Capítulo 16
Me tropiezo bajando las escaleras, me río logrando estabilizarme lo suficiente para que Sophia no se tropiece conmigo.
La pelinegra pone su mano sobre su boca, ocultando la risa que sale de sus labios. Tomo su mano, dejando libre su sonrisa, no suelto su mano guiándonos hacia la salida de la tienda de joyas.
Un señor con saco me hace una seña, nos abre la puerta, dejo que la pelinegra entre primero.
Volteo a verla, su sonrisa no desaparece, su cabeza se recuesta sobre el asiento mirándome desde el otro lado.
Acerco mi cuerpo a ella, poniendo sus piernas sobre las mías, Sophia se acomoda, pero no dice nada para que me aparte.
—¿Cómo encontraste este lugar?—su voz es baja y un poco ronca, por las horas, dentro gritando por la música fuerte.
Mis ojos chocan con los suyos, mi rostro cerca del suyo, atraído por su suave voz.
—Cuando me mudé a la ciudad pasé una semana en casa de Oli, mi padre tiene una casa aquí, una que compartía con mi madre.—los ojos de la chica se llenan de tristeza, dejo de respirar un segundo cuando su mano va a mi cabello, moviéndolo delicadamente sin darse cuenta.—Oli, Asher y Luna me ayudaron a arreglarla lo suficiente para que fuera habitable después de tanto tiempo, pero no pude dormir ahí el primer día. No quería preocupar a Oli y no conocía tanto a Luna o a Ash como para contarles nada. Así que pasé caminando por las calles sin un rumbo, sin nada en mente.
—Ese día lo encontraste.—dice y yo asiento, mis labios van a sus labios, pero cierro los ojos, disfrutando de su caricia en mi cabello, tratando de concentrarme en eso y no en las ganas que tengo de besarla.— Gracias por enseñármelo.—mis ojos se abre y sonrío al ver gratitud en sus ojos.
Como si entendiera que ese día necesitaba perderme y que logré justo eso.
—¿Puedo llevarte a casa?—le pregunto, mi voz a penas, un susurro.
Para mi sorpresa la chica asiente.
Abro la puerta del carro, ayudando a la chica a salir.
La pelinegra empieza a caminar hacia las grandes puertas de su casa.
Parpadeo, tratando de aclarar mi mente, viendo la misma casa de la fotografía que Silas me dio el día que me enteré de que le pertenece al gobernador.
Veo a la pelinegra que parece concentrada en sacar algo de su cartera, me río cuando se le caen las llaves. La chica se agacha agarrándolas sin dejar de caminar hacia la puerta.
—Young—la llamo, recibiendo una sonrisa de su parte.
Me acerco a ella tomando la cartera que ha dejado en el piso.
Luego de una larga noche las preguntas empiezan a volver a mi mente, pero mi cerebro camina más lento, las palabras no pueden formularse bien en mi lengua.
Me quedo quieto cuando sus ojos van a mi mandíbula, su dedo toca el borde donde un pequeño lunar descansa en mi piel.
Me acerco más a ella, dejándola explorar todo lo que quiera, sin querer que sus ojos se aparten de mí.
Veo sus pestañas, el poco maquillaje en sus ojos casi inexistente, veo sus labios, rosados por algunas de las bebidas con colorantes.
Sophia parece no estar contenta con la distancia, así que camina hacia mí. Mi mano va a su cintura cuando se tambalea un poco.
Cierro los ojos cuando su dedo empieza a moverse por mi mejilla, toca delicadamente mis pestañas, su mano libre va a mi camiseta, encontrando estabilidad.
—No es justo que tus pestañas sean más largas que las mías.—dice, abro mis ojos para ver una pequeña mueca en su rostro, me río por lo bajo.
—Puedo dártelas si quieres Young.—le digo, queriendo decirle que todo lo que ella pida, todo lo que ella desee, todo, ella podría tenerlo todo.
Podría tenerme por completo.
Tal vez ya me tenga.
—¿Qué harás sin ellas?—pregunta, aun hablando de mis pestañas.
—Mi belleza sobrevivirá.—la chica se ríe.
Me acerco más a ella con ayuda de mi mano aún en su cintura, descanso mi otra mano en su espalda baja dejándome unos segundo para ver sus labios.
Solo unos segundos antes de tener que obligarme a apartar la vista.
—Young.—mi voz suena ronca, saliendo como una pregunta o una súplica.
Maldita sea.
—¿Mmm?—mis ojos viajan a los suyos después de un gran esfuerzo para separar mi vista de sus labios.
Pero necesito ver su reacción, necesito verla.
—Quiero besarte.—mis palabras se escuchan fuerte, seguras, como si mi corazón no está a punto de salirse de mi pecho.—Dime que no lo haga.
Pienso en Asher, pienso en su padre, pienso en Oli y pienso en todos los secretos que ella tiene.
Pienso en que esto, nosotros, sería no solo una distracción para ella y lo que planea, sino que también sería lo que termine por destruirme a mí.
Porque sea lo que sea que ella planea, sé bien que ella no espera tener un futuro en esta ciudad.
Un futuro donde yo esté en él.
Lo sé bien, así que mi voz suena suplicante, no siendo lo suficientemente valiente como para tomar la decisión yo solo, queriendo que ella me aparte, que ella termine esto.
Sus ojos sea aclaran, me ve como me ha visto desde el primer día. Como si conociera todo de mí.
Su mano sube nuevamente, sus dedos entrelazados con mi cabello en la parte de atrás mi cuello.
Dejo de respirar cuando su mano me acerca a ella.
Suspira al sentir mis labios sobre los suyos, me acerca más a ella, poniendo ambas manos en mi cuello.
Gruño, cuando nuestras lenguas se encuentran, mi agarre en su cintura es un poco más fuerte, estabilizando nuestros cuerpos ante la ola de sensaciones.
Nos separamos por aire, mis ojos van a los suyos buscando cualquier indicio de arrepentimiento de su parte, pero sus ojos brillan, Sophia trata de ocultar su sonrisa detrás de sus dedos antes de separarse un poco de mí, bajando una de sus manos de mi cuello por mi brazo, agarrando mi mano mientras empuja la puerta de su casa hasta abrirla.
Aunque mi cerebro grita que le dé un vistazo a la casa, que busque cualquier indicio de sus planes, todo desaparece cuando la pelinegra suelta mi mano, subiendo hacia el lazo de su blusa, desatándolo frente a mí mientras sube las escaleras.
Mi cuerpo se tensa cuando entiendo que es lo que hace, adonde es que me guía.
No aparto mis ojos de ella, de sus lentos movimientos, siguiéndola escaleras arriba después de cerrar la puerta de entrada detrás de mí.
Cuando escucho el sonido del zipper de su falda me detengo solo unos segundos, para recordarme que necesito respirar, que necesito hacerlo para poder seguir viviendo, pero la chispa en los ojos de ella es tan irreal que por un segundo me pregunto si no estoy soñando.
Quiero reírme ante el pensamiento que constantemente pasa en mi cabeza, cuando me pregunto si estoy durmiendo, cuando estoy con ella.
Mis pasos empiezan de nuevo cuando la falda cae.
Trago grueso al ver sus desnudas piernas, la pequeña lencería negra que cubre su cuerpo, su pecho sube y baja, buscando el aire que parece que ha desaparecido de la casa.
Pierdo el control cuando llego arriba de las escaleras, junto nuestros labios, acercando su rostro lo más que puedo con mis manos, aun sin poder hacerme la idea de bajar mis manos para tocas su cuerpo semidesnudo.
Sabiendo bien que si bajo mis manos de sus mejillas mis manos estarán temblando con el deseo que recubre mi cuerpo.
Sus manos agarran mi camiseta, guiándome hacia una de las habitaciones sin separar nuestros labios.
La puerta detrás de nosotros se abre, separo nuestros labios solo unos segundos, queriendo observar la que creo que es su habitación, pero sus manos toman mi rostro, junta nuestros labios con un leve gruñido que me indica que me concentre.
Casi me río entre beso y beso, pero sus manos me empujan hasta que caigo sentado en sus blancas sabanas.
Se separa de mí, dejándome una sensación de vacío que no me gusta para nada.
Sus mejillas están sonrojadas, su respiración igual de entrecortada que la mía.
Sonrío, viendo como se toma el tiempo de observarme, mis ojos bajan a su cuerpo, aprieto las sabanas en mis manos, tratando de quedarme ahí sentado, esperando que ella se acerque a mí y no abalanzarme sobre ella como mi cuerpo me suplica.
Mi boca se abre para empezar a suplicarle que se acerque, estiro mi mano, poniéndola en la parte de atrás de su muslo para jalándola hacia mí.
Sophia no se resiste, toma aire antes de ponerse en medio de mis piernas.
Respiro hondo, poniendo mis manos a cada lado, tratando con todas mis fuerzas que están no tiemblen al sentir el calor de su cuerpo.
No aparto mis ojos de los suyos, subiendo lentamente mis manos, haca ponerlas en su cintura, haciendo una leve pausa en el bode de su lencería negra.
Sus ojos se cierran, sus labios se abre ligeramente, acerco la distancia necesitando poner mis labios sobre ella.
Beso, su mentón haciéndola gimotear, la acerco más a mí, necesitando cerrar toda distancia entre nosotros.
Beso, su cuello, su clavícula, beso todo lo que está delante de mí sin haber conocido antes algo tan adictivo como su piel.
Respiro una vez, agarrando todas las fuerzas que tengo para separar mis labios de su cuello, busco sus ojos con mi mirada, ella se queja ante la falta de caricia, tenso mi mandíbula tratando e impedir besarla otra vez en ese mismo instante.
Pero me obligo a abrir la boca.
—¿Ya has...?
—Sí.—responde, apenas en un susurro.
Sophia cierra sus ojos una vez más cuando tomo su rostro, tocando sus labios con mi pulgar.
Siento que su cuerpo tiembla y sonrío al verla reaccionar ante mis caricias.
Pongo más presión en su labio inferior, logrando que abra su boca para mí.
Junto nuestros labios y casi suspiro de alivio al sentir el jugueteo de su lengua con la mía.
Un leve gemido sale de sus labios logrando apretar más mi agarre de sus piernas.
Logro que se siente sobre mí, pongo mis manos sobre su espalda baja, acercándola más y más a mí.
Separo mis labios de los suyos, alejo mi rostro cuando ella intenta juntarlos de nuevo. Se queja, algo molesta, por tanto tanteo.
—¿Estás segura de...?
—Sí.—gruñe, juntando nuestros labios bruscamente.
Me río, sin poder evitar sonreír entre beso y beso.
Subo mi mano por su espalda, necesitando deshacerme de la poca ropa que aún cubre su cuerpo. Logro quitarle el sostén, lo tiro a un lado, mordiendo levemente su labio inferior antes de unir nuestros labios otra vez.
Sophia pone sus manos sobre mi pecho, palmeando mi ropa, molesta por la cantidad de tela, empieza a quitarme la chaqueta. Cuando logra quitarme la tiro a un lado.
Sus manos bajan hasta el final de mi camiseta, queriendo subirla y deshacerse de ella de una vez por todas.
Gruño, cuando baja su cara a mi pantalón, trata de desabotonar el cinturón, pero la separación de nuestros labios es tan dolorosa que subo su mentón con mi dedo, suspirando una vez que nuestros labios están juntos otra vez.
La levanto, aun con ella sobre mis piernas, logro darle la vuelta, poniendo su espalda sobre su cama, poniéndome en medio de sus piernas.
La beso desesperadamente, sabiendo que necesito separarme de ella unos segundos para deshacerme de mis malditos pantalones. La beso una vez más gruñendo cuando me separo de ella.
Casi arranco mi cinturón, casi dejándolo inutilizable, antes de bajarme los pantalones.
Pero cuando mi vista sube a ella, me detengo.
Solo un milagro no me hace caer de rodillas al verla.
Su pálida piel, sus piernas abiertas para dejarme espacio entre ellas, sus perfectos pechos que sube y bajan.
Sus oscuros ojos, más oscuros de lo que jamás los he visto.
—Maldita sea.—susurro, mi voz tan ronca que duele.
Me dejo caer encima de ella, sin poner todo mi peso sobre ella, tomo su rostro con una mano, uniendo nuestros labios, gimiendo al sentir nuestros cuerpos separados solo por nuestra ropa interior.
Trato de calmar mi respiración, calmar mi cuerpo que me pide a gritos, arrancarle la lencería y hacerle todo lo que por semanas mi mente ha querido hacerle.
Gruño al recortar el maldito preservativo en mis pantalones.
Sin poder separar mi cuerpo del suyo la levanto conmigo, agarro como puedo el pequeño empaque plateado antes de volver a acostarnos sobre su cama.
Sophia muerde mi labio al mismo momento en que mi mano baja a su ropa interior, se la quito sin delicadeza, no pudiendo controlar mi mente.
Necesito un segundo para recomponerme cuando siento lo mojada que está.
—Joder Young.—suspiro.
Muevo mis dedos de arriba abajo, explorando su zona íntima ganándome un pequeño gemido de su parte.
Mi mente se pone en blanco cuando sus labios se separan de los míos, gime en mi oído, cuando deslizo mis dedos dentro de ella.
Levanto mi cabeza para ver su reacción ante mis movimientos, primero lentos y luego más rápidos.
Sus ojos se cierran, su cabeza cae hacia atrás, lleno su cuello de besos, besando su clavícula, mordisqueando el óvulo de su oreja, sin evitar lamer un poco la parte de atrás de esta.
Su mano sube a sus labios, tratando de callar sus gemidos mientras mis dedos siguen dándole placer.
—Déjame escucharte.— gruñido presionando mi el punto justo para hacerla rodar los ojos.
Sophia curva su espalda dándome una perfecta vista a sus pechos.
Me quedo embobado al verlos, sin poderme creer que no les había prestado la debida atención todo este tiempo.
Atrapo uno de sus pezones con mis dientes, succionando levemente, jugando con la punta de mi lengua con uno, antes de besar el otro.
Gruño ante la presión de mis pantalones, trato con todas mis fuerzas de mantener mi respiración lo más tranquila que puedo.
Separo mis labios de su precioso pesón juntando mis labios con los suyos, queriendo sentir a través de su boca como llega al orgasmo.
Separo mis dedos de su entrada, disfrutando de verla tratando de recomponerse.
—Abre los ojos Young, aún no terminamos.—junto nuestros labios, desesperado.
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