16. ¿SI O NO?.
Santa Biblia Reina Valera 1960 - 1 Reyes 18
21 Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo: ¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él. Y el pueblo no respondió palabra.
Jason y yo volteamos a ver quién es.
Suelto un suspiro de alivio al ver que es un simple trabajador de la hacienda de Deimond.
—no —respondo a su pregunta —para nada.
—que bueno —contesta —paso por aquí para decirle que ya es hora del almuerzo, además le traje su caballo para que no tenga que caminar.
Ahora que lo recuerdo, Deimond me regaló un caballo.
Me acerco al caballo que trae el hombre, aparte del que él está montando.
Ya viene ensillado, preparado para montar.
Lo miro fijamente, el animal hace lo mismo.
Por veces siento que tengo una conexión con ellos.
Pongo mi mano sobre su cabeza y le doy una leve caricia, él inclina su cabeza, como si se agradará de mi caricia.
Me acerco más a él y lo monto, comienzo a cabalgar hacia la mansión.
—¡Oigan! —llama Jason —¿Y caballo para mi?.
—lo lamento —le contesta el trabajador —pero solo la señorita tiene caballo propio.
Río ante su respuesta, volteo a ver a Jason y muevo mi mano despidiéndome de él.
—¡Linda! —me llama, pero lo ignoro.
«No sé cómo tratarlo ahora que sabe tanto de mi».
Además se siente bien que él caminé y yo no.
Llegamos a la casa y efectivamente el almuerzo está servido, con el solo olor, se sabe que es algo super rico.
Me acerco al comedor y comienzo a saborear la deliciosa comida.
—¿Le gusta? —pregunta la señora encargada de cocinar.
Yo asiento con la boca llena.
Ella sonríe complacida.
—me alegro que le agrade —dice —lo hice pensando en usted.
Está señora es una señora bastante mayor, pero su alegría la hace lucir bastante joven, además desde que llegué, ha sido muy amable conmigo y no solo ella, todos aquí me tratan super bien.
—¿En donde están los otros? —pregunto.
—el joven J5 me temo que salió con usted hace un momento —responde —y el joven Morgan se encuentra en su oficina.
—ah ya —digo —¿Y la rubia?.
—¿La rubia? —repite.
—si la rubia —rectifico —es así como le llamo, no tengo idea de su nombre.
Ella sonríe un poco nerviosa.
—la verdad es que ella se la pasa rondando por toda la hacienda, no sabría decirle con exactitud en donde está —responde.
—claro. —digo antes de seguir disfrutando mi comida.
Minutos después.
Luego de terminar de almorzar sola, llegó Jason y tomó lugar en la mesa, la mirada que me dio no la supe interpretar.
—¿Que? —le digo.
—eres cruela —responde —en ese caballo divinamente hubiéramos cabido los dos.
—lo sé Jason, lo sé —digo fingiendo lástima —pero no pienso sobrecargarlo al saber que es mío.
Jason rueda los ojos y comienza a comer.
—que disfrutes tu almuerzo —le digo parándome de mi lugar.
Camino hacia las escaleras.
—señorita —me llama la señora que me atendió.
Volteo a verla.
—¿Me haría usted el grande favor de llevarle al almuerzo al joven Morgan? —me pide.
«Ni que fuera la empleada».
Pienso en responder eso, pero no digo nada solo me limito a asentir con mi cabeza, ya que ella es muy amable.
Me acerco tomo el almuerzo y me voy hacia la oficina de Deimond.
«Pensándolo bien, la rubia ha de estar con él».
Apenas llegó a la puerta, lo primero que hago es pegar mi oído a ella.
Lo único que logró a oír son las teclas de un computador y uno que otro suspiro y bostezo.
«Parece que está solo».
Doy un pequeño toquecito a la puerta.
—adelante —escucho la voz de Deimond.
Le doy vuelta a la perilla, abro la puerta y entró.
Deimond está concentrado en su computador, ni siquiera levantó su vista hacia mi.
Camino hasta quedar dos metros cerca de él.
—dejalo aquí a mi lado derecho —dice al ver que me he quedado parada.
Camino hasta el lado derecho de su escritorio y pongo la bandeja, y me doy vuelta para irme.
De repente el toma mi mano haciéndome girar torpemente, de tal manera que cuando me di cuenta estaba en su regazo.
Imposible fue que mis mejillas no se pusieron como el color de los tomates.
—¡Deimond! —le gritó molesta poniéndome rápidamente de pié.
Trato de salir corriendo de ahí ya que esto es mucho más peligroso que un combate, pero Deimond me detiene, sosteniendo mi mano.
—lo siento —dice depositando un beso en ella —es que perdí el control, por un momento me imaginé que eras mi esposa, además te vez muy adorable así sonrojada, no sabes lo mucho que anhelo que seas mi esposa.
Lo dice con tanta añoranza que de verdad parece que no está mintiendo, aún así se me hace increíble que un hombre como él, este hablando de matrimonio.
Aunque cuando estudiamos juntos, él siempre me lo dijo.
—deja de decir tonterías —lo regaño.
Desvío mi mirada hacia la puerta con el anhelo de que se me quite el sonrojo.
—no son tonterías —me dice —o ¿Que?, me vas a decir que somos muy chicos y que no tenemos edad, como cuando te lo mencionaba en el colegio.
—¡Basta! —le digo al ver que cada vez me pongo más roja.
—ya somos adultos —continua él —es normal que hablemos de este tema, además para mí eres una mujer valiosa, no te quiero solo para una noche.
Esas palabras fueron como un balde de agua fría.
Si Deimond se entera de que fui usada y que ya tengo una hija, no me vera de la misma manera.
Inmediatamente uso todas mis fuerzas y me suelto de su agarre y salgo corriendo de ahí.
—¡Linda! —me llama —¡¿Que pasa?, ¿Acaso dije algo malo?!.
Corro en dirección hacia mi habitación y me encierro ahí, me recuesto en la puerta y unas cuantas lágrimas amenazan con salir de mis ojos, pero las detengo.
«No tengo porqué llorar, debo de ser valiente».
Día siguiente.
Abro mis ojos descansada con una gran sonrisa en mis labios.
Lo que es ayer y hoy, he podido dormir perfectamente, no he sufrido de insomnio, tampoco he tenido esas horribles pesadillas que me atormentan todas las noches.
De haber sabido que negociar con Dios surtiría efectivo, lo habría hecho hace mucho tiempo.
La pantalla de mi teléfono se ilumina con una llamada de Mibsan.
—hola mi rey —contesto la llamada.
—hola mi reina —saluda de la misma manera —te escucho muy feliz, ¿A qué se debe tanta felicidad?.
Suspiro.
—se debe a que se me ocurrió negociar con Dios y desde entonces he podido dormir pacíficamente. —respondo.
Mibsan se queda en silencio por un momento.
—Mibsan —lo llamó preocupada —¿Sigues ahí?.
Él suspira.
—¿Que clase de negocio hiciste con Dios? —pregunta.
—le dije que si me dejaba dormir bien, visitaría la iglesia —respondo.
—¿Y realmente lo piensas hacer?. —vuelve a preguntar.
Me paro de la cama y comienzo a buscar ropa para ducharme.
—la verdad es que no estoy segura —respondo.
—pues entonces ten mucho cuidado —me dice —negociar con Dios, no es como negociar con los mortales, créeme que si no vas a cumplir lo que dices, es mejor que te calles.
Nunca había oído a Mibsan tan alarmado, él siempre está muy tranquilo y relajado, no entiendo porque le da tanta importancia al asunto.
—¿No te parece que te estás preocupando de más? —pregunto riendo —digo, ni siquiera sabemos si Dios en verdad existe.
Mibsan suspira con impaciencia.
—no seas tonta Linda —me regaña —por supuesto que existe y si no, ¿Entonces por qué te respondió?.
Me quedo meditando en sus palabras.
«Es verdad, como va a responder un Dios que no existe».
—lo siento manita —se disculpa —no quería responder así, pero odio a la gente que se pone testaruda y tú lo sabes muy bien, espero que la pases de maravilla con mi cuñado, adiós.
—¡Mibsan! —digo molesta al escuchar la palabra "cuñado", pero él corta la llamada sin darme tiempo a nada.
Terminó de buscar mi ropa y me voy a la ducha.
Minutos después.
Salgo de mi habitación después de tener mi cabello perfectamente cepillado.
Llegó al comedor y la demora es sentarme e inmediatamente me traen el desayuno.
—buenos días —saluda la señora amablemente.
—buenos días —contesto a su saludo de la misma manera.
Él sonido de unos tacones me hace desviar mi atención hacia la entrada.
Es la rubia que viene contoneándose como vaca en pavimento.
—hola —saluda mirándome de manera despectiva.
Se cree más que yo, pero para llegar a mi estatus, sinceramente le falta mucho.
No contesto a su saludo y sigo desayunando.
Ella toma lugar en la mesa y hace lo mismo.
No sé porque, pero siento que el ambiente se puso bastante incómodo.
De alguna manera está chica me desagrada bastante.
Mientras como, me distraigo viendo estados de wapsat en el teléfono.
Terminó de desayunar y me pongo de pie.
—¿A donde vas? —pregunta la rubia.
—me temo que eso a ti no te incumbe —respondo.
—usp, que agria eres —comenta.
No le contesto nada, no tiene caso dejarla calva.
Subo las escaleras y me encuentro con la señora de la cocina, la cual trae en sus manos la bandeja del desayuno de Deimond, la cual está intacta.
—¿No comió? —pregunto.
Aunque no sé para qué me preocupo.
—todos estos días se la ha pasado así —responde. —no ha querido comer, me temo que si sigue así, se va a terminar enfermando más de lo que está, solo se la pasa encerrado ahí, creo que está obsesionado con su trabajo.
Frunzo el ceño al oír que Deimond está enfermo, la verdad es que si lo he notado un poco cansado, pero no pensé que estuviera enfermo.
Intento pasar de largo como si nada, pero me falta fuerza de voluntad.
—permitame señora —le digo.
Tomo la bandeja en mis manos y voy hacia la oficina de Deimond.
Comienzo a recordar lo que pasó ayer y es inevitable no sonrojarme un poco.
Aún así trato de disipar eso recuerdos.
Tocó a la puerta.
—¿Quien? —pregunta.
—yo —respondo.
De verdad que verme con una bandeja de comida para Deimond en mis manos, me hace sentir como si fuera cercana a él, se siente un poco raro.
—sigue —me dice.
Abro la puerta y me encuentro con un Deimond super agotado, con unas ojeras bastante notables, es como si no hubiera dormido en toda la noche.
Pero eso no le quita lo guapo que es.
—me siento afortunado de tenerte de nuevo aquí —me dice con una gran sonrisa.
No digo nada.
Me acerco y pongo la bandeja en el mismo lugar en donde la puse ayer, pero está vez lo hago marcando distancias, no sea que a Deimond le dé por perder el control nuevamente.
Luego me siento en el sofá y espero a que desayune, pero él no mira el desayuno, me mira a mi.
—¿Que pasa? —pregunto al ver que no deja de mirarme.
—¿Que haz pensado acerca de darme una oportunidad? —pregunta.
Trago grueso.
Deimond se ha portado muy bien estos días, incluso ha sido sincero conmigo o al menos es lo que yo creo, pero yo no he sido sincera con él.
Si de verdad quiero darme una oportunidad con él, pienso que lo más correcto sería decirle la verdad y eso me aterroriza.
—si quieres una respuesta —le digo —primero desayuna.
Deimond ríe
—me tratas como si fuera un niño —comenta.
Ruedo los ojos.
Minutos después.
Deimond termina de desayunar y me mira esperando una respuesta.
—¿Y bien? —pregunta levantando una ceja.
Me paro del sofá, me acerco a su escritorio, tomo la bandeja en mis manos.
—compermiso —digo.
Trato de ser rápida, pero él lo es más, me toma del brazo.
—no te dejaré ir hasta que no me des una respuesta —dice seguro.
—mañana —contesto —mañana te daré una respuesta.
«De aquí a mañana pueden pasar muchas cosas».
Él afloja su agarre, yo me suelto y camino a la salida.
—Linda —me llama con voz tierna cuando estoy a punto de salir.
Volteo a verlo.
—te amo.
«Creo que no puedo más con esto».
Salgo, cierro la puerta tras mi y me recuesto en ella dando un suspiro.
«¿Que se supone que debo hacer?».
«¿Será conveniente darle una oportunidad?».
¿Ustedes que piensan?
¿Si o no?.
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