Yo era un joven desempleado que acababa de terminar mi carrera de arquitectura allá por el año 2001 y las cosas en Ecuador no eran tan favorables.

Mientras caminaba por la playa de Mompinche (Provincia de Esmeraldas), encontré una botella oscura. "La gente debería ser más limpia" ―pensé.  Levanté la botella para que nadie pudiera pisarla y se corte accidentalmente. En ese momento me di cuenta que estaba cerrada con un corcho, era imposible sacarlo, y se podía ver a través del cristal oscuro que había un papel enrollado. "Encontré el tesoro del pirata, vaya suerte la mía".

Metí el corcho dentro y saqué el papel amarillento, casi corroído. Entonces leí el mensaje:

"Soy Luis Gutierrez Juarez. Salí en la bolichera La Esperanza, el motor se ha malogrado y no hay forma de arreglarlo, llevamos diez días a la deriva, escribo esta carta porque se viene una tormenta y no creo que esta bolichera la resista. Quien sea que encuentre esta carta por favor diríjase a la Calle San Pedro sin número en Sechura- Perú y pregunte por la familia Gutierrez. Trate de encontrar a mi hijo Juan Gutierrez y a mi esposa Clementín Chávez. Dígales que los amo infinitamente y que lamento que todo terminara de esta forma. No podía simplemente quedarme con los brazos cruzados, las deudas no se pagan solas, me arriesgué y perdí. Clementín tenías razón, debí conseguirme un trabajo en tierra firme. No importa a donde vaya me convertiré en su ángel guardián y si sobrevivo lo daré todo para ser un padre y esposo ejemplar. Lo siento mucho. Los amo infinitamente. Domingo 23 de enero de 1977"

―¡Carajo pero que estoy leyendo!, esto es terrible, ¿qué debo de hacer?, ¿avisar a la policía?, pero qué pueden hacer, si está muerto no lo van a resucitar. ¡No, yo mismo iré!, será una gran aventura. Qué más da.

Con mis pocos ahorros, decidí hacer el viaje a mi vecino país.

Llegué a Sechura-Perú y busqué la calle San Pedro. Pregunté por la familia Gutierrez, pero no vivían ahí, ahora vivían en la zona más próspera de la ciudad. Encontré a Luis Gutierrez, resulta que sobrevivió a la tormenta y fue rescatado 3 semanas después por otros pescadores.

El señor Gutierrez estaba tan conmovido que me invitó como huésped en su casa. Ahora era muy próspero y dueño de varias embarcaciones pesqueras. Cuando decidí irme el señor Gutierrez me donó 25 mil dólares por el gesto de venir por su familia.

Nunca pensé que una inversión de casi 180 dólares en una aventura que aparentemente demoraría un par de días me daría tal beneficio. Lo que no entendí en ese momento es que no fue una simple aventura, tenía que ver con las últimas palabras de un hombre que se encontraba entre la línea de la vida y la muerte, y que en dichas circunstancias sus pensamientos estaban en casa, con sus dos grandes amores.