Capítulo 6
Apago el auto delante del campus de agricultura y arte. Mis oscuros lentes cubren mi cara y un leve dolor de cabeza amenaza con aparecer en cualquier momento.
Agarro mi botella de agua, tomando dos pastillas para el dolor. Salgo del auto y camino hacia la pequeña venta de café en el campus, comprando un postre para que mi estómago no duela después.
Mientras la chica prepara mi pedido veo el letrero de "nuevo producto", hago una mueca al ver el postre de chocolate.
—¿Me puede poner uno de estos en una bolsa aparte?—digo entregándole mi tarjeta a la chica.
Camino por el campus sin saber bien adonde me dirijo, pero antes de pedir instrucciones saco mi teléfono de mi bolsa, buscando el contacto de mi padre.
La llamada no pasa, pero no tarda mucho en devolverme la llamada.
Retengo la respiración.
Hablar con mi padre siempre me ha puesto nervioso, no poder verlo hace que todo sea peor. Al verlo y poder leer sus expresiones hace que sus planas palabras no suenen tan duras.
—Padre.—dejo salir el aire despacio, escuchando silencio del otro lado de la línea.—Felicidades por la boda.
Silencio que puedo interpretar como que está sonriendo tristemente.
Maldita sea, me gustaría poder verlo para saber con certeza.
—¿Cómo van las clases?—cambio de tema, perfecto.
Dejo salir suspiro.
—Son más duras de lo que pensaba.—admito y su pequeña risa me hace sonreír.
—No dudo que eres el mejor de la clase, siempre has sido un chico muy inteligente.
Agradezco la distancia para ocultar mi asombro. Mi padre nunca estuvo muy presente, no para las cosas de la escuela.
Según yo, podría ser expulsado de ella y él no se enteraría, pero al parecer mis notas sí eran de su conocimiento.
Una pelinegra aparece en mi mente, miro la bolsa con el postre de chocolate mientras sonrío.
—Hay una chica que me gana padre, pero he aprendido mucho con ella, así que no me molesta ser el segundo esta vez.—sonrío sintiendo su sonrisa del otro lado de la línea.
Maldigo una vez más mirando el mapa de la universidad, negarme a preguntarle a alguien por direcciones sobre adonde está el área de pintura y escultura fue una muy mala idea.
Bajo una pequeña cuesta donde hay algunas bancas y casi suspiro de alivio cuando a través de una ventana veo a Sophia y Asher sentados en un sofá en una sala.
Camino hacia el edificio, tratando de hacer el menos ruido posible, mientras paso por el pasillo donde algunos alumnos reciben clases.
Me detengo un poco al ver el cabello rojo de Luna, la chica me mira y me sonríe, apuntando hacia el final del pasillo, asiento, saludándola de regreso antes de caminar a la última puerta.
No me sorprendo al verlos besándose, pero no puedo evitar dar mi opinión al respecto.
—Jesús, busquen un lugar más privado.—para mi sorpresa ambos giran sus ojos.
Mi boca se abre con completa indignación. Me esperaba esa reacción de parte de la pelinegra, pero un leve sentimiento de traición me llega al ver a Asher. Se ríe ante mí reacción.
—Pudiste esperar fuera, sabías que estábamos aquí.—levanto una ceja.
Una pequeña sonrisa crece en mis labios.
Sophia es una persona observadora y aunque aún no he podido saber más sobre el porqué Silas semanalmente le manda información sobre el gobernador y que es lo que ella hace con ella, sé bien que Sophia parece el tipo de cica que actúa sin preocupaciones, pero cada mirada, cada comentario.
Ella sabe bien lo que hace, sabe bien cuál es la percepción que la gente tiene de ella. Es justo lo que ella quiere que piensen.
—¿Dónde está Oli?—pregunto, queriendo cambiar de tema para evitar preguntarle una de las tantas preguntas que tengo para ella.
Asher se encoge de hombros ignorando mi pregunta, sin apartar los ojos de la chica.
Me pregunto si se acuerda de algo de anoche. Me pregunto que es lo que ella piensa sobre ello.
Sophia se levanta, mi mirada va a su atuendo, a como con sus pequeñas manos baja su larga camiseta de lana hacia abajo, tratando de tapar sus piernas con algo más que con su pequeña falda negra.
Aparto mi mirada rápido, notando una pequeña sonrisa en sus labios. Entrecierro los ojos, tratando de descubrir que es lo que planea hacer, captando que esa pequeña cabeza tiene algo en mente.
—Luna dice que vienen en nada, siéntate.—sus manos me empujan, me dejo caer en el sofá frente a ellos, amando más de lo que debería el toque de sus manos en mis hombros—¿Quieres beber algo?
La pelinegra camina hacia el oasis de agua que hay en la pequeña sala, se acerca a mí con una gran sonrisa, tendiéndome el vaso.
—¿Estás tratando de envenenarme Young?—casi sonrío ante su reacción por su apellido.
Lo poco que sí es real de ella. La pregunta es ¿qué es lo que la llevó a cambiarse de nombre? ¿Por qué si conservó uno de los apellidos de su madre?
Preguntas y más preguntas. Respuestas que están tan cerca, frente a mí, pero que no puedo tener.
Aún no, no si quiero que sea ella que me las diga.
—¿Qué imagen tienes de mí como para que me creas capaz de envenenarte?—la chica usa mis propias palabras de la noche anterior, como si quisiera averiguar que tanto recuerdo de la noche anterior.
Suspiro, levantando mi mano para tomar el vaso y terminar con lo que sea que planea, pero Oli entra a la habitación, quitándole el vaso de las manos de ella.
—¡Oh no Soph, no bebas de esa agua, alguien puso un pez vivo ahí por semanas!
—¡Lo lamento tanto! No tenía idea—una pequeña sonrisa maliciosa baila en sus labios.
La fulmino con la mirada, sorprendida ante lo que planeaba hacer.
Antes de poder decirle algo el celular de Oli suena, el y Asher salen de la habitación corriendo hacia Luna que necesita ayuda para mover unas pinturas de un salón al otro.
Sophia suspira, dejándose caer en el sofá frente a mí, tomando el café que Asher trajo para todos, dándole un pequeño sorbo.
Saco la bolsa de mi mochila, se la entrego.
Sophia la mira con sospecha.
—Aunque no lo parezca, no todos buscan envenenar a los demás.—digo, la pelinegra rueda los ojos.
—No iba a dejarte tomarla... Toda.—su risa llena el lugar, toma la bolsa y sus ojos brillan al ver el postre.
Abro mi bolsa y tomo un pedazo del pastel de limón para comerlo.
Sophia se levanta de su asiento y camina hacia mí, sentándose a mi lado.
La chica mira mi postre y frunce el ceño.
—¿Limón?—pregunta y yo le ofrezco, pero ella niega con la cabeza arrugando su nariz.—¿Había postre de chocolate y escogiste el de limón?—pregunta con sorpresa, antes de agradecerme por el postre.
—No me ha apetecido morirme hoy.—le digo, su confusión me hace reírme.—Alérgico.—explico y su boca se abre con sorpresa.
—Eso explica mucho.—dice, ahora soy yo el confundido, pero antes de poder preguntarle, los chicos entran a la sala.
Luna corre hacia la pelinegra, felicitándola por casi envenenarme con el agua de pez.
Mi indignación es tan palpable que todos ríen.
Ian's Outfit
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