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7


VANESSA


La cena ya estaba servida, sobre la mesa habían tazas llenas de chocolatada caliente y por encima de los pequeños platos de plástico habían galletitas de jengibre. Con muchísima hambre me senté en la silla de anfitriona, pues aquel había sido mi lugar desde que era una niñita de cinco años.

Hice todo lo que estaba a mi alcance para no meterme en la charla familiar, cada vez que me preguntaban algo me limitaba a contestar con el menor número de palabras y, cuando agradecí por la comida ya de pie con la intención de encerrarme en mi habitación hasta el día siguiente, mis padres me observaron negando ligeramente.

―En serio quiero estar sola, ya me puedo ir.

―Por supuesto que no, ¿Acaso se te ha olvidado la conversación familiar de mediar hora, es una costumbre lo hacemos siempre después de cenar?―contestó mi mamá, fijándose al fin en mí.

Mi papá me preguntó, mirándome.

―Sí, claro―sonreí con malicia―. Mi nombre es Vanessa, una chica que es dejada en plena media noche a su suerte por sus padres, digamos que soy como una muñeca de juguete. Ya sabes, porque a veces me cuidan y otras veces no.

WOW... Eso había sido muy satisfactorio.

Me sentía cruel por lo que les había dicho, pero, al mismo tiempo, sentía que me había quitado un gran peso de encima y liberada por decir algo que hasta aquel momento se había quedado en la punta de mi lengua.

Él frunció el ceño, mi comentario no le había hecho ni un poquito de gracia, sus rasgos faciales ya no eran dulces y eso me asustó un montón. Aunque, lo que sentía era ilógico porque estaba claro que era incapaz de hacerme daño, aún así no pude evitar sentirme nerviosa-pues, estaba en medio de una situación bastante tensa-y darme golpecitos mentales por lo que había dicho.

Quizás debía disculparme, pero no quería.

Como consecuencia del "espectáculo" que había montado, mi papá me mandó a guardar silencio por el resto de la cena. Ni bien se dio por terminada la dichosa "costumbre familiar" fui con el humo saliendo por las orejas a mi cuarto-que también era el de mi hermana menor-, mi furia había aumentado considerablemente porque detestaba el poder que mi papá ejercía en mí. Emociones negativas surgían en mi interior cada vez que me mandaba a callar, aunque, estaba enfada más conmigo por obedecer. Es decir, quien se creía que era para silenciarme y quién era yo al solo mantenerme cabizbaja.

―Solo tengo que sobrevivir un par de meses más, luego, me mudaré al campus de mi universidad.

Dije en voz baja para mi misma, calculando mi futuro, ya estaba casi segura sobre qué carrera iba a estudiar y planeaba graduarme con honores. Desde que tenía doce años había decidido ocupar la residencia de la universidad a la que ingresaría, mientras más alejada estuviera de mi familia, entonces, podría decir que todo sería color de rosas. Quería estudiar psicología, ese siempre había sido mi elección; y me quería especializar en psicología conductiva conductual.

Mi móvil empezó a vibrar, me fijé en la pantalla. Era mi prima Brescia quien estaba en su primer año de facultad, la hija del hermano mayor de mi madre, era una de las dos hijas de mi tía que vivía en un edificio que se encontraba a tan solo en la esquina del mío.

―Qué tal, Cia.

Bromeé, así la llamaba a veces.

―Mi papá no me contesta las llamadas y mi mamá ha salido―habló entre sollozos ni bien conteste la llamada―. No sé cómo ha podido pasar, solo fue un descuido. Lo juro, en serio. Leslie se ha golpeado la cabeza y no deja de sangrar―dijo de una manera que no se le comprendía a la perfección, creo que estaba llorando―. ¿Está tu papá? Necesito que venga rápido a mi casa.

―Sí, está acá. Ahorita mismo le aviso.

Dejé la llamada en espera y fui corriendo hacia donde estaba mi papá. No tenía ni la menor idea de que había pasado exactamente, pero intuía que era algo directamente relacionado con Leslie.

Con mi prima de cinco años.

Aquella niñita angelical era la hermana menor de Brescia y la mejor amiga de Emily.

******

En cuanto le había dicho a mi padre sobre el pedido de Leslie, él junto a mi madre fueron al instante a la casa donde vivían mi tía y mis primas. Yo estaba convencida de que todo iba a salir más que bien.

Pero, mientras pasaba más tiempo sin noticias de mi primita, me empecé a preocupar. Ya habían pasado dos horas y no tenía ninguna información al respecto, sin embargo, todo estaba genial al fin y al cabo. Pues, a lo mejor los móviles de mis padres se habían quedado sin batería, de seguro, ya estaban por llegar con excelentes y buenas noticias.

Una hora.

Era el tiempo que había pasado y seguía sin saber nada de Les. Me estaba sintiendo angustiada de sobremanera, no lograba tranquilizarme ni un poquito, quería saber cómo se encontraban mis primas.

Mi mente estaba hecha un caos, no era común en mí sentirme así. Lo peor de todo era que mis padres no me habían contestado ninguna llamada en las últimas tres horas-a pesar de que figuraba que su móvil no figuraba como apagado-, eso solo lograba aumentar mis nervios.

La ansiedad que sentía no era normal, así que decidí seguir técnicas de relajación que, según mi abuela materna, eran muy efectivas.

Uno, dos, tres, cuatro...Y nada, rayos.

Quién diría que mi abuela se había equivocado, pues contar corderitos no ayudaba.

Respire y exhale profundamente varias veces con la intención de calmarme, pensando que mi papá lo habría solucionado todo.

De pronto, el sonido de un ruido que parecía ser la cerradura de la puerta a punto de abrirse me distrajo.

―¿Cómo está Les? ¿Qué fue lo que pasó? ¿ Y dónde están ahora mismo Leslie y Brescia?

Solté por fin todas mis dudas.

Ahora, solo quería oír buenas noticias.

―Leslie tuvo una contusión a nivel frontal, más una laceración de la piel con afrontamiento de dicha epidermis. Tiene que tomar antibióticos, analgésicos y antiinflamatorios por cinco a siete días. Va a estar bien.

Me informó papá quien era un gran cardiólogo, y las últimas cuatro palabras me devolvieron la calma instantáneamente.

―¿Lo juras?―pregunté solo para confirmar.

Tras recibir la confirmación de mis padres, me sentí más aliviada porque en definitiva ya todo estaba bajo control. Les deseé buenas noches pensando en que muy pronto vería a mis primas y me fui a dormir.

******

―¿Estás de broma?―dijo una sorprendida Pamela.

Le había contado el accidente que había pasado el día anterior, ella no sabía nada porque al igual que Emily se había quedado dormida antes de la llamada que había tenido con mi prima Brescia.

―¡No, claro que no!―negué con la cabeza―Pero, no te preocupes que ya Leslie está mucho mejor y fuera de peligro.

Soltó un suspiro cargado de alivio y, me acorde los momentos de angustia que había sufrido por no haber tenido noticias de mi prima.

―¿Por qué estás tan segura, la has visto?

―No―bufe molesta por no poder hacerlo―Pero papá ha jurado que está bien. Y mamá también lo ha hecho. ¿No tendrían por qué mentir, cierto?

Ella me dio la razón, por lo que nos pusimos a conversar de que teníamos que convencer a mi madre de que nos dejase ir a visitar a nuestra prima pequeña. Solo era cuestión de que usáramos nuestras estrategias de persuasión para que cediese a nuestro pedido, ya que papá estaba trabajando y no iba a regresar a casa hasta un par de minutos antes de la cena.

―¡De acuerdo!―exclamó con cansancio, mi mamá―. No se demoren mucho y no conversen con extraños, ¿vale?

Vaya eso sí que había sido fácil, mi hermana era muy buena persuadiendo a las personas, inclusive a mí.

―Sí, mamá―habló con voz quejosa mi hermana de ojos verdes como los míos―. No estoy loca como para ponerme a conversar en las calles con personas que jamás he visto.

Mi mamá rodó sus ojos color azul ante el comentario de mi hermana y, luego, fijó su vista en mi rostro como esperando una respuesta de mi parte que no llegó porque Pamela se adelantó a hablar por mí.

―Y, Vanessa no va a hablarle a ningún desconocido―le aseguró.

―Ey, tengo voz propia―le regañé frunciendo el ceño―. Y si quiero hablar con un desconocido lo haré, y si un desconocido me quiere besar y yo también quiero, entonces, nos besaremos porque será mi decisión.

Bueno, eso sería una decisión rarísima. En definitiva, jamás iba a querer besar a un desconocido.

―¡Vanessa Ford Harrison! ¡Te quedas!―dijo en un tono de voz que pareciera como si no pensaba dar su brazo a torcer ni en mil años. Rayos y más rayos, había olvidado su presencia por la provocación de Pamela.

Aunque, tal vez no todo estaba perdido para mí, por lo visto, mi mamá no estaba tan enfadada por mis palabras.

¿Cómo estaba tan segura? Bien, no había pronunciado mi segundo nombre.

―Mamá, en serio crees que dejaría que algún trastornado intentase besar a Vane, primero le daría un golpe al desconocido por idiota y, después, llevaría a tu hijita al psiquiatra.

¿Qué había querido decir con eso?

―No lo sé...

―Confía en mí, mamá, está bajo mi responsabilidad.

Já. ¿Bajo su responsabilidad? Por supuesto que no. Ella estaba bajo mi responsabilidad porque yo era la hermana mayor. Pero, no me atrevía a contradecirla por mucho que estuviese en lo incorrecto. Puesto a que, estaba ayudándome a que mi mamá me dejase ir donde mis primas.

―Bueno, está bien. Después de todo tu hermana es dócil.

Justo cuando estaba por contraatacar porque no pensaba dejar pasar por alto esa difamación, mi hermana me jaló del brazo sin darme tiempo de decir ni una palabra y me llevó hacia nuestra habitación para poder coger nuestras mascarillas, acto seguido, me sacó de aquel lugar.

―Eres una chica con fuerza sobrenatural―dije sobándome el brazo y ganándome una mirada de terror por parte de mi hermana―. Y solo para que sepas no soy una chica sumisa.

―¿Qué opinas de ir a comprar galletas antes de ir a la casa de Brescia?

Aunque amase comer galletas especialmente si éstas eran de chocolate o de coco, quería ver lo más antes posible a mis primas y a mi tía. Pues, quería asegurarme que todas estaban en perfectas condiciones.

―Prefiero ir primero a la casa de nuestra tía y, después, comer galletas... ¡Espera!, no tenemos dinero para comprar nada

―Corrección: tú no tienes dinero para comprar ni una mísera bolsa de plástico, pero yo tengo ahorros.

Me detuve y la miré flipando porque no entendía de dónde había obtenido dinero.

―¿Cómo lo has conseguido?―cuestioné.

―Eres muy preguntona―bufó rodando los ojos ―. Y, ahora, vamos a la tienda que ya quiero comprar galletas de coco.

―Claro que no, vas a ir después a aquella tienda. Primero vamos a ir a la casa de tía Christine―contraataque.

―Y yo he dicho que quiero ir a comprar galletas, así que andando―exigió con voz autoritaria la chica de cabello color rubio castaño que tenía por hermana, era una mandona.

Suspiré hondo.

―Bien―gruñí.

Mientras caminábamos hacia la tienda de dulces, no podía dejar de mirar con cara fulminante a mi hermana. Y si las miradas mataran, pues, ella estaría enterrada.

―¿Así que no eres sumisa, verdad?―dijo con cierta burla en su voz, ni bien estuvimos en la fila.

―¡Claro que no soy sumisa!―exclamé enfadada, al mismo tiempo que llamé la atención de los presentes, me miraron como si estuviera loca.

Qué vergüenza total.

Definitivamente, este no fue un buen día.

Seguía con las mejillas rojas y mirando de forma asesina a Pamela. Luego, escuche que alguien de atrás me había llamado, así que volteé para ver quien era el sujeto que se había atrevido a querer mi atención cuando estaba de un humor terrible e irritante.

Volteé para observar a mi nuevo vecino, sí, era Landon.

―¿Qué quieres?―murmuré.

―Te había dicho que me encanta tu cortesía―dijo con sarcasmo mi vecino muy arrogante y también perfeccionista.

Los dos estábamos de muy mal humor y, eso se notaba a leguas, le lancé una mirada cargada de dagas porque no estaba para lidiar con un chico nada amigable o, bueno, no al menos en este instante.

¡Puf! Este era un duelo de miradas, pero me estaba empezando a sentir nerviosa y bastante incómoda.

―Creo que no eres sumisa―dijo con voz queda. Le sonreí por darme la razón, aunque él no pudo notar eso porque llevaba puesta una mascarilla―. Porque, tu y yo, sabemos que eres masoquista―agregó sin tapujos, pero en voz baja para que solo yo pudiese escuchar.

Tenía ganas de usar un hechizo de desaparición en él, ojalá existiese la magia.

―¿Podrían avanzar que no son los únicos en la fila?―nos dijo con amargura un señor que estaba cinco pasos detrás de mí.

Me di cuenta que Pamela ya tenía el paquete de galletas en sus manos, así que salí de la fila de inmediato.

Landon Carver se acercó al vendedor para hacer su pedido, no alcancé a oír lo que le decía porque salí de allí.

―Estabas como hipnotizada, hermanita―me dijo.

―Ajá, sí, claro.

Tras otros tediosos dos minutos llegamos a la puerta de entrada del apartamento de mis primas y tía, visitarlas siempre me hacía sentir bien. Algo curioso era que las tres se parecían muchísimo, ya que, Leslie era igual a Brescia cuando esta tenía cinco, y mi prima que era mi mayor solo por un año era la viva imagen de su madre en su adolescencia a juzgar por el álbum de fotos de mi tía Chris...

Tocamos el timbre y la puerta se abrió dejándonos ver a una sonriente tía Christine.

Antes de permitirnos el pase cogió un spray en alcohol para, luego, desinfectar nuestra ropa y suela de zapatillas.

―¿Cómo están?―nos preguntó mirándonos con atención.

―Bueno, yo siento mucho frío, así que lo mejor será que entré―contestó mi hermana, a ella no le gustaba hablar de sus sentimientos con nadie y tampoco le gustaba mentir.

―Yo estoy bien―dije siendo todo menos honesta conmigo misma y con ella, y le mostré una sonrisa convincente―. ¿Y qué tal tú?―pregunté únicamente por cortesía.

Sí, yo era una chica muy cortés por lo que, Landon y sus opiniones sobre mí podían irse a Narnia.

Luego, fui a la habitación de Brescia. Era un cuarto mediano y muy bien decorado, me atrevería a decir que era mucho mejor que el mío. Su cuarto tenía una ventana que permitía la vista al patio de juegos del primer piso.

Observé con detenimiento la piscina que estaba cerca de los juegos, aquella piscina en la que veranos antes habíamos jugado y nadado, ahora, estaba vacía.

―¿Cómo has estado?―pregunté curiosamente mirándola.

―Un poco agotada con todos los exámenes que he tenido en la semana, ni siquiera tengo tiempo para darme el lujo de tener un día libre.

―Cia, nadie dijo que la carrera de arquitectura era tarea fácil―comenté dándole ánimos, solo tenía que seguir dando lo mejor de sí.

―Lo sé, vale―dijo con voz exhausta, en sus ojos azul cielo podía notar la mismísima angustia―. Esta no es la carrera que yo esperaba, ¿entiendes?

―¿Pero de qué estás hablando? Has ingresado a una de las mejores universidades del país y ya estás en tu primer semestre.

Esto sí que era un problema enorme, mi tío quien tenía problemas económicos había pagado un gran dineral por aquel semestre y a mi prima no le gustaba lo que estaba estudiando.

―Estoy consciente del problema, Van, y no sé qué demonios hacer. Y lo que te he dicho es confidencial, no se lo puedes decir a nadie ni siquiera a Melody o Francisca.

Podía hacer eso, no contárselo a nadie. Excepto si por mera casualidad mis mejores amigas les surgiera crear una reunión para revelar secretos y me preguntasen directamente si Brescia planeaba dejar la carrera universitaria que estaba llevando porque no le gustaba, y claramente eso no pasaría.

―Júrame, Vanessa, que aún si tus amigas deciden crear una de sus reunión para revelar secretos tu no vas a abrir la boca―dijo como si estuviera leyendo mi mente, ella sabía de nuestra reuniones porque una vez había sido partícipe.

―¿Quieres que esté muda?

―No, solo que no les cuente mi secreto―aclaró sentándose en su silla de escritorio.

―Vale, lo juro.

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Qué me cuentan, queridos lectores. Les esta gustando la historia, creen que Vanessa pueda guardar el secreto o no. ¿Qué personaje les cae mejor? Y, por favor, sean pacientes con las actualizaciones.

Bezos y abrazos de coco,

Avril.

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