Capítulo 28
Miles de recuerdos aparecen en mi mente.
Miles de recuerdos con la pelinegra, desde el primer día, cuando chocó con Asher y casi cae en la escalera. Cuando llegaba a clases, sin una hoja, sin un lapicero.
Las veces que fruncía el ceño, concentrándose en la pizarra, cuando ocultaba su sonrisa, detrás de sus dedos o cuando le brillaban los ojos al ver las esculturas.
A mi mente llegan cada una de las palabras que quise decirle, todo lo que quise revelarle, decirle que la entendía más de lo que pensaba entenderla nunca, decirle que estaré a su lado, sea lo que sea que estaba planeando.
Planeaba decirle tantas cosas. Yo...
—Escuadrón 59, la pistola era un señuelo, se les autoriza su entrada. Se solicita la detención del gobernador Morgan.
Mis rodillas casi me hacen caer. El alivio es tan grande que las lágrimas llegan a mis ojos.
Dos policías se ponen frente a mí, hacen unas señas con las manos que no entiendo, antes de patear la puerta, rodeando al gobernador, todos con sus pistolas en lo alto.
Sin pensarlo me lanzo hacia el gobernador, viendo como este se ha abalanzado sobre Ava, agarrando su cuello. La cara de la pelinegra ha enrojecido, sus manos golpean el agarre de su padre.
Ava cae sobre sus rodillas, cuando escucho que tose y luego respira entrecortadamente suspiro.
Los policías se abalanzan sobre el gobernador, me sorprende de la cantidad que entra por las puertas.
Los gritos del gobernador empiezan a amenazar a todos, pero yo me agacho frente a Ava.
Lleva un hoodie negro con capucha, mi instinto es quitarle la capucha para verle el rostro, pero noto que las cámaras siguen encendidas.
—Ian, sácala de ahí, ahora.—la voz de Silas en mi oído me hace actuar.
Tomo el brazo de Ava, jalándola un poco, esperando que ningún policía nos detenga.
No lo hacen, pero no detengo mi paso por los pasillos.
La voz de Silas me guía hacia la puerta trasera, camino por inercia, conociendo la casa como si fuera mía.
Abro la puerta, dejando a Ava fuera, me quito la capucha, mostrando solo mis ojos.
Sus ojos están un poco cerrados, aún recomponiéndose de la falta de aire y de la caminata rápida hasta aquí, Ava apenas me mira.
—Lo hiciste bien.—Ava sonríe y es solo su rojo cuello que evita que me abalance sobre ella para besarla.—Te esperan, ve a que te revisen.—señalo su garganta antes de cerrar la puerta, adentrándome nuevamente a la casa, siguiendo el ruido de los policías y los gritos del gobernador.
Llego justo cuando el gobernador ha logrado escaparse de dos policías, sin pensarlo mi puño se levanta, golpeando tan fuerte su rostro que me hace silbar entre dientes.
El gobernador cae al piso, dos policías lo agarran llevándolo a la patrulla, sonrío dentro de mí máscara, mientras algunos policías palmean mi espalda, todos caminando hacia fuera.
Cierro la puerta de mi auto, viendo la pequeña cabaña escondida en el bosque.
Saco los cafés que decidí comprar antes de venir y algunos postres.
Toco la puerta tal como me solicitó, escuchando sus pasos lentos antes de abrir la puerta.
El abuelo de Ava me recibe con una pequeña sonrisa, se hace a un lado para dejarme pasar.
Me siento en el mismo lugar de la última vez, a pesar de que han pasado unas pocas semanas, parece una vida completa.
—El juicio del gobernador será en unas semanas, la policía no para de sacar información sobre sus crímenes, quieren tener todo lo que puedan antes de decidir una condena justa.—digo, siendo estas mis primeras palabras hacia él.
El señor asiente, aceptando el café que le ofrezco.
Saco los postres, una tarta de chocolate y una de limón. Casi me río al ver el brillo en sus ojos, al ver la de chocolate, igual al brillo en los ojos de su nieta.
—Ava se irá del país mañana.—dice y yo retengo la respiración, asintiendo.
—Lo sé, planeo ir con ella.
Sus ojos suben hacia mí, veo sorpresa en su rostro. Pero luego me sonríe, asintiendo para sí, como si respondiera a una pregunta que ha tenido desde hace mucho.
—¿Crees que te aceptará? ¿Cuándo sepa que siempre supiste todo de ella?
—No aceptaré otro futuro si no uno en el que estemos juntos.—digo, orgullosos por mis palabras.
El abuelo de Ava asiente, satisfecho con mi respuesta.
—Espero que así sea, Ian.
Llego al aeropuerto luego de pasar por casa de Luna.
Un día después del escándalo del gobernador llegué a su casa, Luna golpeo mi pecho llorando, pero luego me pidió que le explicara todo lo que sabía.
Y lo hice, le dije todo lo que sabía sin comprometer del todo a Ava, sabiendo bien que Luna ató cabos al segundo que la transmisión terminó.
Luna me contó que pasó hablando con Oli desde entonces, la mirada de dolor en el rostro de la pelirroja me dijo suficiente de como lo tomó mi mejor amigo.
Me despedí de ella, prometiendo que la contactaría de adonde sea que Ava quisiera dirigirirse, ya que Silas solo pudo averiguar cuál era el primer lugar de destino.
Boto el vaso de café en uno de los basureros cuando la última llamada para abordar suena en los altavoces.
Camino hacia mi asiento, con el corazón palpitando y más nervioso de lo que he estado en la vida.
La reacción de Ava es algo que me he estado imaginando desde que compré el boleto, pero ninguna parece siquiera mínimamente real.
Veo su negro cabello sobresalir desde atrás, la chica mira la ventana del avión unos segundos antes de mirar a la pequeña pantalla del asiento.
Suspiro, algo agradecido que las puertas del avión estén a nada de cerrarse, esperando que si su reacción no es buena, al menos tendrán unas trece horas para convencerla de escucharme.
Ava está viendo algo de sus audífonos cuando toco su hombro.
—¿Está ocupado? Hay un bebe muy ruidoso allá atrás.—Ava voltea a verme, dispuesta a contestarme.
Su boca se abre con sorpresa, mi sonrisa crece al verla.
Su cabello está suelto, pero dos trenzas están amarradas en la parte de atrás de su cabeza.
Ava se ha puesto un poco de colorete en las mejillas.
Definitivamente, es la chica más hermosa que he visto en mi vida.
Pongo mi maleta arriba, justo al lado de la de ella, antes de sentarme a su lado.
Levanto el soporte del brazo de la silla, para que no haya separación entre nuestros asientos. Levanto mi vista, sonriendo una vez más ante su expresión. Sus ojos están llenos de confusión, su boca se abre y cierra, queriendo decir algo pero no pudiendo formular palabra.
Levanto mi vista a sus ojos, casi suspiro al verlos.
—Mmm, definitivamente me gustan más tus ojos de este color.
Ava trata de decir algo, pero no puede.
Mi mirada va a su cuello, muevo un poco su suéter, tratando de ver más allá, muevo un poco su cadena.
Su cuello está un poco rojizo, pero no se ve que va a durar mucho más.
—Veo que el enrojecimiento ha disminuido, me imagino que tuvo que haber estado un poco hinchado.
—¿Cómo...?—su mano sube a su cuello. Su ceño se frunce, tratando de entender mis palabras. Le sonrío de lado.
—No sé si sentirme aliviado o indignado que no me hayas reconocido.
Ava parece pensar mis palabras, sus ojos crecen cuando lo entiende.
Sonrío, pensando que la conversación va mejor de lo que esperaba.
Esperaba gritos si soy honesto.
—Eras tú.—susurra con sorpresa, sus ojos chocan con los míos, muchos sentimientos que no logro descifrar brillan en sus ojos azules.
Sonrío, orgulloso.
—Siempre Young.
—¿Cómo? ¿Por qué?
Tomo aire, pensando mis palabras, pienso en todo lo que ha pasado, en todo lo que finalmente puedo decirle.
Empiezo por lo que siempre quise decirle.
—Porque necesitabas ayuda, porque desesperadamente necesitabas hacer esto.—digo, omitiendo la parte, sobre todas las veces que casi le suplico que me deje ayudarla.
—¿Desde cuándo?—sus manos tiemblan, tomo su mano, viendo el leve color rosado en sus uñas.
Acaricio su palma con mi dedo, deleitándome con su presencia.
—Alguien me contactó necesitando información sobre la esposa del gobernador, llegar a ti fue sencillo a partir de ahí. Necesito pedirte que no lo menciones, acostarme con un cliente, no es nada profesional.—casi suspiro cuando escucho su risa, mis ojos van a los suyos, sonrío al ver que sus ojos se han llenado de lágrimas.
Ava sonríe, aliviada.
—Lo supiste desde entonces.—dice, sorprendida—Y no huiste.
Frunzo el ceño, sin poder creer que ella pensó que huiría. Pensando en que es lo que pudo hacerla llegar a esa conclusión.
Pensando si alguien en su sano juicio huiría de ella.
Que idea más ridícula.
—Solo hizo que me enamorara más de ti.—Ava retiene la respiración ante mis palabras. Sonrío, sintiéndome aliviado de decir estas palabras, palabras que quise decirle más que otra cosa—Porque lo estoy, estoy enamorado de ti Ava Davis.
Ian's Outfit
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