20. A LOS MONTREAL NADIE LOS TOCA.
Santa Biblia Reina Valera 1960 - 1 Reyes 2
42 Entonces el rey envió e hizo venir a Simei, y le dijo: ¿No te hice jurar yo por Jehová, y te protesté diciendo: El día que salieres y fueres acá o allá, sabe de cierto que morirás? Y tú me dijiste: La palabra es buena, yo la obedezco.
43 ¿Por qué, pues, no guardaste el juramento de Jehová, y el mandamiento que yo te impuse?
46 Entonces el rey mandó a Benaía hijo de Joiada, el cual salió y lo hirió, y murió.
Y el reino fue confirmado en la mano de Salomón.
Horas después.
Luego de que Cristopher viniera por mi, me despedí de Jason y me subí al auto para volver a mi sombría mansión.
Mientras Cristopher conduce, yo voy en los puestos traseros mirando el paisaje.
Hago mi mejor esfuerzo por no pensar en el idiota de Morgan, saco mi teléfono y le tomo una foto al paisaje.
Si algo amo de mi teléfono es que tiene una linda camara que toma las fotos de manera única.
Le envío la foto a Jak con un mensaje.
Yo: hola Jak, ¿Cómo está Elisabeth?.
Bloqueo el teléfono y sigo mirando el hermoso paisaje mientras que el viento despeina mi cabello.
Mi teléfono comienza a vibrar, lo tomo y es una llamada de Fares.
«Se había demorado en hacerlo».
Pienso en no tomar la llamada, pero al final la tomo, no quiero que me salga al encuentro en persona.
—¿Si sabes que estás muerta? —pregunta apenas contesto.
Ruedo los ojos.
Me importa un carajo lo que piense, aunque ya sé porque odia tanto a Morgan.
—lo sé —respondo —pero desearía que fuera más real, así no sentiría tanto dolor.
Fares ríe con ironía.
—agradece que llegas en tiempo malo, dónde no puedo arriesgarme a ir a tu casa, pero esas vacaciones que tuviste con Morgan te las voy a cobrar bien cobradas.
—haz lo que se te dé la gana —contesto cansada de que siempre me este atacando y controlando.
—de acuerdo —dice —haré lo que se me de la gana, no me limitare, aunque aquello que toque tenga nombre propio, Elisabeth.
Apenas pronuncia su nombre siento una daga clavarse en mi corazón.
Inmediatamente recuerdo como se deshizo de mi bebé en el vientre.
—¡No te atrevas! —le digo.
—no eres quien para decirme que hacer —rebate con toda tranquilidad, como si no estuviera hablando de una pequeña inocente —además la culpa fué tuya por desobedecer mis órdenes.
—pero... —cortó la llamada.
Tiro el teléfono al suelo y me suelto a llorar jalandome el cabello.
—¡Nooo!, ¡Nooo!, ¡Noooo! —grito desesperada —¡Mi hija noooo!
«Y todo por culpa de ese idiota».
Veo como Cristopher me mira a través del espejo retrovisor, pero me da lo mismo si piensa que estoy loca, él no puede entender mi dolor porque nunca ha sido padre, en cambio yo si sé que es ser madre y que es tener una vida en el vientre.
Media hora después.
Después de llorar hasta faltarme las fuerzas, decidí tomar una dolorosa decisión.
Si tengo que dejar a Elizabeth al cuidado de Jak y Emily para que esté segura, lo haré, pero nunca permitiré que Fares le haga daño.
Yo sé que Fares no se atreverá a desafiar a Jak.
Seco mis lágrimas y vuelvo a ser esa chica insensible, cuyo corazón es de piedra y le da igual la vida y la muerte.
Saco mi maquillaje y aplicó un poco en el rostro para ocultar que he llorado, peino mi cabello y levanto mi mirada hacia el frente para vislumbrar la reja de mi mansión, la cual se comienza a abrir dandome la bienvenida.
De alguna forma me siento aliviada de estar otra vez en mi lugar, solo que me sentiré un poco sola porque Elizabeth no está.
Ya casi terminamos de pasar la reja lentamente, cuando Cristopher acelera y su rostro se pone turbado.
—¿Que pasa? —pregunto aferrandome al cinturón.
No es necesario que me responda, porque inmediatamente me di cuenta.
Un coche apareció de repente, viene tan rápido que la reja no se pudo cerrar a tiempo y entro juntamente con nosotros impactando con la parte trasera del coche de dónde yo iba.
El asiento de adelante le dió la bienvenida a mi frente, afortunadamente está bien acolchonado y no me pasó nada.
«Apenas acabo de llegar y ya me están atacando».
Mis hombres actúan rápidamente y me sacan del auto mientras otros le disparan al coche que me impacto.
Estoy tan atónita por lo repentino de la situación que no puedo reaccionar como siempre lo hago.
Mis hombres me sacan y me llevan adentro.
Desde adentro sigo oyendo los impactos de balas.
Tomo aire, me tranquilizó y luego de cargar mi arma, salgo para ver qué es lo que pasa.
Quiero saber quién es el desgraciado que se atreve a atacarme en mi propia casa.
Si es de parte de la bruja Úrsula, entonces mi identidad ha sido revelada.
—¡¡Señorita vuelva adentro!! —me grita uno de mis hombres en medio del tiroteo.
Pero yo no le hago caso y me comienzo a acercar al auto que me impacto el cual está intacto por cuánto es blindado.
Aunque mis hombres no cesan de disparar el individuo o los individuos que hay en aquel auto, ellos no responden a nuestro ataque.
Es entonces cuando una idea surca por mi cabeza.
«Tal vez no sea un atentado».
«De haberlo sido, ya hubieran respondido».
—¡¡Paren!! —les ordenó a mis hombres —¡¡Ni un tiro más!!.
Ellos dejan de disparar y me miran confundidos.
—pero señorita —dice Cristopher al ver que me acerco al auto misterioso —¿Que es lo que está haciendo?.
No le respondo y sigo caminando hacia el auto, arriesgándome de que en cualquier momento se baje el cristal y me den un tiro, aún así siento la necesidad de acercarme.
«Además si me muero, no es mucho lo que se pierde».
Cristopher viene detrás de mi escoltamdome.
Llegó hasta la puerta y sin pensarlo intento abrirla y está se abre de inmediato.
—¡¡Oh por Dios!! —exclamo tapándome la boca.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
Es Zuar.
Tiene su cabeza recostada al volante y tiene una grave herida en su vientre la cual está sangrando bastante, el carro está encharcado en sangre.
—¡Zuar! —lo llamo con la voz quebrada mientras lo muevo.
Él abre sus ojos y e intensa sonreír pero no lo logra.
—manita —dice en un susurro antes de perder por completo el conocimiento.
Lo abrazo e intento sacarlo del auto pero está muy pesado, veo a mis hombres y estos están inmóviles.
—¡¡No se queden ahí parados!! —les grito. —¡Ayuden a sacarlo!.
Ellos lo ayudan a sacar y lo subimos a mi habitación, mientras yo no puedo parar de llorar.
No se puede llevarlo al hospital porque posiblemente pueden haberlo estado siguiendo, además no sé en qué negocios turbios lo ha estado haciendo meter Fares, así que no podemos arriesgarnos.
—¡Ayúdalo! —le ruego a Cristopher con lágrimas en los ojos al ver a mi hermano casi totalmente desangrado.
—haré lo posible —dice tomando el botiquín en sus manos —pero tiene que salir de aquí, de lo contrario no podré trabajar bien.
Yo asiento y salgo de la habitación mientras que otros escoltas se quedan ayudando a Cristopher.
Afortunadamente él fue médico y sabe tratar heridas.
Me siento en las gradas sin dejar de llorar y levanto mis ojos a lo alto.
—ayuda a mi hermano —pido a aquel Dios que aún desconozco.
A pesar de que me ha ayudado con aquellas pesadillas, aún así me cuestionó muchas cosas acerca de Él.
Pero por ahora lo único que quiero es que no vaya a dejar morir a mi hermano.
Pienso en llamar a Fares, pero inmediatamente desisto ya que si Zuar está herido, lo más seguro es que fracaso en una misión.
Así que si Fares se entera, lo más probable es que venga y lo termine de matar, así que no puedo avisarle.
Pero sea quien halla sido que se halla metido con mi hermano, le haré pagar yo personalmente.
Mi teléfono vibra, lo veo y es un mensaje de voz de Deimond.
«Asqueroso».
En mi vida nadie me había escrito tantas veces como lo está haciendo este sujeto después de tremenda jugada.
No dudo en bloquearlo, pero aún así me puede seguir llamando por llamada normal.
«Que desgracia la mía».
De todos los hombres que hay en el mundo, justo tenía que fijarme en el que se a acostado con medio mundo.
«Lo odió».
El teléfono comienza a timbrar, quiero tirarlo escaleras abajo, pero en estos momentos no hay tiempo para ir a comprar otro así que se me pasa.
Veo la pantalla y es Jason.
La verdad es que en estos momentos no tengo ganas de nada, solo quiero que Cristopher salga de la habitación y me diga que todo está bien, eso es todo, no es más.
Corto la llamada, pero vuelve a insistir.
Al final contesto.
—hola.
—hola —dice Jason —¿Cómo sigues?.
—bien —miento.
—¿Tan rápido te recuperaste?.
Yo rio aunque por dentro la ira me consume.
—¿Que?, ¿Pensaste que me iba a echar a morir por un hombre?, estás muy pero muy equivocado.
Jason suspira.
—me alegra que estés bien —contesta —me preguntaba si está noche podíamos ir a tomar algo.
—me alaga tu invitación —respondo —pero en estos momentos tengo otros asuntos que atender.
—de acuerdo —dice —entonces será otro día, por cierto, después de lo que pasó con mi amigo, considerarías darme una oportunidad.
«Típico de los hombres siempre andan buscando una oportunidad».
—mentira —se apresura a decir al ver que me quedé en silencio —solo estaba de broma, pero si algún día lo consideras, siempre estaré ahí para ti, no importa si tan solo es como un amigo, cuenta conmigo para lo que sea.
—okey —digo antes de colgar.
No sé que es lo que pretende, pero reconozco que me ayudó cuando más lo necesite así que no puedo apartarlo, al menos hasta que me largue de los Angeles California.
Pero antes de hacerlo, ajustare algunas cuentas.
El teléfono vuelve a sonar.
Me preguntó si es que se ponen de acuerdo para llamar por turnos.
Veo la pantalla y es una videollamada de Jak.
Me paro apresuradamente y corro hacia abajo, me meto al baño de la sala y limpio todo rastro de sangre que hay en mi.
—hola —contesto la llamada.
La primera persona que veo es a Jak, está con cara de pocos amigos.
Por veces siento que él siempre está de malas, se manda un geniecito que ni para que les digo.
Pongo mi mejor cara de felicidad.
—hola —saludo nuevamente al ver que solo me mira y no dice nada.
—¿Por qué no contestaste rápido?. —pregunta serio.
—porque no tenía el teléfono a la mano —respondo.
—¡Mentirosa! —dice molesto —si hay algo que aborrezco son las mentiras y tú eres muy buena con ello.
La sonrisa falsa que tenía en mis labios se me borró de manera instantánea.
De verdad que no estaba de buen humor para aguantarme sus regaños.
—¡¿Quien te crees para regañarme?! —pregunto molesta.
Jak se pasa las manos por la cien y suspira.
—no te estoy regañando, solo estoy diciendo la verdad. —responde.
—si claro. —ruedo los ojos.
—¿Estás bien? —pregunta.
—por supuesto —respondo.
Jak vuelve a suspirar.
—¿Por qué tienes que estar mintiendo? —pregunta molesto —¿Acaso crees que no me doy cuenta de que tienes los ojos hinchados de llorar?.
—creo que la cámara de tu teléfono está averiada —vuelvo a mentir —¿Cómo está mi princesa? —cambio de tema.
—definitivamente me rindo contigo —dice Jak —que el Señor reprenda todo espíritu de mentira.
Suelta el teléfono en lo que yo supongo que es la cama, y escucho sus pasos alejarse mientras que solo puedo ver el techo de aquella habitación.
«Por primera vez en la vida no me ha colgado».
Escucho la puerta cerrarse pero al mismo momento se vuelve a abrir, comienzo a oír pasitos acercarse.
Alguien toma el teléfono e inmediatamente aparece el rostro más hermoso que halla visto en toda mi vida.
Aquel rostro que ví una vez en sueños y que no me canso de ver en la realidad.
Él rostro de mi pequeño Elizabeth.
—¡Mamiiii! —grita emocionada y besa la pantalla del teléfono.
Yo también hago lo mismo.
La felicidad que siento al verla es algo que no puedo explicar, es simplemente maravilloso.
Ser madre ha sido lo mejor que me ha podido pasar.
Pero de inmediato viene a mi mente las palabras de Fares haciendo que mi felicidad se convierta en tristeza.
—hola mi princesa —saludo con la voz quebrada.
Trato de mantener la calma pero unas cuantas lágrimas se me escapan.
—¿Por qué lloras mami? —pregunta Elizabeth preocupada.
Sus ojitos de gato se ponen más claros de lo normal cada vez que se pone triste.
—mami está llorando de la felicidad por volver a verte —respondo.
—pero se supone que cuando se está feliz se ríe ¿No?. —pregunta inocentemente —no estés triste mami, papi y tía me están cuidando muy bien incluso me enseñan a orar por las noches y en las mañanas, son los mejores y también me leen la Biblia, ya me aprendí algunos versículos, cuando vuelva a casa te los diré...
Ella sigue hablando y me cuenta paso por paso todas las cosas que ha hecho, lo que ha comido, lo que le han comprado, a dónde han ido etcétera.
Yo mientras tanto la observó y medito en sus palabras.
Por lo visto Jak quiere cristianizarla, quiere que sea evangélica.
Esto solo me recuerda a mi infancia, en dónde mamá se esforzaba por enseñarnos de Dios.
«¿Y para que?».
«Para que una bomba explotará y acabará con todo».
—¡Señorita, señorita! —me llama Cristopher desde las escaleras —el joven Zuar ya está un poco estable y desperto.
Yo asiento y vuelvo mi mirada a la pantalla.
—lo siento cariño —le digo a Elizabeth que está súper emocionada contándome su primer experiencia en la escuela dominical —tengo que colgar.
Termino la llamada y corro escaleras arriba.
Abro la puerta y me encuentro con dos de mis hombres que están limpiando la sangre que hay en el suelo.
Veo a Zuar, el cual luce más pálido que un papel, se nota que ha perdido bastante sangre, aún así es muy fuerte porque a pesar de todo está despierto.
Me acerco lentamente.
—hermano —le digo.
Su mirada que estaba perdida se fija en mi y sonríe lentamente un poquito, aunque esa sonrisa no le alcanza a llegar a los ojos, sé que solo lo hace para no preocuparme pero en su rostro solo se ve reflejada la angustia.
Me siento a su lado y tomo su mano, haciéndole entender que cuenta conmigo para lo que sea.
—¿Que fue lo que pasó? —le pregunto.
Me duele tanto que se metan con él, se aprovechan porque el es ternurita.
Él niega con la cabeza y no dice nada.
—¿Quien te hizo esto? —vuelvo a preguntar.
En estos momentos me estoy controlando delante de él ya que la rabia me está consumiendo por dentro.
A los Montreal nadie los toca.
Él sigue sin responder.
—Zuar —le hablo seria —sino me lo dices, de todas formas yo saldré y lo averiguaré.
Veo dolor reflejado en el rostro de Zuar, incluso puedo sentir su dolor, es como si de algún modo él me lo pudiera trasmitir a mí.
—no...es... nada —responde con dificultad.
—¿No es nada? —repito indignada —por poco te matan y tú dices que no es nada.
Me paro de ahí sintiendo que me lleva él que no me trajo y salgo de la habitación antes de perder el control.
Voy a mi habitación y consigo municiones para mí arma, también meto en mis botines una daga que es mi arma favorita y por si acaso me hago una media cola con una horquilla que en realidad es otra arma mortal que puede detener el latido del corazón.
Luego de sentirme aprovisionada me pongo mi gaban negro de cuero, aquel que me llega hasta los pies, me acerco al espejo y me echo maquillaje negro incluyendo los labios y salgo de la habitación jugando con las llaves de mi moto.
—¿A dónde va señorita? —pregunta uno de mis hombres. —sino estoy mal, creo que Bestia dió órdenes explícitas de que no podía salir.
Yo rio ante sus palabras.
—es una pena que Duncan no esté aquí para que me detenga. —digo pasando por su lado.
Salgo de la casa y me dirijo al parqueadero en dónde está mi princesa, mi ninja.
Me subo en ella, la prendo y comienzo a acelerarla con todas las ganas, sintiendo una sensación de libertad.
Voy a salir y voy a encontrar al desgraciado que se metió con mi hermano.
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