Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

5

    Me late tan fuerte el corazón que creo se me va a salir del pecho. No puedo pronunciar ni una sola palabra y los ojos me arden de mantenerlos abiertos.

¿Es real?

Gael jamás se ha colado en mi habitación. Sí que ha estado, pero nunca solos, y jamás a escondidas.

–Sí has venido para machacarme, vete.

Se alza de golpe y da dos pasos hacia mí, con tranquilidad, con lentitud. Parece algo descontrolado, desesperado. Se rasca el pelo deshaciéndose el pelo. Lleva la misma ropa. Y sus ojos están oscurecidos. Por un momento me pregunto donde ha estado todo este tiempo, e incluso me hago la vaga ilusión que puede que aquí, esperándome. Pero inmediatamente me consume la negatividad.

Se pasa las manos por el pelo, tirándoselo hacia atrás.

Mira el techo. Quizás en un intento de pensar en sus palabras, en como comenzar de forma adecuada. No obstante, su estado nervioso solo base que alterar el mío.

–No puedo seguir así –murmura para él mismo, pero lo he escuchado perfectamente.

– ¿Cómo?

–Como si me fuera a caer en cualquier momento por un precipicio. –bufa, se pasa las manos por la cara–, tengo ganas de gritar, pero es...

Me mantengo callada un momento, se que esta metido en sus pensamientos y hay una lucha interna en su cabeza que no comprendo pero debo apreciar después de saber que ha discutido con su padre, y se de sobra que eso nunca resulta nada bueno.

Además, no quiero provocarlo más.

Él gira la cabeza y me mira. Puedo ver tristeza.

–Lo he escuchado todo, de tu conversación con Mario.

Trago saliva, porque en ese momento solo puedo hacer eso. Se acaba de caer mi mundo encima. Escondo mis manos detrás de mí, para que no vea como me tiemblan.

¿Se terminó todo?

¿A eso ha venido?

Pienso crudamente, y noto cómo se me seca la boca.

– ¿Qué esperas que te diga?

Sus ojos se abren con sorpresa.

–La verdad, joder. - Se acerca dos pasos a mí-. Dime todo a la cara. Dímelo a mí y no a él.

Niego y me consumo como un cigarro por la penumbra.

No quiero buscar su tormenta, pero sé que, va a salir, se que la encontrare y va a explotar a lo bestia.

–La verdad, no sé si crees que la necesitas.

Con frustración y enfado, a partes iguales, se pasa las manos por el pelo, arrastrándolo con fuerza hacia atrás, es imposible, esos rizos vuelven al mismo sitio como muelles.

–Inténtalo –ordena entre dientes. Y me molesta.

Niego.

–No seas cobarde. Por una vez, ten el valor para decirme lo que piensas en la cara.

–Vete.

Un nudo se me atraganta en la garganta. La saliva se seca y mi lengua parece una lija. Me duele el pecho porque no sé de qué va esto. Si trata solo de tomarme el pelo, o si está tan hundido que necesita hundirme a mí.

–Discutir con tu padre no significa que seas un cabrón. No pagues conmigo tus problemas.

Suelta una carcajada carente de emoción, una fuerte que me pone la piel de gallina. Luego clava sus intensos ojos en mí, y lo que me trasmite me roba el aliento. Ahora sí que noto la gota de sudor caer por el canalillo.

– ¿Qué sientes por Mario, acaso es más fuerte que lo que sientes por mí?

¿Qué?

La respiración se me aceleró. Puede que lo más sencillo fuera mentir, decirle que estoy enamorada de Mario y que todo lo que escuchó fue solo un pretexto para poder quedarme aquí, pero mentiría, y él conocía mis gestos, igual que yo.

–No.

Y justo, en ese momento, me quedo sin aliento.

Era evidente mis sentimientos hacia Gael, no podía mentir, aunque lo deseara. Era de esperar a que el mismo lo descubriera, pero del mismo modo, también era evidente mi vida junto a Mario.

– ¿Y porque pienso todo lo contrarío?

– ¿Y qué piensas, Gael?

–Qué vas a desaparecer con él. Que nunca volveré a verte

Me callo y trago saliva.

–Sabes que nunca os dejaría.

– ¿Por qué, Camelia?

Gael se ha acercado a mí. No me toca, pero si alarga el brazo mis dedos acariciarían su pecho. Su mirada resplandece, hay una lucha en su interior.

–Dilo, Camelia, quiero escucharlo en voz alta.

Y lo deseo, deseo decirle, gritarlo, pero las palabras no me salen. Miedo, eso mismo es solo que me frena en todo. Su rechazo.

Doy un paso hacia atrás, y ese gesto provoca una reacción en Gael que jamás había vivido.

En dos zancadas lo tengo delante, con una mano me aprieta la barbilla y, de un tirón, alza mi rostro.

Esto es una locura, mi corazón está a punto de salir de mi pecho y la cabeza me vibra del punzante dolor que se me está clavando en la sien.

–Ten valor y dime a la cara todo —ordena entre dientes, frustrado y a la vez impaciente—, dilo.

–Ya lo sabes...

–No. Dímelo.

Le tiembla el pulso, lo noto en mi cuello, justo en la garganta, al tratar.

–No me hagas repetirlo una vez más, Camelia, por favor...- su voz se apaga y su frente cae encima de la mía-, necesito la verdad.

Y ahí está, el dolor. Un dolor que yo también siento.

–Gael.

Sus ojos se clavan en los míos, y ya no puedo más, o me derrumbó o me hundo, pero esto es insoportable.

Hazlo...

Retiro su mano de mi cuello, con suavidad, y con la misma suavidad, me acerco a sus labios y le doy un beso.

Que sea lo que tenga que ser, pero es la única forma que tengo de decirle lo que quiere escuchar sin caer más bajo. Al menos de ese modo, me rechace o no, tendré mi beso con él.

Nada más toco sus labios, escucho un gruñido, y de pronto, estoy empotrada contra su cuerpo, con su lengua invadiendo mi boca...

Correspondido. Sí. Mi beso ha sido correspondido. Y de qué forma. Está pasando.

Gael vuelve a gruñir y atrapa mi cabeza con sus manos. Me besa de forma salvaje, con la necesidad de sentirme de fundirse conmigo. Paso mis brazos por sus hombros y llego hasta su cabello. Lo he acariciado millones de veces, pero hoy es diferente, mi dedos no son suaves, buscan la locura de él, arrastrarlo a un mundo que me hace volar.

Sus labios son carnosos, suaves y calientes. Su sabor, delicioso. Ahora entiendo porque todas las mujeres van como locas detrás de él, porque todas buscan repetir la locura de Gael. Mi primera vez, y ya soy adicta; loca y perdidamente adicta a él.

Sus manos bajan en caricias por mi cuello, mis hombros y brazos, hasta saltar a mi cintura y deslizar, la yema de sus dedos con presión, por mi espalda, hacia abajo y llegar a mis nalgas, las ahueca, presiona y me aprieta a él.

Su cuerpo contra el mío, su calor me traspasa.

¿Cuántas veces he soñado esto?

Demasiadas, casi tanto que pienso que estoy soñando, o alucinando.

¿Y si es así? ¿Y si mañana todo desaparece?

Borro esos pensamientos, lo siento todo con gran intensidad. Es real. Sí...

Gael golpea sus caderas con las mías, con suavidad y de pronto, tira de mí, me da la vuelta y luego me empuja aún lado, con él pegado a mí, con su boca comiendo la mía, como si fuera un baile, hasta lo que creo que es mi cama.

Por un momento me pongo nerviosa y lo empujo levemente, necesitando de golpe respirar. Gael, al principio me lo impide, así que le muerdo el labio inferior y con un feroz gruñido me suelta los labios.

–Camelia, joder.

Me suelta, pero no se aleja, y se lleva los dedos a los labios. Hay una pequeña gota de sangre marcando sus huellas.

–Lo siento.

Mi respiración esta como loca. El pecho me sube rápidamente y el calor de mi cuerpo no baja. Gael me mira al principio sorprendido, luego preocupado. Se lame los labios retirando la mancha carmesí, pero la sangre, aunque más lentamente sigue saliendo.

Bajo la mirada y sus dedos bajo mi barbilla me obligan alzarla de nuevo. Sus ojos me estudian, tratan de leer en mi mirada.

– ¿Qué te preocupa?

Me muerdo el labio, un poco avergonzada.

Mierda.

Ojala fuera tan atrevida como Mae y su confianza en arrasar con todo. O como mi amiga la loca, que utiliza los colores neón para dejar su marca de identidad en el mundo. Me encantaría plantar mi barbilla y ser descaradamente sensual, dejarme llevar, pero no creo que pueda conseguir esa confianza.

–Camelia, no hay nada que me asuste de ti, solo el hecho de que puedas dejarme.

Mi pecho se hincha de felicidad y sonrío feliz, más feliz de lo que hacía tiempo no sonreía.

–No puedo ir tan rápido –murmuré notando como se me ponían rojas hasta las orejas.

La sonrisa preciosa y perfecta de niño bueno de Gael se ensancha haciendo que me dé un brinco el corazón.

–Llevo esperando años para estar contigo, puedo esperar un poco más.

Su mano acaricia mi mejilla y me estremezco.

– ¿Qué tal si dormimos juntos? Pero esta vez, entre mis brazos.

Suelto una risa tímida, y me muerdo los labios por no gritar que sí. Asiento y estoy súper segura que en ese momento los ojos me brillan como una estrella en el cielo.

Se aparta un poco de mí para abrirá cama y preparar los cojines, luego, sequita los zapatos y se deja caer al colchón, después de trepar por él y colorase apoyado en el cabezal, da una golpecitos a su lado con la mano.

–Ven conmigo, copo de nieve.

Y así lo hago. Obediente pero de una buena forma. Me quito los tacones de dos patadas y me coloco a su lado, bueno, más bien, cayendo encima de él. Inmediatamente me rodean sus brazos y me siento completamente cobijada, protegida y súper feliz.

Sus dedos comienzan acariciar mi espalda.

–Necesito que me prometas una cosa –me pide con la voz, de pronto un poco nerviosa.

Alzo mi irada. Dejando apoyada mi cabeza en su pecho, y clavo mis ojos en ese color brillante.

–Dime.

Retira un mechón de mi cara y lo deja detrás, junto con todo el pelo esparcido entre su brazo y la almohada.

–No puedes decirle lo nuestro a nadie.

Me incorporo de golpe, o al menos lo intento. El brazo de Gael me atrapa enseguida, como si supiera que mi reacción, y me aplasta contra su cuerpo.

–No es nada de lo que piensas –añade con rapidez.

Intento retirarme de su cercanía, lo necesito. No me gusta el rumbo de nuestra conversación.

–Pues parece todo lo contrario. No quiero que me escondas...

–Y no lo voy hacer... ¡Joder! Sería capaz de huir contigo esta noche a un lugar escondido, solo por no perderte.

Me estremezco, pero dudo al mismo tiempo porque no entiendo nada.

– ¿Entonces?

Su pecho se hincha y se deshincha con fuerza. Me aprieta con fuerza y suspira a la vez que clava su nariz en mi cabello y huele con intensidad. Sé que está tratando de serenarse, buscando las palabras adecuadas para la situación.

–Hoy he discutido con mi padre por ti –de silencia unos segundos dejándome tiempo para que asimile la declaración. Quiero decirle que lo sé, que su hermana me ha puesto al tanto, pero decido dejarlo y que continúe–. Lo único que ha impedido que no me lanzara a por ti, que tú y yo no estemos juntos desde hace años, es tu tía.

Me teso, y esta vez sí que me deja libre para poder incorporarme y mirarlo a los ojos. Es sincero, lo conozco y sé de la misma forma y por el rencor en sus palabras al pronunciar a mi tía, que existe resentimiento.

– ¿Por qué?

–Antes pensaba que tú tía no quería que te limitara la vida. Que nuestra relación te impidiera conocer mundo.

Me incorporo completamente quedando sentada. Gael, incorporándose se apoya en el cabezal de la cama.

–Eso es una idiotez. Podría haber viajado contigo.

Él me sonríe agradecido por haberlo incluido de esa forma en mi vida.

–Ahora entiendo que, tu tía, no te quiere conmigo, es más, estoy seguro que quiere abandonar a mi padre y largarse lejos, llevándote con ella. Por eso la obsesión de casamentera con Mario.

Niego, incapaz de creer tal cosa. Mi tía jamás buscaría mi infelicidad.

–No siento amor por Mario.

–Pero él por ti sí.

Lo miro a los ojos directamente. Su mirada es cristalina. No sé si me creo, pero él sí cree lo que dice. Y necesito que se quite esa maldita opinión de la cabeza.

–No. Te equivocas.

–Ahora ye me da igual. Lo que quiero y necesito, para que a Alma no se le ocurre sacarte del país, es que tú –coloca un dedo en mi nariz, luego lo baja a mis labios y tira de la carne dejando su sabor en ellos, un sabor que me llevo al pasar mi lengua justo por ahí. Gael mira el gesto y veo con placer como sus pupilas se dilatan–, necesito que sea nuestro secreto... Dios. Lo siento Camelia.

Y antes de que pueda preguntar el por qué, su boca se apodera de la mía y su cuerpo empuja al mío contra el colchón. Se coloca encima y aun bajo su peso, lo noto todo con placer.

De pronto, la alarma de casa se dispara como una loca, encendiendo las luces y separándonos abruptamente.

Gael es el primero en reaccionar, es una pasada la rapidez de acción. Se levanta y va directo al sillón de enfrente del balcón, donde descansa su chaqueta, busca entre los bolsillos y saca una pistola. Me tenso y lo observo.

No es algo nuevo, se de sobra que Gael lleva un arma siempre, pero es difícil hacerse a la idea. Hacerse a la idea de que su familia al igual que es importante, tiene enemigos y muchos trapos sucios que limpiar. No obstante, prefiero mantenerme al margen en ese aspecto.

Con un dedo alzado me pide que me calle y luego señala la puerta.

–Cierra cuando salga y no se te ocurra menearte.

Niego, asustada.

¿Quién demonios se piensa que es James Bond?

Cojo el teléfono móvil y abro inmediatamente la aplicación de protección de la casa. Y observo en la pantalla la lista de cámaras. Se lo muestro a Gael e inmediatamente me arrebata el aparato, y con un rostro amenazante se me acerca un poco.

–Cierra la puerta y no te menees –ordena mordaz, cabreado.

Mordiéndome las mejillas por dentro y enfadada, me quedo, sentada en mis piernas, observando cómo sale de la habitación.

Se hacen los diez minutos más eternos de la historia cuando Gael vuelve a la habitación con el gato pardo de mi tía en brazos.

–Estaba en la terraza. Ha tirado una de las hadas de mierda que tu tía tiene plantadas en el jardín trasero.

Suspiro tranquila y cojo a la gata en brazos cuando él me la tiende. Inmediatamente, Diamante, salta de mis piernas a la cama y se coloca encima de uno de los cojines que estaban a un lado.

–Qué raro, es una miedica, odia el patio trasero. Solo sale cuando mi tía se fuma un cigarro de su alijo secreto.

Gael pasa la mirada de la gata a mí y con ceño ladea un poco la cabeza.

–Pensaba que había dejado de fumar.

–Por eso es secreto.

– ¿Intentas decirme que no se lo diga a mi padre?

–Eso mismo.

Una sonrisa de los más traviesa se dibuja en sus labios.

–En ese caso, tendrás que convencerme.

Suelta una carcajada que es silenciada por el sonido de su teléfono. Gael, se dirige de nuevo a su chaqueta y nada más mirar la pantalla su sonrisa se borra completamente. Sus pura y tras dejar caer los hombros en derrota, contesta la llamada.

– ¿Sabes la hora que es?

La otra persona casi no le deja que termine la frase cuando ya le está hablando. Sus gestos, según avanza la conversación cambian radical. Para de la preocupación y la incertidumbre.

– ¿Estás seguro? –Veo como aguanta la respiración y segundos después la suelta mientras cierra los ojos–. Vale, papa.

Durante una milesia de segundo sus ojos se clavan en mí y siento una terrible sensación de miedo que me come toda la espina dorsal. Pero eso pasa tan rápido como él retira mi mirada y la fija a su espalda para coger su chaqueta del sillón.

Mierda. Se marcha.

Me acomodo mejor en la cama, cruzando los pies y nerviosa bajo la vista hacia mis manos. Diamante, que ha notado mi nerviosismo, deja el cojín, y como una buena amiga felina, se coloca de nuevo encima de mí. Solo al notar el peso extra en la cama, me atrevo alzar la mirada y observar esos ojos preciosos de Gael.

Está preocupado.

– ¿Está todo bien?

–Me tengo que ir.

Asiento un poco desolada. Él se acerca también igual de desolado, pero veo como no puede esconder del todo la preocupación que le ha dejado la llamada de su padre.

Se agacha y me da un beso que alargó todo lo que puedo atrapándolo del cuello de su camisa. Gael, tras soltar una carcajada, me atrapa de las manos y las retira.

–Mañana, te prometo que iré a buscarte al trabajo y terminaremos en mi casa.

–En ese caso, esperaré con ansias hasta mañana.

–Mis ansias serán más locas, te lo aseguro.

Sonrío y me acerco esta vez yo y le doy el beso. Gael, de nuevo, vuelve a separarse, porque estoy segura que yo, nunca hubiera podido.

–Hasta mañana.

Se alzó me guiño un ojo y se aleja hacia la puerta. No quito mi mirada de ese magnífico cuerpo, suspirando de alegría y tristeza, a partes iguales por todo lo que está sucediendo.

–Copo de nieve –me llama desde la puerta, cuando lo miro a los ojos, sonríe, sabía que había estado mirándolo–, te quiero.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro