. Fue entonces que se le vino a la mente aquello. Tenía que hablar con ella, debía hacerlo.
Necesitaba saber qué la había invitado a salir en primer lugar, por qué la seguía tratando como si nada hubiera pasado. Por qué le seguía sonriendo de esa forma tan linda y alegre. Por qué
—¡Estoy de vueltaaaaaaa! —exclamó Kyouko, sacándola abruptamente de sus pensamientos. Portaba dos crepas, una en cada mano—. ¿No me habrás extrañado, cierto, Ayano? —preguntó, juguetona, y le guiñó un ojo mientras le daba su crepa.
Al verla, la convicción de Ayano comenzó a flaquear de nuevo, todo lo que quería preguntarle, eso de lo que quería hablar con ella le parecía, de pronto, un sin sentido ahora que tenía a la rubia frente a ella. Pero entonces supo que tarde o temprano tendrían esa conversación, supo que no podría vivir con esas dudas por siempre.
No estaría tranquila hasta que el tema estuviera zanjado.
—Toshinou Kyouko —comenzó Ayano, con voz trémula, mientras levantaba, con lentitud, la mirada de su crepa y fijarse en la mencionada que, sin sorprenderla, había devorado ya su crepa y ahora suspiraba con satisfacción.
—¿Qué pasa?
—Quería hablar de algo... más bien, quería preguntarte —sintió un nudo en la garganta, dificultándole el poder continuar. Sin embargo, ya era tarde para detenerse—. ¿Por qué, Kyoko? ¿Por qué me invitaste? ¿Por qué te acercaste a mí de nuevo? —hizo una pausa para respirar—. Yo te hice daño, ¿por qué entonces pareces tratarme como si nada hubiera pasado?
Kyouko la miró en silencio por unos largos segundos en los cuales, Ayano, bastante sorprendida, se dio cuenta de que no podía saber que pasaba por la mente de la rubia.
¿En qué momento se había vuelto tan difícil de leer? Por primera vez desde que se reencontraron en aquel supermercado el día anterior, Ayano interiorizó el hecho de que Kyouko ya no era la misma de antes. Para empezar, ya no usaba el lazo rosa que siempre usaba de cintillo, sino que ahora lo usaba para atarse el cabello, que ahora era casi tan largo como el de Ayano, en una sencilla cola de caballo.
Incluso era un poco más alta que ella. Lo había notado cuando caminaban juntas en una corta exploración que hicieron por las tiendas de ropa.
¿Cómo era posible? ¿Cómo podía ser que no se hubiera percatado de estas y otras cosas si se suponía que ella solía estar siempre pendiente de todo como en sus tiempos de instituto?
«La respuesta a esas dudas es muy sencilla, Ayano —comenzó una vocecilla en su psique—. Eso se debe a que tú también has cambiado, ambas lo han hecho. El problema es que es más fácil de notar cuando lo ves desde afuera y, obviamente, cuando pasas tanto tiempo sin ver a alguien, notarás sus cambios más rápido que lo que tardas en decir par-par Partenón».
Dio un respingo ante su propio pensamiento. Ahora que lo sopesaba, ¿cuándo fue la última vez que empleó un juego de palabras en alguna frase? ¿Desde hace cuántos años no pasaba en alguna conversación normal donde a ella se le ocurriera algo así de ingenioso?
«Pues sí, el cambio es real y ya está aquí-aquí Quito».
—Ayano... —dijo por fin Kyouko, arrancando a la mencionada de su meditación inconsciente, apenas y se daba cuenta de que seguía estando en el centro comercial.
—¿Sí?
—¿De verdad te importa mucho saber si me hiciste daño, el por qué te invité y todo eso?
—Eh... sí, me interesa, supongo...
—Jummmmmm, ¿quieres saber algo? —Kyouko se acomodó en su lugar y cruzó los dedos en una pose curiosamente solemne—. La verdad es que sí, me hiciste mucho daño.
Una negra nube apareció encima de Ayano, amén de un aura depresiva que la rodeó por completo. No sabía cómo se sentía la basura, pero si la basura tuviera sentimientos, serían muy parecidos a lo que ella tenía en ese momento.
—Sin embargo —prosiguió Kyouko sin dejar de sonreír—, hace unos meses, mi marca favorita de helados eliminó la edición limitada con chispas de ron con pasas.
Un gran signo de interrogación apareció flotando encima de la cabeza de Ayano, pero ni siquiera tuvo tiempo de preguntar nada.
—Y —siguió Kyouko—, me sentí muy triste, ¿sabes? Ese era uno de mis sabores favoritos de la marca de ron con pasas que tiene los mejores productos. Pero, como puedes ver, es pasado y, aunque me encantaría que esa edición volviera, y estuve al borde de la depresión por ello, al final, no pude hacer nada al respecto. —le lanzó un guiño, enigmática—. Pero, en este caso, si que puedo hacer algo al respecto y tú también.
—¿Yo?
—¡Por supuesto! —Afirmó, golpeando la mesa con ambas manos—. Te sientes culpable por lo que hiciste, ¿cierto? ¿Sientes que me debes algo? ¿Qué no deberías estar aquí? ¿Qué me harás daño nuevamente o algo así?
Ayano ni siquiera pudo emitir una palabra, solo podía asentir y nada más, porque todo lo estaba diciendo ella.
—Pues entonces, sólo tienes que darme algo. ¿No? ¿Sientes que tienes que compensarme por todo, Ayano?
La mencionada volvió a asentir en silencio, la verdad era que no le gustaba como sonaba todo eso, pero Kyouko tenía razón o al menos eso era lo que percibía.
—Entonces no se hable más —Kyouko extendió una mano abierta hacia ella—. Sal conmigo de nuevo, Sugiura Ayano. —propuso con su mejor expresión de «Es una excelente idea, ¿o no lo crees, preciosa?»—. Volvamos a ser pareja, así pagarás por tus pecados —finalizó Kyouko, tenía su característica mirada de ‘’no aceptaré un no por respuesta’’ muy presente.
Era la misma mirada que había puesto aquella vez, cuando se le confesó a Ayano en el patio de la preparatoria. Recordó que estaba demasiado atontada por haber recibido toda esa información de golpe, pero entonces Kyouko decidió añadir más información.
—Y no pienses que me harás daño de nuevo, sé que ya lo dije, pero quería recalcarlo. No te irás de nuevo, de hecho, volviste a este lugar porque estás buscando una casa, ¿no? —Se llevó una mano a la barbilla con expresión meditabunda—. En otro tiempo te habría dicho que vinieras a vivir conmigo, pero tuve desarrollo de personaje, así que nop. Al menos, sé que tu estadía será definitiva esta vez.
—¿Cómo lo...?
—¿Supe? Je, hice mi tarea, ya ves —la verdad era que Kyouko había interrogado a Chitose hasta el cansancio y le había sacado toda la información posible.
Por supuesto, tampoco es que la hubiese obligado. Después de todo, la ojiverde era una de las fans más acérrimas del KyoAya desde su época de secundaria y, por lo que pudo ver, Chitose continuaba apoyando el shipp con todo su ser.
Kyouko iba a decir algo más, pero entonces gruesas y copiosas lágrimas empezaron a deslizarse por las pálidas mejillas de la de cabello morado con más frecuencia de la que le hubiera gustado notar.
Alarmada, la rubia estuvo a punto de levantarse, rodear la mesa y darle un abrazo; de no ser por dos cosas. Una de ellas era que Ayano había tomado la mano que le ofreció cuando le pidió que saliera con ella otra vez; la segunda era que estaba diciendo algo en ese momento:
—Sí... está bien —aceptó Ayano con dificultad debido al llanto—. Si quiero volver a salir contigo, Toshinou Kyouko. Y no es solo porque quiera enmendar mis pecados —pausó un momento lo que decía para limpiarse el rostro con un pañuelo que le entregó la rubia en ese momento—. G-gracias.
Ayano más tarde se preguntaría por la crepa que Kyouko le había entregado antes de iniciar aquella conversación. Sin embargo, mucho más adelante, se enteraría, por medio de una conversación casual, que la rubia se la había comido en el momento en el que ella empezó a llorar, cuando la puso en un plato que tenía enfrente.
Kyouko se defendería diciendo que se iba a desperdiciar porque Ayano solo estaba pensando en llorar cuando eso pasó y ella le refutaría diciendo que igual esa crepa era suya y que no tenía ningún derecho a comérsela como lo hizo.
—Volvamos a salir, Toshinou Kyouko —sonrió, ya más calmada—. Te prometo que esta vez no me iré, no volveré a hacerte daño de nuevo.
Kyouko sonrió de esa forma tan característica de ella y entonces asintió mientras Ayano, que ahora podía ver con más claridad porque ya no tenía los ojos inundados de lágrimas, notó que una pequeña lágrima escapaba de la comisura de los ojos azules de su ahora novia, por segunda vez, Toshinou Kyouko.
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