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17


VANESSA


Suspiré, no podía dejar de mirarlo. ¿Él aceptaría ser mi amigo de nuevo?

Oh, a quién engaño era obvio que no querría volver a tener algún lazo de amistad conmigo; Landon apartó sus ojos de mi rostro. Y me sentí como si tuviera un nudo en la garganta.

Pasaron un par de segundos los cuales me parecieron eternos hasta que por fin dejó de tener la vista en las nubes grises y me devolvió la mirada. Se veía cansado y a la vez triste, la culpa me invadió completamente porque era consciente que lo había defraudado. Me obligue a no llorar, pero ya unas lágrimas calientes me habían traicionado y se deslizaban sobre mis mejillas.

Su preocupación era palpable, lo que me hizo sentir aún peor conmigo misma.

Él se merecía una mejor amiga que yo, y eso me dolía porque sabía que era verdad.

Hice mi mejor esfuerzo por transmitir una sonrisa alegre.—No tienes que responder ahora, de hecho, entiendo que no quieras volver a hablarme en tu vida...

—Vanessa, escucha. No estoy molesto contigo, ¿vale?—me dijo esperando mi respuesta, lo dijo en un tono como si hasta que eso no quedase claro no pensase continuar, y en cuanto asentí, prosiguió—. Pero, tampoco estoy seguro si lo mejor sea que sigamos viéndonos porque, a fin de cuentas, no me sentiría cómodo siendo tu amigo en secreto. Y si seguimos siendo amigos no creo poder soportar una vez más tu indiferencia o rechazo.

¿Yo? ¿Indiferente con él? Imposible.

Negué con la cabeza, mientras las lágrimas que había estado conteniendo desde hace un buen rato amenazaban con brotar.

—Entonces, ¿Desde ahora seremos unos simples desconocidos el uno para el otro?—pregunté con voz queda, sin asimilarlo. Se limitó a mover levemente la cabeza en un gesto de afirmación—. ¿Lo dices en serio o estás bromeando? Porque si es una broma no es nada graciosa. Olvídalo, qué tonta pregunta la mía; es obvio que lo decías en broma, ¿verdad?

No pude evitar jugar con las manos.

Sonaba nerviosa.

Mi voz a las justas era audible.

Y yo sabía que él no bromeaba, más bien, todo lo contrario. Pero, aún no estaba lista ni quería alejarme de él, ¿cómo rayos se supone que este lista para decirle adiós?

Una parte bastante importante de mí deseaba que él aceptase seguir juntándose conmigo, pero tampoco quería que lo hiciese por lástima.

—Sabes que lo digo en serio. Por el momento, creo que es lo mejor para los dos—me dijo en un tono dulce, colocando uno de mis mechones rebeldes tras de mi oreja—. Sin embargo, siempre que requieras de mi ayuda no dudes en que te la voy a dar—dijo seguro, dedicándome su última sonrisa como mi mejor amigo—. Ya tengo que irme.

Lo seguí con la mirada hasta que entró en el ascensor y lo perdí de vista.

Me obligue a recomponer o, al menos, aparentar que no tenía nuevamente el corazón roto. Así que, me sequé en un gesto rápido las lágrimas con las manos, pensando en que ya debería estar acostumbrada a aquel sentimiento: el dolor.

Y, seguidamente, también me marché.

Pues, no me podía quedar fuera de casa mucho tiempo o, al menos, no hoy. Si mis padres me habían dejado salir fue solamente porque me ofrecí a botar la bolsa de basura.

Me desperté a la mañana siguiente envuelta en una acogedora sábana, no pude evitar soltar un bostezo el cual reflejó que efectivamente no tenía la energía suficiente para empezar un nuevo día. La noche anterior no había podido dormir muy bien porque mi mente no dejaba de reproducir la despedida ocurrida en la azotea, además, tampoco ayudó mucho que la pantalla del móvil de mi hermana estuviese encendido hasta el amanecer.

El tono de melodía de mi móvil sonó logrando arrancarme de mis ensoñaciones, era una llamada de mi prima Brescia.

—¿No vas a contestar?—preguntó con las cejas alzadas, Pamela.

Me di golpecitos en la frente con los dedos, dudando.

—Quiero contestarle, pero a la vez no—respondí mordiéndome una uña.

Era complicado.

—Contéstale—demandó seriamente—. Te ha estado llamando durante varios días seguidos. Conociéndola, de seguro ha de estar preocupada.

Decidí aceptar la llamada aun dudando en sí merecía hablar con mi prima.

—Hola—fue lo primero que dijo en un hilo de voz.

—Vanessa Diane, se puede saber por qué razón no me contaste las llamadas ni respondiste los mensajes por casi una semana entera—habló, regañandome—. Espera un minuto, ¿Acaso estás molesta conmigo?

Parecía lucir preocupada.

—No, yo no estoy enojada contigo ni siquiera un poquito—aclaré, sentándome sobre mi cama—. En cambio, tú lo estarás cuando te cuente lo que hice. De verdad, no merezco estar hablando contigo porque tú eres leal y confiable. Pero, ¿yo? Yo te traicione...

—Cálmate, Di—me dijo, Brescia—. Y cómo es eso de que me traicionaste—me interrogó en un tono más de curiosidad que de molestia.

—Le comenté a un amigo—hizo una pausa, reprimiendo el dolor y agarre fuerzas para seguir hablando—. Quise decir, le conté a un ex-amigo el secreto que me confiaste el otro día que fui a tu casa con Pamela. Soy de lo peor, lo sé.

Cerré los ojos con fuerza temiendo oír el sonido de cuando cortan una llamada. Aunque, prefería mil veces más que le pusiese fin a la conversación antes de escuchar su decepción hacia mí.

—¿Te refieres a lo que te conté sobre que planeaba cambiarme de carrera?

—Sí—murmuré sintiéndome mal.

Ella suspiró.

—Ya se lo dije a mi padre, sabía que en algún momento se iba a enterar sobre mis planes de cambiarme de carrera—se detuvo unos segundos—. Así que, se lo dije hace un par de días.

La noticia me golpeó de sorpresa, sí que no me lo había imaginado.

—¿Cómo se lo tomó el tío Owen?—quise saber.

—Teniendo en cuenta que cuando se lo dije agarró un cinturón y me pegó con este en las piernas y me dio una fuerte cachetada, yo diría que no se lo tomó nada bien.

Me regañé mentalmente por no haberme comunicado con ella, a pesar de que intentó contactarse conmigo múltiples veces.

—Siento no haber contestado tus mensajes ni aceptado tus llamadas, lo juro.

—No te preocupes, yo solo quería saber si te encontraba bien—me dijo, mi prima—. Recuerdo que la última vez que te vi estabas llorando y, después, ya no supe nada más de ti. ¿Ahora estás triste?

Entonces, ¿solo quiso comunicarse conmigo porque le preocupaba mi estado de ánimo? Nada más esperaba que también hubiese querido contarme sus problemas, ya que, yo siempre le había apoyado y viceversa. Y realmente esperaba que eso no cambiase, que no cambiase el hecho de que me tuviese confianza.

—No estoy triste. Me siento de maravilla—mentí en un tono demasiado alegre—. ¿Y tú? ¿Cómo estás? ¿Estás feliz? ¿Estás triste? ¿Estás molesta conmigo? ¿Sigues confiando en mí? ¿Quieres que te visite? Porque podría visitarte ahora mismo, si me lo pidieras.

—Cálmate. No voy a negar qué tal vez ya no te cuente secretos importantes de guardar, pero lo que no te diré solo serán cosas que deben permanecer bajo siete llaves—no proteste, entendía su punto—. Por lo demás, todo seguirá bien entre nosotras.

Inspire hondo y fruncí el ceño.

—Odio al estupido tío Owen, espero que alguna vez se pudra en la cárcel—añadí sin contener mi enojo.

—También deseo lo mismo y, de paso, que tus padres también los acompañen—me dijo utilizando el mismo tono de voz con el que hablé hace un par de segundos.

—¿Por qué dices eso?

—Joder, Diane...—Brescia tragó saliva—He visto los moretones en tu piel. Y no sé si ambos o solo uno de los dos te pega. Pero de ser el segundo caso, entonces, el otro al no oponerse ni hacer nada al respecto para cambiar el transcurso de la situación, vendría a ser el cómplice.

Me paré a horcajadas de la cama, negando.

—No sé de qué estás hablando, ellos no me hacen daño—aseguré, molesta. Acto seguido, corté la llamada sin darle tiempo de agregar alguna palabra más.

A mí mis padres no me pegaban, ¡¡¿ok?!!

—Pareces alterada. ¿En qué estás pensando?

Me dijo Pamela, era su forma de preguntar si todo andaba bien.

—Estoy en perfecto estado—asentí, cepillándome el cabello que tenía enredado—. Pensaba en que mañana los de tu grado van a asistir a clases presenciales, ¿tú, no quieres ir?

—No. Al final resulta que prefiero la virtualidad, no tengo que caminar ni hablar con la gente.

—¿En qué mundo es genial no hablar con las personas?

—Pues, en todos. Y ya vete que vas a llegar tarde.

—Yo también te voy a extrañar—confesé, haciéndome una coleta de caballo—. Y, Pam, si quieres ir a clases presenciales sólo házmelo saber y yo me encargaré de que te dejen ir.

—Ni de coña—soltó Pamela—. Ahora que dijiste eso ya se me quitaron las ganas de ir.

Parpadeé confundida.

—Pero, ¿por qué?—la miré sin comprender.

Sus ojos verdes limón me observaron plenamente con tristeza, movió la cabeza negando.

—Por nada—me dijo fingiendo indiferencia—. Diviértete, ¿vale?

—Vale—le aseguré, antes de ir hacia la puerta donde estaba esperándome mi madre.

Ya que procurar no hablar mucho con mis padres se había convertido en un hábito mío, el transcurso en coche de mi casa hacia el instituto fue silencioso, cosa que agradecí. Ni bien llegue a mi paradero, me despedí de mi mamá y me apresure en bajar del vehículo de cuatro llantas.

Después de una eternidad de estudio por fin ocurrió mi parte favorita, es decir, el recreo. Melody me contaba sobre una fiesta que planeaba realizar, mientras Francisca conversaba gustosamente con su tóxico novio llamado Paul.

—Si quieres, puedes invitar a Landon—dijo indiferente, la mire mal.

Arqueé ambas cejas a modo de escepticismo. —Sabes que ya no me habló con él—le recordé—, pero tú podrías invitarle. Te va a caer bien.

Se encogió los hombros y cambió de tema de conversación.

Al cabo de quince minutos, nos dirigimos al coliseo de básquet para tener nuestra última clase presencial del día. El profesor, Kim, quien era el encargado del curso de Cultura Física, nos pidió que formaramos una media luna, me senté en medio de mis dos amigas y presté atención a las indicaciones que el profesor dictaba con entusiasmo. Probablemente también hubiera estado contenta si no fuera por el hecho de que era una mala jugadora de baloncesto. Era el único deporte en el que me iba mal, sin contar handball.

Sumergiéndome en la experiencia de prepararse para hacer el ridículo, me di ánimos a mi misma. Me propuse encestar por lo menos una vez.

A pesar de mi miedo a decepcionar jugando basket, también me sentía increíble porque iba a participar en un partido después de mucho tiempo. Aunque, me podría haber quedado practicando baloncesto todo el día o, toda una semana, con tal de no volver a mi casa. Pronto. En un par de horas iba a tener que regresar a mi casa, sacudí la cabeza alejando ese pensamiento de mi mente. Como mi hermana me aconsejó, hoy iba a disfrutar al máximo mi tiempo a salvo.

El profesor llamó a cuatro estudiantes a que pasasen al frente y les dijo que iban a ser los capitanes aparte también les informó que en cada equipo debía haber cinco personas. Por cierto, éramos veinte en total de los cuales diez pertenecían a un salón diferente al mío. Pues, debido a la normativas escolares, en este curso mis compañeros de aula y los alumnos que asistían a presencial del salón 11vo C, teníamos que unirnos en un solo grupo.

Francisca, Ethan, Sophie y Landon, eran los que habían sido elegidos como capitanes.

En esa secuencia fue que cada capitán empezó a elegir, yo fui una de las últimas en ser escogida como bien pensé que sería.

Fui una de las integrantes del grupo de Sophie Swing.

Lo que me dolió y no pensaba admitir en voz alta ni en sueños era que:

Landon ni siquiera me miró.

Cuando le tocó a mi grupo entrar a la cancha, no pude evitar ponerme nerviosa. Vi al equipo que íbamos a enfrentar, noté que tenían de capitán a quien alguna vez fue mi mejor amigo.

Me saludó con un pequeño cabezazo cuando me pilló mirándole, ya saben, el típico saludo que se da cuando uno no quiere darse las molestias de hablar con la persona.

El profesor sopló el silbato indicando el inicio del partido.

Pero milésimas de segundos más tarde volvió a soplar el silbato, deteniendo así el juego.

Ni siquiera había pasado un minuto.

—Vanessa , tu amiga quiere hablar contigo—me informó el profesor, mirándome con lástima e inmediatamente supe que él ya se había enterado de lo que me pasaba.

Junto con Francisca salí del coliseo.

—Se lo contaste—dije molesta—. ¿Por qué se lo contaste?

Me crucé de brazos, esperando una respuesta.

—Porque lo que tienes es complejo—me recordó—. Así que, como él va ser tu profesor de educación física, entonces, merecía saberlo.

Lo dijo en un tono casual, sin embargo, su acción estaba muy lejos de tener mi visto bueno.

—¿Le contaste toda la verdad completa o parcialmente?

—No le dije toda tu situación, relájate.—Solté una bocanada de alivio volviendo a tener una adecuada presión.

Estaba a punto de hablar; sin embargo, detrás de nosotras, una voz femenina conocida nos saludo llamando nuestra atención.

Giramos, quedando frente a Melody quien se acercó hacia Francisca y empezaron una corta charla en susurros.

—Entonces, ¿Vanessa?—me preguntó como si no estuviera segura de mi nombre, se veía nerviosa.

—Sí, así me llamo—le respondí en tono obvio.

Al oír mi respuesta soltó un suspiro de alivio, sus músculos se relajaron.

—Bien, el profesor me pidió que las llamase. Dice que no se demoren tanto—nos dijo Melody rápidamente, acto seguido, se alejó de nosotras velozmente.

También me dispuse a marcharme porque ya no quería seguir discutiendo, pues si había decidió venir al instituto era justamente para hacer lo contrario, había venido con el propósito de pasar un buen rato.

Sin embargo, antes de irme quise dejar un punto en claro.

—Ya no te metas más en mis asuntos, por favor.

Francisca me miró estupefacta.

—¿Qué no me meta más en tus asuntos?—preguntó incrédula, riendo sin ganas—.No puedo creer que me estés pidiendo eso. Si quieres continuar teniendo la imagen de chica normal frente a los demás, entonces tengo que seguir metiéndome en tu vida al igual que Melody.

—Soy una chica normal, común y corriente como el resto—dije más para mi fuero interno, sentándome en el piso. Puse la cabeza entra las piernas y trate de respirar con normalidad

<<No llores, no llores, no llores>>, me dije en vano.

—¡Soy una chica normal!—solté un grito desgarrador, intentando convencerme de mis propias palabras.

Mi mente fue nublada de recuerdos que anhelaba en gran medida olvidar, hasta que Francisca sacó su móvil del bolsillo y se llevó a este a la oreja empezando una conversación en tono serio.

—¡¿Estás llamando a mis padres?!

No pude evitar preguntar con brusquedad, sentía que no podía respirar...

Me dolía el pecho.

Me faltaba el aire.

Y sentía que mi cabeza daba mil vueltas por segundo.

—Nada que ver. Ellos serían a los últimos que llamaría—contestó rápidamente, pero  firme. Enseguida prosiguió hablando con quien estuviera al otro lado de la línea telefónica—. Puedes venir ya, Mel, necesito ayuda. No puedo sola con ella.

Hizo una pausa, soltó un bufido con una expresión de molestia e indignación.

—Maldición. Como siempre cobarde—farfulló guardando su móvil.

Entonces agarre fuerza de voluntad y me puse de pie—. Ya deberíamos volver a la clase. No quiero una sanción.

—Primero, anda al baño a lavarte la cara porque se nota que has llorado y no queremos que la gente te vea en ese estado y, luego, te hagan un montón de preguntas, ¿verdad?

Sacudí la cabeza.

—Ahora mismo, voy al baño.

No quería que me hicieran preguntas, no quería seguir pensando en cómo resultaría ello, porque lo más probable es que tal vez me fuera de boca.

Limpié mi pantaloneta que se había ensuciado ligeramente a causa del polvo que invadía el suelo de cemento y acompañada de mi amiga me encaminé a los servicios sanitarios. Francisca se quedó en la entrada del baño de damas al cual ingresé, esperó hasta que saliese para volver al coliseo de básquet. 


No recuerdo exactamente cuánto tiempo más duró la clase desde que me integré de nuevo, pero sí que fue muy breve, y que seguidamente regresé a mi salón junto a mis compañeros de aula porque fuimos a recoger nuestras pertenencias. 

—¿Cómo que ninguno de los dos va a venir a recogerme?—pregunté atónita.

—Estoy ocupada, tú padre también; así que, tendrás que regresar a pie—contestó mi madre.

Contuve mi resoplido y me obligue a coger fuerzas para despedirme de ella en un tono amable sin chispas de enojo. En los siguientes instantes me dediqué a planear como salir de mi instituto, pues dudaba mucho que me dejasen salir al no tener el fotocheck verde que era el de poder retirarse sin necesidad de la compañía de un adulto. Me dije a mi misma que todo saldría bien, ya que, desde pequeña cuidé yo sola cada uno de mis pasos y hasta el momento lo había hecho fenomenal, ¿no?

—Hola, Vanessa—me saludó en una exclamación armoniosa y dulce, la mamá de Landon quien se encontraba junto a su hijo en el portón principal de entrada.

Me acerqué a ella y a Landon hasta donde pude, sin salir del instituto.

—¿Cómo has estado?—me preguntó la señora Nidia.

—¡Bastante bien!—le aseguré.

—Que bueno—contestó la señora Nidia quien tenía el cabello del mismo color que Landon—. Es raro, pero siento que te conozco por lo mucho que mi hijo me ha hablado de ti.

—Mamá—dijo Landon, avergonzado.

Al parecer, aún no le había comentado sobre que ya no éramos amigos...

—Bueno, un gusto hablar contigo. Por cierto, te deseo éxitos en el concurso literario en el que estás participando.

Entonces, si era verdad que le había contado de mí. Sonreí.

—Gracias—le dije de corazón—. Una pregunta...

—¿Si?

Tomé una bocanada de aire y abrí la boca.

—¿Podría llevarme a mi casa, por favor?—le pedí, agradeciendo el hecho de que Landon era mi vecino.

Titubeó unos instantes.

—Por mí normal. Pero, ¿tus padres están de acuerdo con eso?

Le pedí que me diera un minuto y le di clic al botón de videollamada.

—Ya te dije que estoy ocupada, Vanessa.

—Lo sé, lo siento—respondí automáticamente—. Te llamé porque me gustaría saber si estás de acuerdo en que la mamá de un compañero de clases me llevé a casa.

—Claro, si es que no le es un problema.

El guardia de seguridad por suerte me dejó ir con la señora Nidia y Landon en cuanto mi madre dio el visto bueno a través de la videollamada.

Subí a su coche y me senté en los asientos traseros, teniendo de compañero al amigo de Tiana y Axel. 

—¿Te gusta el baloncesto?—fue mi pregunta a modo de saludo.

—Se podría decir que sí, de todos los deportes es el que prefiero—contestó con la vista fija en la ventanilla—. ¿Qué hay de ti? Te fuiste sin previo aviso del partido, eso fue muy raro.

Se giró, dirigiendo su mirada hacia mí.

—También me encanta el baloncesto, aunque no se me da bien—dije sin agregar que me daba miedo ser criticada por los miembros de mi equipo.

—¿En serio? Tal vez algún día podríamos jugar uno contra uno.

—¿De verdad?

Pensé que estaba enfadado conmigo.

—Sí—Landon me dijo, sacando su móvil del bolsillo de su polera roja—. ¿Sabes una cosa? He estado pensando que si tú quieres podríamos ser amigos de nuevo...

—¡Yo quiero!—le interrumpí, sonriendo.

No dejé que continuase su explicación de porqué deseaba entablar nuevamente nuestra amistad porque había extrañado cada segundo su compañía, había extrañado como no tienen la menor idea hablar con él sobre libros y canciones, conversar con alguien a quien no le importase las apariencias ni hablase de chicos casi todo el tiempo. Simplemente, ¡lo había extrañado de aquí hasta el infinito!

—¿Quieres ver un episodio de Fisher? No es aburrido ver solo los episodios, pero sí es mucho mejor verlos con una fan de la serie.

—Opino lo mismo—dije, poniéndome en la oreja izquierda el auricular que me tendió.

De repente, me sorprendí a mí misma sin poder dejar de sonreír como tonta. 

—Joder, es absurdo lo mucho que te he echado de menos.

Yo también pensaba y me sentía de la misma manera.

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Nota de autora:

Consideró que si alguien esta atravesando por algún tipo de maltrato ya sea físico o verbal no debería quedarse callado ni de brazos cruzados, más bien acusarlo con la policía y alejarse de ese tóxico entorno.

Bueno, ahora con las preguntas:

¿Por qué creen que Landon quiere juntarse de nuevo con Vane?

¿Existe química entre Landon y Vanessa o consideran que no?

Me gusta leer sus comentario, que tengan un lindo día.

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