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Capítulo 19

Me estiro, levantándome para botar mi basura en uno de los botes cerca de la banca donde nos encontrábamos.

Las clases ya casi empiezan, Oli acompaña a Luna a su salón, Sophia se les ha sumado porque la profesora de arte la llamó para darle unas indicaciones sobre un evento la próxima semana.

Busco mi celular en mi bolsa para ver si Silas logró encontrar lo que le pedí, pero el cuerpo de Asher, aun en la banca, me hace detenerme.

—¿No vas a clases?

—Le pediré a Sophia que sea mi novia.—mi mano se baja.

El castaño mira a la lejanía, donde los chicos se han ido, entrando a uno de los edificios.

Luego de un rato voltea a verme, sus ojos cautelosos.

Me acerco a él, sentándome a su lado, viendo lo que él miraba antes.

—¿Por qué me lo dices?—Asher aparta sus ojos de mí, pone sus manos sobre la mesa, entrelazando sus dedos, pensando.

—Sabes por qué.—volteo a verlo, la cautela ha desaparecido, hay dolor en ellos.

Bajo la mirada, asintiendo.

—Bien.—digo, manteniendo mi voz estable, tratando de pensar.

—¿Bien?—Asher se ríe por lo bajo.—¿Por qué pareces tan calmado como si estuvieras seguro de que me rechazara?—dice, pero aunque se ríe nuevamente, no hay gracia en su tono.

Hay nerviosismo y mucho miedo.

Volteo a verlo, pienso en la primera vez que Oli nos presentó, en lo amigable que siempre ha sido, en sus sonrisas despreocupadas y en lo mucho que ama a sus padres, aunque ellos le hayan mentido sobre su herencia toda su vida.

Frunzo el ceño.

—No puedo pensar en ninguna sola cosa por la cual ella no se enamoraría de ti.—su boca se abre, sorprendido ante mis palabras.

Asher asiente, sin sentirse del todo confiado a pesar de mis palabras.

Suspira, levantándose, pone una mano en mi hombro.

—Hubiera esperado que lucharas más por ella.—dice, sin ocultar su decepción en sus palabras, frunzo el ceño.—Supongo que es ella la que decidirá.—Asher asiente, despidiéndose de mí con una leve sonrisa, antes de caminar hacia el campus.

Una risa baja sale de mis labios, el chico castaño desaparece a lo lejos.

—He pasado luchando por ella desde el maldito primer día Ash.—digo, pero luego pienso mis palabras.—Tal vez por eso... No me sorprendería que si te escogiera a ti.

Mis palabras se pierden con la brisa de la tarde.





Dejo caer mi mochila en mi asiento de siempre, obligándome a mantenerme sentado y no correr hacia la maldita clase vacía donde Asher y Sophia entraron hace varios minutos.

Las palabras de Asher corren en mi cabeza una y otra vez.

Al igual que las del señor de cabello blanco.

"—Te has enamorado de ella y por ella quieres entrar a un juego peligroso.—sus ojos brillaban de humor, pero sus verdaderas palabras no me afectan en lo más mínimo.

Aunque todo lo que tengo enfrente es un laberinto de secretos, mis sentimientos es lo único claro que tengo para aferrarse.

Mi sonrisa hizo que la suya flaqueara un poco.

—¿Cuál es el punto de amar si no caminas hacia lo desconocido por ella? Por muy letal que el destino sea."

Estúpido.

Estúpido.

Estúpido.

Levanto mi cabeza cuando escucho el ruido de su silla.

Mi boca se abre, queriendo preguntarle que le ha dicho Asher, queriendo saber su respuesta a su pregunta.

Pero su rostro parece pálido, la chica a mi lado parece más cansada que nunca.

Y me odio al sentir alivio, porque sea lo que sea que hayan hablado, no terminó bien.




Pierdo a la chica al salir de clases, busco con la mirada en los pasillos, pero la llamada de Luna me detiene.

Frunzo el ceño antes de contestar.

—Sophia cortó con Asher.—me detengo en mis pasos, sin dejar de buscarla con la mirada.

Decido no contradecirla, ellos formalmente no estaban en una relación.

Mi silencio ante sus palabras lo toma de la peor manera posible.

—Ya lo sabías.—la voz de Luna es dura, pero confusión baila en ellos.—Yo creí...

—Yo no pedí que esto pasara.—digo, sintiendo la necesidad de disculparme, esperando que ella comprenda.

Teniendo tanto sobre mis hombros en el momento, queriendo contarle a ella y a Oli todo, todo lo que sé todo lo que he pasado.

Pero no puedo.

La pelirroja se queda en silencio, suspira.

—Lo sé Ian. Oli y yo ayudaremos que Asher se distraiga por hoy, ¿entiendes si...?

—Lo entiendo.—el dolor de mi pecho crece, camino hacia la pelinegra que va caminando a su auto.—Llámame cuando...

—Lo haremos Ian.—escucho su respiración al otro lado, una voz a lo lejos la llama, le responde algo antes de volver a la llamada.—Esto no cambia nada entre nosotros, lo sabes, ¿no? Asher también piensa lo mismo. Cuídate Ian y sea lo que sea que planeas hacer, por favor... Solo ten cuidado.

La línea se queda en silencio del otro lado.

Guardo mi celular en mi bolsillo corriendo hacia ella.

Sophia saca las llaves de su auto, las tomo cuando las tira hacia arriba.

—Maldita sea Ian casi me matas del susto.—me río, viendo como pasa su mano por su cabello— ¿Qué haces?

Es una muy buena pregunta.

Lástima que aún no tengo idea de la respuesta.

—Te manejaré a casa.—me encojo de hombros. Sintiéndome extrañamente relajado ante su presencia. A pesar de todo.

Sophia detiene sus pasos, me analiza con el ceño fruncido, sus manos se cruzan sobre sus pechos.

—No estás pidiéndome sexo, ¿verdad?—mis ojos se abren entre con horror y sorpresa.

Maldita sea, ¿qué imagen cree que tengo de ella?

—Jesús Young, no todos somos depravados sexuales.—deja caer sus brazos, sus ojos se llenan de confusión.

Parpadeo, tratando de recordar en que momento ella creyó que accedí a que esta relación fuera solo eso, o que es lo que pudo siquiera pudo pensar para creer que eso es lo que yo quiero de ella.

Maldita sea.

—Entonces ¿por qué?

—¿Por qué, qué?—mis palabras son de confusión pura, sin poder quitarme el horror que sus palabras me causaron.

—¿Por qué estás hablándome tan tranquilamente después de lo que te dije?—Sophia voltea a los lados, dándose cuenta de que sus palabras salieron un poco más fuerte de lo que esperaba, baja la voz, acercándose un poco más de mí. Veo angustia en sus ojos cuando chocan con los míos—Todo lo que te dije esta mañana, yo...

—Tú no lo dijiste en serio.—la paro.

Tal vez no sepa que está pasando en este momento o como esas ideas llegaron a su cabeza, pero lo que sí sé es que todo lo que dijo esta mañana no eran nada de lo que sentía realmente.

Porque puedo estar jugando un juego peligroso, pero porque estoy seguro de mis cartas, del resultado, de nuestro final.

—¿Qué?—su boca se abre, sus ojos vuelven a moverse de lado al otro, tratando de entender mis palabras y buscar una explicación para ellas.

—Dije, que todo lo que dijiste esta mañana no es lo que sientes de verdad.—su boca se cierra, alzo una ceja retándola a contradecirme.

No lo hace. No cuando no puede dar una respuesta y contesta con una pregunta.

—¿Por qué crees eso?

Sonrío haciendo tintinear las llaves de su auto, me doy la vuelta, empezando a caminar hacia su auto.

Pienso en mi respuesta, sonrío para verla.

—Verás Young, soy una persona muy observadora.—casi suspiro de alivio al escuchar su risa.

Sus hombros se relajan, su mirada ya no está tan alerta.

Se acerca a mí, caminando a mi lado hacia su auto.

Dejo que nos guíe, porque no tengo idea de adonde lo ha parqueado.

—¿Hasta cuándo dejarás de llamarme por mi apellido?—me sorprende su pregunta.

Dejo salir aire por mi nariz.

No había pensado en la razón, aunque llamarla por su nombre falso nunca ha sentado bien.

Young, al ser su nombre real, el segundo apellido de su madre, es lo más cercano que tengo de su realidad.

—¿No te gusta tu apellido?—pregunto, decidiendo no contestar su pregunta.

La pelinegra se queda callada, queriendo un momento para contestar.

—Es el apellido de mi madre.—susurra, volteo a verla, sorprendido una vez más, de una de las pocas verdades que ha dicho de su identidad.

Muerdo mi lengua, queriendo abstenerme de hacer más preguntas, pero decido tentar la suerte, esperar que esta abertura pueda romper un poco su muralla.

—¿Tu padre...?

—Nunca lo conocí.—sus ojos chocan con los míos.—Él nunca supo que tuvo una hija.

Mi mandíbula se tensa, viendo el dolor en sus ojos.

Pienso en el miedo que sentí al ver al padre de Oli cuando era pequeño, el respeto que estaba obligado a sentir por él ya de grande, al ser el padre de mi mejor amigo.

Pero ver el dolor de ella, el abandono que sufrió.

—¿Te hubiera gustado?—pregunto, tratando de entender que es lo que siente por él ahorita, si le hubiera gustado que su pasado fuera diferente, que su futuro lo fuera. Sus ojos se llenan de confusión, así qué continuo.—Que te hubiera conocido.

—No. Por mí puede pudrirse en el infierno.

Una sonrisa de lado aparece en mis labios. Orgullo llena mi pecho. 





Ian's Outfit


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