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LANDON


Ingresé al ascensor del edificio junto a mi mamá quien me regañaba por mi "actitud grosera con esa dulce jovencita". Qué tenía de dulce una tía que me había dejado con la palabra en la boca, pues nada. Además, me había amenazado con llevarse mi cámara con la que había filmado el edificio, no a ella.

—Creo que la he visto antes—dijo mi madre intentando hacer memoria—. No lo sé, no me acuerdo—dijo sin mucha importancia una vez que salimos del ascensor.

En cambio, yo si me acordaba perfectamente de aquella chica y no era algo intencional. Tenía memoria fotográfica. Y, aunque los estudios científicos aún no comprobaban la existencia de este tipo de memoria, yo sabía que la tenía. Bueno, la había conocido años atrás cuando mi madre me inscribió en el mismo colegio en el que ella se encontraba. La había conocido en mi primer año de secundaria, de hecho ambos estábamos en el mismo grado. No había conversado casi nada con ella; es más, creo que hoy habíamos roto el récord de todo lo que habíamos conversado estando en el colegio.

Mi madre sacó la llave; acto seguido, abrió la puerta no tardó en ingresar y yo hice lo mismo.

—¿Qué prefieres, Landon, chifa o pollo a la brasa?—preguntó mi madre mirando con atención la pantalla de su móvil. Mi madre no cocinaba con regularidad, ella era más de pedir comida rápida para almorzar.

No me demoré en responder.

—Chifa.

Mi madre asintió e hizo una llamada al restaurante chino para pedir la comida.

Entré a mi nuevo cuarto que ya estaba amoblado, deje mi cámara sobre el escritorio y me senté en la silla de mi escritorio. Saqué del bolsillo de mi pantalón mi móvil, como tenía baja batería lo cargué para que no se apagase antes de revisar mis correos. Había uno en particular que había llamado mi atención era uno donde me invitaban a participar en un concurso de lectura y el finalista iba a tener el honor de que la editorial sacase su libro en físico.

Lo dudé.

No era que no me gustase la idea, pero no era como si amase escribir.

Prefería leer, aparté según había leído en los "artículos de escritura" no era cómo si escribir un libro fuera muy fácil, requería de mucho tiempo y dedicación que no estaba dispuesto a brindarle al concurso, porque no podía descuidar mis estudios. Desde muy pequeño había aprendido que estudiar era la clave del éxito. Y no iba a poner en riesgo mis calificaciones por escribir, y si decidiera arriesgarme-cosa que dudo- sería por un concurso de fotografía.

Apague segundos después mi móvil y dejé que siguiera cargando. Cogí mi cámara para ver qué podía seguir filmando, pero en verdad no había nada interesante que filmar. La mayoría de los cuartos aquí reflejaban melancolía lo que me hizo extrañar de cierta manera mi antigua casa. En realidad, era la casa que mi madre había heredado de la abuela Lucinda. Ahora, esa pequeña casa azul donde había pasado la mayoría de mis recuerdos se encontraba vacía. Vacía.

Mucho antes del divorcio de mis padres, solía visitar la casa de mi abuela porque me gustaba la compañía de ella y a quién no. Ella era una señora muy amable, inteligente y solidaria que siempre estaba dispuesta a escuchar tus problemas, era una buena consejera; es más, la mayoría de los valores que había aprendido eran gracias a mi abuela Lu. Además, me encantaba oír las vivencias que me contaba ella. Éramos como uña y mugre, habíamos sido un gran equipo por mucho tiempo. Por eso mismo, me había dolido su muerte y me seguía doliendo emocionalmente.

Mi móvil vibró y contesté la llamada sin demora. Era mi padre.

—¿Cómo estás, papá?

—Todo bien por aquí, hijo, qué hay de ti—preguntó mi papá desde el otro lado de la línea, podía notar su interés.—¿Cómo están?

Dijo refiriéndose a mí y a mi madre quien ahora se encontraba descansando después de haber amanecido evaluando la causa de muerte de un sujeto. Mi mamá se especializaba en criminología forense y, dicho sea de paso, era muy buena en su trabajo.

—Yo estoy aburrido y mi mamá está exhausta—le informe echándome en mi cama ya que no tenía nada mejor que hacer.

—Podrías leer un libro, ver una película o una serie, estoy seguro que eso te quitará el aburrimiento—sugirió.

Asentí con la cabeza.

—Gracias, lo consideraré.

Conversamos unos minutos más y, luego, finalizamos la llamada porque nos habíamos quedado sin tema de conversación. Me senté en la pateadera de mi cama ya con el móvil en la mano y decidí aceptar la sugerencia de mi padre. Ya no tenía tareas que realizar, esta semana no teníamos exámenes; así que porqué no podía ver una película. Escribí "Cumbres Borrascosas" en Google, y no tardaron en aparecer diferentes adaptaciones del libro clásico.

Las noches siguientes me la pasé estudiando en mi cuarto, algunas veces iba a la terraza del edificio que, por lo general, solía estar vacío. Me encantaba sentir el aire golpear mi piel, ver más allá de mis cuatro paredes y, a veces , cuando aparecía algo que llamaba mi atención practicaba mi estilo fotográfico. Sin embargo, ahora no me encontraba solo, había una chica sentada en una de las bancas que tenía la terraza, podía oír claramente sus sollozos, me acerqué hacia ella con la intención de subirle los ánimos.

—¿Te puedo ayudar en algo?

La chica levantó la cabeza y me observó.

Era Vanessa Ford.

Rodó los ojos al verme e inmediatamente se limpió las lágrimas que caían sobre sus mejillas.

—En serio, no te soporto—me dijo negando con la cabeza dejándome confundido—Ni siquiera puedes tener un poquito de respeto. ¡Mírame, estoy llorando y tú me estás filmando!—exclamó enfadada señalándose a si misma y luego a mi cámara.

No me había dado cuenta de eso.

Había sido un impulso, lo hacía cada vez que algo o alguien llamaba mi atención.

—Lo siento—dije automáticamente apagando la cámara—. ¿Por qué estás llorando?

Le pregunté mirándola con curiosidad y ganas de poder ayudarla.

—Y a ti qué te importa—me espetó con lágrimas que seguían rodando por sus mejillas—. Ni creas que te voy a contar—susurró lo último.

Suspiré con pesar.

Quería ayudarla, pero con esa actitud suya iba a ser todo un reto.

Justo cuando estaba por salir de la terraza porque supuse que estaría mejor en mi cuarto que allá. Una voz conocida me detuvo. Vanessa me pidió en voz baja-pero audible-que me quedase, por lo que decidí hacerle compañía, a lo mejor se animaba a contarme qué era lo que le pasaba. Era un buen oyente.

Además de ser un experto dando consejos.

—Te lo voy a contar, solo porque necesito decírselo a alguien—dijo refiriéndose a su problema—. Pero, júrame que no se lo dirás a nadie—me pidió con los ojos fijos en mí. La mire con indecisión porque no era muy bueno guardando secretos—. Júramelo o no te digo nada.

—Lo juró.

Respiró profundamente y, luego, me volvió a mirar.

Se mordió los labios como señal de nerviosismo. La intriga que minutos atrás había surgido en mí seguía aumentado, ya habían pasado un par de minutos desde que le había jurado mantener su secreto y aún no se atrevía a decírmelo. No quería presionarla. Pero sí quería que se decidiese, si me lo iba a contar o no, porque ya estaba anocheciendo y tenía muchísimas ganas de irme a dormir. Mañana tenía clases.

—Mis padres, mejor dicho, mi papá no me deja ir de viaje con mis amigas—dijo contándome su "gran preocupación", le miré atónito sin comprender cómo aquello podía causarle tristeza—. No lo puedo creer. O sea, él sabe lo mucho que muero por ir de viaje, ¿lo entiendes?

Me preguntó con los ojos llorosos.

—No. La verdad, no lo entiendo—respondí dudando de que aquello fuera su única preocupación—. Y, ¿por qué no te ha dejado ir?—cuestione ignorando el hecho de que estábamos en medio de una crisis sanitaria.

Cabía la posibilidad de que no la dejase ir por otra cosa.

—Todo esto queda entre nosotros, ¿verdad?—me preguntó antes de decir algo más. Asentí—Bien. Melody me ha invitado a mí al igual que a Francisca a un tour por Europa, los padres de ella se han ofrecido a pagar los boletos de avión, el hospedaje, ¿ya sabes?...Pero, mi padre se ha negado porque no quiere tener deudas con nadie. Él dice que aceptar eso es igual que aceptar limosnas. Es un grinch—murmuró las últimas tres palabras en un susurro ligero.

Cómo no acordarme de Melody y Francisca-aquellas dos chicas junto a Vanessa- eran las chicas más populares del colegio. No pude evitar fruncir el ceño ante la mención de ellas porque siempre se la pasaban criticando y catalogando a la gente por su manera de vestir y hablar. Se creían mejores que los demás. Bueno, excepto Vanessa. Hasta el momento no le había escuchado hablar mal de los demás.

—Estoy seguro que habrá otros viajes a los que podrás ir—le dije con total sinceridad.

Ella soltó un bufido.

—Es que no lo entiendes. Melody y Francisca se han enfadado conmigo por haber rechazado la oferta. Creen que no quiero pasar tiempo con ellas. Pero, no es así. Yo sí quiero.

Sentí compasión por ella, por las "amigas" que tenía.

—¿Les has dicho porque no puedes ir?—le pregunté aceptando que al final de todo sus "amigas" eran seres humanos y eran capaces de comprender a la que decían llamar su <<best friend>>.

Ella negó lentamente con la cabeza haciéndome comprender que tal vez sus amigas eran peores de lo que aparentaban. De seguro eran el típico grupo en el que decían poder confiar las unas con las otras, pero, en el momento en que en verdad se necesitaban no podían confiar entre ellas mismas. No me sorprendería si ese fuera el caso.

—No les he dicho nada—afirmó—. Ni tampoco tienen por qué enterarse. Sabes, qué pasaría si se llegasen a enterar—preguntó de forma retórica—. Harían hasta lo imposible por ayudarme.

No puede evitar rodar los ojos.

—Sí, claro—solté con ironía.

Vi claramente cómo su cara que reflejaba calma se transformó en furia. Sus ojos, ahora, estaban echando chispas de sobremanera.

—¡¿Qué quieres decir con eso?!

—No es obvio—cuestioné.

Eso la hizo cabrearse aún más.

—¡¿No es obvio qué, idiota?!—exclamó con desesperación esperando mi contestación.

—No me cabe la menor duda de que tus "amigas" no darían ni un mísero dólar por ti—le dije siendo honesto.

Me fulminó con la mirada poniéndose de pie.

—Son mis mejores amigas, idiota—dijo bajando el volumen de su voz—. No puedes juzgar a la gente—me aconsejó gruñendo.

Pero, yo no las estaba juzgando. Bueno, las amigas de Vanessa no eran de las que hablaban mal en público, pero sí en privado y yo les había escuchado hablando mal de mis dos amigos más cercanos.

—No las conoces como yo.

Fue lo último que dijo antes de salir de la terraza. 

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Qué tal. Aquí la intento de escritora. Dígame, qué les parece este capítulo. No sé si les pasa a ustedes, pero a mí sí. Lo que pasa es que tengo un crush con Landon, júzguenme y demándenme si es que estoy mal. Bien, muchas gracias a los que deseen quedarse.

Aquí me despido,

Avril.

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