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79. TIENES QUE MATARLA.

Santa Biblia Reina Valera 1960 - 1 Samuel 28
7 Entonces Saúl dijo a sus criados: Buscadme una mujer que tenga espíritu de adivinación, para que yo vaya a ella y por medio de ella pregunte. Y sus criados le respondieron: He aquí hay una mujer en Endor que tiene espíritu de adivinación.



Finalmente se quita de mi camino y yo me voy a toda velocidad en el auto.

No entiendo porque siempre tienen que sacarme la rabia, es como si todos se pusieran de acuerdo para conspirar en mi contra.

Una hora después.

Luego de casi darle la vuelta al país, finalmente logro a llegar al lugar deseado.

Me pongo mis gafas de sol y desciendo del auto llamando la atención de los vigilantes y de algunas personas que están por ahí.

—buen día señorita —me dice uno de ellos —hacía mucho que no se dejaba ver por acá.

—pero ya volví —conteste con altivez —jamas me olvidaría de este lugar.

Paso por su lado sin tomarme la molestia de saludar al resto del personal, entro al hospital, inmediatamente tomo un ascensor y presionó el botón que lleva a las suites privadas.

Son las habitaciones más costosas, las cuales un muerto de hambre jamás se podrá pagar.

Apenas el ascensor se abre salgo de ahí caminando de manera prepotente sin molestarme a ver las enfermeras que simplemente son unas empleadas más

Algunas me saludan pero no gasto saliva en ellas, simplemente las ignoro.

Finalmente llegó a la habitación donde está ella.

Antes de entrar, me tomo mi tiempo para mirarla por la ventana.

Es una chica bastante parecida a su hermano, tiene un cabello en ondas que la hace ver bastante adorable, tristemente su vida se consume poco a poco por una enfermedad letal que no tiene cura, solo se le hacen tratamientos para que su existencia se prolongue un poco más.

Es tan triste su estado que a pesar de ser una joven, su mente es como la de un niño.

Ahí está sentada con un libro de dibujos en su mano, el cual mira como si fuera lo más excelso en la vida.

Abro la puerta despacito y antes de entrar dejo toda mi soberbia aquí afuera.

Ella es diferente a las otras personas, así que no la puedo tratar como a los demás.

Me quito las gafas de sol y hago la sonrisa más dulce que puedo mostrar.

—¡¡Anniiii!! —grita ella feliz al verme.

—hola Anita —la saludo.

Me acerco y le doy un dulce beso en su mejilla mientras ella me abraza con todas sus fuerzas.

—no sabes lo mucho que te extrañe —dice triste.

—yo también te extraño demasiado —contesto sin dejar de abrazarla —es solo que he estado un poco ocupada.

—uumm, ya veo.

Finalmente me suelta y tomo lugar en el sofá al lado de su cama.

Saco de mi bolso un tarro de helado del sabor favorito de ella y le comienzo a cucharear.

—uumm, que rico —se saborea feliz.

Verla feliz es lo que a mí me hace feliz, pienso que es la única persona que sonríe de manera genuina.

—¿Que estás mirando? —pregunto interesada en el libro que tiene en sus brazos.

La verdad es que ya sé que es, pero preguntó para formar un tema de conversación.

—es el libro de dibujos que me dejó de herencia mi hermano —responde feliz dando un suspiro.

Con solo escucharla decir hermano, ya me duele el corazón.

—que bonito —comento.

—por cierto —dice ella —¿Cuando va a venir a verme?.

Eso sí que me parte el alma.

Él nunca va a volver porque por mi culpa está muerto.

Pero no puedo decírselo, ella no lo entenderá.

Además por su enfermedad puedo hacer que se grave y muera más pronto, así que lo correcto es hacerle creer la mentira.

—no puede —digo triste —él está mucho más ocupado que yo.

Ella abraza el libro y veo como su rostro comienza a decaer.

—pero no estés triste —la ánimo —a pesar de que no pudo venir, te mando una carta.

Su rostro inmediatamente se ilumina.

—¡Una carta! —repite feliz.

—sip, una carta —vuelvo a repetir —¿Quieres que te la lea?.

—¡Si por favor, por favor! —pide feliz.

Meto mi mano a la cartera y saco un tratado que un desconocido me dió la vez que fui al bautismo de Linda y comienzo a leer, pero no leo lo que dice ahí, sino lo que me viene a la imaginación.

Lo que supongo que Eldad le escribiría a su hermana si estuviera vivo.

Narra Deimond:

Después de escuchar las palabras de la hermana Alice en silencio, decido marcharme.

Camino con pasos lentos hacia la salida, a mi mente viene la imagen de Linda cuando se fue con ese sujeto y no les voy a negar que me dió mucho enfado.

—papá —dice Elizabeth alcanzandome.

Le dedicó una mirada triste como respuesta.

—yo tampoco entiendo porque fuiste así con mamá.

Suspiro.

Supongo que todo mundo está bravo conmigo por esto.

Afortunadamente los J5 se fueron y no escucharon el sermón de la hermana Alice.

—y yo no te lo pienso explicar tampoco —contesto sin ánimos de nada.

—no me lo expliques a mi —dice restándole importancia —pero si explícale a mamá, ella necesita saber la verdadera razón, antes de que cometa una locura.

No digo nada y sigo mi camino hacia el auto.

—antes de que tío Duncan se la termine robando —termina de decir.

Volteo a verla un tanto molesto.

—¿Tío? —repito.

—si, —responde —es la forma en que yo lo llamo y a pesar de lo malo que es, no me cae mal, el siempre está ahí para mamá.

Ahora no solo tengo celos de Linda, sino también de Elizabeth.

Lo más terrible es que es consciente de que es malo y aún así le llama "tío".

—hoy te quedas aquí —le digo abriendo la puerta del auto.

—no pensaba irme contigo —dice antes de darse la vuelta para volver.

Me quedo indignado viendo cómo se va.

Ni siquiera me despidió de beso, es más ni se molesto en decir:

Adiós papá.

—¡¿Que es todo esto?!. —pregunto molesto en voz alta cuando ya se ha ido.

—es lo que causan tus acciones —responde alguien.

No les voy a negar que me sobresalté un poco.

Me giro para ver y me encuentro con Mibsan.

Hoy su rostro no luce tan amable como lo solía ver antes.

Por veces siento que el se parece a el gato de la película de Alicia en el país de las maravillas.

Siempre aparece de manera inesperada.

—¿En qué diablos pensabas cuando le dijiste todo eso a Linda? —me pregunta con toda la calma del mundo —se supone que la amas ¿No?, o al menos eso era lo que yo creía, tal parece que me estás decepcionando.

No me tomo la molestia de responder, solo bajo la cabeza.

No estoy de genio para lidiar con él.

Intento subirme al auto, pero antes que lo haga el pone su mano en mi hombro.

—suficiente tienes con mi padre, —dice —él no está de acuerdo con la boda, lo bueno es que mi madre lo mantiene bajo control, pero a mí no —una leve sonrisa apareció en sus labios.

No sé porque pero de alguna manera esa sonrisa me pareció un poco aterradora.

—¿Que es lo que quieres decir? —pregunto un tanto perturbado por la forma en que me mira.

—quiero decir que deseó que mi hermana sea feliz —dice como si nada sin dejar de sonreír.

Un escalofrío recorre todo mi ser, pero decido no prestarle mucha atención y me meto en el auto.

Me quedo viendo por el espejo como Mibsan se va caminando hacia la casa, antes de entrar en ella se vuelve a mirarme moviendo su mano y dandome un leve adiós.

«Ahora sí que estoy consternado».

—no le pongas cuidado, él es así —habla otra voz a mi lado dándome un susto del inframundo.

Me giro a ver rápidamente y veo al otro hermano de Linda sentado en el puesto del copiloto.

—¡¡Aaaahhh!! —grito. —¡¿En qué momento te metiste ahí?! —pregunto tratando de calmarme. —¿Es que acaso ustedes son vampiros o qué?.

Estos chicos por su forma de moverse sin darse uno cuenta, me hacen recordar la película de crepúsculo.

—algo parecido —dice con total normalidad —nos gusta la sangre, pero no la que está en bolsas para donar, sino la que corre, en especial aquella que cae al suelo.

Lo dice tan lentamente que parece una película de terror.

Me quedo atónito sin saber que decir ante sus palabras.

«Definitivamente la familia de Linda es muy rara».

—bueno, —da un suspiro —me voy.

Abre la puerta y sale como si nada.

Cómo si no hubiera estado hablando cosas demasiado raras.

«Creo que necesita un siquiatra»

Las personas no deben de andar por ahí diciendo cosas así.

Miro hacia todos lados asegurándome de que él coche este vacío, no quiero de repente escuchar la voz del señor Fares a mis espaldas.

Luego de asegurarme que al fin estoy solo, salgo de aquella mansión la cual me comienza a dar un poco de terror.

Por cierto un escolta que había en el portón también me miró raro.

Conduzco lentamente mientras mi mente está siendo bombardeada por toda clase de pensamientos.

Por ejemplo.

«No tengo idea de dónde está Linda».

«¿Será que la familia de Linda si es normal?».

Muevo mi cabeza de un lado a otro y trato de pensar en cosas positivas.

A la vez también me arrepiento de haber dicho lo que dije.

Pero es que todo estaba saliendo como en el sueño y el solo hecho de pensar que aquello se haga realidad, me aterra.

Miro el semáforo y me detengo.

Es ahí cuando me doy cuenta de que tengo blancos los nudillos de tanto apretar el volante.

Mientras que el semáforo cambia de color marco el número de Linda.

Este timbra al principio, pero después me manda a sistema.

«¿Dónde estás Linda?».

Siempre que pasa algo entre nosotros, siempre la termino perdiendo y eso me aterra sobremanera.

No quiero volverla a perderla de manera definitiva.

No ahora cuando hemos llegado tan lejos los dos.

La amo con todas mis fuerzas después de Dios y lo único que quiero es protegerla y que nada malo le acontezca, eso es todo.


Tiempo después.

Apenas salgo del ascensor me encuentro con Jak, el cual está parado en la puerta y me mira fijamente.

Por su mirada puedo denotar que está molesto y mucho.

Llegó a su lado y sin decir nada escribo la contraseña en mi puerta y comienzo a entrar.

Él me sigue, cerrando la puerta.

—me puedes explicar ¿Que es lo qué pasa? —habla enfadado —¿Cómo se te ocurre echar abajo la boda de ensueño de Linda?.

Me dejo caer en el sofá con ganas de morirme.

—no sé cómo decirlo —respondo sin ánimos.

—pues solo dilo y ya —dice un poco exasperado.

—lo que pasa es que tuve un sueño...

No me quedo de otra que contarle todo el sueño con pelos y señales para que él me logrará a comprender, al menos un poco.

—¿Estás seguro que todo estaba acorde como lo viste en el sueño? —pregunta después de estar un rato pensativo.

—completamente seguro —le digo —ademas se veía muy real.

—¿Es Duncan el que la mata cierto? —pregunta nuevamente.

Yo asiento.

—sé que esto te parece loco, pero la vez que estudiábamos y tú te metiste en nuestra relación, también tuve un sueño igual en el que ella rompía conmigo y se me hizo real.

Jak medita en mis palabras.

—¿Ahora entiendes porque lo hice?.

Él suspira.

—creo que me tengo que ir —dice un poco preocupado. —ya encontraremos la forma de que Linda hable contigo y tu le expliques las cosas como son, para que así ella logre entenderte.


Narra Duncan:

Después de darle un sedante a Linda, finalmente se logró calmar y está profundamente dormida en mi cama.

Me quedo mirando fijamente su rostro mientras acaricio su hermoso cabello.

Ella simplemente es perfecta.

Es por esa razón que no puedo dejarla casarse con ese man.

Ella solamente ha sido creada para mí.

A mí mente viene lo que me dijo la medium y mi corazón se llena de culpa.

«TIENES QUE MATARLA».

Estaba tan desesperado al ver que Linda se casaba y no podía hacer nada al respecto, que decidí consultar a una bruja.

Yo no creo en esas cosas, pero debido a mi desesperación, decidí recurrir a ello a ver si servía.

Ella me pidió información de Linda, como:

Su fecha de nacimiento.

Su signó zodiacal.

Entre otras cosas.

Incluso me pidió una foto la cual también se la dí.

Ella comenzó a hacer unos rituales entre los cuales yo también tuve que someterme a cosas.

Dijo que después de eso ella caería a mis pies, pero nada de eso paso.

Al final me dió algo que debía depositar en su comida.

Lo hice con ayuda de una de las empleadas de su casa, pero eso tampoco funcionó.

Fue ahí cuando ella me confesó que nada de eso había funcionado por el solo hecho de que ella era cristiana.

La única opción que tenía para estar con ella, era matarla.

No había de otra.

Al final me resistí a hacerlo, pero sus últimas palabras fueron.

—si no la matas, entonces tendrás que darte al dolor de verla feliz en los brazos de otro.

Aquello me hizo entender que no tenía otra opción.

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