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Capítulo. 12

A veces no me creía que estaba en el último año de la escuela, en tres semestres estaré pisando la universidad. Pronto dejaría de ser un adolescente y empezaría a tener responsabilidades académicas de un adulto.

Vaya.

Seguía pensando en mis planes frustrados con Ava. Durante toda nuestra adolescencia, hemos hablado de ir juntos a la universidad, aplicar en el mismo plantel, planear qué clases extracurriculares podríamos ver juntos aún cuando hayamos optado por distintas carreras. Ella ansía estudiar algo relacionado con la panadería y la repostería, su hobby desde todo lo mal que la pasó. Por mi parte, iba más al lado de la medicina, ansioso de alejarme de un poco de las pantallas y el ojo público, y otras pocas razones más personales. No sabíamos si había algún campus que impartiera ambas carreras, pero estábamos dispuestos a buscarlo hasta en los confines del mundo porque queríamos estar juntos.

Y si no, aún estaba la opción de compartir un piso, otra de las cosas que nos emocionaba de ir juntos a la universidad. ¿Vivir con mi mejor amiga? Era un sueño.

Entonces vino el desastre, consultas médicas, operaciones, tratamiento, meses en cuarentena... y Ava perdió el año.

Ahora, nuestros planes no podrían darse como habíamos pensado.

-¿En qué tanto piensas, cielo? -preguntó mamá, viéndome desde el otro lado de la mesa. Estábamos los dos solos en la cocina, Chris estaba peinando a Sakari en la sala para su primer día en el jardín de niños.

Despedí un suspiro, revolviendo la avena con frutas en mi tazón.

-En Ava.

Mamá arqueó una ceja, de pronto se interesó más de lo normal.

-Con qué Ava, ¿Eh?

Yo no era el tipo más avispado en este tipo de cosas, pero entendí rápido el tono de mamá. El sonrojo se apoderó de mi rostro.

-¡No como crees!

Mamá sonrió, apoyando los codos de la mesa y entrelazando sus manos.

-Yo no he creído nada, cielo.

Matenme.

-¿Por qué piensas en Ava?

Hago todo lo posible por dejar el sentimiento de vergüenza a un lado, ya no sentía el rostro tan caliente.

-¿Recuerdas nuestros planes universitarios?

-Oh, ¿Cómo olvidarlos? -ironizó, divertida-, hablaban de eso durante horas.

-Sí, bueno, ahora ya no podrán darse.

-¿Es por el año perdido de Ava? -asentí-. Sé que es difícil para ti estar en un salón distinto que Ava, que todo lo que planearon se les haya frustrado, pero mira el lado positivo.

Alcé una ceja hacia mi mamá.

-¿Hay un lado positivo?

-Por supuesto, todo tiene un lado positivo.

Esperé a que volviera a hablar.

No lo hizo.

-¿Y sería...?

Mi madre sonrió mostrando los dientes. Según mis familiares, incluso mis amigos, alegan que mucho de mí vino del lado de mamá, no solo el pelo o muchas facciones físicas, sino otras actitudes como la terquedad o la necesidad de saber todo. Eso no lo niego, me siento orgulloso de parecerme a mi madre. Es una mujer asombrosa y digna de admiración, estaría loco si no me enorgulleciera de esos rasgos que heredé de ella.

-Eso tienes que averiguarlo tú, cielo -dijo, poniéndose de pie.

-No era la respuesta que esperaba.

-Que no la esperaras no significa que no sea la que necesitaras.

-Estoy seguro que no necesitaba una respuesta sin respuesta.

-Mejor termina de desayunar.

Hice caso en cuanto me lanzó esa mirada que desde que tengo uso de memoria me ha hecho obedecer al instante. Aidan tiene su carita de perrito, yo tengo mi sonrisa, mamá tiene una mirada amenazante.

El fin justifica los medios, ¿No? Aún cuando... es de una manera más directa como la de mamá.

A medio desayuno, la puerta de entrada se abrió de par en par, causando ladridos de Aska hacia el invasor.

-Tranquilo, perro, no vengo a robar -es la voz de mi hermano en la sala, Aska dejó los ladridos.

-¡Aidan! -chilló Sakari.

Salí a la sala con mi tazón en mano, ahí encontré a mis hermanos dándose un abrazo. Sakari adora a Aidan, en realidad, nos adora a todos, pero estoy seguro que tiene un favoritismo hacia él.

-Hey, chiquita, a un lado, primero fue mi hermano -le dije, queriendo recibir también un saludo.

Ella se aferró al cuello de Aidan, haciéndolo reír.

-¡No-oh! ¡Es mi hermano! -y lo abrazó con más fuerza, como si quisiera recalcar eso.

¿Ves? Favoritismo en todo su esplendor.

-Sakari -le llamó Chris aún en el sofá-, ven, aún tienes que ponerte tus zapatos. Deja que tus hermanos se saluden.

Hizo un puchero triste, Aidan la dejó en el suelo para muy pesar de la niña.

-Me adora -regodeó Aidan, cruzado de brazos.

-Al menos alguien tenía que hacerlo.

Recibí un golpe en el brazo. No tan fuerte para dejar un moretón, pero sí lo suficiente para que doliera.

-¡Hey!

-¿Estás listo? Tengo un par de cosas que hacer después.

-Dame quince minutos -fui hasta las escaleras-, ¡Y ve a saludar a tu madre, hombre!

Iba por la mitad del camino cuando escuché a Aidan exclamar:

-¡Maaamiii! -por encima del hombro ví como ese tipo, que cumplirá veintiocho años en cuatro meses, se fue con una sonrisa infantil en el rostro y los brazos en el aire, dispuesto a atormentar (digo, saludar) a nuestra madre.

Creo que no debo esperar madurez de Aidan, ni siquiera cuando está próximo a convertirse en padre.

Termino de arreglarme en mi cuarto como también termino mi desayuno. Até las agujetas de mis zapatos, agarré mi mochila ya preparada de la silla del escritorio junto a una chaqueta para el frío. Frente al espejo, noté que no me había peinado, y ya no tenía tiempo para hacerlo.

Agarré un gorro de lana que me regaló mi nana en mi cumpleaños diecisiete en marzo. Es color café (mi color favorito) y tiene pequeñas orejas de oso al frente. Me encantaba ese gorro.

Volví a la sala ya listo y con un tazón vacío.

-¿Listo, Nano? -pregunta Aidan, saliendo de la cocina comiendo unas galletas.

-Así es, solo déjame llevar esto y despedirme de mamá.

-¡Yo quiero ir con Aidan y Sam! -exclamó Sakari.

Mamá terminaba de arreglar todo en la cocina, iba con su uniforme de la pastelería y una coleta alta junto a una diadema. En la mesa reposa una fiambrera que encima tiene una bolsa con galletas de chispas de chocolate.

-Tu merienda -mamá tiene la costumbre de hacernos meriendas aún sabiendo que podemos comer en la escuela. No se lo digo mucho, pero adoro que haga eso-, ten un lindo día, cielo.

Recibí gustoso su abrazo y beso en la mejilla.

-¡Te veo más tarde!

Después de despedirnos de Sakari (quien estaba triste porque no podría irse con nosotros) y de Chris, Aidan y yo subimos a su auto. Cualquiera pensaría que el actorazo Aidan López, que es el boom actual en el mundo del cine, tendría un auto Lamborghini último modelo con los más grandes avances automovilísticos.

No, todo lo contrario.

Aunque Aidan adore todo eso de ser actor (aún seguía sin entenderlo) y lo que implica serlo, como las grabaciones, alfombras rojas, premios y esas fiestas elegantes a las que suele ir, en su vida cotidiana sigue siendo un chico de los suburbios de una pequeña ciudad en el estado de Massachusetts, por lo que su auto es un sedán rojo de hace nueve años.

No me preguntes por qué, su excusa es que le resulta práctico.

Con todo eso, me alegra que mi hermano no se haya vuelto un presumido con la fama en la cabeza. Sigue siendo mi muy insoportable hermano mayor, y amo que eso de él se siga manteniendo.

Nuestra primera parada fue la casa de mi mejor amigo, que ya nos estaba esperando sentado en la escalinata mientras comía su desayuno. Seguro se quedó dormido.

Aidan sonó el claxon, asustando a Liam.

-Pero miren qué honor -comentó mi amigo cuando se subió atrás-, ¿Qué clase de acto benevolente o buena suerte hemos tenido para ser llevados a la escuela por el pelirrojo de Hollywood?

Aidan se rió ante los comentarios de Liam, volviendo al camino. Mi mejor amigo suele molestar a Aidan con ese tipo de cosas, se ha vuelto una broma entre ellos.

-Tienes mucha suerte, piruetas. Sé agradecido.

-¡Gracias, dioses, por darme esta semejante oportunidad! -su rostro apareció en medio de nuestros asientos, su mano un poco más abajo tiene un marcador azul-, ¿Puedes firmar mi frente, por favor?

Aidan lo empujó de vuelta atrás, Liam se retorció de la risa al igual que yo.

-Ustedes son insoportables -se detuvo en un semáforo en rojo.

Liam y yo chocamos los puños porque conseguir que Aidan, el tipo más insoportable de todos, nos llame de tal manera a nosotros, podría considerarse un especie de milagro.

-De todas formas, gracias por el aventón, estrella de cine.

-No me llames así, piruetas.

-Entendido, estrella de cine.

Aidan gruñó molesto. Di unas palmaditas a su hombro antes de que volviera a arrancar.

-Calmado, estrella de cine.

-Oigan, este sigue siendo mi auto, y si me apetece, puedo dejarlos aquí para que se vayan caminando a la preparatoria.

Dejamos las bromas a un lado, por los momentos.

-La edad ya le está llegando -susurró (más bien no) Liam por allá atrás.

-¡Que no soy tan viejo!

-Por supuesto que no, cumplirás veintiocho en enero, en unos meses tendrás a tu hija, claro que no eres viejo, hermano.

Ya no parecía irritado, solo sorprendido, como si apenas estuviera cayendo en esa realidad.

-Guao... sí estoy viejo.

-Nosotros no lo dijimos -hablamos al unísono Liam y yo.

-No creí que habría una persona más insoportable que yo, hasta que ustedes están juntos.

-Somos increíbles, lo sabemos -Liam se encogió de hombros.

-Ojalá Mavis sea más como su mamá -murmuró Aidan, girando en una calle de doble sentido.

-Hablando de tu futura hija, ¿Están listos para ser padre y tío?

Respondimos al mismo tiempo:

-Sí -de mi parte.

-No -de Aidan.

-Yo confío en que lo harás bien -le animé, aunque intente ocultarlo, su cara es de preocupación. Aidan tiene miedo de hacer algo mal en la nueva faceta de su vida-, serás un buen papá, estrella de cine.

-Sí, confiamos en ti.

Aidan estaciona frente a la preparatoria, la misma dónde él había estudiado diez años atrás. Se quedó viendo el edificio con una sonrisa de nostalgia, me pregunto qué habría estado recordando.

-Gracias, par de moscas insoportables -mi amigo y yo nos reímos-. Tengan un buen día.

-¡Gracias por el aventón! -exclamó Liam, bajando del auto.

Yo me quedé unos minutos más con mi hermano. Por mucho esfuerzo que ponga, Aidan no me sabe ocultar sus preocupaciones. Crecí con este idiota, es mi hermano mayor y también mi primer y mejor amigo. Sé que Aidan es fuerte, pero a veces no viene mal una ayuda para llevar tus cargas.

-Hey, bro -sus ojos, que son tan idénticos a los míos, me miran reflejando un nerviosismo diferente al de estar frente a un público: eran nervios de arruinarlo-, Aidan, tú no eres papá.

No me lo ha dicho, pero sé que ese es su más grande miedo: parecerse o cometer los mismos errores que nuestro padre. Y es comprensible, teniendo en cuenta su trabajo, Aidan pasa mucho tiempo fuera, y conozco lo suficiente a mi hermano para saber que tiene miedo de perderse etapas de la vida de su hija, tal cual como papá hizo con nosotros, tal cual como él cree que hizo conmigo.

-Si me perdí partes de tu vida por estar fuera, ¿Qué me asegura que no lo haga con ella?

-Tú no te perdiste mi vida, Aidan, y te aseguro que no te perderás ninguna de la de Mavis, ¿Sabes por qué? -negó-, porque eres un terco, y siempre encuentras la manera de estar ahí -puse una mano en su hombro-. Hermano, sé que tienes miedo, y es más que compresible, te volverás el padre de un ser humano, alguien va a depender de ti, pero créeme, serás el mejor papá de todos.

»Tú no eres papá, Aidan, y porque no lo eres no vas a cometer los mismos errores que él.

Formó una sonrisa ladina de agradecimiento.

-Gracias, Nano. ¿Qué sería de mí sin ti?

-Un desastre, eso seguro -nos damos un abrazo que incluye palmadas-. Además, no estarás solo en eso, Hazel estará contigo, y ella seguro evitará tus metidas de pata.

-Ni dudarlo -nos separamos-. Mejor será que vayas, ya han de entrar.

Suelto el cinturón de seguridad y bajo de su auto. Tenemos una última despedida con gestos antes de que él volviera al camino.

Aidan López podrá ser un idiota totalmente insoportable, pero de algo de lo que estoy seguro, es que sí que será un padre ejemplar.

-¿Todo bien? -oí preguntar a Liam.

-Sí, descuida.

Por nuestro lado izquierdo escuchamos un revoloteo, un par de chicas se acercan con velocidad, una de ellas en una bicicleta rosa pastel y la otra, que está más adelantada, viene en patines.

-¡No, no, no! -se quejó Astrea al ver que Ava le había ganado.

-¡Y la ganadora es... Ava Ross!

Sonreí viéndola celebrar en medio del estacionamiento parcialmente vacío, agita los brazos en el aire y finge sonidos de multitud al mismo tiempo que presume su victoria con una ceñuda Astrea.

Ava se veía muy guapa hoy, lleva un overol enterizo azul y holgado junto con una sudadera blanca y el pelo negro suelto. Un maquillaje ligero, tal cual como le gusta. A esta distancia capté su característico aroma a chocolate.

-¿Por qué tan sonriente? -preguntó Liam, alzando una ceja.

-¿Uno ya no puede sonreír o qué?

Resopló, acto seguido se cruzó de brazos y siguió viéndome de la misma manera.

-Por favor, como si no te conociera. Tienes esa sonrisa.

-¿Cómo que «esa» sonrisa?

-La sonrisa que haces cuando -parece buscar a nuestro alrededor, cuando da con las chicas a unos metros de nosotros, agrega-: cierta persona se presenta.

Ava y Astrea siguen sin darse cuenta de nosotros, estaban anclando la bicicleta de Astrea en el espacio designado y Ava se estaba poniendo sus zapatos, que hacen juego con su overol.

-No te entiendo.

-Sam, no intentes tomarme por tonto -omito mis comentarios de que a veces lo es-, y no intentes hacerte tú el tonto.

-Liam, de verdad, no entiendo qué carajo estás hablando.

-¿No te das cuenta? -alcé una ceja-. Vaya, eres un caso.

-¿Hablarás o seguirás con los rodeos? Empiezo a cansarme.

-Siempre que ves a Ava empiezas a sonreír así, como si... no lo sé, estuvieras en un trance o algo.

-Yo no hago e...

-Lo haces, y más seguido de lo que crees.

-Vale, y según tú, ¿Todo esto pasa por...?

Mi mejor amigo me dió la mirada más seria de todas, y su declaración dejó seca mi garganta.

-Te gusta Ava, Sam -ahí sentí como mi presión bajó-, todos lo notamos, excepto ustedes.

-Eso no es...

Entonces, alguien detrás de nosotros balbuceó:

-¿Qué...?

Genial, lo que faltaba.

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