Capítulo 14
La respiración de Silas se entrecorta, su pecho se mueve de arriba a abajo como si hubiera corrido un maldito maratón. Pero aunque ha terminado de decirme todo lo que sabe, aun mi cerebro está procesando todo.
En algún momento de la conversación me he sentado en una de las sillas giratorias, sin estar seguro de que mis piernas puedan soportar el peso de toda la información.
Mi mente viaja a mi niñez, a ese alto y tenebroso padre de Oli que solo llegaba a visitar a su hijo muy noche, en pocas ocasiones.
Fue hasta que crecí que mi madre me explicó que el gobernador tenía que llegar de esa manera por la seguridad de Oli y de su madre, que las cosas en la ciudad no estaban tan bien y que no quería que nadie supiera donde ellos se encontraban.
Recuerdo estar asustado por mi amigo cuando mamá me dijo que finalmente regresan a la ciudad, asustado por él al pensar que tendrá que vivir con ese inquietante hombre.
Gracias al contacto que ambos mantuvimos y a las numerosas noticias del padre de Oli pude cambiar mi percepción de él, tal vez cuando era niño solo quería ver lo que tenía adelante, tal vez él no es una mala persona.
Porque no podía serlo, no al recibirme con los brazos abiertos cuando vine por primera vez a la ciudad buscando empezar mi carrera universitaria, no cuando me dejó dormir en su casa tanto tiempo antes de poder atreverme a ir a la casa de mi padre, no cuando Oli lo ama demasiado y su esposa parece ser la persona más feliz.
Pero tal vez mi capacidad de analizar a las personas es algo que tengo desde muy pequeño gracias a mi padre, tal vez al verlo ahí parado frente a Oli dándome un escalofrío por todo mi cuerpo, no era solo el susto de un niño pequeño sino mi instinto que decía que algo estaba mal.
Porque lo está, está realmente mal.
Y tuve que haber intuido que esto iba mucho más allá que solo una infidelidad que llevó al nacimiento de la pelinegra, pero ¿tráfico de drogas, tráfico de armas, estafas masivas y empresas fantasmas? No se me había pasado por la mente en ningún momento.
El teléfono de oficina de Silas suena, su mano temblorosa lee la palabra antes de entregarme el teléfono.
Mi sangre se hiela cuando veo las palabras, sabiendo bien quién mandó el mensaje.
Pero sin entender por qué busca información de la madre de Oli.
Miro a Silas, el chico igual de pálido que yo. Trago grueso, tratando de recomponerme lo más que puedo.
—Dijiste que Sophia Young no trabajaba sola, dijiste que ella trabajaba con alguien o para alguien.—Silas asiente.—Necesito que lo encuentres, necesito hablar con él.
Me dejo caer en uno de los sofás del jardín de Oli, quejándome por el dolor de todo mi cuerpo, después de cocinar casi 100 galletas para el evento de mañana.
Miro a Oli y a Luna hablando sobre lo que pasa en la televisión sintiéndome extrañamente incómodo en esta casa.
Miro hacia adentro, los muebles, los cuadros, todo tan familiar como si fuera mía pero tan ajena tras toda la información obtenida.
Miro a Sophia, se ha quedado viendo la televisión, tomando de su té helado.
Me pregunto cuando tiempo lleva planeando todo, cuando tiempo lleva con la información y como puede actuar tan tranquilamente al lado de su hermano sin sacarlo a rastras de ahí y contarle todo lo que su papá ha hecho durante tanto tiempo.
Mi cuerpo pica, pica con las ganas de sacarlos a ambos de ahí, alejarlos del gobernador.
Podría explicarle lo que hago a Oli, sé que el lo entendería, podría persuadir a Sophia que sea lo que sea, que busca que no vale la pena.
Pero no puedo, por la misma razón, que Sophia decidió no preguntarme nada sobre la relación de mi padre con la hermana de mi madre, porque es mi secreto, mi familia. Ella merece hacer lo que sea que quiera hacer, a pesar de que no puedo dejar de preguntarse si eso terminará afectándola a ella más de lo que le afectará al gobernador.
Sin saber si yo podré soportarlo.
Aparto mi mirada de ella, obligándome a mirar la pantalla del televisor. Obligándome a calmar mi corazón.
Esperando con impaciencia a que Silas me escriba cuando ya haya podido contactarse con quien sea que haya ocultado la identidad de la pelinegra durante tanto tiempo.
Llegamos temprano al evento de la madre de Oli, frunzo el ceño al ver la gran cantidad de personas haciendo filas para donar, muchas personas llevan camisetas con el rostro del gobernador, algunas con las de la madre de Oli.
Y por primera vez mi odio hacia este tipo de eventos va mucho más que el aburrimiento, ahora apenas logro contenerme para decirle a todos estos fanáticos que su gobernador no es el que creen que es y que, posiblemente, la madre de Oli tampoco.
Muevo mi cuello de lado, tratando de destensar antes de agarrar una de las cajas llenas de galletas, caminando a uno de los stands que nos han dado.
Sophia se acerca a mí, señalando donde puedo ponerlas.
La pelinegra me sonríe cuando las dejo, miro sus pequeñas ojeras y me pregunto como puede dormir por la noche.
Sophia ladea su cabeza con confusión, pero trato de darle una sonrisa.
—¿Todo bien?—pregunta, mirando mis ojos con una leve preocupación.
—Eso debería de preguntar yo, ¿no estás cansada?—pregunto sabiendo bien que si lo está.
Pasó toda la mañana ayudando en el museo y luego toda la tarde horneando galletas. Levantarse temprano un domingo para seguir trabajando... Bueno, no me sorprendería que callera rendida en cualquier momento.
Su sonrisa me deja quieto un segundo, el cuadro de Luna aparece en mi mente y entiendo por qué la pelirroja tuvo la necesidad de retratarla.
Espero que aún no haya vendido la pintura porque necesito comprarla yo mismo.
—Todo es para una buena causa, ¿no?—responde, pero esta vez, la sonrisa no le llega a los ojos.
Miro hacia delante, hacia la fila de personas, listas para seguirle la corriente a los que sea que los padres de Oli digan o hacen.
Suspiro, esperando que la propuesta que le envíe al contacto de la pelinegra sea aprobado.
Parqueo mi carro frente la casa de Oli, sintiendo que se me es físicamente imposible entrar a esa casa hoy.
Pensando que también es una terrible idea salir esta noche, pero ante las insistencias de Luna nadie pudo decir que no.
Abro mis ojos, viendo como el auto de Sophia entra, se parquea casi en la entrada.
Arregla su pelo y luego agarra su cartera antes de saltar de su carro. Me río ante ello, esperando el momento en que pueda comentarle que hay carros más pequeños.
Mis ojos viajan de su rostro hacia su cuerpo. Aprovechando la oscuridad de la noche para mirarla un poco más de lo que normalmente me permito hacerlo.
Sus botas negras tienen plataforma, pero no parecen tan incómodas como algunos de los zapatos que usa. Sus brazos están cubiertos por una fina tela negra, su negro sostén se ve a a través de esta.
Cierro los ojos cuando se acerca lo suficiente como para verme.
Tratando de calmar mis pensamientos y mi respiración.
La brisa de la noche mueve su cabello, Luna y Oli en la parte de atrás del auto han decidido ponerse cariñosos, disfrutando del trayecto.
Sophia parece querer ignorarlos a toda costa, ha subido la música del auto y mueve su cabeza de arriba a abajo.
La pelinegra siente mi mirada, pero cuando sus verdosos ojos me miran yo no puedo apartar mi mirada.
Una preciosa sonrisa baila en sus labios y me preocupo mucho por mí. Por esta noche.
Aparto mi mirada, cruzando por una calle para buscar el bar que Luna mencionó por la mañana.
Ian's Outfit
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