61. ¡YES!.
Santa Biblia Reina Valera 1960 - Eclesiastés 5
1. Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal.
Después de lo sucedido salí de la mansión de Jak.
No me lleve a Elizabeth conmigo porque Jak estaba muy feliz de tenerla y parecía un niño jugando con ella, así que la deje estar ahí unos días más.
«Lo importante es que ella iba a volver conmigo».
Fui al parqueadero por mi camioneta y justo en ese momento Deimond estaba llegando en su auto.
Hice de cuenta que no lo miraba y comencé a abrir la puerta de mi camioneta pero por alguna razón que desconozco la puerta no quería abrir.
—¡Linda! —habla Deimond sorprendido al verme —no pensé verte por aquí.
No me quedo de otra que voltear a verlo y darle la cara.
A mí mente viene el recuerdo de las pantuflas y es difícil no sentirme un poco avergonzada.
Solo aspiro a que Elizabeth no se lo halla contado a Jak.
—hola —saludo.
Trato de ser lo más normal posible.
Aunque con él al frente es difícil no ponerme un poco nerviosa.
—¿Cómo estás? —pregunta él con esa sonrisa de siempre.
«Alguien debería de decirle que no sonría así, eso es un peligro».
—bien —respondo.
Sigo intentando abrir la puerta pero está no quiere abrir.
—¿Necesitas ayuda con eso? —pregunta Deimond.
—¡No!, —me apresuro a responder —yo la abro.
Me indigna ver que los escoltas de Jak están por ahí pero no hacen nada al respecto.
Solo sirven para agarrarlo a uno cuando está en pelea.
—oh vamos —insiste él sin dejar de sonreír —dejame ayudarte.
Se acerca a mi para ayudarme y por un momento sentí mi corazón detenerse.
«Maldición».
«Odio los sentimientos».
Quito mi mano de la manija de la puerta, él la toma y como si fuera por arte de magia, la puerta abre de inmediato.
Parecía como si yo hubiera fingido que no la podía abrir.
—ya está —dice él tranquilamente.
—pero...¿Cómo? —pregunto confundida mientras mis mejillas arden —¿Por qué yo no la pude abrir?.
—no lo sé —dice levantando una ceja y dandome una risita divertida.
Me subí al auto, baje el cristal y le dí una última mirada.
—adios Deimond.
Fui a acelerar la camioneta pero el me detuvo.
—¡Espera!.
—¿Que? —lo miro.
—¿Viniste de paseo o te vas a quedar a vivir acá?.
Me sorprende un poco su pregunta pero la respondo.
—me voy a quedar a vivir acá.
Él sonríe más.
—¿En la mansión de siempre? —pregunta.
Yo asiento.
—¡Yes! —exclama con felicidad pero al ver que lo miro como un bicho raro, se queda serio.
—¿Por qué las preguntas? —pregunto.
—por nada —responde con indiferencia —es solo para saber en dónde está Elizabeth.
Yo asiento aunque su respuesta no me termina convencer del todo y me voy.
Horas después.
Estoy en mi mansión paseandome de un lado a otro mientras me tomo un vaso de agua.
A veces la soledad no es muy buena compañera, pero en este momento me siento muy bien ya que estoy cerca de mi hija, además siento que aquí en los Ángeles California es a donde pertenezco.
Terminó de beber el agua, llevo el vaso a la cocina, luego me vuelvo y me acuesto en uno de los cómodos muebles de mi mansión.
Subo los pies para arriba y al ver las pantuflas una sonrisa aparece en mis labios.
Es inevitable no recordar lo que pasó.
Prendo la televisión y me pongo a ver una película coreana.
Horas más tarde.
Me siento, me estiró un poco y miró la hora.
«¡Dios mio!».
Uno no puede cerrar los ojos un momento porque de una se hace tarde.
No sé en qué momento se hicieron las seis de la tarde.
Lo más terrible es que hoy hay culto a las siete, Jak me lo dijo.
Me paro rápidamente y corro hacia la habitación.
Quince minutos después.
Salgo corriendo de la mansión y para llegar más pronto al templo, me voy en mi moto ninja.
Cuarenta y cinco minutos después.
Las siete.
Son las siete.
Acabo de llegar al templo y el pastor ya está saludando desde el púlpito.
—Dios la bendiga hermana —me saluda el ujier —bienvenida.
—amen, gracias —contesto antes de seguir.
Paso la mano por mi lacio cabello mientras camino en dirección a una silla.
Puedo sentir muchas miradas sobre mi, pero decido no prestarle atención.
Escojo una de las sillas que están de últimas por cuánto llegue tarde.
Quedo al lado de un chico que mira todo con cara de indiferencia y tiene lentes de sol.
Fijo mi mirada en él y lo reconozco de inmediato.
—¿Fabricio?.
—¿Tú? —me mira espantado.
—si, yo —respondo —¿Por qué me miras como si fuera un monstruo?.
—porque lo eres —responde.
Bufó ante su respuesta.
Él me mira de pies a cabeza.
—quien la ve ahí toda bien vestidita, hasta pareciera santa, pero es una fiera —comenta —mi sentido de pésame para Deimond.
Decido ignorarlo y prestar atención al pastor.
Allá en las sillas de adelante alcanzó a ver a Jak y Emily, a la que no veo es a Elizabeth.
«Que extraño».
—vamos a estar abriendo nuestra biblia ahí en el libro de proverbios capitulo 7 —dice el pastor —quien lo halla encontrado me confirma con un amén.
Comienzo a buscar en mi biblia mientras miró como cantidad de chicas vienen a ofrecerle sus biblias a Fabricio.
—gracias, gracias —dice él todo amable mientras las debora con la mirada.
«Es todo un carnal».
Le recibe la biblia a una chica mientras le guiña el ojo a la otra.
Otra de las chicas se va a ir.
—espera —le dice él —no te vayas, también quiero leer en tu biblia.
A ella de inmediato se le iluminan los ojos.
«¿Como pueden prestarse para esto?».
«¿Acaso no tienen amor propio?».
Él pastor comienza a leer y yo todavía no he buscado porque me distraje.
Busco rápidamente y comienzo a leer.
No entiendo porque escogió el pastor está cita, pero bueno.
—amén —dice el pastor al leer el último versículo —el que leé entienda.
La verdad es que es un capítulo muy claro.
Miró hacia todos lados y siento un poco de nostalgia al ver que está no es la iglesia en donde yo me congregaba.
Es más, ni siquiera sé el nombre de los hermanos.
—vamos ha estar haciendo una oración muy especial y lo vamos a estar haciendo por nuestras vidas. —continua el pastor.
Doy un suspiro y comienzo a orar.
Es inevitable no recordar lo que York hizo y eso hace que no pueda concentrarme.
—Dios mío —comienzo a orar. —ayudame a salir de...
—¿Es enserio? —habla Fabricio sacándome de mi concentración.
Miró en donde están las chicas, pero todas han vuelto a su lugar.
—el ujier las hizo ir —dice Fabricio como si leyera mis pensamientos —es todo un envidioso.
Ruedo los ojos y trato de volverme a concentrar.
—Señor en esta hora yo te pid...
—¿De verdad? —nuevamente habla Fabricio.
Abro los ojos y lo miro molesta.
—de verdad ¿Que?. —pregunto.
—¿De verdad estás orando?.
Yo asiento en silencio.
«Dios mío, te lo llevas o te lo mando».
«Este chico de verdad que es todo un fastidio».
«No me imagino la mujer que se case con él».
«Pobre de ella».
«Seguramente se suicida en la noche de bodas».
—no sabía que los asesinos oraran —comenta.
—no soy asesina —hablo entre dientes tratando de controlar la rabia que me está dando.
No sé de dónde saco esa idea.
—si lo eres —afirma —de no ser por los escoltas de Jak, me habrías matado.
—shis —lo callo al ver que los hermanos de las sillas de adelante de nosotros voltearon a ver.
«Que vergüenza».
—¡¿Por qué me mandas a callar?! —pregunta indignado en voz alta —si es la verdad.
Dios mio, creo que ahora sí me está agotando la paciencia.
«Así no voy a poder poner atención al culto».
—deja de decir tonterías —lo regaño.
—¡El mundo tiene que saber lo que me hiciste! —continua.
«Definitivamente se lo voy a mandar al Señor».
De pronto siento una cálida mano que toca la mía.
Volteo a ver quién es.
Es mi salvación.
Nada más y nada menos que mi amada hija.
—mami —habla en voz baja, luego me da un abrazo.
—hola mi amor. —la abrazo también.
—pobre niña con esa mamá —habla Fabricio —en cualquier momento puede terminar muerta.
Nuevamente los hermanos voltean a ver.
La cara me arde de la vergüenza.
Dejó de abrazar a Elizabeth y me acerco a Fabricio con la intención de darle otra lección, pero Elizabeth me detiene.
—mami —dice —¿Te gustaría ir a sentarte conmigo?.
«Por eso es que la amo tanto».
—por supuesto mi cielo —le digo —ya no soporto a este demonio —lo digo solo para que él lo oiga.
Hubieran visto la cara de ofendido que puso.
De verdad que no sé para que viene a la iglesia.
Antes de que diga algo que me haga golpearlo, me voy con Elizabeth.
Apenas llegó a la silla que me tiene reservada, me arrepiento.
Deimond está al lado de esa silla.
Está muy bien vestido, lleva una camisa color claro la cual le sienta bien con el iris de sus ojos, un pantalón negro y el esmoquin reposa en su silla.
Afortunadamente no se da cuenta de mi presencia porque tiene los ojos cerrados.
—creo que mejor me hago atrás —le digo en voz baja a Elizabeth.
—si es por papá, yo le digo que se vaya para otra silla —contesta, luego mueve a Deimond —papi, mamá quiere que te...
—Elizabeth —la interrumpo.
Ahora mi cara está más caliente.
Deimond abre sus ojos y me mira.
—Dios te bendiga —me saluda con una sonrisa.
Que alguien le diga que no sonría así.
Quien sabe a cuántas chicas tendrá chorreando la baba, solo por sonreírles.
—amén —respondo.
—¿Que deseas pregunta?.
—mami quiere que te... —comienza a hablar Elizabeth.
Pero yo la interrumpo.
—nada —me apresuro a responder.
—Elizabeth te reservo una silla —me señala para que me siente.
Miro la silla por un momento, mientras el pastor dice que van a hacer una oración por la iglesia.
«Si me hago aquí difícilmente podré concentrarme».
—no, —le digo a Deimond —yo ya tengo puesto atrás.
—jum —bufa Elizabeth haciendo un puchero.
Está molesta conmigo solo porque no me quiero sentar ahí.
—no te imaginas a todas las mujeres que tuve que ahuyentar para que no se sentarán al lado de papá, para que tú no quieras sentarte. —me dice.
Quisiera creer que Elizabeth está exagerando, pero es verdad.
Ahora que estoy aquí y que Deimond ha centrado su atención en mi, puedo ver cómo varias chicas lo miran y se les iluminan los ojos.
Por lo visto Deimond no tiene problemas para casarse, le sobran las admiradoras.
Ahora con más razón no me siento aquí, porque eso sería llamar la atención.
—lo siento mi niña pero no me voy a sen...
—disculpen —se acerca una jovencita que acaba de llegar. —¿Está silla está desocupada? —señala la silla que está al lado de Deimond.
Yo asiento.
—¡No! —responde Elizabeth y la mira como Mibsan suele ver a las personas.
La chica con solo ver esa mirada de Elizabeth, se dió vuelta y se fue.
—creo que yo mejor me voy a mi lugar —digo un poco incomoda ya que estamos en pleno culto y no estoy prestando mucha atención.
—si es por mi no te preocupes —habla Deimond —yo me voy a hacer atrás.
—no es necesario —rebato —ese es mi puesto.
Deimond vuelve a sonreír y se rasca la cabeza.
—seamos sinceros Linda —me dice —allá atrás es imposible que te concentres con Fabricio al lado.
«Eso es verdad».
«Pero...».
«¿Cómo se enteró que estoy al lado de Fabricio?».
—pueden tomar sus lugares —dice el pastor —vamos a estar entonando un himno para la honra y gloria de nuestro Dios.
Veo que el pastor fija su mirada en mi y me doy vuelta para ir a mi lugar.
Es un pastor de edad promedio, el cual se ve bastante amable, pero también se nota que no le tiembla la lengua a la hora de un llamado de atención.
—si no te sientas aquí voy a ponerme a llorar en pleno culto —me amenaza Elizabeth.
—no te atrevas —le advierto.
—lo siento —dice e inmediatamente comienza a hacer pucheros.
No me lo van a creer pero sus ojos se comienzan a cristalizar.
—esta bien —le digo —me rindo.
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