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Capítulo 3: Mariano

Espero les guste este cap :3

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Lqm. Dennise ❤️

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PALOMA

—¿Ella es tu amiga? —pregunta Lorenzo, intentando esconder sus ganas de burlarse de mí.

Desgraciado.

—Ella trabajó aquí, Lorenzo —le responde Tania, pero no parece querer explayarse en el tema, porque aclara su garganta. Lo cual agradezco—. Oye, Paloma, te invité porque, además de que quiero conocerte más, ya que solo sé de ti lo que Lorenzo me contó, quiero darte esto.

Saca de su bolso un teléfono y me lo tiende.

—Mi prometido se compró un nuevo teléfono y dejó este, así que te lo regalo. —Hago un ademán para rechazarlo pero ella lo pone en mi mano—. No, tómalo, por favor, debes estar comunicada con nosotros siempre, así que es importante que lo tengas.

Me da hasta el cargador y me pide guardarlo para esperar la comida.

Yo me siento ansiosa y preocupada. Le dije tantas tonterías a Jenny hace meses que tengo miedo de que se le ocurra soltarlas. Así es ella, no le importan las consecuencias a menos que le pidas que no diga nada.

Bueno, no lo hice, estaba enojada por no conseguir empleo desde que me despidieron de aquí, jamás creí que mis palabras se cumplirían.

Tania sigue hablando del teléfono.

—Ya está reiniciado de fábrica, solo tiene mi número, el de Lorenzo y algunos socios por si se necesitan. Te compré un chip nuevo también y tiene crédito para dos meses.

—Oh, vale, gracias. —Se me hace un nudo en la garganta, pero trato de no llorar. Vale, ya dijo que no puedo negarme a este regalo, pero no puedo evitar sentir lo mucho que me pesa que alguien me obsequie algo tan caro como un teléfono.

Trato de no hacer contacto visual con Lorenzo mientras escuchamos a Tania hablar de su boda y cada plan que le está saliendo perfecto con respecto a la misma. Es que de solo pensar en mi momento frustrante, donde me tomé el atrevimiento de decirle a Jenny todo lo que creía de Lorenzo y cómo lo recordaba físicamente. Ni siquiera puedo verlo a la cara después de recordar eso después de darme cuenta que me pasé de la raya con Jenny y le dije que, en algún punto de mi adolescencia, este hombre me parecía apuesto, muy inteligente y perseverante.

—Podrías llevar a Mariano si quieres, los invito a los dos —dice Tania de repente, lo que me hace fruncir el ceño y finalmente prestar más atención. Habla de que estoy invitada a su boda.

—¿Admitirán niños en tu boda? —Tan pronto como la pregunta sale de mi boca, me arrepiento totalmente. Se me olvidaba que trataría de no mencionarlo para que no pensaran en que no debía trabajar o algo así. Caray, acabo de arruinarlo.

—¿Mariano es un niño? —pregunta Tania, sorprendida—. Pensé que era tu novio o esposo.

—No tengo nada de eso. —Se me vuelve a soltar la boca, pero esta vez me río de mí misma antes de hablar—. Mariano es mi hijo.

La reacción que tiene Lorenzo, no me la esperaba para nada: es como si acabara de darle una noticia interesante, como si acabara de descubrir un tesoro, es absurdo, no obstante, me apaño de lo primero que se me ocurre para que esta revelación esté a mi favor.

—¿No lo leyeron en mi curriculum? —Trato de sonar tranquila, incluso me distraigo con el menú en la mesa para calmar mi ansiedad. Dios, me van a despedir—. Ah, vale, olvidaba que me contrataron para burlarse de mí.

Me río sin gracia. En realidad estoy asustadísima, quiero salir huyendo de esto, ¿para qué abrí la boca?

—Espera, yo leí tu curiculum y eso no está por ningún lado —dice Lorenzo—. Y lo sé porque lo releí toda la noche tratando de averiguar por qué no hay más historial académico que la prepa.

Siento como si me hubieran dado un metafórico zape en la nuca. Me vuelvo a reír, más nerviosa.

—¿En serio no lo añadí? —Sigo en mi demencia.

Tania parece entender lo que pasa, pone su mano en mi hombro para calmarme.

—Paloma, no negamos el trabajo a madres solteras.

Su comentario me hace querer llorar sin poder evitarlo pero me aguanto y tomo aire antes de asentir.

—¿Por eso dejaste la prepa? ¿Te embarazaste? —De algún modo extraño, Lorenzo parece molesto, o desilusionado, no sé cómo interpretarlo.

—Claro que no —me intento “defender”, como si de verdad me estuviera reclamando—. Mariano tiene nueve meses y medio, es un bebé apenas.

—¿Nueve meses? —Ahora parece confundido—. ¿Entonces cuál fue la razón?

—No quiero hablarla contigo. —Tajante, aclaro mi garganta cuando noto que Jenny viene con nuestra comida y la pone en nuestros respectivos lugares—. Gracias, Jenny.

—Un placer, Paloma, ¡provecho!

Se aleja y el momento nos ha dejado a todos en silencio. Tania parece querer intentar romperlo pero mejor decide avisarnos que irá al baño.

Cuando se va, Lorenzo me confronta con la mirada, como si me desafiara.

—No dormí toda la noche intentando entender.

Me río de su confesión, sin ganas.

—No tienes que entender nada, ¿sí? Soy tu empleada ahora, solo eso, ¿no era eso lo que querías? —Tomo aire, tratando de calmar los recuerdos y el hueco en mi estómago—. Solo te pediré que no me despidas, ¿sí? Nadie me quería dar trabajo embarazada, me despidieron de aquí cuando se me comenzó a notar el embarazo, llevo más del año sin empleo fijo.

—¿Y el padre? —No deja que le responda, creo que lo entiende—. Bueno, que se vaya a la mierda, ¿estás viviendo en buenas condiciones?

Su pregunta me descoloca.

—No te interesa.

Se me queda viendo en silencio por unos segundos, que me parecen eternos por la profundidad de su mirada, como si intentara entrar a lo más profundo de mi ser y averiguar de una vez por todas qué fue lo que pasó con aquella chica que no le tenía miedo a su presencia y que lo desafiaba sin miedos.

—Lamento informarte, Paloma Lagos, que, por desgracia, me interesa mucho.

Tania regresa y mi reacción es respirar con alivio, después comienzo a comer para mantener mi boca ocupada. Por supuesto que no voy a decirle a Lorenzo absolutamente nada de lo que pasó en los últimos ocho años, él no tiene por qué enterarse de lo miserable que fue mi vida antes de Mariano y lo tonta que he sido en muchos aspectos, porque seré su objeto de burlas.

Sí, por supuesto que él se va a burlar, por supuesto que a él le parecerá gracioso todo esto. Por supuesto que él se sentirá poderoso, y claro que me restregará en la cara que a él sí le fue de maravilla, que es exitoso, y que mi estúpido destino terminó siendo este que tanto me prometió, con el que tanto alardeó y que ahora sin admitirlo, le agradezco con toda mi alma que lo cumpliera en serio.

Dios, de verdad quiero llorar.

—Disculpen. —Me levanto para ir ahora yo al baño. Una vez ahí, las lágrimas salen sin que yo pueda hacer nada para retenerlas.

No debería llorar. Solo demuestro lo débil que soy y yo no quiero que Lorenzo lo sepa, no quiero que el ego se le suba a la cabeza. Él no debe saber cuánto me afecta que tenga la capacidad de hacerme sentir una perdedora, que él realmente me ganó y no puedo soportarlo porque sabía perfectamente que él se regocijaría en mi miseria.

Cuando siento que alguien entra al baño, me limpio rápido las lágrimas e intento a toda costa que, quien sea que haya entrado, no se dé cuenta de que estaba llorando, no obstante soy descubierta por Jenny, quien simplemente me da un abrazo.

—Él parecía preocupado por ti, me mandó a ver si estabas bien.

Con el ceño fruncido, me separo para verla.

—Sí, Lorenzo —susurra como si ese hombre estuviera justo afuera—. Te ofrezco una disculpa, no estaba burlándome de tu situación, solo me pareció curioso, ¿a ti no? Cuando nos vimos hace unos meses, dijiste que, lo mejor que te podía pasar, es que Lorenzo cumpliera su promesa de hacerte su asistente, ¡y de verdad la cumplió!

Me río entre lágrimas. Sí, qué tonta, lo dije en pleno coraje por no obtener más que negativas, y hasta le dije que esperaba que estuviera tan guapo como en la prepa, porque por lo menos me causaría agrado trabajar con mi mayor rival de vida.

Regreso a la mesa, más calmada. Hice todo lo posible porque no se notara para nada que lloré, así que agradezco que nadie lo mencione. Lorenzo está comiendo callado, mirando su comida, como regañado. Tania está de lo más tranquila. Me sonríe cuando me siento de nuevo.

—Espero que le tomes fotos a Mariano para que me las muestres el lunes —comenta, aparentemente emocionada. Saca su teléfono y busca algo que después me muestra. Es una adorable niña, con los cachetes regordetes y con un traje de Rosita Fresita. La foto parece parte de una sesión de fotos—. Ella es mi hija Elizabeth, tiene tres años.

—Es muy linda, se parece mucho a ti.

Tania se pone feliz con mi comentario y se emociona más cuando yo saco de mi bolso una foto pequeña del día que Mariano nació. Soy yo en la camilla del hospital, tomando a mi pequeño bebé en brazos, mostrándolo a la cámara mientras lo veo, enamorada. Andrea tomó esa foto y hasta la mandó a imprimir para que siempre la llevara conmigo. Recuerdo que me dijo que me serviría de motivación.

—Obvio está más grande que en la foto, pero esta es de su nacimiento. —Me emociono cuando ella hace un gesto de ternura y dice que es hermoso.

Volvemos a la empresa y, para mi gusto, las cosas parecen volver a la normalidad del trabajo. Lorenzo no me dirige la palabra más que para pedirme algo, lo cual agradezco, porque me pareció exagerado que intentara averiguar de mi vida. Aunque, de algún modo, lo comprendo, estuvimos tres años en preparatoria y siempre nos hablábamos, incluso llegué a considerarlo un amigo a pesar de que fuera un imbécil, pero en sí, tuvimos convivencia, supongo que se siente interesado por saber qué me pasó.

—Hasta el lunes. —Tania se despide de mí y yo le sonrío. Ya son las tres y solo puedo pensar en lo emocionada que me tiene saber que tendré el fin de semana libre.

Estoy recogiendo las cosas en mi cubículo para irme, cuando el ascensor se abre, mostrándome a un Lorenzo listo para irse. Intento no verme confundida. Es que, si ya se va, debió bajar hasta el último piso y no solo dejar que Tania subiera y se quedara él aquí, ¿no? Este edificio está conectado por el ascensor, qué sé yo.

—¿Estás lista? —Yo asiento en automático cuando me lo pregunta, señalándome el ascensor—. Vamos.

Juntos, lo esperamos en silencio. Ni siquiera sé qué conversación sacar, igual, no es como que tuviéramos a hablar, ¿no es así? Me siento extraña, pero más que eso estoy asustada de por qué justo me quería esperar.

Sin embargo llegamos hasta el piso de abajo en completo silencio.

—Nos vemos el lunes, señor Castro —me despido en la puerta al notar que él se va del lado contrario a mí, donde está el estacionamiento. Yo me iré caminando por el otro lado.

—Que pases un buen fin de semana, Paloma —dice cordial y hasta hace un asentimiento antes de volver a darme la espalda e irse.

Por alguna extraña razón quiero reírme y a la vez llorar. Y también gritarle, no obstante, contemplo cómo camina unos metros antes de girar a la entrada del estacionamiento y dedicarme una última mirada y sonrisa de victoria, como si supiera que lo estaba viendo, lo cual me hace girar de golpe, sintiendo mis mejillas calientes.

Esto solo me hace pensar que mis días se volverán una locura de aquí en adelante, y que, de algún modo, Lorenzo no se va a cansar hasta saber qué fue lo que pasó conmigo.

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