Capítulo 21
Acomodo mi mentón sobre mi mano, observando a la pelinegra a mi lado.
El profesor ha pasado dando un nuevo contenido y la chica parece tener problemas para entenderlo a la primera como siempre. Sus piernas se mueve de arriba abajo, su mano juega con el collar sobre que decora su oculto cuello por la camisa con cuello de tortuga.
Muerde mi lapicero, sin importarle que preciosamente no es suyo.
Sophia ha ignorado mi mirada desde el inicio de clase.
Si está nerviosa o incómoda por ella, no lo muestra.
Una pequeña sonrisa baila en mis labios con una patética emoción.
Sé que la cena que me ha prometido por averiguar cuanto tardaría su padre luego del chantaje no es precisamente para mí. Dudo que haya confiado del todo si supiera que una de las personas que encuentra la información que tanto solicita es la persona a su lado.
Pero aún no puedo evitar estar feliz por ello.
Con la estúpida esperanza que tal vez, cuando todo termine y decida revelarle lo que sé, tal vez pueda cobrar esa cena.
Mis ojos bajan al lapicero en sus labios. Están más rosados de lo normal gracias a un labial que Luna le dijo que se probara más temprano.
Abro mi boca para compartirle algunos de mis pensamientos sobre ellos cuando ella se gira hacia mí.
Me mira entre molesta y exasperada por mi clara falta de atención a la clase.
—¿Cómo es que pasas las materias?—subo mi mirada a ella, regalándole una sonrisa traviesa.
—Tus anotaciones son muy buenas.—digo y ella rueda los ojos.
Pero lo son, por algún motivo que no logro explicar, desde el primer día que le di una hoja y un lapicero para que anotara y luego se los robara, es lo que hemos hecho.
Sophia no se molesta en traer cuadernos o lapicero, espera sin decir nada que le entregue una hoja de papel y el lapicero que tenía en sus labios hace un momento.
La chica toma nota de todo, al final de clase le toma foto y me entrega la hoja.
Un día le pregunté si no lo molestaba, curioso, queriendo saber como es que saca buenas notas si no tiene todo el material para estudiar.
Se encogió de hombros, indicándome que todo lo que escribía y entendía se lo lograba memorizar, pero que las fotos que tomaba le ayudaban si en dado caso se le pasaba algo por alto.
Sophia voltea a ver al chico que está a su lado, cuando veo que aún tiene el ejercicio vacío entiendo que lo que ella necesita es ayuda para resolverlo.
Me acerco a ella, tanto como puedo, apuntando la hoja delante de ella.
—Estás tomando el monto incorrecto, no te están pidiendo cuál es el precio final, te están pidiendo cuál es el máximo de producción para que él no haya perdida.
Sophia se queda callada, cuando no responde volteo a verla para ver si me di a explicar bien.
Sus ojos se agrandan cuando lo hago, nuestros rostros tan cerca el uno del otro.
Me río por lo bajo al notar el sonrojo en sus mejillas. Me separo de ella cuando el profesor da terminada la clase.
—¿Tienes hambre?—pregunto, saliendo de clase a su lado.
Sophia pasa su cartera por su hombro, guardando su teléfono dentro.
—Planeaba comprar algo en la cafetería y después ir a dormir a la biblioteca, tengo clase hasta las 4.
Miro mi teléfono, veo que hay suficiente tiempo para todo lo que planea, pero también suficiente para lo que se me ocurre.
—Ven.—tomo su mano, sonriendo ante su susto.
Sophia voltea a ver a los lados, viendo si alguien conocido puede vernos, pero yo solo aprieto más su agarre, sin importarme nada más que su presencia a mi lado.
Me acerco a mi auto, Sophia jala mi mano deteniéndose, veo como hay duda en sus ojos.
—Te traeré antes de tu clase, anda.—no espero respuesta regalándole una sonrisa, empujándola a mi carro después de abrir la puerta para ella.
Sophia se ríe cuando cierro su puerta, corro hacia el otro lado para entrar a mi auto.
Pongo las llaves para encender el carro, pero cuando volteo a verla mis ojos bajan a sus labios, acerco su rostro al mío, uniendo nuestros labios.
Mi corazón empieza a palpitar fuertemente, pensando en como pude estar tanto tiempo sin besarla.
Me toma todo mi esfuerzo separarme de ella, mi sonrisa crece cuando veo sus manos, la chica, con los ojos oscuros, tenía toda la intención de quitarse el cinturón y seguir besándome.
—Sí que tienes hambre.—me burlo, sin poder dejar de sonreír al ver el mismo deseo en sus ojos. La pelinegra rueda los ojos, me río una vez más dándole un pequeño beso antes de encender el auto.—¿Hamburguesas?
Cuando pienso en mi infancia, tengo muy pocos recuerdos donde no aparezca mi madre, Oli, el señor Jones o mi padre.
Mi padre antes de ser internada era la que me llevaba al colegio, la que me recogía, jugaba conmigo y me ayudaba en las tareas. Luego de ella el señor Jones tomó ese rol y mi padre estaba presente solo cuando era necesario.
Pero Oli, es el único amigo que recuerdo, sé que habían más niños y niñas del colegio, sé que algunos venían a casa, pero no son más que una mancha en mi memoria.
Y aunque si había días donde la casa estaba llena de mamas, niños y algunos empleados, cuando mamá fue internada es como si todo eso hubiera desaparecido. Como si no hubiera existido en primer lugar.
Desde entonces, el hecho que la gente venga a casa ha sido algo que siempre me pone nervioso, como si de alguna manera sentirán que algo no anda bien, que algo que antes estaba, ya no está.
Pero cuando Sophia mencionó tener tiempo libre para almorzar y descansar antes de clase, la casa de mi padre me vino a la mente.
Con la esperanza que con su presencia, la casa se llene de luz de nuevo.
Cuando volteo a verla, reteniendo la respiración sin notarlo y veo sus ojos brillar ante la casa que mi madre tanto amaba cuando era joven, mi corazón se llena.
—¿Dónde estamos?—trato de sonreírle, pero por mis nervios estoy seguro que es una mueca que sale.
—Mi casa. Bueno, la casa de mi padre con... Su nueva esposa.—mi mandíbula se tensa ante el pensamiento.
Sabiendo que aunque la casa delante de mí era de mi madre con mi padre, esta ya pasa a ser de su nueva esposa.
Sophia asiente, me imagino que recordando la relación que tengo con Isabeth.
—¿Tu padre...?
—No.—respondo, quitando la bolsa de hamburguesas de las manos, sin saber que más hacer con mi cuerpo—Está fuera del estado.—la chica asiente.
Medita sus palabras unos segundos.
—¿Tu tía?—sonrío ante el término que usa.
Agradecido con ella de no llamarla mi madre.
—No tengo idea, pero también fuera del estado.
—Casa sola, ¿eh?—su sonrisa traviesa aparece, abro mi boca sorprendido, no puedo retener mi sonrisa.
—¿Es una propuesta indecente la que escucho señorita Young?
Sophia pasa de largo, caminando hacia la entrada.
La imagen de ella frente a la casa es algo que no pensaba ver jamás.
Es como si estuviera conociendo a mi madre.
Sophia se gira, dejándome ver sus ojos juguetones.
—Puede ser.—se encoge de hombros.—Que bueno que no tengo ropa interior, ¿no?
Mi sonrisa desaparece, mi boca se abre. Mis ojos viajan a su cuerpo cuando una sonrisa de lado aparece cuando mi cerebro entiende sus palabras.
Sophia sale corriendo, no dudo en ir detrás de ella. La bolsa con las hamburguesas cae al piso cuando tomo su brazo para girarla, tomando su rostro para unir nuestros labios.
Un beso más brusco, mucho más profundo que el que nos dimos en el carro.
Nuestras lenguas juegas entre sí con deseo.
Agarro su cintura, pegando su cuerpo con la puerta.
Su risa hace que nuestros labios se separen por segundos, gruño ante la falta de contacto, tratando de juntar nuestros labios una vez más.
—Pero primero las hamburguesas, ¿no?—dice con una sonrisa llena de venganza.
Me maldigo por dejarla queriendo más antes.
Abro la puerta de casa sin apartarme de ella, besos sus labios antes de agacharme para agarrar la bolsa de las hamburguesas.
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