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Capítulo 22

Entramos a casa, la chica observa todo, los cuadros con las pinturas que mi madre compró, los espejos en muchas de las paredes.

Se queda viendo algunos cuadros de mi infancia que mamá mando a colocar con la esperanza que un día viniéramos de visita.

La pelinegra se queda viendo una en especial, una donde Oli sonríe a la cámara con su cholca sonrisa, su rubio cabello parece más oscuro debido al agua de la piscina. Me acerco a ella, poniendo mi mentón en su hombro, viendo una vida pasada.

Sophia levanta su mano acariciando mi cabello negro de la foto, estaba tan largo que casi me llegaba a los hombros.

En lagunas noches aún puedo sentir como mi madre me trenzaba el pelo, repitiendo que amaba lo sedoso que era, que era más sedoso de lo que ella jamás lo tendría.

Veo la triste sonrisa en su rostro, me pregunto si estará pensando que hubiera pasado si en la foto estuviera ella junto a nosotros.

Sonrío imaginándome a una pequeña rubia al lado de su hermano, casi río al imaginarme lo pesada que sería al querer jugar con nosotros los mayores. No más de tres años mayor que ella.

Sophia se voltea para verme, sus ojos brillan con un sentimiento que no logro entender.

Sus manos sube hasta ponerse detrás de mi cuello.

No aparta sus ojos de los míos mientras se pone de puntitas para acercar nuestros labios.

El beso es lento. No hay prisa, pero está lleno de sentimientos.

Sea lo que sea que ella haya sentido al ver la foto, trata de canalizarlo con el beso.

Dejo la bolsa de hamburguesas en la mesa, acercándola más a mí.

El beso se hace más necesitado, sus manos empiezan a apartar mi chaqueta, dejo que se deshaga de ella sin apartar nuestros labios.

Empiezo a caminar de espaldas, queriendo llegar a la sala.

La empujo hasta que se sienta en el sofá.

Separo mis labios de los suyos, inclinándome hacia ella, apoyándome en el respaldo del sofá.

Acaricio su mentón, subiendo a sus labios sin apartar mis ojos de su rostro. De sus ojos verdes.

Beso, sus labios, pasando mi mano por su espalda para jalarla hacia mí cuando me siento en el sofá.

Logro sentarla sobre mis piernas, separando mis labios de ella solo para preguntarle si puedo quitarle la ropa.

Asiente, con las mejillas sonrojadas.

Quito el suéter café, dejándola solo con la camiseta negra y la pequeña falda.

Mis ojos se oscurecen cuando recuerdo sus palabras de no llevar ropa interior.

Cuando veo sus duros pezones bajo la tela negra, comprendo que se refería a su sostén.

Levanto mi mirada a ella, besando su mentón, bajando hacia su cuello.

Cuando la camiseta cuello de tortuga se interpone en mi camino gruño, quitándosela.

Me deleito al ver sus pechos, libres y listos.

—Ian.—su súplica casi me hace perder la cabeza.

Sin poder evitarlo, acerco mis labios a uno de sus pezones, apretando su cuerpo más al mío cuando escucho un leve gimoteo saliendo de sus labios.

Sophia busca quitarme la camiseta, dejo que lo haga antes de besar sus labios empujándola hasta que está parada frente a mí.

No dejo de agarrarla cuando la chica se desase de su falda, dejándola solo con una lencería rosada de encaje.

Gruño ante la presión de mis pantalones, la chica se ríe ante cualquier cara que esté haciendo en este momento.

Sophia busca el zipper de mis pantalones, ayudo a bagármelos, jalándola una vez más hacia mí.

Maldigo mordiendo levemente sus labios, sintiendola encima de mí, solo con nuestra ropa interior, separándonos.

—Pensé...—digo entre besos y beso tocando su espalda vacía.—Que primero comeríamos.

—Cállate.—me río antes de sentir sus labios sobre mí.

Abro el envoltorio metálico poniéndomelo mientras la chica besa mi cuello.

Gruño ante las pulsaciones, tirando el envoltorio antes de levantarla lo suficiente para ponerme en su entrada.

Sophia gime con anticipación antes de unir nuestros cuerpos.

Muerdo su hombro mientras mueve sus caderas sobre mí.

Maldigo entre dientes cuando un escalofrío de placer recubre mi cuerpo.

Mis labios encuentran uno de sus pechos, Sophia gime cuando muevo mis caderas más rápido, separo mis labios de sus pechos, necesitando besarla más que nada en el mundo.

Gimo de alivio cuando sus labios tocan los míos, nuestras respiraciones están entrecortadas, pero el ritmo de nuestros cuerpos no disminuye.

Beso, sus labios, sus mejillas, beso todo de ella, adorando cada segundo a su lado.

Rezando a cualquier Dios que exista que pueda tenerla a mi lado el resto de mi vida.




Sophia mete un par de papas a su boca, sin apartar su vista de la película en la televisión, me levanto del sofá donde nos hemos quedado medio desnudos almorzando, para tomar mi celular.

Oli se despide colgando la llamada. Busco a la chica con la mirada, no puedo ocultar mi decepción cuando veo que ya se ha cambiado.

—Malditas clases.—digo, recordando que tengo que llevarla a clases.

Sophia se ríe, pero se agacha para ponerse bien un zapato.

Cuando se endereza la acerco a mí, aun sin estar listo de separarme de ella.

Trato de juntar mis labios con los suyos, pero ella definitivamente es más fuerte que yo, porque se aleja de mí con una sonrisa que me indica que realmente necesita irse.

—No sé si me sentiría tranquilo llevándote a la universidad sabiendo que no llevas sostén.—mi voz suena ronca, sin poder sacarme de la cabeza que estuve con ella toda la mañana, sin saber que no había más que una camiseta y un suéter separando el mundo de sus pechos.

Lo que es mucho, pero no para mi mente, no después de lo que hicimos en el sofá.

—Te sorprendería la cantidad de chicas que no llevan casi nunca.—dice moviendo su mano de arriba abajo, quitándole importancia.

—Mmm, eso no me hace sentir mejor.—me sincero, pero la chica solo rueda los ojos.

—Iré al baño, cámbiate.—me quejo, pero su mirada me hace agarrar mi camiseta, sin querer averiguar lo que hará si no me encuentra ya listo cuando salga del baño.

Abro mis chats viendo como Luna nos ha invitado a su casa para la cena.

Pienso en la madre de Luna y no puedo recordar cuando fue la última vez que la he visto. Me arrepiento de no haberla ido a visitar antes.

—Luna quiere que vayamos a cenar a su casa.—la voz de Sophia suena cuando entra a la sala. La chica muerde su labio inferior, frunzo el ceño ante ello.

—¿No quieres?—me acerco a ella, mi cuerpo moviéndose por inercia para estar lo más cerca posible de ella.

—Un escritor llegará a presentar su nueva novela en una cafetería cerca de la universidad. Me había comprometido a ir.—veo como desliza la pantalla en su correo, buscando algo.

—Podemos ir y luego llegar donde Luna.—mis ojos se despegan de su teléfono, su ceja se levanta viéndome un poco sorprendida.

—¿Podemos? ¿Quieres ir conmigo?—me encojo de hombros, tratando de ocultar la pequeña pulsada de dolor al ver que ella no ha considerado que podemos salir juntos.

—Si tú estarás...—respondo, sintiendo que es respuesta suficiente.

Mi cuerpo se paraliza unos segundos cuando, sus ojos se llenan de tristeza, frunzo el ceño sin entender la razón, pero sin ser capaz de preguntarle nada, sin preguntarle todo lo que me muero por preguntarle

—Es a las 7, te mandaré la dirección.—dice, antes de besar mis labios suavemente. 







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