70. OJOS DE GATO.
Santa Biblia Reina Valera 1960 - Mateo 12
37 Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado.
Lo siento, pero creo que ahora Fabricio si se merece morir.
¿Como pudo haberme hecho casar sin mi consentimiento con alguien que ni siquiera recuerdo quién es?.
Esto es algo que ya sobrepasa los esquemas.
Este chico perdió la cabeza.
—¡¡¿Como pudiste?!! —le grito.
Intento tirarme de la cama para agarrarlo de las mechas, pero el brazo canalizado me lo impide.
—no te esfuerces —dice Erick sosteniéndome y ayudándome a acostar nuevamente —espera a estar mejor —me susurra.
Respiro hondo y trato de calmarme.
«He caído redondita en la trampa de Fabricio».
«Pero esto no se queda así».
«Lo prometo».
Está vez no se tratara de venganza.
Se tratara de defender mi honor.
Cierro mis ojos y trato de olvidarme de que Fabricio está aquí.
«De ese fue que debí haberme olvidado».
«Habría sido lo mejor para él».
—¿Ya te sientes mejor? —pregunta el odioso.
—no me hables —digo sin abrir los ojos.
—¿En donde estabas? —le pregunta Erick.
Fabricio suspira.
—no me lo vas a creer —comienza a decir —me fui de vacaciones por unos cuantos días, pero lo curioso es que no me acuerdo de nada, solo sé que estuve allá por los registros de hotel, pasajes, tiquetes entre otras cosas.
Para mí que el odioso de Fabricio se está burlando de mi porque no recuerdo a J2.
—será que tienes amnesia —se burla Erick.
—¡Nooo! —niega Fabricio —es enserio, no me acuerdo de nada, lo último que recuerdo es que estaba empacando la maleta para huir, luego desperté en un avión de vuelta.
—¿Para huir? —repito sin abrir mis ojos.
—obvio si —responde Fabricio —para huir, no me iba a quedar aquí esperando como Deimond me buscaba para matarme.
Creo que está exagerando, es imposible que aquel chico Deimond se atreva a tanto, además es cristiano.
—eres un cobarde —le digo mientras paso mis dedos sobre la cien. —será mejor que te largues de aquí, porque si me levanto y sigues aquí, no te quedará pelos en esa cabeza hueca.
—mirame —me dice.
Abro los ojos y lo veo.
Él terrible hace la simulación de que está temblando.
—estoy que tiemblo de miedo. —comienza a burlarse de mi.
Luego me culpan por ser cruel con él.
Definitivamente no puedo con eso y me dejó llevar por la rabia que se comienza a apoderar de mi.
Uno quiere ser pacífico, pero con personas como Fabricio, eso es imposible.
Intento nuevamente pararme.
—brother —le dice Erick —lo mejor será que te vayas.
—no me voy a ir —le contesta Fabricio como si fuera muy valiente —voy a esperar a que se levante y cumpla su palabra a ver si es muy valiente.
—¡Oh por Dios! —Erick se manda las manos a la cabeza —no puedes ser más odioso.
Se acerca a Fabricio, lo toma del brazo y lo comienza a sacar.
—¡Suéltame!, ¡Suéltame! —le dice Fabricio intentando safarse, pero Erick es más fuerte —quiero ver si se atreve a golpearme.
Erick no le hace caso y lo sigue sacando.
Cuando ya está terminando de salir por la puerta me mira.
—¡Vamos! —me dice —¡Ven a mi!, ¡Atrevete a golpearme!.
Erick lo saca y cierra la puerta.
Yo me vuelvo a acostar, un poco más calmada.
No tiene sentido gastar fuerzas en un bueno para nada como él.
Ahora lo más importante es saber que voy a hacer, luego que resulte casada por firmar una hoja sin leer.
«Que Dios tenga de mi misericordia».
Siete Días después.
Me encuentro acostada en un mueble con mi cabeza en el regazo de mamá.
Afortunadamente ya hace rato que me dieron de alta y me encuentro recuperándome con mi familia.
Papá, mamá y hermanos que me cuidan como una reina.
¿Que más le puedo pedir a la vida?.
Todo esto fuera perfecto sino me estuviera atormentando aquella acta matrimonial.
Todo fuera perfecto si me pudiera librar de aquel chico del cual me olvidé.
Quisiera hacer de cuenta que no pasa nada, pero todos los que me vienen a visitar, lo único que hacen es hablar de él y decir que está sufriendo mucho por mi culpa.
Desde esa vez que lo desconocí por completo en el hospital, no he vuelto a saber nada de él.
La verdad es que no he tenido el valor de verlo, incluso cuando vino a traer la niña Elizabeth, no me atreví a darle la cara.
Es por esa razón que tampoco he ido a los cultos.
Temo encontrarmelo y tener que tratarlo como un extraño por la sencilla razón de que no lo recuerdo.
La niña Elizabeth es otro inconveniente, me toca mantenerme lejos de ella, ya que cada vez que está cerca, la cabeza me comienza a doler.
—no sé que hacer —digo en voz alta.
Mi madre que está cepillando mi cabello responde.
—haz lo que te dicte el corazón.
—pero es que no lo recuerdo —contesto.
—pero eso no significa que tú corazón lo haya olvidado —me dice —de lo contrario no te la pasarás solo pensando en él.
—es que estoy preocupada porque es mi esposo —hablo frustrada —no sé cómo verlo y pedirle el divorcio sin hacerle daño.
—yo me puedo encargar de eso —llega mi padre a la sala —no te preocupes cariño.
Mi madre le da una mirada severa.
—¡Déjala! —le dice —es su vida, no intentes interferir más en ella, de lo contrario no te dejare sin culpa.
Mi padre sonríe.
Nunca había visto a papá tan amable como lo ha estado en estos días, en especial con mamá y yo.
—solo era una broma querida —le dice.
—¡Mas te vale! —le dice mamá seria.
Ella es muy tierna, pero siempre las bromas de papá, logran sacar lo peor de ella.
Mi padre se acerca a mi, deposita un beso en mi frente, luego otro beso en los labios de mamá y se va para su despacho.
—¿Pasa algo entre ustedes dos? —le pregunto a mamá —¿Están peleados?.
—¡Nooo! —responde ella —¿Cómo crees?, tu papá y yo nos amamos demasiado.
¿Por qué siento que eso fue sarcasmo?.
—yo pienso que deberías de solucionar eso —habla mamá cambiando de conversación.
—¿Que? —pregunto.
—lo de Deimond y tu.
«Cierto».
Otra vez me llega la angustia.
—¿Le pido el divorcio hoy? —pregunto.
Aunque la sola idea de verlo me aterra.
Es tan lindo, que temo hacerle daño.
Fue muy triste verlo salir aquella vez del hospital llorando, además fue muy triste todo lo que me han contado los J5.
—¿No haz considerado darle una oportunidad? —pregunta mamá con una sonrisa ladeada.
—pero es que no lo recuerdo. —hablo frustrada.
«Aunque no sería mala idea».
«O ¿Si?».
Lectores.
¿Que me aconsejan?.
Escucho opiniones.
El solo hecho de pensarlo, hace que mi corazón se acelere más de lo normal.
—al menos deberías de hablar con él —sigue insistiendo con el tema.
—lo sé —le digo —lo haré cuando me sienta preparada.
—eso llevas diciendo desde hace siete días. —comenta —yo pienso que debería de ser hoy.
—¡¿Hoy?! —levanto mi cabeza del regazo de mamá y la miro como si tuviera tres cabezas. —no puedo hacerlo.
—¿Tan malo es hablar con él? —me dice —ni que fuera un monstruo.
Me mandó las manos a la cabeza.
—tu no entiendes —le digo.
—¿Que se supone que debo de entender?.
Ash.
Me pongo de pie.
—olvidalo —le digo antes de salir.
Apenas salgo de la mansión el aire fresco da contra mi rostro y el viento comienza a hacer de las suyas con mi cabello.
Es estos momentos no me encuentro en mi mansión, sino en la de mis padres.
Aquella mansión, la que una vez fue destruida por una bomba explosiva, mi padre la volvió a reconstruir tal y como era.
Camino hacia donde esta el jardín y me acuesto en una silla mecedora mientras miro como los picaflor disfrutan del nectar de las flores.
Supongo que ha de saber muy bien como para que se la pasen detrás de las flores.
Ver esos pequeños pajaritos hacer su trabajo de alimentación, hace que me den ganas de coger uno en mis manos.
Pero eso es misión imposible.
Cierro mis ojos y trato de relajarme.
Procuro no pensar en nada, aunque es muy difícil engañar a la mente.
De pronto siento que alguien se sienta a mi lado de manera muy cuidadosa.
No abrí los ojos, porque supuse que era uno de mis hermanos.
—¿Lo quieres? —pregunta.
Apenas escuché su voz, me di cuenta de que no era ninguno de ellos.
Abro los ojos sorprendida con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Duncan! —exclamo feliz.
Aunque no lo crean, él estuvo muy pendiente de mi los días que yo estuve en coma.
Voy a abrazarlo, pero me detengo al ver lo que tiene en sus manos.
No me lo van a creer.
Duncan cogió un picaflor.
—¡¡Oooowww!! —exclamo haciendo un puchero —¡Que hermoso!.
Intento tomarlo en mis manos, pero apenas lo cogí, se me escapó, son demasiado ágiles.
Pongo cara triste al ver que perdí la oportunidad de tenerlo.
—hay cosas que son así —me dice Duncan —es mejor dejarlas ir para siempre.
Suspiro ante sus palabras y me siento un poco confundida al no saber a qué se refiere.
Hay veces en que Duncan habla en enigmas, no logro a entender lo que quiere decir.
—pero hay algo seguro. —continua diciendo al ver que no entendí sus palabras —mi corazón siempre estará para ti.
Se queda mirandome fijamente con aquella mirada hechizante que puede cautivar a cualquier chica.
Poco a poco nuestra distancia se va acortando.
Cuando siento su respiración en mi rostro, hago lo que tengo pensado hacer.
—¡Tonto! —le digo pegándole en su hombro. —no se te olvide que soy mujer casada.
Duncan se echa a reír, aunque aquella risa no le llega a los ojos.
Yo por mi parte rio de manera genuina mientras recuesto mi cabeza en su hombro.
No sé cuánto tiempo duramos así porque yo me comencé a quedar dormida, pero en eso la voz de Annie me despertó.
—Duncan —dice de manera melosa.
Inmediatamente Duncan se remueve incómodo en su lugar.
No sé cómo le hace para aguantarse a Annie que siempre está detrás de él como un chicle.
Tampoco sé cómo es que ella no se cansa de sus desprecios.
—señorita Annie —dice Duncan saludando.
—que bueno verte —habla ella con una sonrisa.
Lamentablemente Duncan no dice lo mismo, simplemente se queda callado.
—considerando que estás aquí —continua ella hablando —me preguntaba si de pronto podíamos...
—¡No! —la interrumpe él —tengo un asunto urgente que atender ahora mismo.
Se pone de pie y me da una mirada apenada.
—nos vemos en otra ocasión jefa —me dice haciendo una leve reverencia, antes de salir casi que corriendo.
Annie se queda mirando hasta que lo pierde de vista.
—deberías dejarlo en paz —le digo.
—callate —me dice con desdén —tu no sabes lo que es estar perdidamente enamorado de una persona.
No le respondo porque al parecer de la única persona que estuve enamorada la olvide.
—mira —dice dandome mi teléfono —te estaban llamando.
Tomo el teléfono en mis manos y me doy cuenta de que tengo varias llamadas perdidas de la pastora.
Es ahí cuando recuerdo que la vez que vino a visitarme me dijo que por causa de mi salud habían retrasado un poco los bautismos y que yo debía estar juiciosa en las enseñanzas.
Decido devolverle la llamada.
—hola Dios te bendiga —contesta a la primera timbrada. —¿Cómo estás?.
—bien, supongo —respondo.
—ayer me dejaste esperando con las enseñanzas.
Me mandó la mano a la cara avergonzada a pesar de que ella no me puede ver.
—lo lamento —pido disculpas.
—descuida —me dice —pero hoy si o si vendrás al culto.
Respiro hondo.
Si ella supiera que todos estos días no he ido porque me da miedo ver al chico de los ojos de gato.
—bueno señora —es lo único que logró decir.
Sé que no me puedo esconder toda la vida.
Con suerte ese chico no vendrá hoy al culto.
Horas después.
Acabo de llegar al culto.
Todo parece estar bien, no hay rastro del ojos de gato o al menos eso creo.
La verdad es que me da miedo mirar y verlo.
—Dios lo bendiga hermano —saludo al hujier.
—amén —dice él con una gran sonrisa —bienvenida.
—gracias —correspondo a su sonrisa.
Comienzo a entrar tratando de ser lo más discreta posible y no llamar la atención de nadie.
Pero unas jovencitas que estaban reunidas hablando, apenas me ven se acercan a mi.
—Dios la bendiga —dicen a la misma vez ofreciendome sus manos.
—amen, amén, amén y amén —digo tomando la mano de cada una.
—¿Cómo sigue? —pregunta una.
—bien gracias a Dios —respondo.
—¿Es verdad que casi se muere? —pregunta una chica bajita.
—¡Oye! —la codea la primera —deje de ser imprudente.
—como es la verdad —se defiende la bajita —usted no era la que decía que ahora sí se iba a poder casar con el hermano Deimond.
La cara de la otra chica se puso roja como un tomate.
—deje de decir tonterías —la regaña.
—ahora si le da pena, ¿Cierto? —le dice la bajita.
La otra chica baja la cabeza avergonzada a más no poder.
—que pena hermana Linda —se disculpa conmigo —ella está hablando de más, creo que yo me voy a orar.
Las otras dos chicas que no han dicho nada aparte del saludo, me dan una cálida sonrisa y se van.
Cabe recalcar que son las mismas que hace unos días atrás me miraban mal, pero bueno.
Decido no prestarle atención a eso, tampoco a las palabras de la chica bajita.
No quiero que mi corazón se llene de resentimiento.
Además si es la voluntad de Dios, ella divinamente se puede casar con ese hermano sin ningún problema.
Sigo caminando en dirección de las sillas, buscando la más adecuada y rogando que Fabricio no vaya a terminar sentado a mi lado.
—¡Mamá! —escucho la voz de aquella pequeña.
Inmediatamente sentí una punzada de dolor en mi cabeza.
Mando mi mano a la cabeza disimulando que me estaba acomodando el peinado.
Volteo a ver y no solo me encuentro con la niña, sino también con su padre.
—Dios te bendiga hermana Linda —dice llegando hasta mi y extendiendome su mano.
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