38. YO HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS.
Santa Biblia Reina Valera 1960 - Salmos 122
1. Yo me alegré con los que me decían:
A la casa de Jehová iremos.
—¡¡Lindaaaa!! —es la voz de mi madre que me llama para que la acompañe a la iglesia.
—¡Voy! —contesto.
Doy un suspiro y me miró por última vez en el espejo para asegurarme de que esté perfecta.
En estos días he estado acompañando a mamá a la iglesia y a sido una experiencia maravillosa.
Por un momento pensé que no superaría lo de Deimond, pero ahora puedo hablar con libertad y decir que eso ya es cosa del pasado.
No tengo ni idea de cómo la estará pasando él, pero confío en que también lo halla superado.
Salgo de la habitación corriendo, papá y mamá ya me esperan en el auto.
No me lo van a creer pero papá por amor a mamá, incluso va a la iglesia.
Hay veces que me siento como una niña andando con ellos.
Me subo al auto pero papá no lo enciende.
—¿Falta alguien? —pregunto.
—si —responde mi madre mirando hacia la casa —falta Annie.
—¿Voy a llamarla abuelita? —se ofrece Elizabeth.
Se encuentra sentada en el regazo de mamá, apenas mi madre la vio se encariño con ella, incluso papá la quiere aunque no sea tan meloso con ella.
Minutos después.
Finalmente cuando parecía que se iba a acabar la bocina del auto de tanto mi padre pitar, Annie se digno a salir.
Viene con una cara larga, maquillada a más no poder.
Tiene más cara de ir a un funeral que de ir a culto.
Se sube al auto de mala gana.
—yo no quería ir —dice con mal genio.
—toma —dice mi madre ofreciéndole un pañito.
—y esto... ¿Para que? —pregunta Annie tomándolo en sus manos.
—para que te limpies la cara —responde mamá.
Annie la mira indignada.
—pero si es mi cara, —rebate —tengo derecho a andarla como yo quiera.
—¡Annie! —le advierte mi padre.
—pero si es la verdad —se queja Annie.
Mi madre suspira con impaciencia.
—Annie —le dice ella —te la limpias o te la limpio, bien clarito te dije que a la casa de Dios no se va con maquillaje, además las mujeres deben ser tal y como las creo Dios.
«Que bueno que yo no me maquille, de lo contrario me estaría regañando».
—pero yo he visto algunas chicas que van a las iglesias así. —vuelve a hablar Annie.
«Ya quiero ver cómo mi madre se pasa para acá atrás y le quita el maquillaje».
«Esto va a estar bien bueno».
Hago mi mayor esfuerzo por mantenerme seria, pero en este momento estoy a punto de soltar la carcajada.
—ellas son ellas y tú eres mi hija y no te pienso tolerar eso.
—per...
Mi madre intenta pasarse para los puestos traseros en donde estamos, Annie de inmediato se comienza a limpiar el maquillaje.
Desde que mi madre llegó, Annie ya no puede hacer lo que se le da la gana.
Eso sí que es una gran cosa, le hacía falta una mamá y ya la tiene.
Finalmente mi padre encendió el auto y comenzó a conducir en dirección al templo.
—¡Nos vamos pa culto!, ¡Nos vamos a culto! —comenzo a cantar Elizabeth y mi madre como buena abuela que es, le siguió la corriente. —¡Nos vamos para culto!, ¡¿Quien irá?, yo si y ¿Quién más?, yo también..., a la escuela dominical, vamos todos para aprender...!
Annie para ignorarlas se puso los audífonos, mientras que yo la miraba de reojo.
Después de estar toda coloreada, ahora está pálida.
—¿Tú que me ves? —pregunta molesta.
—nada —respondo disimulando una sonrisa.
Media hora después.
Llegamos al templo, desciendo del auto y espero a que los demás lo hagan.
De manera discreta me acomodo el vestido en la parte del busto, es entonces cuando siento una mirada en mi espalda.
Me giro para ver y me encuentro con la mirada del ujier que está en la puerta principal, es un chico bastante simpático.
Apenas nuestras miradas se encuentran el sonríe ampliamente.
Me olvidó de los demás y voy hacia él.
—Dios te bendiga —me saluda tomando mi mano de manera gentil.
—amén —correspondo a su sonrisa.
—sabía que vendrías —me dice feliz —así que te guarde una silla.
Miró hacia dentro y me doy cuenta de que él lugar está bastante lleno y a punto de comenzar el culto.
Hoy es un culto especial y por esa razón hay más personas de lo normal, incluso han venido de otras congregaciones ya que hoy es el culto de posesión de pastor, se llevan al que estaba y traen uno nuevo.
Ya tengo curiosidad por saber quién es el nuevo pastor aquí.
—¿A mí también me guardaste puesto? —pregunta Annie de manera coqueta, llegando hasta donde estamos nosotros.
El chico dejó de sonreír.
«Jajajaja».
—lamentablemente solo guarde uno para la señorita —me mira a mi.
Annie hace mala cara.
Yo disimulo una sonrisa y me voy con el chico hacia donde está mi puesto.
Me siento y me quedo observando el lugar, veo como muchas personas están arrodilladas orando, otras están leyendo la biblia y nadie habla con la persona del lado.
Levantó mi mirada hacia la plataforma y me doy cuenta de que han venido muchos pastores de otros lugares.
Tomo la biblia que mi madre me dio y comienzo a pasar las páginas sin leer nada, la verdad es que venir al culto no significa que me haya arrepentido, solo lo hago por unas cuantas razones.
1. Siento paz.
2. Puedo dormir tranquila.
3. Mi madre se pone feliz cuando vengo.
4. A Elizabeth le encanta.
5. Me encanta ver las pataletas que Annie hace antes de venir, ver cómo mamá la pone en su sitio, es algo que no me perdería por nada del mundo.
Minutos después.
—Dios los bendiga a todos de una manera muy especial —habla un pastor desde la plataforma a través de un micrófono.
—¡Amén! —responden la mayoría.
—también quiero extender mis saludos a los amigos que nos acompañan en este día, siéntanse bienvenidos, han escogido el mejor lugar.
«Supongo que esos saludos son para mí».
Me quedo mirando a aquel pastor y por alguna razón que no sé explicar, siento que me está mirando también.
«Tal vez son solo cosas mías».
—les invito a que abran sus biblias conmigo ahí en el libro de Jeremías capítulo 1 versículo 4 y 5 —abrio su biblia y comenzó a leer —Vino, pues, palabra de Jehová a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones, amén —cerro su biblia y me volvió a mirar.
Ahora sí estoy más que segura que es a mi solamente que mira.
Su mirada era tan profunda que me sentí un poco nerviosa, miré a mi alrededor a ver si miraba a otra persona, pero era solo a mi.
—a ti —me señaló —dejame decirte que Dios te escogió y quiere hacer grandes cosas con tu vida, cosas que tú nunca te vas a imaginar.
Lo miro de manera incrédula y quiero creer que no es conmigo, pero si lo es.
Esta hablando conmigo desde la plataforma y eso se siente bastante raro, jamás me había pasado.
—bueno —dice mirando a todos. —vamos a estar orando por el culto de hoy.
Fue entonces cuando pude volver a respirar con normalidad.
Jamás había visto este pastor, es un pastor que ha venido de otro lugar pero tiene algo que no sabría explicar.
Después de haber orado por el culto, nos invitó a orar por otra cosa, pero yo no le presté mucha atención, en mi mente se repetía una y otra vez aquellas palabras que me dijo.
«A ti, dejame decirte que Dios te escogió y quiere hacer grandes cosas con tu vida, cosas que tú nunca te vas a imaginar».
«¿Acaso Dios puede transformar mi vida?».
«Imposible».
«Dios no perdería su valioso tiempo en mi».
El solo hecho de ver las cosas de esa manera me hace sentir de lo peor, pero tristemente es así como lo son.
Además soy inmerecedora del sacrificio de Cristo en la cruz.
Una hora después.
No sé porque, pero cuando me doy cuenta mi rostro está empapado, es entonces cuando me doy cuenta de que he estado llorando.
—Dios los bendiga una vez más —continua hablando el pastor —agradezco a Dios primeramente y a mis autoridades que me concedieron el privilegio de estar frente a ustedes, y con todos nosotros el predicador de la palabra.
Aquel pastor le entrega el micrófono a otro pastor y se baja de la plataforma.
Yo mientras tanto me comienzo a sentir muy rara y por alguna razón no puedo evitar que las lágrimas corran por mis mejillas por mucho que las limpie.
«Creo que lo mejor será que me vaya».
Me pongo de pie y me apresuró a salir de ahí lo más pronto posible.
Apenas salgo del templo saco mi teléfono para llamar un taxi.
—no intentes huir de Dios Linda —escucho la voz de aquel pastor a mis espaldas.
Inmediatamente me volteo para verlo cara a cara.
—¿Me conoce? —pregunto confundida al ver que me llamó con nombre propio.
Él niega con la cabeza.
—yo no tengo ni la menor idea de quién eres —responde —pero Dios te conoce perfectamente, Él sabe por todo el dolor que haz tenido que pasar y te dice que en los momentos donde te haz sentido más sola, es donde Él ha estado mas para ti y a pesar de tanto sufrimiento y dolor el jamás te ha dejado sola, porque lo que se trasa contigo es algo muy grande.
Algo dentro de mi me gritaba que tenía que escapar de ese lugar antes de que fuera demasiado tarde.
Me apresuré a correr, pero mi cuerpo no se movió, al contrario comencé a temblar y a llorar sin parar.
Cuando me di cuenta estaba de rodillas en la salida del templo, llorando y repitiendo una oración que el pastor me dijo que dijera para arrepentirme.
Ni siquiera sé exactamente porque lo hacía.
Solo sé que quería ser feliz por completo, quería olvidar de una vez por todas todo aquel sufrimiento por el que he pasado.
A medida que hacía la oración comencé a sentir algo sublime dentro de mi, era como una felicidad que jamás había esperimentado.
«YO HAGO NUEVAS TODAS LAS COSAS».
Escuche una voz que me dijo ello, pero no era una voz audible, era una voz que hablaba dentro de mi corazón.
Una voz suave y apacible.
Comencé a recordar toda mi vida, desde que comenzó mi martirio.
Recuerdo aquel infierno que viví con mis hermanos en aquel horrible orfanato en donde nos dieron tratos inhumanos.
«YO ESTABA AHÍ».
«YO NUNCA LOS DEJE SOLOS».
«ES POR ESO QUE HOY ESTAN VIVOS HASTA EL DÍA DE HOY»
Sigo escuchando aquella voz dentro de mi.
Más lágrimas salían de mis ojos al escuchar aquellas palabras.
Es cierto, de no haber estado Dios con nosotros, esa señora nos habría matado.
También a mí mente viene el recuerdo más traumatizante que he tenido y doloroso, como fue aquella vez que me violaron.
Recuerdo que grite como nunca, corrí, pero no hubo quien me oyera, es como si esa vez Dios me hubiera descuidado por un momento.
«TAMBIEN ESTUVE AHÍ».
«ES POR ESO QUE HOY ESTAS VIVA».
«YO NO QUERÍA QUE PASARAS POR ESO».
«YO TE QUISE LIBRAR DE AQUELLA DESGRACIA».
«PERO NO OÍSTE».
Inmediatamente recuerdo aquella chica que me invitó a culto, recuerdo que cuando fui a subir al taxi, ella me rogó que no me fuera, incluso hasta me moleste con ella.
Era Dios hablando a mi vida a través de ella, ahora lo entiendo todo.
Ahora comprendo que Dios nunca me dejó, yo fui la que lo deje.
Pero a mí mente viene otro recuerdo más que me duele y es la perdida de mi bebé.
El solo recordar que por culpa de mi padre mi bebé fue asesinada dentro de mi, me duele mucho.
Era solo una pequeña criatura que no se podía defender y yo como madre no pude protegerla, me quedé dormida con ella en mi vientre, pero cuando desperté ya no estaba.
«NO TE PREOCUPES».
«ELLA ESTÁ AQUÍ CONMIGO Y CUANDO SE TERMINE TU TIEMPO EN LA TIERRA, LA VERAS».
«Eso quiere decir que podré volver a estar al lado de mi pequeña».
Tiempo después.
Estaba tan quebrantada que no me di cuenta a qué horas pasó el tiempo.
Cuando me di cuenta era mamá la que me estaba ayudando a levantar del suelo en donde estaba arrodillada.
Busque con la mirada a aquel pastor pero no lo encontré.
Miró a mamá confundida.
Mi madre me abraza llorando.
—no sabes lo mucho que le había pedido a Dios porque restaurará tu vida y te hiciera una nueva criatura. —me dice.
Yo también la abrazo y lloramos juntas.
Fue un momento tan especial que jamás se borrará de mi mente.
Ahora sentía que era distinta, ya no vivía yo, más Cristo vivía en mi.
Finalmente dejé de abrazarla y sentí la necesidad de buscar a aquel pastor que había orado por mi para darle las gracias.
Corrí hacia el templo.
El culto ya se había acabado, ya todos se estaban despidiendo.
Corrí hacia la plataforma en donde habían algunos pastores levante mi pie para subir las gradas pero en ese momento sentí una mano sobre mi hombro.
Volteé a mirar y me encontré con él hermoso rostro de una viejecita, la cual a pesar de sus arrugas se veía llena de vigor.
—no lo hagas —me dice —no subas ahí, ese es el altar y solo las personas bautizadas en plena comunión y consagración para Dios, pueden subir ahí.
Inmediatamente volví mis pies a mi lugar.
Aquella viejecita me dedico una última mirada amable y se fue.
Yo me quedé parada en mi lugar buscando con la mirada a aquel pastor pero no lo lograba ver.
Finalmente un pastor bajo de la plataforma o mejor dicho del altar, corrí hacia él para preguntarle.
—disculpe, —lo detengo —el pastor que comenzó el culto ¿Donde está?.
—Dios la bendiga jovencita —saludó, luego se quedó pensando y se rasco la cabeza —la verdad es que yo no lo había visto antes tampoco, creo que es de otro lugar y no sé dónde está.
Después de eso me da la mano y se va.
Corro hacia otro de los pastores que también ha bajado y le hago la misma pregunta.
—él no es de aquí, Dios lo trajo con un propósito especial pero luego de ello se lo llevó —me respondió.
—me podría decir su nombre —le pido.
Al menos quiero saber cómo se llama la persona que Dios uso para hablar a mi vida y para que me convirtiera.
Él me dedica una mirada apenada.
—no lo sé —responde.
—¡Linda, Linda! —escucho la voz de Annie la cual viene corriendo hacia mi emocionada.
—deja de gritar y correr —la regaño cuando llega a mi —este es un lugar santo.
—si claro —rueda los ojos —como tu digas.
Annie también necesita un trato de Dios.
Desearía ver a aquel pastor para que hablara también con ella.
—ven —me toma del brazo —acompañame, necesito que conozcas al nuevo pastor que pusieron en esta iglesia —dice con emoción —con ese pastor yo si vengo a culto todos los días, es más hasta me arrepiento y me vuelvo pastora.
Doy un suspiro al ver que está chica no cambia.
Cada nada se vive enamorando de un sujeto nuevo, creo que tiene corazón para varios.
Me jala del brazo y me lleva hasta un hombre el cual está de espaldas hablando con otra persona.
—¡Pastor! —lo llama interrumpiendo —aquí le presento a mi hermana.
Aquel pastor se da vuelta y apenas nos encontramos de frente a frente, inmediatamente lo logro a reconocer.
«No lo puedo creer».
Es inevitable que mis ojos no se llenen de lágrimas.
Él también me reconoce porque de inmediato corre y me abraza.
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