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3

CAMELIA

La luz del sol espolea la habitación, molesta como un dolor de cabeza. Gael se ha dejado las protecciones abiertas, así que, después de media hora de tortura, ya no aguanto más y me levanto.

Estoy sola, por supuesto, Gael no volvió anoche, ni esta mañana.

Me levanto de la cama y recuerdo la noche anterior. Didac puso la película y se acomodó conmigo, hablo un poco comentando el diálogo, pero cerré los ojos porque en ese momento, no me apetecía ni su compañia, ni la pelicula, ni nada de esto. Solo habia aceptado pensando en quedar bien con Didac. No lo esta pasando muy bien desde la muerte de su hermano, igualmente, no me podia imaginar que Gael, saldría escopetado.

Solo podía pensar en cómo Gael se había ido, dejándome sola con su primo, en su cama. Sin importarle nada. No importa que no sienta nada por mí, pero, se podía haber preocupado un poco.

Le doy dos patadas a la sabana, tirándola al suelo y no me preocupo en recogerla. Salgo de la habitación y bajo al piso de abajo, ahí me encuentro a Gael, durmiendo en el sofá.

Me acerco a él. Esta tranquilo, con la sabana colgando de un lado y todo su torso al aire, y como anoche, consigue lo mismo que hizo anoche, hacerme babear.

¿Cuándo dejaré de volverme loca cada vez que lo veo?

Uno de sus brazos descansa en su estómago, el otro bajo su cabeza. Una pierna cuelga por el respaldo, la otra estirada roza con la suela el brazo del cojín. El sofá es grande, pero él, lo ocupa completamente.

Resisto la tentación loca que me nace por tocar su mejilla, por acercarme y susurrarle al oído que se despierte, o por, aun peor, acercarme a sus labios y saber de una vez a que saben.

La noche anterior, se que estaba a punto de suceder algo, pero, no. Didac, interrumpió en el peor momento.

De todas formas, no se con seguridad si solo era mi imaginación. Porque si eso fuera posible, Gael hubiera subido cuando se fue su primo y se hubiera acostado a mi lado, me hubiera tentado de la misma forma, provocado con palabras que no entiendo muy bien su fin, hasta despertarme, y finalmente...

Pero, me quedé con las ganas.

–Buenos días.

Me tenso y me giro. Didac acaba de bajar y se desliza por la cocina abierta, hasta la nevera.

Fin de la tentación.

– ¿Tienes hambre? –pregunta asomando su melena rizada por un lado de la puerta abierta de la nevera–, voy hacer gofres.

–Eso suena bien.

–Y sabe de miedo.

Retraso un paso hacia atrás y me voy directa a la cocina.

El loft de Gael, es práctico. Grande, moderno, lleno de luz y precioso. Abajo esta todo abierto, y un doble techo, te muestra casi todas las puertas de las habitaciones de arriba. La cocina, amplia y a la última, no está muy cargada de aparatos o muebles, casi todo se esconde detrás de los mismos muebles que cuelgan de la pared frontal.

Tomo asiento en la enorme barra americana que ocupa todo el centro de la mitad de la estancia. Didac comienza a sacar ingredientes y utensilios de todas partes.

– ¿Te ayudo?

–Sí, mezcla lo que te paso en el cuenco.

Tomo un cuenco de cerámica enorme que hay a un lado y las varillas de colorines que él mismo me pasa. Después, paso a paso, sigo sus indicaciones.

Didac susurra, no quiere despertar a Gael.

Me riñe por quedarme dormida nada más comenzar la película. Me rio.

A Gael no le cae bien Didac, y no entiendo el por qué. Es gracioso, listo, ingenioso y guapísimo. No tanto como Gael, bueno, aunque no he conocido a nadie mejor que él. Pero es el típico chico que toda madre querría para su hija.

Se me cae un poco de masa en la mesa y con el dedo me la llevo a la boca.

–Esta buena –comento con naturalidad.

Didac me observa, quieto y en silencio, sus ojos brillan y en su semblante se esconde algo que no comprendo del todo, sin embargo, me suena de haberlo visto en Gael.

– ¿Qué?

– ¿Por qué no tienes novio?

Me sorprende muchísimo la pregunta. Pensaba que era más que evidente mi cuelgue por Gael, aunque también es más que evidente que Gael no siente lo mismo por mí.

Bajo la mirada y continúo meneando la masa. Ligera, había dicho.

Me encojo de hombros.

–Supongo que no ha salido nadie para mí.

–Seguro que sí, pero tú no lo ves.

Alzo la mirada. Me observa con detenimiento.

–Te aseguro que no.

Y no lo hay. Nadie se acerca a mí. Además si alguien se me acercara, estoy tan ciega con Gael, que no quiero a nadie más.

–Deberías darle la oportunidad a esos pobres idiotas que quieren un poco de tu atención.

–Te lo repito, nadie se me acerca.

Didac suelta una risita.

–Yo, –alza el cuchillo que está usando para cortar la fruta y el chocolate y me señala con él–, si te vinieras un día conmigo, mis amigos se pelearían por hablar contigo.

Suelto una carcajada que es cortada por una voz fría como el acero a mi espalda.

–Y eso, no sucederá, ¿verdad Didac?

Yeju, –Didac da palmadas y le sonríe a Gael–, ¿te apuntas a unos cuantos gofres?

–No, gracias, no quiero molestar vuestra conversación.

Didac suelta un quejido exageradamente teatrero y le pone morritos.

–Primo, ¿interrumpir? Camelia y yo, ya hablamos mucho anoche.

Frunzo el ceño, porque realmente él hablo y yo asentí hasta disimular quedarme dormida. Nada más. No obstante, no niego nada.

Miro a Gael de reojo, no me mira, solo lo mira a él y no parece muy contento. Lo observo de arriba abajo, la vena de su brazo se marca demasiado. Tiene los puños cerrados, y no sé porque, quizás por la rabia de sentirme tan abandona por él anoche, que le doy un golpecito con el dedo en su brazo mega tatuado.

–Buenos días.

Por fin me mira, esos ojos color miel destellan furia.

–Es cierto, Gael, ¿Dónde está tu educación?

–Os los estabais pasando tan bien, que no quería interrumpir.

–Como anoche –le provoco.

Gael alza una ceja. Lo estoy retando. Esta molesto y no sé el motivo.

–¿Te gustó la película?

–Me encantó.

–Mentirosa, si te quedaste dormida en mi pecho a la media hora.

¿Qué?

Didac sonríe, coge un trozo de fresa y se lo lleva a la boca, luego se da la vuelta y de nuevo, se mete dentro de la nevera. Me vuelvo hacia Gael, lo mira con tal furia que se me pasa por la cabeza que salte la isla y lo estampe contra una de las paredes.

Tal vez, advertido por mi mirada, sus ojos se clavan en los mis.

– ¿Dormiste a gusto? –habla, con lentitud y ese sonido me deja el pelo de punta.

–No mucho –susurro, pero por otro motivo distinto–, tu cama huele demasiado a ti.

–Y ahora olerá a ti, crees que me hace gracia.

Me tenso, su comentario me ofende. Y el aura que desprende no es de la buena. Lo dejo, y dirijo mi atención al cuenco y esa masa que se ha hecho tan espesa como yo.

Si tiene ganas de discutir, que se estampe contra una pared. No le pienso seguir el juego.

–Si tengo que llevarte a casa, vístete. Hoy tengo cosas que hacer.

Vale. Quiere marcha.

Me vuelvo, y con una sonrisa súper mega falsa, le hablo tan estúpidamente que hasta Didac frunce el ceño.

–Si tanta prisa tienes –, alzo mas la barbilla, para llegar a su altura–, sigue tu rutina, yo me busco la vida.

Me sonríe con falsedad, esa sonrisa se que luego se me va a clavar en el pensamiento y seguramente me provocara unas cuantas lágrimas cuando llegue a casa.

–Me parece bien.

Capullo.

Y así, tal cual, se la da vuelta y desparece por las escaleras. Didac, me observa, lo veo por el rabillo. No me pregunta nada y lo agradezco. Le paso la masa hecha y con el enorme cucharon, comienza a tirar raciones a la plancha. Para cuando Gael baja, recién duchado, vestido completamente de negro, con la camisa medio desabrochada, el pelo revuelto y la cazadora en el brazo, siento que me voy a desmayar.

Coge las llaves de un mueble puesto en la entrada y se marcha sin despedirse. Sin mirar atrás. Y sin insistir.

Esto es lo que me demuestra que no siente nada por mí.

Dos horas más tarde, Mae me deja en la puerta de la urbanización donde vivo con mi tía. Me despido de ella con un enorme beso y saco las llaves.

De pronto, un cuerpo embutido en la chaqueta fucsia más llamativa que he visto en mi vida, sale de los matorrales que decoran la entrada y salta, con un enorme "que te cojo", justo delante de mí.

Bilma, mi escandalosa y descarada amiga. Parece el cartel de carretera de un club cutre con millones de colores. Su pelo es la vomitona de un unicornio. Las pestañas postizas, ya no es que sean grandes de por sí, es que además, son de color verde neón. Me juego el cuello que entre las pestañas, los labios y esa raya amarilla, mi amiga podía ser perfectamente la lamparita de noche de una niña de siete años.

Sobresaltada niego con la cabeza.

–Sabes que si mi tía te ve aquí, te tirara, y no con mucha educación.

La retiro con el brazo para poder abrir la puerta. Abril, pasando de mi comentario, me sigue dentro. Con su paso danzarín y dando saltitos, se me engancha del brazo como una abuela.

–Pero tú no lo permitirás. Soy la mejor influencia que te rodea... por cierto –, masca chicle, hace un globo que explota en mi cara y me sonríe–, el novio de Mae sabe que el viernes pasado estuvo follando conmigo.

Me vuelvo en su dirección.

Odio que me hable de ese tema. No es mi vida, ya me lo dijeron ellas mismas cuando, con respeto, me puse del lado de Tilo.

Me hablaron que no debía opinar, que no es mi movida, ya que ellas no lo hacen de mí y mi cobardía al no decirle lo que siento a Gael.

– ¿Por qué no se lo preguntas tú misma a Tilo?

Ella me sonríe y le da un toquecito a mi nariz.

–Eso pienso hacer un día de estos.

–Te animo.

Su sonrisa se amplía, con malicia.

–Deberías de animarme de otra manera.

Bufo y pongo los ojos en blanco.

– ¿Otra vez?

Bilma, tras un enorme puchero enternecedor, se da la vuelta y sube el tramo de escaleras. Al entrar en mi habitación me la encuentro, preparada en la cama, con la tele puesta, y una manta, preparada para un día de vagueo total.

Sí. No soy la única que se ha enamorado de la persona equivocada.

Bilma lleva loca por Mae desde que se conocieron, y de eso hace dos años, justo cuando comencé a trabajar como compañera de la chica unicornio. Sé por lo que pasa, solo que lo de Bilma, es un poco más complicado.

Me tiro a su lado y me giro hasta quedar cara ella. Me da el perfil. Se muerde las uñas, con nervio. Se ve fuerte, independiente, pero yo que la conozco, sé que es como una niña que necesita mimos de vez en cuando.

– ¿Qué ha pasado?

Se vuelve y esos ojos azules se clavan en los míos.

– ¿Y a ti?

–Lo de siempre.

Bilma se encoge y vuelve a clavar los ojos en la pantalla.

–Lo mismo.

No hablamos del tema, se lo que me va a contar. Que el viernes Mae la llamó, quedó con ella, lo pasaron bien, y después, adiós. Fin.

Me apoyo en su hombro y entrelazo sus dedos con los míos. Quiero a Mae, pero no es justa en este tema.

Comemos pizza, nachos, melón, nos tragamos una jarra entera de sangría y nos dejamos conquistar por un poco de televisión. Se nos hace de noche.

– ¿Quieres que pida algo para comer? –pregunto a Bilma mientras registro en la pagina una opción que nos guste a las dos.

Alzo la cabeza al no responder. Esta sentada en la orilla de le cama, mirando el móvil fijamente, mientras pone caras de sorpresa.

–Has cabreado de verdad a Gael.

Frunzo el ceño sin entender. Mi amiga del alma, se encarga de responderme simplemente mostrándome esa pantalla. Aprieto los puños al mismo tiempo que siento ese calor frío recorrerme el cuerpo entero.

Una foto de Gael con otra chica. La chica la conozco bien, es una de sus intimas amigas. Penélope, rubia, alta, delgada, ojos azules, preciosa. Una influencer a la que todo el mundo admira. Todos los comentarios son desde que bonita pareja hacen, hasta preguntar cuando se casan. A todos ellos ella da me gusta y manda corazones o besos.

–Gael lo ha compartido en su cuenta.

Bilma da directamente a la cuenta de Gael, no tan completa ni con tantos seguidores como ella. Es más él, silenciosa y sencilla.

Me fijo en la descripción. Simplemente pone;

"Relajándome"

Bullo de calor. Siento rabia. En su perfil solo hay tres o cuatro fotos mías y son grupales, es más, en ninguna de ellas salgo a su lado. Dejo el móvil de mi amiga y me acuesto en la cama, mirando fijamente el menú de la hamburguesería.

– ¿Te apetece una hamburguesa?

Bilma se tira hacia atrás y deja reposar su cabeza en mis piernas.

–Me apetece salir, más exactamente al club del Loro loco.

La miro, ella me observa y aunque siento esa mirada de comprensión, no me alivia. Fijo la mirada en la pantalla de mi móvil de nuevo.

–Entonces hamburguesa solo para mí.

– ¿Por qué no quieres ir?

Se apoya en los codos, boca abajo en mi dirección.

–No pienso ir detrás de él.

–No entiendo por qué os comportáis así. No entiendo porque no lo coges por delante y le dices todo, o le pegas un beso de esos que lo dejes sin aliento.

–Qué fácil es decirlo.

–Oye, yo fui quien se lanzó a Mae, y quien, todavía, después de todos, le tira la caña.

—Y así te va.

—No todos somos iguales.

Tiro la respiración y dejo caer la cabeza a la vez que cierro los ojos.

Sí, sería más sencillo si diera el paso, si hablara con él. Pero no puedo. Lo he intentado y siempre ha sucedido algo que lo ha impedido. Quizás es la señal para que no meta la pata. Tal vez el destino me esté susurrando que es mejor amar en silencio porque no puedo ser correspondida.

–No soportaría su rechazo.

–No creo que te rechace.

Abro los ojos y sonrío.

Me encanta lo positiva que es ante todo. Su padre es un borracho, pero ella siempre lo ayuda al llegar a casa. Su madre los abandonó, pero cree que volverá, por Nicki, y esos hoyuelos que no puede olvidar una madre.

–No voy averiguarlo esta noche presentándome allí como una cría celosa.

– ¿Y qué harás? ¿No lo intentaras nunca?

Decido no contestar y pedir dos hamburguesas, patatas y refrescos. Pasa la noche lenta y solo cuando Bilma se marcha, cojo el teléfono y busco a Gael.

Miro su estado, esa foto. Su rostro, no sonríe, pero tampoco retira la mano del muslo de ella, ni él le hace el feo no cogiendola.

Bufo. Y ya no lo controlo.

Le escribo siete u ocho mensajes que borro enseguida después de leer. Tiro el móvil contra la cama y bufo con desesperación. Quiero escribirle, enviarle a la mierda, decirle que es un capullo sin corazón. Deseo decirle que estoy locamente enamorada de él y que todo eso que hace me rompe el corazón. Pero temo que se aproveche de mis sentimientos y los pisotee por capricho. Temo que se aleje de mí y no quiera verme nunca más por no saber cómo afrontar todo esto.

Maldita sea.

Pero hay algo que temo más, no intentarlo, quedarme con la duda. Puede que Bilma tenga razón. Necesito saber que siente él para pasar página o luchar.

Cojo el teléfono de nuevo.

YO

<<¿Estás disfrutando esta noche?>>

Y lo envío. Tardo seis segundos exactos en recibir respuesta.

GAEL

<<Mejor que anoche.>>

YO

<<Eres un idiota.>>

GAEL

<<Inmadura>>

YO

<<¿Qué te pasa? ¿Por qué estás enfadado?>>

GAEL

<<¿Qué quieres?>>

Tardo en contestar. Tengo los dedos en el teclado pero no puedo poner las palabras que me gustaría...

A ti. Ven a mi casa, y pásalo bien conmigo.

Eso. Eso mismo quiero ponerle. Sin embargo, contestó, pero no hay valor.

YO

<<Nada. Disfruta con Penélope.>>

No contesta. Supongo que ya no quiere hablar del tema, además de añadirle que le encanta tener la última palabra.

Gana él.

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