Gentecita, iba actualizar mas caps, pero se me hizo tarde, mañana sí subiré más.
Espero este les guste.
_____________
LORENZO
Despierto con el sonido de un diminuto llanto, no es aparatoso pero me resulta extraño escucharlo tan cerca. Fuera de eso, necesito admitir que me siento tan cómodo como estoy. Sé que, quien esté llorando así, necesita que alguien le dé atención, así que abro los ojos.
Levanto una ceja cuando me encuentro con una escena de la cual no tengo ni idea de cómo es que terminó así. Paloma está acostada en mi cama y también está su bebé quién es el que llora. Mi brazo está alrededor del estómago de ella y ni siquiera sé qué hacen los dos aquí. Aun así, analizo que, probablemente, la llamé ayer que me sentía mal, o no lo sé, aún estoy mareado.
Me levanto sin hacer mucho escándalo y tomo al niño en brazos. Él se calma un poco, pero noto que parece buscar el pecho o el biberón. Salgo de la habitación, sin exactamente tener idea de qué es lo que tengo que hacer en este momento. Tengo sueño y me siento enfermo aún.
—Tranquilo, Mariano, vamos a ver si tu mamá trajo algo. —Creo recordar que tenía en su espalda una mochila morada—. Tienes hambre, ¿verdad, Pirañita?
Me río. Paloma me matará si escucha que le acabo de decir así.
Qué bueno que no le voy a decir.
Encuentro la mochila al lado del sofá en el suelo, creo que se la quité yo mismo cuando la llevé a la cama. Dentro hay varios pañales, tres biberones vacíos, una lata de leche y un termo de, lo que asumo, agua tibia.
Con cuidado, haciéndole mimos para que no llore, pongo al niño en el sofá y, siguiendo las instrucciones en la lata, le preparo un biberón. Después lo vuelvo a tomar y me regreso a la habitación para acostarme mientras voy batiendo el biberón. Paloma ahora está acomodada volteando para mi lado, por lo que Mariano nos termina quedando en medio.
Desde esa posición, mientras sostengo el biberón para dárselo al bebé, noto que Paloma trae la blusa un poco levantada, por lo que una de sus marcas queda a mi vista. Procurando que ella no se despierte, me tomo el atrevimiento de levantársela un poco más para ver bien sus cicatrices. No son exageradamente muy marcadas, pero sí notorias, sí llaman la atención.
Siento las mismas ganas de llorar que sentí el viernes por la tarde, cuando me imaginé lo que pudo haberle pasado. Por un momento pensé que ella pudo haberlas hecho, que se cortaba o algo así, pero las quemaduras de cigarrillo me dieron otra idea. Una totalmente terrible.
A ella le hicieron daño, la cortaron, la quemaron, la torturaron. Sufrió.
Pongo mi mano, enteramente, en su barriga y se me salen las lágrimas.
—¿Quién se atrevió a hacerte daño, Piraña? —Cierro los ojos, contendiéndome para no despertarla—. ¿A caso fue el progenitor de Mariano? ¿Ese desgraciado se atrevió a hacerte eso?
Quizá su relación fue un completo infierno, abusiva, él seguro la dañó de muchos otros modos.
Dejo caer mi mano en su estómago y la mantengo ahí, pensando y sobrepensando. No puedo dar por terminada mi curiosidad hasta que ella me lo cuente. Lo necesito, y no hay forma en la que yo crea que en realidad no lo hago.
***
El caliente sol de inicios de verano, me hacen despertarme con una mueca. Seguramente dejé la condenada ventana abierta, caray. Abro un ojo para verificarlo, sin embargo, no son los rayos del sol los que captan por entero mi atención, sino la cara de Paloma, que está cerca de la mía, y, en medio de los dos, está el pequeño rostro de su hijo. Se me acelera el pecho cuando también noto la posición en la que nos encontramos, además de nuestros rostros tan cerca. Ella abraza los piececitos de Mariano, dejando un poco cerca su mano en mi pecho y una de sus piernas está sobre mi rodilla, mientras que yo me explayé, abrazando por completo su cintura.
Ella va a matarme si se da cuenta.
Dios, ¿por qué la llamé? Qué pena, qué igualado me estoy viendo con ella. ¿Qué demonios estoy haciendo?
Despacio, quito mi brazo, si despierta en el proceso, todo será un desastre. Por desgracia, el repentino llanto de Mariano la despierta de golpe, atrapándome la mano por aparente inercia, y se da cuenta que estaba muy cerca de su estómago, pero llama más su atención su pierna sobre la mía, por lo que la quita de tajo.
—Lo siento —dice, soltándome la mano para inclinarse y tomar al niño en brazos—. Buen día, ¿te sientes mejor?
Desinteresada por mi respuesta, se pone a revisar el pañal de su hijo y también se levanta la blusa para darle pecho para calmarlo.
—Me siento atolondrado, pero creo que estoy mejor, ¿te llamé, verdad?
Ella solo asiente.
—Pudiste llamar a Misael, aunque, por cómo estabas, creo que te sintieras peor ahora si no hubiera venido —comenta, tallando sus ojos—. Ya me tengo que ir, me alegra que estés mejor.
Se levanta, acomodando bien a su hijo en brazos y también su blusa, bajándola, haciendo que el niño vuelva a quejarse.
—¿No vas a desayunar antes?
Me mira, con el ceño fruncido, como si pensara que estoy loco o que acabo de decir algo raro.
—Te llevaré después de desayunar. —Me rasco la nuca—. Anoche te llamé y te pedí que vinieras, fue muy grosero de mi parte interrumpir lo que sea que estuvieras haciendo, así que quiero recompensarte, yo hago el desayuno.
Intenta protestar pero su estómago hace ruido justo antes que el mío. Se le ponen los cachetes rojos y yo me aguanto las ganas de reír.
—Solo porque, por tu culpa, me vine sin cenar, ¿bien? —Camina fuera de la habitación—. Le cambiaré el pañal a Mariano y le avisaré a mi mamá y a mi roomie dónde estoy, ¿sí?
Mientras lo hace, me pongo manos a la obra en la cocina. Saco sartenes y cucharas, también algunos ingredientes para hacer algo rápido. Opto por pan tostado con mermelada y unos huevos fritos con tocino.
Paloma se queda en la sala, la escucho hacerle bulla a Mariano para que no llore mientras le cambia el pañal y también escucho cómo le avisa a "Andi" que la espere para la comida y que no se preocupen por ella y el bebé, que están en mi casa.
Cuando se acerca a la cocina, ya casi estoy por terminar. Trae a Mariano en sus brazos.
—¿Puedo ponerlo en tu cama un momento? Se durmió.
—Claro, mientras iré sirviendo. —Me acomodo en mi silla cuando termino de poner los platos y pienso en lo que está pasando.
Paloma Lagos está en mi casa. Ella y su hijo durmieron conmigo. ¿Por qué todo se siente tan normal y tranquilo? Fue un acto impulsivo de mi parte llamarla, sé que lo atribuyo al delirio en medio de mi malestar, pero hasta para eso hay que entender que uno hace cosas que no puede hacer consciente cuando está enfermo o ebrio. Bueno, es que yo quería hablar con Paloma, quería tenerla frente a frente para preguntarle por sus marcas pese a que Tania me pidió que dejara el tema de lado porque si no me iba a volver loco y también iba a molestar a Paloma, y que esta vez sí me iba a odiar por metiche. Entonces salí del edificio a seguir buscando a Paloma y terminé... así.
—Ya no —Recuerdo entonces que ella me lo dijo anoche. Caray, es verdad, hablé puras tarugadas. En eso ella se refería a sus marcas, le pregunté si dolían.
También recuerdo que me prometió decírmelo cuando me sintiera mejor.
Regresa finalmente y se sienta frente a su plato. Los dos nos quedamos en silencio y quietos, como si esperáramos una señal o alguien que nos diga que ya podemos empezar a comer o no lo sé, pero intento hacer que las cosas no sean raras cuando aclaro mi garganta para hablar.
—¿Recuerdas esa vez que empatamos en un examen con el maestro Gabriel y te invité un burrito de doña Tula? —Le doy un mordisco a mi pan tostado e intento mirarla sin sentirme avergonzado. Cuando se le escapa una sonrisa y empieza a comer, me siento confiado de continuar—. Sacamos diez y te invité porque ambos pensamos que fracasaríamos y nos preocupamos por una semana entera.
—Tienes que admitir que ese examen era un arma de doble filo, tenía algunas preguntas trampa. —Se ríe y continúa comiendo—. Algunas era muy capciosas pero las múltiples opciones nos hicieron dudar a todos.
Comenzamos a hablar de aquellos viejos tiempos, incluso recordamos las veces que intentamos sabotearnos para ganar y cómo a veces nos salía el tiro por la culata porque nos autosaboteábamos solos. Me causa una especie de paz que hablemos de esto. Creo que no lo había pensado antes, pero quizá Paloma y yo éramos mucho más que tontos rivales, nos divertíamos juntos, jamás nos teníamos alguna especie de tirria arrasadora, nuestras competencias eran, en lo que considero, sanas, compartíamos la misma adrenalina. Es curioso, nos reíamos de los mismos chistes, celebrábamos si a ambos nos iba de maravilla.
Caray, esto es raro. Cuando ella se empezó a rendir, yo sentía que algo me faltaba.
—Un momento, te tengo que mostrar algo. —Sonriendo, me levanto de la mesa y ella me sigue con el mismo ánimo. Ya terminamos de desayunar—. Mamá me hizo enmarcarlo, pero hasta hoy lo vengo viendo de otro modo. Creo que es un buen recuerdo.
Una vez que termino de hablar, se me forma un extraño nudo en la garganta. Más se intensifica cuando tomo la fotografía y se la doy a Paloma. Las manos incluso me tiemblan.
—¿Supiste de esto? —Se me sale preguntar y hasta mi voz suena rara. Aclaro mi garganta.
Es mi fotografía de graduación, estoy alzando mis brazos victorioso, con mi toga y birrete, frente a la pancarta enorme en donde está su foto al lado de la mía, y nuestros nombres en cursiva, donde se presume que nuestra excelencia académica nos hizo llevarnos juntos la generación.
—Oh, Dios. —Sorprendida por lo que ve, se cubre la boca—. ¡Nos dieron la generación a los dos!
Se ríe al tiempo en el que las lágrimas se le comienzan a salir. Tomándome desprevenido, da un salto antes de abrazarme.
—No puedo creerlo, Lorenzo, jamás lo supe. —Le devuelvo el abrazo y también siento que se me salen las lágrimas. La paz que estoy experimentando se intensifica más que hace rato—. Ni siquiera fui por mis papeles.
Comienzo a preocuparme cuando llora más fuerte y hasta se aferra a mi cuerpo. Yo empiezo a sobarle la espalda, lento.
—Hasta dejé mis libros en el estante del salón de la profesora de lecturas. —Su llanto no cesa.
Intento calmarla, sintiéndome culpable. Es mi culpa que se pusiera mal. Qué estúpido soy, por supuesto que el tema la iba a poner mal, porque no estuvo ahí y era importante para ella.
—Paloma, no era mi intensión...
—Dejé mi bata y mis matraces en el laboratorio, todos tenían mi nombre con plumón permanente.
—Tranquila, Paloma. —La separo de mí para intentar sentarla en un sofá. Pero, su cercanía y su rostro, me causan un efecto inesperado: se me acelera el pecho y siento un escalofrío recorrer mi espina dorsal—. No llores, perdón.
Comienza a respirar con normalidad, despacio, aún sin dejar de llorar, y, de repente, se recarga en mi pecho. Yo no sé ni cómo actuar, el corazón me late tan fuerte que siento todo el ruido en mi interior.
—Lorenzo, me secuestraron —susurra, como si nadie más que yo debiera de escucharla y yo apenas proceso lo que acabo de escuchar cuando lo reafirma, un poco más alto—. Me secuestraron por deudas de mi papá.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro