Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 17

Me sobresalto un poco al no reconocer el techo encima de mí.

Mi cuerpo se relaja cuando veo el cuerpo desnudo de Sophia a mi lado.

Veo la desnuda espalda de la chica pelinegra, sonrío antes de poner las sabanas blancas sobre su cuerpo.

Me siento en la cama, poniéndome mi ropa interior y mi pantalón, sin poder evitar ver su habitación.

Una pequeña presión se instala mi cuerpo al ver el casi vacío cuarto.

No hay más que dos mesas de noche, un pequeño escritorio con una lámpara y nada más.

No hay cuadros por ningún lado, libros o posters.

Es como si viniera aquí solo a dormir y nada más, como si no quisiera hacer de esa habitación más que un cuarto donde pasar la noche.

Entro al cuarto de baño, remojo mi rostro sorprendiéndome por el leve color rojo en mis ojos.

Me giro buscando una toalla para secarme, cuando no encuentro nada busco en el compartimiento de abajo del lava manos.

Me quedo quieto al ver la caja dentro.

Me paro con ella en manos viendo la caja con lentillas verdes dentro.

A mi mente viene la imagen de la señora rubia con ojos azules. Vuelvo a agacharme sin sorprenderme al encontrar una caja con tinte negro para pelo.

Abro la puerta corrediza de vidrio de la terraza de su cuarto, salgo poniendo mis manos en la baranda, tratando de tranquilizar mis pensamientos.

Palmeo mi pantalón, aliviándome al encontrar un olvidado cigarrillo.

Lo enciendo tomando una calada, cerrando los ojos para tratar de calmarme.

Me encuentro con sentimientos encontrados, sabía que Sophia tenía secretos, sé bien que ese no es su nombre real, sabia que de alguna manera había escondido su identidad cuando vino a la ciudad, pero encontrar pruebas directas en su casa es más sorpréndete de lo que esperaba que fuera.

Le doy otra calada a mi cigarro, tratando de imaginármela con los ojos azules de Oli, con el cabello tan rubio como él o como la señora de la fotografía.

Me sorprendo al encontrarme emocionado de poder verla como ella es, como ella creció.

Pero la preocupación que sus planeas sean más grandes de lo que creo que son llega a mi pecho. ¿Qué es lo que planea que necesitaba cambiar el color de su cabello? ¿El de sus ojos?

Suspiro, dejando salir el humo de mis labios.

Me volteo cuando escucho la puerta abriéndose.

Le sonrío viendo como se abraza a sí misma por la fría mañana.

Mis ojos van a la bata blanca de seda que cubre su cuerpo.

Cuando veo su mirada hacia el cigarrillo en mis manos casi maldigo, me había olvidado de él, voy a apagarlo, pero me sorprendo con lo toma de mis dedos, dándole una calada.

Mi ceja se levanta, pero la chica solo se encoge de hombros, dadonle otra calada antes de entregármelo.

Paso mis manos por su cintura, abrazándola por atrás. Nos quedamos en silencio viendo el bosque delante de nosotros.

Me termino el cigarro, me separo de ella para botarlo en la basura.

Noto los sofás que tiene en la terraza, me siento en uno alargando mi mano para que ella se acerque a mí y se siente conmigo.

La acomodo mejor sobre mis piernas, la miro a los ojos, acercando mis labios para besar sus cansados ojos.

El rojo en ellos puede ser por las bebidas de ayer, pero también por los lentes verdes que se pone todos los días.

Veo cansancio en sus ojos, en su cuerpo y estoy más que seguro que no es solo por el ajetreado fin de semana que tuvo.

Tener que aparentar ser alguien que no es y vivir constátenteme con el temor de ser descubierta...

Toco su mejilla con cuidado, seguro de que lo único no real de ella es su nombre y el color de su cabello y ojos.

Algo en mí sabe que todo lo demás, toda la bondad, la dedicación en sus clases y la admiración por Oli no es fingida.

Me pregunto si ella y él hubieran sido buenos amigos si hubieran crecido juntos.

Sophia abre sus ojos, para mirarme, mi mano baja de su mejilla a su clavícula expuesta, sonrío orgulloso al ver el pequeño chupetón que ha empezado a enrojecer. Beso, la roja piel ganándome una pequeña risa de su parte.

Mi dedo toca la tela, bajando poco a poco sobre el borde de ella hasta llegar casi a la altura de sus pechos. Es cuando me doy cuenta de que solo lleva la bata puesta, nada más.

Levanto mi mirada, su ceño se frunce ligeramente ante la preocupación de mi rostro.

—¿Te arrepientes de...?

—No.—responde, sin dudar, suspiro con alivio ante su negativa.

Hay dolor en su mirada ante mi claro alivio de sus palabras.

Abre su boca, pero mira mis labios, me regala un pequeño beso que profundizo, acercándola más a mí con mis manos en su rostro.





Miro el techo de su cuarto, jugando con uno de sus mechones de pelo, disfrutando del calor de su cuerpo sobre mi cuerpo.

Bostezo tratando de alcanzar mi celular para ver la hora.

—Tenemos que levantarnos si queremos llegar a la primera clase.—digo, me río cuando escucho su leve queja, la chica se acurruca más sobre mí.

Beso, su cabeza, separándome de ella para salir de la cama. Paso mi camiseta sobre mi cabeza, veo mis zapatos, pero decido no ponérmelos.

—¿Quieres desayunar?—pregunto abriendo la puerta de su cuarto, Sophia agarra una almohada, abrazándola mientras murmura algo.

Salgo del cuarto y veo el pasillo a mi lado, hay varias puertas y una pequeña sala al fondo, noto como los muebles están bajo sabanas.

Bajo las gradas riendo al ver la ropa de ella. Agarro su blusa y su falda llegando al final de las escaleras.

Camino hacia la sala principal viendo que estos muebles también están plastificados, cubiertos por sabanas blancas.

Podría jurar que hay polvo en ellas.

Todas las puertas a la vista están cerradas, algo me dice que si intento abrir alguna me la encontraré bajo llave.

Camino a la cocina abriendo una gaveta buscando algún vaso para tomar agua. Mi garganta está tan seca por la noche anterior.

Me quedo quieto al ver que no hay nada dentro de las gavetas, abro la siguiente y me la encuentro vacía.

Suspiro exasperado, pensando que es muy temprano para agregar más y más preguntas a la lista.

Abro la refrigeradora cuando escucho el grito de ella desde arriba.

No me sorprendo al encontrarla vacía.

Los pasos agitados de Sophia llegan a la cocina.

Volteo a verla, sus ojos miran las gavetas abiertas, miran la refrigeradora vacía y veo como trata con todas sus fuerzas de encontrar una explicación.

—¿Nos metimos a una casa ajena?—trato de bromear, pero la pesadez de mi pecho regresa.

Y aunque me he repetido una y otra vez que tengo que poner distancia sobre lo que sea que ella planea, es demasiado temprano para tener la suficientemente fuerza como para dejar mi curiosidad al margen.

Se ríe nerviosa, pasando su mano sobre su cabello.

—Olvide hacer la compra.—dice su excusa es tan mala que casi me hace gritar.

Pienso en la información que solicitó sobre el gobernador, pienso en el impacto que fue enterarme de que ella es la hermana de mi mejor amigo de toda la vida y que su padre es una persona de mierda con tantas acciones ilegales para años de prisión.

Pienso en lo que sentí al verla por primera vez, sintiendo que la conocía de algo.

Pienso en cada vez que le sonreía a Asher, como él le regresaba la sonrisa.

Pienso en como tenía que batallar con la urgencia de decirle al castaño que no la conoce, no conoce todos sus secretos, no conoces todas sus metas.

Pero no podía decir nada, porque aunque yo sé que tiene secretos, no conozco nada de ellos.

Y odio tener que recordarme cada vez que por mucho que em deje acercarme a ella como lo hizo anoche, como lo hizo esta mañana, nunca será suficiente.

Porque tal vez yo solo sea un error de cálculo, algo que ella no planeaba cuando vino a la ciudad.

—¿Durante 3 meses?—digo, quitándome los pensamientos de la cabeza, tratando de calmar mi respiración.

—Acostumbro a comer fuera.—dice, acercándose a mí, para cerrar la refrigeradora.

Bajo mi mirada para verla, sus ojos viajan de uno de los míos al otro, tratando de adivinar mi siguiente pregunta, tratando de sacarme de la cocina para que deje de preguntar en absoluto.

Veo sus ojos verdes, su negro cabello, necesitando más que nunca ,verla.

Ver su color real, verla sin su disfraz.

La fotografía de su madre viene a mi mente.

Veo la imagen de los pasillos de su casa, de los muebles aun bajo sabanas, recuerdo todas las veces que salía de la universidad para ayudar a su madre, cuando necesitaba llegar a casa por algo que ella le solicitó.

Cenas con su madre, compras con su madre, mandados con su madre.

—¿Adónde está tu madre Young?—la pregunta sale de mis labios sin que pueda frenarlas.

Su rostro palidece, sus ojos siguen moviéndose de lado a lado.

—Si piensas que la maté y la enterré en mi jardín puedo guiarte hacia el cuerpo.—sus palabras son duras, el sarcasmo apenas notorio.—Joder Ian, está trabajando como siempre, maldita sea, mi cocina vacía no tiene nada que ver con ella.

Sophia cierra la última gaveta con fuerza, caminando hacia el otro lado de la isla de la cocina, poniendo espacio entre nosotros, como si no soportara estar cerca de mí.

Suspiro sin poder tolerar más secreto hoy. Sin poder tolerarlo en absoluto.

Camino escaleras arriba, me pongo mis zapatos lo más rápido que puedo, agarro mi chaqueta que aún está en el suelo. Bajo las escaleras viendo como ella revisa algo en su teléfono.

Me acerco a ella, le entrego mi teléfono sabiendo que mi gesto no es más que otra actitud patética.

Pero estoy cansado y mi necesidad de probarle que soy de confianza está carcomiendo la maldita cabeza.

Sophia me mira confundida.

—Puedes revisarlo para asegurarte que no tomé ninguna foto o mandé la dirección a alguien si tanto quieres mantener tu vida privada.—mi voz sale más dura de lo que quiero.

Su mandíbula se tensa con molestia, aparta mi mano.

—No tiene nada de malo querer privacidad Ian.

—No, pero después de anoche creí que habíamos pasado esto de atacarnos y de estar a la defensiva.—admito mirándola con súplica.

No puedo volver a como era antes, no sabiendo todo lo que sé de ti. No sabiendo que tal vez mis sentimientos son recíprocos.

Sé su respuesta antes de que la diga. Veo como sus ojos se endurecen como todo su cuerpo se queda tal quieto.

—Solo fue sexo Ian.

Parpadeo viendo como sus ojos lentamente se llenan de lágrimas.

Bajo mi mirada, enojando conmigo mismo. Por insistirle sabiendo todo el esfuerzo que ha puesto para ocultar su identidad, sus planes.

Mi pecho duele al ver su triste mirada, como si creyera que es mejor poner distancia entre nosotros, como si nuestra cercanía arruinará algo de sus planes.

Tal vez así sea.

Así que hago lo único que se me ocurre para poder ayudarle a cumplir lo que se propone.

Me doy la vuelta, saliendo de su casa, sin mirar atrás. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro