16
LANDON
Mi madre puso el coche en marcha rumbo al instituto.
Lo único que me alegraba en aquel momento eran los paisajes que veía a la par que la camioneta avanzaba.
Aunque, he de admitir que no me sentía tan mal sabiendo que posiblemente me encontrase en el salón de clases con mi vecina de ojos verdes. Siendo sincero, sería bastante agradable encontrarla en el instituto. Puesto a que, ni Axel ni Tiana iban a asistir el día de hoy y así me lo habían informado la noche anterior en el grupo de WhatsApp que teníamos.
Así que, por ende, no me quedaban otros amigos a excepción de Vanessa con quien pudiese socializar abiertamente. Pero, a decir verdad tampoco era como si fuese un gran rollo no desarrollar amistades; al menos, por el momento, eso no era una de mis principales preocupaciones.
Y si me alegraba de ver a la pequeña amenaza andante era únicamente porque me agradaba pasar tiempo con ella.
—Landon, ya cambia esa cara—dijo mi madre, mirándome a través del retrovisor del coche—. Vas a jugar con tus amigos y podrás realizar todas las preguntas que desees a los profesores, ¿qué más quieres?
"¡¿Qué más quieres?!" ¿Qué más quieres? Pues, es que yo no quería.
—Mamá, esta es la única cara que tengo y sinceramente no lo cambiaría porque me hace ver bien.
En el mismo segundo que acabé la frase, llegamos al dichoso paradero.
—¡QUE TE DIVIERTAS!—exclamó con alegría.
Ya lo veremos.
Fui el primer estudiante en llegar y gracias a ello, nadie presenció los apapachos y la despedida que mi madre me dio como si estuviese dejando partir a un niño de cinco años.
Por lo que, no tuve que pasar vergüenza el primer día de clases del tercer bimestre.
Vi a mi joven tutora quien también era mi profesora de biología, cuando ingresé a mi respectiva aula de clases. Ella estaba conectada en la reunión virtual esperando a mis compañeros de clase quienes tenían suerte porque todavía les quedaba tiempo libre. Me saludó desde el pupitre marrón oscuro exclusivamente para docentes, y yo hice lo propio tragándome mi mal humor momentáneo.
Luego de unos minutos invadidos por un silencio que a mí en lo particular me resultó incómodo, empezaron a llegar mis compañeros de clase a los que no les podía ver por completo el rostro, debido a que, por órdenes de la institución tanto docentes como estudiantes teníamos que usar doble mascarilla.
Por lo visto, solamente íbamos a ser siete personas en total las que tomasen clases dentro de la modalidad presencial. Aparte de mí, habían asistido como estudiantes seis personas más quienes eran: Melody, Francisca, Vanessa, Ethan, Nicholas, y Paul.
—¡Bienvenidos, chicos!—nos dijo nuestra tutora en tono eufórico—. ¿Cómo la han pasado? Cuéntenme, qué se siente volver aquí después de tanto tiempo.
Ethan fue el primero en hablar:
—A mí me da igual, es más, me obligaron a venir.
Ya éramos dos. Aunque, de hecho, yo ni siquiera había intentado convencer a mis padres de flaquear su decisión y hacerlos cambiar de opinión.
—¿A ti también te obligaron?—le preguntó en una nota de sorpresa, Melody, a su primo.
La profesora soltó una risa un tanto nerviosa.
—Bueno, aún quedan diez minutos para que los virtuales se conecten—informó, asintiendo—. ¿Alguien más quiere compartir sobre cómo se siente con esta modalidad implementada recientemente?
Vanessa alzó la mano.
Mi amiga de mechones celeste tenía puesto la ropa del instituto, por lo contrario, los demás y me incluyo en ese grupo llevábamos ropa de calle. En mi caso, porque el uniforme que tenía ya no me quedaba.
Había crecido.
—¿Si, Vane?—le preguntó la profesora dándole la palabra.
—A mí me parece súper genial venir aquí porque, primero que nada, me permite encontrarme cara a cara con mis amigas. Además siento que me voy a concentrar mucho más en las clases.
La profesora hizo un gesto de concordancia.
—Muy bien, eso es verdad—le dijo brevemente, amistosamente—. A propósito, Vanessa, no olvides quitarte esos mechones celestes, ¿de acuerdo? Ya sabes, las normas educativas no permiten teñirse el cabello.
Vanessa quedó boquiabierta, incrédula. Mientras tanto, mi tutora ya estaba entrando a la reunión virtual donde se conectaba con los chicos que habían decidido permanecer en la virtualidad.
—Pero, me queda muy bien—dijo con ápices de súplica—. ¿Es necesario?
—Lo es—le dijo en respuesta, acto seguido, se sentó en su asiento manteniendo una mirada amistosa a la par que nos observaba dándonos a entender que si queríamos podíamos hacer más preguntas.
—Profesora Stella—dijo, sacando su cuaderno de apuntes—. La cafetería está abierta, ¿cierto?—cuestionó Melody.
Comida.
Se hicieron presentes en mi ser las ganas de ingerir pizza o alitas de pollo picantes.
—Por el momento, se encuentra cerrada—contestó refiriéndose al lugar donde-antes del cierre temporal del instituto debido al virus-solía pedir casi siempre café con leche y crepé de chocolate como desayuno.
—¡Increíble!—señaló enfadada, Francisca quien me había sacado de mis pensamientos al palmear fuertemente su pequeña mesa de escritorio.
—¿Qué tienes? ¿Estás bien?—Vanessa le preguntó mirándola con los ojos abiertos, preocupada.
Sonreí o, mejor dicho, no pude evitar hacerlo ante su preocupación genuina. Sin duda, ella era una buena amiga.
—No—dijo alegando la vocal, negando con un dedo—. ¿Acaso no te das cuenta que me voy a quedar sin desayuno?
—Yo también no tengo nada que...—Melody no acabó la frase.
Ella se volteó a abrir el cierre de su mochila que estaba colgada en el respaldo de su silla.
—Aww—expresó sacando una caja de bombones—. ¿No es fabuloso que mi suerte no sea como la tuya, Francis?—agregó en tono casual y alegre.
—Claro que lo es, pues eso me hace sentir mucho mejor—ironizó, mi compañera de clases de cabellera roja-anaranjada.
Después de un par de horas, nos permitieron tener un rato de descanso. Cuando pensé que podría ir a cualquier lugar apto para el público estudiantil, el profesor Williams, quien era él último que nos había dictado clases antes de nuestro primer recreo, nos avisó que nuestro salón solo podía ubicarse en los medianos bancos circulares existentes en el "Bosque".
Por si acaso, no íbamos a ir a un bosque en realidad solamente así era como llamábamos a ese sitio porque era muy similar a una floresta.
—Profesor, ¿Sabe cuando van a abrir la cafetería?—cuestionó Ethan, luego de tomar un par de sorbos de su botella de agua.
Melody, Francisca y Paul miraron con ojos expectantes a nuestro profesor de Historia.
—La verdad, no lo sé—respondió negando el profe, ocasionando que sus cuatro estudiantes quienes se mostraban ligeramente preocupados soltasen un suspiro de disconformidad—. ¿Y, chicos, ya estudiaron para el examen de mañana?—nos preguntó, seguidamente, continuó comiendo su apetitosa ensalada de frutas.
Ughh. Hacía mucho frío, pues el viento había aparecido de un momento a otro.
—¿Me puedes invitar un bombón, Mel?—le preguntó Vanessa. Luego, posó en un acto veloz su vista en mí—. Mejor, ¿me podrías dar dos?
—Lo siento, pero no—le dijo tapando la caja en forma de corazón que tenía sobre su regazo—. Te daría una más, sino fuera porque Francisca se cogió dos bombones más del que ya le había dado cuando me distraje—añadió mirando mal a Francisca quien no le prestaba atención porque estaba conversando con Paul LeBlanc.
—No lo puedo creer, Melody—dijo alzando su voz en tono de sorpresa, llevándose una mano sobre su pecho—¿Acaso Francis volvió con Paul?—le preguntó mi vecina quien parecía mitad confundida mitad angustiada.
—Sí, Francisca me lo confirmó ayer—contestó disgustada, mi compañera de ojos color miel.
La noticia no me sorprendió a decir verdad, pero aún así no pude evitar sentir compasión hacia la pareja de enamorados. Francisca y Paul siempre rompían, al menos, dos veces al año; sin embargo, finalmente acababan volviendo luego de unos meses. En mi opinión, ellos tenían una relación dependiente que jamás llegaba a su fin. Era como si estuviesen en un ciclo vicioso.
La chica de ojos color semejantes al de la miel se levantó de su asiento y fue en dirección al baño después de haber recibido la respuesta afirmativa del profesor.
—Hola, Landon—me dijo acercándose a mí, Vanessa.
—Buenos días, ¿Cómo te sientes? En lo personal, yo ya quiero irme a casa.
Ella negó divertida cruzándose de piernas.
—¿En serio no te estás divirtiendo?—Siendo sincero, lo estaba un poco—. Eres consciente de que estamos aprendiendo muchísimo mejor, ¿verdad?
—En eso tienes razón, es solo la costumbre—admití, me encogí de hombros. Por lo general, me costaba salir de la rutina.
Era difícil de explicar, había veces en las que amaba los cambios y otras en las que no. Ya sé, toda una controversia interna, eh.
Mejor dicho, únicamente adoraba los cambios que me benefician, claro está.
—Lo único malo de volver aquí es que ahora me están obligando a quitarme mis hermosísimos mechones celestes y eso no me parece—manifestó con voz amarga lo que dejaba en evidencia su molestia. No se notaba demasiado enfadada, era más como si estuviera hablando en tono de derrota.
Y aunque en un inicio me tentó las ganas de burlarme de ella porque, a mi parecer, su problema era superficial. No lo hice, pues, en sus ojos vi que en verdad estaba indignada, triste y enfada.
—Me encantan tus mechones—le confesé fijándome en sus extensiones celestes, me sentía como si estuviese volando entre nubes al tenerla tan cerca. Me agradaba su compañía más de lo normal—. ¿Sabes? En verano te los podrás volver a poner.
Le aseguré provocando que sus ojos verdes se iluminaran.
—Es verdad—Por como lo dijo, podría apostar que estaba sonriendo—. Y este..., ¿en qué episodio de la serie "Fisher" te quedaste?
Me rasqué la nuca, de seguro iba a pensar que era un adicto a la series. Y de hacerlo, no podría culparla en lo más mínimo.
—En el último episodio de la temporada seis—respondí pensando en que lamentablemente solo me faltaban por ver dos temporadas más de dicha serie cómica—. ¿Qué te puedo decir? Es la mejor serie que he visto hasta ahora.
Para mi sorpresa, Vanessa me pidió que viéramos la serie que me tenía como un auténtico adicto. La idea me sonaba encantadora, al fin y al cabo, como el director había decretado que podíamos hacer uso de nuestros móviles acabé aceptando la propuesta de mi vecina favorita. Le compartí uno de mis auriculares inalámbricos antes de darle <<play>> al último episodio de la sexta temporada.
—Amo la sinceridad de Ashton Fisher, es el mejor personaje del mundo—señaló en un murmuró, mi amiga.
Acabamos de ver un escena donde Fisher había encarado diciéndole toda sus verdades a su amigo River quien era otro de los protagonistas principales y se estaba volviendo una persona egoísta.
—¿Estás hablando en serio? Me cae bien, vale—dije, ladeando ligeramente la cabeza—. Pero, sin duda yo creo que el premio al mejor personaje se lo ha ganado Erika Spencer.
—Espera, espera... ¿Acaso está llorando River Spencer?—inquirió en un hilo de voz melancólica.
—A lo mejor, ahora por fin River logrará reflexionar sobre sus malas actitudes que de verdad espero elimine pronto porque solo lo están destruyendo—comenté, en una mezcla de sinceridad y seriedad. Era triste como hasta el ser más amable se podía transformar en un ser egoísta gracias a influencias negativas de su entorno.
Después de esa breve escena apareció otra en la cual Ericka estaba en una entrevista de trabajo y es que las preguntas del entrevistador eran bastante graciosas, la verdad.
Vanessa y yo no contuvimos la risa, por lo que soltamos varias carcajadas.
Como consecuencia, todos nuestros compañeros e incluido el profesor nos observaron como si estuviéramos fuera de nuestros cabales.
Segundos más tarde, el profesor habló:
—Bien, chicos, ya se ha acabado el recreo es hora de regresar al aula.
Y fuimos a la prisión... Perdón, quise decir: salón.
******
Al ser exactamente diez minutos pasadas las doce del mediodía, alistamos nuestras cosas y nos encaminamos acompañados de nuestra profesora quien era la última que nos había dictado clases presenciales el día de hoy hacia la puerta principal de la institución.
—Entonces, ¿ustedes dos son amigos?—le preguntó el chico de cabello rubio y ojos azules claros a Vanessa, mirándola.
Nicholas Nott era el ex-novio de Vanessa, pero terminaron porque el chico era demasiado inseguro y desconfiado. Eso era lo que me había contado mi vecina la otra noche antes de ir a bicicletear.
—Puff. ¿De verdad crees que podrían ser amigos? Ella solo ha sido amable, por eso, le ha hablado para que no se sintiese excluido. ¿A qué es cierto lo que digo, Diane?
Ethan Dickson, quien era conocido en el instituto debido más que nada a su habilidad en el fútbol, habló como si estuviera convencido de que Vanessa le daría la razón.
—No me llames así—sentenció en un tono gélido a la par que cortante—. Soy Vanessa, ese es mi nombre.
Sin darle la oportunidad de que siquiera mi amiga agregase una palabra más, Melody se apresuró en tomar la palabra.
—A lo que se refiere Vane es que tiene dos nombres, y que el querer que la llames solamente por su primer nombre no significa que crea que no es la misma persona—dijo recalcando las dos últimas palabras.
—Exacto—concordó Francisca—. Lo único que te está pidiendo mi amiga es que la llames con su primer nombre, ¿puedes entender eso no?—le dijo con voz de disgusto al primo de Melody. Aunque, no era sorpresa que estos dos no se llevasen bien—. Y solo voy a responder a tu pregunta porque no quiero que tergiverses las cosas y se den malentendidos—prosiguió usando el mismo tono de voz.
Se hizo una breve pausa.
—¡Felicitaciones!, atinaste—le respondió con indiferencia, la amiga de Melody y Vanessa.
—Qué va. La única verdad es que Vanessa no es amigo de este tipo, solamente son vecinos y nada más que eso—fueron las palabras de la prima de Ethan.
En este instante me importaba una mierda lo que ellos creyesen de mí, yo únicamente quería confirmar de la propia boca de Vanessa si era verdad que éramos amigos o so había cambiado de parecer.
Yo sí creía que éramos amigos, dado que, ella me lo había asegurado sonriente la última vez que nos habíamos visto en la azotea.
La mire y ella abrió la boca.
—Sí, somos... —se detuvo, posando su vista en sus amigas—. Es decir, no—negó bajando el volumen de su voz—. Yo no lo conozco.
Auch.
Estaba experimentando el poder de las palabras, sin embargo, no fue en el buen sentido. Mi respiración se volvió más lenta, me sentía decepcionado. Tenía ganas de llorar, pero me contuve apretando los puños.
—Yo tampoco la conozco—declaré poniendo fin a esta puñetera conversación sin sentido. Seguidamente, me fijé en Vanessa Diane Ford Harrison—. De hecho, ¿Cómo era que te llamabas?
Oí un suspiro cargado de tristeza, de lamento, de frustración. Fui consciente de que mi vecina tenía los ojos vidriosos como si realmente se sintiese mal, y me preocupé por ella lo que hizo que me moleste conmigo mismo.
No debería preocuparme por una desconocida.
Y las palabras del guardia de seguridad quien en un grito lanzó un aviso, me sacaron de mis pensamientos. El guardia le dijo a Ford que sus padres ya la estaban esperando en la entrada, así que, ella se levantó del largo banco rectangular en el que aún nos encontrábamos sentados todos los que habíamos asistido a las clases presenciales del día de hoy.
Todos a excepción de Nicholas quien minutos atrás su madre había venido a recogerle.
******
Mi móvil vibró, divisé que me había llegado un mensaje nuevo en WhatsApp.
Era un mensaje de mi grupo de amigos más cercanos y el cual estaba integrado por Axel y Tiana.
Tiana: ¿Cómo te ha ido?
Yo: Hoy en serio fue un día de mierda.
Axel: ¿Y por qué lo dices?
Tiana: ¿Qué ha pasado?
Yo: Prefiero dejarlo en el pasado. A decir verdad no vale la pena hablar de ello.
Axel: Vale. Igual si cambias de opinión, no dudes en pedir un consejo.
No quiero sonar desagradecido, pero jamás en la vida le pediría consejos a Axel. Lo quiero mucho, era un gran amigo, nada más que sus "consejos" siempre me terminaban metiendo en líos.
Tiana: ¿Estás seguro que no nos quieres contar nada?
Aunque, no pudiese verla a la cara sabía de lejos que estaba preocupada o, al menos, un poco sí.
Yo: Estoy seguro, estaré bien.
Tiana: De acuerdo. Espero que te sientas bien pronto.
Guardé mi móvil en el bolsillo de mi buzo deportivo y fui a la azotea del edificio necesitaba respirar aire fresco. Además que, ese lugar siempre me transmitía paz de sobra.
—Landon, me alegra que estés aquí—me dijo, Ford quien se había percatado de mi presencia ni bien puse un pie en este sitio.
—No entiendo el porqué si, después de todo, nosotros dos somos solamente vecinos.
Mi voz había sonado más gélida de lo que había pretendido.
—En primer lugar, ¿por qué te juntaste conmigo?
—Al principio me acerqué a ti porque quería demostrarle a mis amigas que ellas no podían decirme de quien ser amiga y de quien no—hizo una pausa—. Pero, luego, continúe pasando tiempo contigo porque te juro que me agradas muchísimo.
Inhalo aire y volvió a hablar.
—Siento mucho no haber reconocido nuestra amistad en público, yo espero que alguna vez puedas perdonarme—me pidió en un hilo de voz, y de sus ojos vidriosos salieron un par de lágrimas.
—¿Y por qué no les dijiste?—le pregunté a secas—. ¿Acaso te dio vergüenza admitir que éramos amigos?
En parte quería escuchar su respuesta, pero también tenía miedo de que sus palabras me pudiesen lastimar más.
—No, esa no fue la razón—me aseguró, moviendo la cabeza en un gesto de negación—. Más bien, fue porque... tenía miedo que al admitir nuestra amistad ocasionará que Melody y Francisca se alejaran de mí.
—Vaya, ya lo veo. Las elegiste a ellas—dije sin intención de que sonase como un reproche, pero no lo logré.
—Es que tú no lo entiendes, yo no me puedo arriesgar a perderlas. Simplemente, no puedo vivir sin ellas.
Su voz denotaba frustración.
—¿No te parece que estás exagerando?
Movió la cabeza en un movimiento negativo, lo que me dio a considerar qué tal vez era dependientemente emocional de sus amigas.
—De acuerdo, te disculpo.
—¿Eso quiere decir que seguiremos siendo amigos?—inquirió, alegremente con ojos llenos de emoción.
Tardé unos segundos en responder.
Para ser honesto, no tenía ni puta idea de cómo responder a esa "simple" pregunta.
Hola.
Espero les haya gustado este capítulo y hayan pasado por varias emociones.
Los leo y gracias por darle la oportunidad a este libro.
Puede que demore en actualizar, lo siento.
Qué tal les pareció el capítulo.
Bueno, aquí me despido.
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