19. LA VENGANZA CONTINÚA.
Santa Biblia Reina Valera 1960 - 1 Reyes 2
36 Después envió el rey e hizo venir a Simei, y le dijo: Edifícate una casa en Jerusalén y mora ahí, y no salgas de allí a una parte ni a otra;
37 porque sabe de cierto que el día que salieres y pasares el torrente de Cedrón, sin duda morirás, y tu sangre será sobre tu cabeza.
Voy caminando por un túnel muy oscuro, un túnel que no tiene luz, llevo caminando mucho tiempo, pero por más que camino, no encuentro la salida y en vez de subir o ir recto, al contrario voy descendiendo.
De pronto a mi nariz llega un olor extraño y luego en mi boca siento un sabor amargo.
Abro los ojos me acerco al borde de la cama y comienzo a vomitar.
Sea lo que sea que me hallan dado, es simplemente asqueroso.
—¿Se siente bien señora Xian? —escucho la voz preocupada de Bestia.
Levantó mi rostro y lo veo parado cerca a la cama mirándome fijamente, luego veo a mi hermana la cual tiene un plato el cual contiene un líquido dudoso, del cual estoy más que segura que me hizo tomar.
Ella toma la cuchara y vuelve a sacar de eso y me ofrece.
—toma —me ordena.
—no —digo volteando mi rostro hacia la pared.
Es entonces cuando me doy cuenta de la cama en la que estoy acostada, si es que se le puede llamar así.
Es horrible, además esas cobijas están llenas de polvo lo cual hace que tosa.
—¡Esto es asqueroso! —grito desesperada —¡¿Por qué no me llevaron a un hospital?! —pregunto indignada.
—eso quise hacer —responde Bestia —pero la señora Margoth no me dejó hacerlo, dijo que con una agua se pondría bien.
—y se puso bien —habla mi hermana.
Abro mi boca para decirle cuántas son cinco pero me callo al ver que es una pobre vieja capaz de nada, no tiene sentido alegar con ella, además se supone que vine a visitarla porque estaba preocupada por ella.
Aunque ahora que estoy aquí, me arrepiento de haberlo hecho.
—dejanos solas —le pido a Bestia.
Este sale de la habitación en silencio.
Me quedo mirando a mi hermana y me doy cuenta de que ha envejecido más de lo normal, se mira bastante acabada.
—estas fatal —le digo con lástima.
Ella se mira así misma y baja la cabeza entristecida.
—¿Como no estarlo?, si desde que mataron a mi único hijo ya nada es igual —dice al borde de las lagrimas. —ya ni siquiera le veo sentido a la vida, desearía matarme para estar junto con él en el cielo.
—no digas eso —trato de consolarla, aún sabiendo que a mí sobrino lo mataron por mi culpa, si ella lo supiera, seguro me odiara —por cierto, —digo cambiando de tema —hace un momento pensé que te habían matado.
Ella detiene su lloró y me mira confundida.
—¿Quien va a querer meterse con un vejestorio como yo, que carga la bóveda en la espalda?.
—es que ví sangre —le digo.
—ah —dice cayendo en cuenta —esa sangre es del poyo que degolle está mañana para llevarle al sacerdote en pago por la misa que le está haciendo a mi hijo para que Dios lo saqué de penas y lo lleve a descansar.
—uumm ya —dije más tranquila.
«Y yo imaginándome cosas que no son».
—hace un rato me diste un susto terrible —le digo —por poco y me haces dar un ataque cardíaco.
Ella ríe dejando ver su caja en la cual tiene dos dientes de oro.
—no tengo la culpa de que desde niña hallas sido una gallina y lo sigas siendo.
—yo no soy gallina —rebato.
—¿Nooo? Y Entonces ¿Por qué estás rodeada de hombres armados? —pregunta.
Sonrió haciéndome la desentendida.
Siempre pensé que no se daba cuenta de las cosas, pero por lo visto estaba equivocada.
«No es tan tonta como pensé».
—son parte del protocolo —miento —ya sabes, soy empresaria, es normal que ande con escoltas.
Ella bufa.
—esos hombres tienen más cara de asesinos que de escoltas —dice secándose las pocas lágrimas que hay en sus mejillas.
Horas después.
Después de hablar un rato con mi hermana, termine cediendo a quedarme con ella, aunque fue una decisión bastante difícil ya que esa casa era una pocilga, las paredes ni siquiera eran de ladrillo.
Luego de acompañarla a cenar ya que por nada del mundo comería su comida, me dispuse a intentar dormir.
—¿Tan rápido te vas para la cama? —pregunta con su mirada perdida.
La pobre está muy afectada con la perdida de su único hijo, estamos hablando bien cuando de repente se pone a llorar.
—si.—respondo —intentare dormir.
—quedate un poco más —fija su triste mirada en mi —al menos ayúdame a rezar un rosario por la memoria de mi hijo —me pide.
Yo niego con la cabeza.
Me da pesar de su condición y todo, pero creo que con rezar un rosario no va a resucitar así que ni modo.
—eres una demonia —me dice.
—lo siento —le digo —pero rezar no es lo mío, jamás le halla lógica el darle vueltas a la camandula.
—eres una sacrílega —comenta molesta —no te mereces la entrada a la iglesia.
—tampoco quería hacerlo —camino hacia la "habitación".
Ella suspira.
—mañana no estaré —me informa. —me madrugare a ir a la misa de la primera hora.
—como quieras —digo dando un bostezo.
Día siguiente.
Me siento en esa cama con mucha dificultad, siento que mi espalda a sido golpeada.
Lo primero que voy a hacer es irme de aquí, ya que si me quedo una noche más terminaré muerta, no sé cómo le hace mi hermana para dormir aquí.
Después de llamar a Max y darle unas cuantas órdenes específicas abro la puerta de la habitación la cual hace un chirrido horrible.
Me tomo unos cuantos segundos para mirar por última vez este feo lugar.
Unas paredes que de lo viejas que están, no sé sabe cuál es el verdadero color de pintura.
También se puede apreciar un viejo cuadro en el que aparece mi hermana al lado de su esposo, aquel que murió a los pocos años de casados, quedando así viuda todo esté tiempo porque nunca más se volvió a casar.
Doy un suspiro de decepción y niego con la cabeza.
De verdad que no sé cómo mi hermana vive en un lugar así, yo me habría muerto de la tristeza.
Miró la mesa, una mesa redonda de madera la cual a de tener más años que la pintura de la monalisa.
En esa mesa se encuentra un plato tapado.
Me acerco, lo destapó y es un buen pedazo de carne asada, nada que ver con la cena que mi hermana me estaba ofreciendo ayer.
Apenas ese olor llega a mi nariz, es imposible que mi estómago no gruña.
Como por no dejar, saco un pedacito y la pruebo.
Está deliciosa, es un sabor único que jamás antes había probado.
Tal vez porque mi hermana sabe que tengo un paladar exquisito decidió hacerme algo bueno.
Tomo lugar a la mesa y me termino todo el pedazo de carne asada mientras pienso en como mi hermana se las ingenio para conseguir esta clase de carne, tengo que pedirle la receta.
Minutos después.
Me paro de mi lugar, dispuesta a salir de aquí para nunca más volver, pero me quedo mirando el plato que deje en la mesa.
Sé que si lo dejó ahí, mi hermana me acusara de dejada, supongo que no se me cae nada si lo pongo en su lugar.
Lo tomo y camino hacia la cocina con el.
Mi boca se forma una O inmensa al ver la mucha carne asada que hay, es como si se fuera a realizar una gran fiesta.
Camino lentamente y pongo el plato en el lavaplatos, luego miro una caja de regalo que hay en una pequeña mesa, no tiene: de; ni tampoco tampoco tiene: para; pero aún así yo sé que es un regalo para mi, de parte de mi cantaletosa hermana.
Lo tomo en mis manos y es bastante pesado, así que decido abrirlo de una vez, por si no me gusta, entonces lo dejo y ya.
Poco a poco le voy quitando la cinta que tiene, ya que lo han sellado como para que nadie lo abra.
Entre más tardo en abrirlo, más mi ansiedad crece por saber que es.
Finalmente le termino de quitar la cinta y destapó la caja.
—¡¡Aaaaaaaahhhhhh!! —grito horrorizado incapaz de moverme.
Mi corazón palpita muy fuerte y me comienza a doler mientras todo mi cuerpo tiembla.
Caigo al suelo sin tener las fuerzas de poderme levantar.
Estoy tan asombrada, aterrada, horrorizada que no me puedo mover.
Lo que...
Lo que ...
Lo que había...
Había en esa caja era....
Era...
la cabeza de mi hermana.
Mi cuerpo no deja de temblar debido al pánico que estoy sintiendo, la respiración no me llega a los pulmones.
Bajo mi mirada al suelo y vuelvo a gritar de horror pero la voz no me sale.
Debajo del lavaplatos hay piel humana y esa piel es la piel de mi hermana.
Niego con la cabeza al darme cuenta de lo que ha pasado, vuelvo mi vista a aquella carne asada y mi corazón no lo puede soportar más.
Fin de la narración.
En estos momentos me encuentro en el apartamento de Jason.
Desperté en su cama, él me dijo que después de haberme desmayado, me subió en su auto, luego se las ingenio para traerme hasta aquí.
Lágrimas caen sin cesar de mis ojos mientras recuerdo lo que pasó en la hacienda.
Aquella imagen de Deimond acostado con la rubia no la puedo borrar de mi mente.
Me siento tan tonta, tan idiota al haber creído en todas las mentiras de Morgan.
Escucho unos golpecitos en la puerta.
Rápidamente me seco las lagrimas.
—¡Adelante!.
Jason entra a la habitación con una bandeja en sus manos.
—te traje algo de comer —me dice.
Yo niego con la cabeza.
—no, gracias —digo —no tengo nada de apetito.
—debes de comer —insiste —llorar y llorar no te hace bien.
—no estoy llorando —miento —es solo que no quiero comer.
Jason suspira.
—¿Quieres ir a pasear a algún lado? —propone.
Yo niego con la cabeza.
—quiero estar sola —le pido.
Él asiente y se va.
La verdad es que en este momento no tengo ánimos de nada, solo quiero estar totalmente sola.
Miró mi teléfono y este tiene un poco de llamadas de Deimond.
Siento la sangre calentarseme con solo ver su número de teléfono.
«¿Como se atreve?».
Después de lo que me hizo, agradezca que no los mate.
Busco el número de Cristopher en mis contactos y lo llamo.
Después de dos timbradas contesta.
—hola jefa —saluda animado.
—necesito que vengas a buscarme.
—¿Ya? —pregunta.
—si, —respondo —¡Ahora!.
Cuelgo la llamada y le envío la ubicación para que venga en mi búsqueda.
Al instante me entra una llamada de Mibsan, contesto sin ánimos de nada.
—hol...—no me deja terminar de hablar.
—¿Que haces en los Angeles California? —pregunta molesto.
—pues lo obvio —respondo de mala gana —vivo aquí.
Se toma unos minutos para volver a hablar, tal parece que ha tenido un día de perros, no soy la única que está de malas.
—te dije que te quedarás en dónde estabas —me dice un poco más calmado.
—¿Que me quedara a ver cómo Deimond se revolcaba con la rubia?, no gracias.
—Linda —hace un esfuerzo por no gritarme —estamos viviendo momentos críticos, los hombres de Úrsula han venido y esperan con ansias atacar a los Montreal, no es momento de que estés por ahí dando papaya, no puedo estar para protegerte.
Ruedo los ojos.
Creo que por ratos a Mibsan se le olvida que yo no soy una niña.
—yo ya estoy bastante grandecita —contesto.
Escucho un fuerte golpe en la llamada el cual me hace sobresaltar.
—¡Maldición! —dice Mibsan con la paciencia colmada —¿Es que acaso no entiendes lo que digo?, si se llegan a enterar de que estás viva, te matarán de manera inmediata.
No respondo nada, si hablo, lo único que haré es que se enoje más.
—Linda —continua —eres mi tesoro más preciado, no quiero perderte, Fares ya se encargó de mandar lejos a Annie, la única que ahora está en riesgo eres tú.
—yo me puedo cuidar sola —vuelvo a insistir.
—de acuerdo —me dice —como tu digas, al menos prométeme que no vas a salir de tu casa hasta que yo vuelva.
—lo prometo —digo cruzando los dedos.
Quedarme encerrada en casa mientras que afuera es todo un caos, es simplemente misión imposible.
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