Capítulo 11
Leo las escrituras de la casa una y otra vez hasta que finalmente mis ojos se cierran y no me levanto hasta el día siguiente.
Veo el techo de mi habitación tratando de pensar en todo, tratando de encontrarle sentido a lo que creo que tengo delante de mí.
El recuerdo del primer día de clases nunca había sido tan nítido como lo es ahora.
La familiaridad que sentía al verla, como si ya la había visto antes.
La boca, la nariz, la manera en que su cuerpo se mueve y en como se ríe.
El cabello y los ojos serían lo único, pero no hay cabello que no puede ser pintado y los ojos...
La sensación de que tenía lentes de contacto desde el primer día no parece tan descabellado.
Es la única explicación lógica, la necesidad de saber sobre el gobernador, el querer ocultar la casa y lo que pueda haber en ella.
La pregunta aquí es si Oli sabe que su padre tiene otra casa, si él sabe que, tal vez, su madre no es la única mujer de su padre.
La presión de mi pecho crece pensando en lo que Oli sentirá al enterarse.
Me quito uno de mis audífonos cuando me acerco a la mesa donde Luna, Oli y Sophia comparten unas papas fritas.
Trato de tranquilizarme tras la nueva información, sin poder evitar mirarla y luego a Oli. Sintiéndome estúpido ante lo mucho que se parecen ahora que sé que tal vez pueden ser hermanos.
No quita las preguntas de porque está haciendo todo, tal vez solo quiere conectarse con su padre, pero ¿por qué se tomaría la molestia de querer saber todos sus pasos si solo es eso?
No, es mucho más, mucho más.
Noto mentalmente que debo hacer una búsqueda, con un apellido diferente esta vez.
—Ian es un exagerado, mamá me llamo para que fuera a recoger unas cosas, como él duerme en cada clase ni me escuchó cuando le dije.—la voz de la pelinegra llega a mí.
Tomo su rostro con una mano, apretándola sin dañarla, logrando que sus palabras cesen.
—¿Por qué hablas mal de mí si ni siquiera estoy presente para defenderme?—la miro tratando de no parecer completamente exaltado ante su presencia, no cuando el recuerdo de su cuerpo pegado al mío aún es tan vivido, no cuando su hermano está a su lado y él no sabe nada.
Maldita sea Young, estás complicándome las cosas.
—No digo más que la verdad.—me siento a su lado, sonriéndole a Luna y asintiéndole a Oli a modo de saludo.
Agarro un poco de papas fritas, golpeo el pie de Sophia bajo la mesa logrando que abra su boca, meto las papas que puedo en ella.
—¡Qué sorpresa! Te ves mucho más linda cuando tienes la boca...—para mi sorpresa la pelinegra levanta su puño, amenazando y retándome al mismo tiempo para que termine mi frase.
Me río, agarrando más papas, comiendo.
Luna empieza a hablarle, pero yo noto el libro que está abierto sobre la mesa, me acerco a ella, tratando de leer los apuntes para saber si ha avanzado más para los exámenes que se acercan.
Me sobresalto al ver una mano frente a mi cara, miro como Asher toma papas con una sonrisa en su cara al lograr una separación entre ambos.
—¿Vamos al cine?—dice el castaño. Luna grita de emoción, asintiendo.
Mi diversión en el cine duró menos de lo que creí que duraría. Robarle las palomitas y la bebida a la chica pelinegra fue lo más emocionante de la película, aunque no preste mucha atención de todos modos.
Porque no pude evitar mirarla y ver sus reacciones tan parecidas a las de su hermano cuando era pequeño.
Me despido de Luna y Oli, quienes si se han quedado a ver el final de la película, no como Sophia y Asher que casi a la mitad habían salido de la sala y nunca regresaron.
Miro la hora de mi celular y manejo a la oficina, sin tener ganas de llegar a casa.
Casi me sorprendo al no encontrar al Silas dentro, muy pocas veces realmente sale.
Veo la nota que ha pegado en el computador principal, indicándome que salió a hacer trabajo de campo y que volverá en dos días.
Suspiro, pensando que realmente necesitamos expandirnos, el trabajo nos terminará aplastando siendo solo dos.
Dejo mi celular en la mesa, le doy un sorbo a mi café antes de encender mi ordenador, revisando algunos correos que llegaron apenas, tratando de adelantar todo lo que puedo.
Han pasado algunas horas, me estiro buscando mi celular para pedir algo de comer, pero me detengo al ver una nueva noticia del padre de Oli.
Sonrío un poco al ver la foto, Oli, y sus padres posan en la portada, pero la noticia va sobre la recaudación de firmas para la nueva elección de gobernador.
Miro el ordenador frente a mí aún, dudo un poco, pensando que tal vez las razones de Sophia son más personales de lo que pienso. Pero veo la foto una vez, veo la admiración en los ojos de Oli.
Busco todas las combinaciones de nombres que se me ocurren.
"Sophia Young" ya está más que buscada.
"Sophia Morgan" por una corazonada, sé que Sophia no es su verdadero nombre, pero aun así busco, no encuentro la información que quiero.
Así que me voy solo por los apellidos
"Young Morgan" el programa se queda patinando unos segundos, veo la rueda dando vueltas y vueltas con el sonido del corazón palpitando tan fuerte en mis oídos.
Cuando la pantalla finalmente carga, frunzo el ceño al ver la fotografía de una señora sonriente. Me dejo caer en la silla sin aire al ver a Sophia Young en unos años, con cabello rubio y ojos azules.
Veo a la señora unos segundos más antes de armarme valor para leer la información que hay debajo de la fotografía.
Esta mañana, al momento de despertarme, estaba tan determinado a encararla. A exigirle una explicación después de todo lo que leí sobre su madre la noche anterior, pero todas mis palabras salieron volando al verla entrar en la clase.
No fue su atuendo lo que hizo que me tensara, su camiseta manga larga negra y la falda del mismo color con una pequeña chaqueta verde es uno de los atuendos más conservadores que se ha puesto, pero es su rostro el que parece más pálido.
La pelinegra apenas murmura un saludo antes de dejar caer su cuerpo en la silla a mi lado.
Abro mi boca para preguntarle qué ocurre, pero la imagen de un castaño aparece en mi mente.
Cierro la boca, obligándome a mí mismo a que no me importe, repitiendo una y otra vez que no soy yo el que debería de estar preocupado por ella.
La clase termina, finalmente me permito mirar a la chica a mi lado y veo como sorpresa como la hoja está casi vacía, las pocas notas que logró escribir apenas son garabatos ilegibles, veo como mueve su cabeza de lado a lado, tratando de mantenerse despierta.
Miro el vaso térmico y lo pongo en su mesa, sobresaltándola un poco ante la visión de él frente a ella. Mi ceño se frunce.
Sophia trata de darme una sonrisa, pero sus ojos realmente están determinados a cerrarse.
Trago grueso pensando que podría preguntarle sin sentirme un completo entrometido.
—Si no puedes mantener los ojos abiertos durante clases, deberías de decirle a Asher que no te entretenga toda la noche.—digo arrepintiéndome enseguida de las implicaciones en mis palabras.
Maldita sea.
—Me despedí de Asher después de la cena, estaba haciendo algunas cosas en la computadora, no pude evitar dormirme tarde.—murmura y me siento peor al pensar que necesita que yo sepa, que no pasó la noche con el castaño.
El sentimiento de pesadez se incrementa cuando alivio me recubre el cuerpo.
He pasado todo este tiempo tratando de entender a esta chica y sus motivos que he estado tan cansado para siquiera pensar en analizar lo que yo siento por ella.
Lo que siento al verla con Asher.
Sophia no parece notar el efecto de sus palabras en mí. Me acerco a ella cuando veo como trata de separar su cuello de tortuga de su cuello, tratando de que el aire le entre, noto leve sudor en su cuello y frente. Abro mi boca para expresar mi preocupación mandando al diablo cualquier pensamiento anterior, pero por acto de reflejo logro agarrarle el brazo, cuando se ha inclinado para agarrar su cartera en el piso y casi se cae.
—Demonios Young, ¿sigues dormida?— trato de ver sus ojos, pero están entrecerrados.
Sophia no me contesta, intenta abrir su cartera. Me acerco más levantando mi mano a su frente.
Chisto cuando siento el calor en ella.
—Estás hirviendo.—le quito la cartera, cuando trata de abrirla nuevamente sin lograrlo, veo inmediatamente que es lo que trata de sacar.
La pelinegra tiene una cajita con pequeños compartimientos, cada uno con el nombre de una medicina diferente.
Si no estuviera tan preocupado le diría lo bien equipada que va a pesar de llevar una cartera tan pequeña para un solo llavero.
Niego con la cabeza, no encontrando algo lo suficientemente fuerte como para aliviar su fuerte fiebre.
—Necesitas algo para aliviar la fiebre.—digo, apuntando el nombre de la pastilla para dolor de cabeza, queriendo explicarle que le ayudará solo para eso.
—Una pastilla para la cabeza será suficiente.—protesto, pero la chica toma la caja en sus manos y saca una pastilla.
—¿Trajiste tu carro? Déjame llevarte a casa.—le pido, sabiendo que su negativa llegará, pero con la esperanza que me deje caer sus muros, al menos en estos momentos donde parece no poder mantenerse despierta.
—Estoy bien, no quiero faltar a la siguiente clase.—Sophia se levanta como puede, se estabiliza con la mesa delante de ella pero respira despacio, abriendo y cerrando sus ojos como si quisiera enfocar bien.
Maldigo.
—Olvida la clase, te pasaré las notas, ve a descansar a casa, pide un taxi, te daré tu carro mañana.—Sophia levanta sus ojos a mí, pero luego las pone en mi mano, donde espero que me dé sus llaves, tratando de no decirle lo estúpida que sería si se queda más tiempo en clase o siquiera se crea capaz de manejar a casa.
La pelinegra se deja caer en la silla después de entregarme las llaves.
—Quédate aquí, vengo en un momento.
No espero su respuesta, salgo de la clase llamando a Luna por teléfono.
Cuando llego al edificio de la pelirroja estoy sin aire, pero no me detengo.
Entro a la parte de atrás del edificio, espero impaciente en la sala que Luna me indició.
Suspiro aliviado cuando veo que la pelirroja entra.
Sus mejillas están rojas, sus ojos buscan en la sala como si esperara ver a Sophia en algún lado.
Le explico rápido lo que pasó y sus síntomas, esperando que ella me dé alguna medicina que sea lo suficientemente fuerte para que su fiebre disminuya lo más rápido posible.
Luna me entrega un blíster de pastillas, beso su mejilla antes de correr al salón con Sophia, prometiendo que le avisaré cuando ella ya esté en casa descansando.
Veo la puerta cerrada, me detengo solo para agarrar aire antes de entrar. Mi corazón se detienen al ver como la pelinegra limpia una lágrima que cae por su mejilla.
Me agacho frente a ella, tratando de mirar sus ojos, tratando de saber que es lo que ocurre.
Pero sus tristes ojos me detienen.
Trago grueso, mostrándole las pastillas en mis manos, le entrego mi botella de agua una vez más, veo como se las toma.
Las preguntas empiezan a aparecer en mi mente, preguntándome una y otra vez si Asher tiene que ver con algo de esto.
Sophia me entrega la botella y yo saco un paquete de galletas de chocolates que compré en una de las máquinas expendedoras del departamento de arte.
—Algo me dice que no desayunaste, tienes que comer algo para que no te duela el estómago más tarde.—digo, abro el paquete acercándosela a su boca, dispuesto a discutir con ella si decide rechazármela.
Sophia mastica una de las galletas, cuando estoy a punto de pedir que coma una más el mensaje de Asher llega. Mi molestia crece y tengo que recordarme que tal vez el castaño no tiene nada que ver, sabiendo bien que la chica frente a mí tiene más secretos, que la fiebre pudo haber sido causada por sus contantes atuendos nada abrigadores.
Anoto mentalmente que necesito comprarle un maldito suéter.
—El auto ya está aquí, ¿puedes caminar?—pregunto, aun con mi vista en mi celular, tratando de calmar a Asher, pero parece agitado ante la noticia de Sophia, como si Luna ya le hubiera escrito pidiéndole explicaciones por su estado.
—Tengo fiebre Hill, no las piernas quebradas.—sus palabras sacan una sonrisa en mi rostro.
—Mmm, veo que ni enferma pierdes tu encanto.—respondo, esperando que el alivio no sea tan notorio en mi voz.
Veo como el auto que pedí para ella sale del campus antes de caminar a clases para anotar todo para que ella no se retrase en las clases.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro