Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo uno

Cuando el beso del amor verdadero no rompió el hechizo, el reino se ahogó en pánico. ¿Y cómo no hacerlo? Si la magia más fuerte de todas no podía desencantarte, no había ningún hechizo bajo el sol que lo pudiera hacer.

Pero los reyes eran tercos, así que alzaron una invitación no solo para príncipes o magos sino para cualquiera que se creyera capaz de despertarte. Había una recompensa que ofrecía tierras fértiles y monedas brillantes.

Pero yo no fui atraída por el oro, fui atraída por ti. Me preguntaba, ¿qué tan bueno debe ser tu sueño para no querer volver a ver a tu reino o a tus padres?

He estudiado todo respecto a los sueños, las profecías con malicia, la adivinación, su relación con dioses y demonios y como está atada a los pensamientos de las personas. Y aunque es una magia que me acompaña desde siempre, aún así, mis manos temblaron cuando los reyes me llevaron a tu cuarto y te vi durmiendo.

Sobre plumas suaves de cisne acolchonado y entre sábanas de seda, había una cabellera dorada como la fe y un rostro durmiendo a gusto con una sonrisa. No parecías estar sufriendo o ser consciente del sufrimiento que causas a otros. No tenías los ojos abiertos para ver los ojos enrojecidos de tu madre o como tu padre había bajado de peso. Tenías los ojos cerrados, feliz e ignorante de lo que había a tu alrededor.

Les pedí privacidad y encendí el primer incienso. Una de tus hadas guías me quiso ayudar, pero le pedí que esperara afuera. No me gusta trabajar con otras personas y muchos menos con hadas del bosque, son tan chismosas y habladoras. Sin ofenderte.

El aroma a lavanda se pintó por toda tu habitación y quemé las hojas de rosas que lloran y escamas de sirena sobre una vasija para empezar el hechizo. Los poetas presumen en sus versos sobre cómo su amado aparece en sus sueños, pero ellos no tienen idea de lo que hablan. No es tan sencillo entrar a un sueño como lo cantan.

Me senté en la silla al lado de tu cama y até tu dedo con un extremo del hilo mientras tomaba el otro extremo para mí. Era necesario para la búsqueda. Te miré por última vez para buscarte en sueños. Tu cabello dorado y tu rostro despreocupado.

El humo se elevó formando una densa neblina y mis párpados se volvieron más pesados. Podía sentir mi corazón enlentecerse mientras todo se tornaba más liviano y fácil.

Antes de caer en sueño me pregunté qué pasaría si acababa como tú, y si yo también terminaba hechizada por quererte ayudar. Mi padre siempre me dijo que mi obsesión por los hechizos de ensueño serían mi ruina. Si será de ese modo, que así sea.

.

En este lugar puedo ser quien quiera. Un hurón. Blanco y pequeño. Me gusta esa forma que me permite hurgar en las mentes de las personas. Así me adentré al bosque de los sueños para buscarte siguiendo el hilo.

Entre raíces gruesas y hojas crujientes sonaba la tierra húmeda por la lluvia. Me sentía mucho más cómoda aquí. Cobijada por robles y acompañada de animales extintos y flores que hablan. Ellas me dijeron que no te han visto en mucho tiempo.

Seguí avanzando hasta el final del bosque donde no había ramos que me cubrieran del sol o animales que animaran mi aventura con una canción. Tu mente había construido algo más. Algo nuevo e increíble.

Era una cabaña rodeada de rosales. Pero eran rosas sin espinas, todas salpicando de rojo y rosa el paisaje me hicieron detener un momento para apreciarlo.

Mis pies se movieron por su cuenta mientras me inclinaba frente a un rosal. Había una magia extraña, que no era parte del sueño, envolviendo sus pétalos. La curiosidad de una boticaria jaló de mí y tomé un pétalo seco entre mis manos. El color también era muy peculiar.

—Oh, ¿te gusta el jardín? Me tomó meses convertirlo en lo que es hoy.

Me giré aun sabiendo que no debería. Nunca es bueno mirar muy de cerca a los personajes que llenan los sueños. Suelen ser personas, por lo general imperfectas por fallos del subconsciente o extrañas en el sentido de que no podrías ver algo así en la vida real, como alas añadidas o colas de sirena. Pero tú no. Tú mantenías el mismo rostro, con tus cabellos dorados sostenidos en una trenza con margaritas y una sonrisa agotada pero tan genuina que por un momento dudé.

—Las rosas blancas son hermosas—dije en su lugar, porque decir que tú eres  hermosa no era apropiado. No hacía falta decirlo de todos modos.

—Oh, lo son, lo son—Tu alegría vibró cada vez más alto mientras te acercabas—. Pero no solo tengo rosas, también tengo heliotropos, margaritas, y ¡también tengo un manzano! Si gustas podrías pasar. Hace mucho tiempo que no he visto a nadie por aquí. De hecho eres la primera persona que-

—Me tengo que ir.

Antes de arrepentirme, caminé rápido de regreso al bosque y luego me volví a convertir en un hurón para que te sea más difícil encontrarme cuando me seguiste.

¿Qué estaba haciendo? Debía atarte con el otro extremo del hilo y jalarte fuera de tu sueño. Debía regresar y demostrar que mi teoría de los hilos que atan a una persona a la vida terrenal y la de los sueños están relacionados. Si quería el respeto de todos esos que se burlaban de la oniromaquia, ¿qué mejor prueba que despertar a la Bella Durmiente?

Pero no pude hacerlo. Y no lo entendía.

Me frustré.

Seguía regresando a veces como hurón y a veces como humana con la intención de atar tu mano al hilo y regresarte a tu vida. Porque tu vida estaba allí afuera en un castillo con la responsabilidad de casarte con ese príncipe y engendrar un heredero para tu reino. Horrible destino. Quizás por eso empatizaba contigo. Quizás era lástima, me dije escuchándote tararear una canción mientras cosechabas tomates.

Solías hacer eso seguido. Cantar. A veces había una letra acompañando y otras solo un sonido agradable. Y casi siempre tenía el encanto de retrasar mi objetivo de jalarte a la realidad. Por el contrario, yo me sentí atraída cada vez más y más a tu mundo de los sueños.

En tus sueños, los colores vibraban de primavera y no había rosas que se marchitaran o animales que conocieran la muerte por un cazador. Todos cantaban la letra de tu canción. Sin embargo, ya sea por tu mente o por mi intromisión en un sueño ajeno, cada vez había más desajustes. No siempre había frutos frescos, a veces se encontraban animales envejecidos y el pequeño bosque conoció lo que es el invierno.

Fue uno de estos días, que me encontré con un árbol de naranjas muertas e intenté salvarlo. Estás llena de buenas intenciones pero era evidente que no sabías mucho de herbología. Al ver al pobre árbol a punto de morir, sabía que te entristecería así que no pude evitar intentar salvarlo.

—Oh, eres tú de nuevo.

Tu voz me inquietó. Aparté mi mano del tronco esperando que no te hayas dado cuenta de lo que estaba haciendo. Nuestras miradas se encontraron. Noté tus mejillas rojas por el frío y tu piel lastimada por la nieve. Un ser de la primavera no está acostumbrado al invierno.

—¿Vas a aceptar esta vez mi invitación? He hecho un postre de manzana.

Te miré. Rogué encontrar algo en tus ojos que me hiciera huir como la última vez. Un sentido de la responsabilidad que ya no jalaba de mí. Mis pies se quedaron anclados en el suelo. Está bien. Te despertaré. Solo necesitaba un poco de tiempo. Si lo hacía tan de repente, ¿no sería condenable?

Acepté. No sin antes hacer un poco de magia para que no tuvieras frío. Un gorro de lana, una ropa más apropiada y unas botas gruesas. Y seguí aceptando invitaciones porque eras así de problemática si no lo hacía. Ni siquiera sabía bien el postre de manzana. Estaba algo quemado y le faltaba azúcar. Te lo dije pero tú estabas demasiado contenta con compartir tu comida con alguien como para molestarte.

A veces hubiera querido que te molestaras conmigo, quizás entonces habría sido más fácil hacer mi trabajo.

—Es por mi culpa que conociste el invierno—dije al verte batallar con la ventisca para cerrar las ventanas. La madera crepitaba.

Parpadeaste con curiosidad, envuelta en mantas. Llevabas el gorro de lana del primer día. Esperé tu juicio con calma. Tal vez si te dieras cuenta como tu mundo se está derrumbando por mi culpa, me ayudarías a hacer mi trabajo más fácil. Pero en lugar de eso sonreíste.

—Está bien. Porque te conocí gracias a eso.

Cuando la primavera llegó, mucho más rápido de lo que lo haría en tu reino, seguiste preparando postres para mí. De manzana, durazno y moras. Obviamente no era natural que todo este tipo de frutas crecieran cerca de tu cabaña, pero era un sueño. Fuiste mejorando el sabor y yo te llegué a felicitar.

—¿Por qué siempre viste de negro? —me preguntaste un día mientras compartiamos una lectura en tu sala. A ti te gustaba leer en voz alta y a mi me gustaba escucharte.

—¿Por qué siempre vistes de colores?—te respondí alzando las cejas.

Te reíste y recordé por qué estás hecha de la primavera.

—Me gustan todos los colores. No puedo decidir uno favorito. ¡Oh, ya sé! Podría tejerte un vestido. Acompáñame.

Aunque me hacía una idea de lo que me esperaba en el ático, aún así te seguí.

Había varias telas de colores, hilos y medidas sin recortar. Papeles con garabatos de vestidos que todavía seguían en la imaginación y en la tinta. Pero entre todo ese desastre resaltaba una rueca. Con un huso largo y afilado como el que te condenó a dormir para siempre. Mi estómago se revolvió al verlo y sentí náuseas.

—Ah, no suelo entrar mucho a esta habitación—admitiste mientras hacías espacio en la mesa de trabajo—. A veces me da escalofríos.

—¿Malos recuerdos?—no pude evitar preguntar aunque temía saber la respuesta mi naturaleza curiosa empujaba de mí.

—Yo lo llamaría un mal sueño. A veces...a veces tengo pesadillas sobre este lugar, ¿sabes? Sueño de que me termino pinchando por error con la rueca y caigo dormida para siempre. Perdón. Sé que es absurdo.

—No lo es—dije porque era cierto y necesitaba que tú lo supieras.

Tus ojos cálidos y amables como siempre se posaron en mí. Ese es el problema contigo. ¿Cómo puedes mirar a cada criatura que te rodea con tanta amabilidad? ¿Con tanto cariño? ¿Sabes que nadie puede ser indiferente a eso? Yo al menos no puedo.

—Gracias. Yo...no he podido contarle esto a nadie. Como ves, el bosque es bastante solitario a pesar de tener a las aves y los animales del bosque. Me gusta tenerte aquí conmigo.

No supe qué decir. Mientras tanto, tomaste las medidas para el vestido, sentí que duraba demasiado pero al mismo tiempo no lo suficiente. Ojalá tuviera más oportunidades para estar más cerca, pero ¿no sería eso malo para el corazón?

—Es la primera vez que cuento sobre estas pesadillas. —dijiste mientras anotabas las medidas y empezas un boceto—. Siempre es igual. Caigo dormida por la rueca y luego me veo obligada a besar a cada príncipe de diferentes reinos para poder despertar. ¿No es algo horrible? ¿Ser ultrajado así sin derecho a negarte?

—¿No te gusta la idea de besar a un príncipe? —Me incliné a recoger una de las hojas, un boceto de un vestido de campo.

—¡Por supuesto que no! —Te volteaste. Tu nariz se arrugó de una manera bastante adorable—. Solo pensarlo me da náuseas. Creo que un beso, debería ser como las historias de fantasía, algo íntimo y con alguien en quien confías.

Tus ojos cayeron sobre mí como estrellas anhelando un deseo. Me obligué a desconectarme de ese hechizo y enfocarme en ordenar las hojas.

—Oh, sí tuviera que besar a alguien, preferiría besarte a ti.

Casi tropiezo en mis pasos al escucharte. Te miré sintiendo mis mejillas arder. Tu rostro también estaba rojo pero tus ojos se quedaron sobre mí como anclas. No había un tono de broma. Yo luego de estar casi un mes viniendo a tu cabaña conocía esa mirada. No ibas a ceder o retractarte de lo que dijiste.

—Dices eso porque no conoces a ningún príncipe todavía—dije a pesar de que mi corazón se apretó dolorosamente en mi pecho al admitirlo.

Era cierto. Afuera había un príncipe de un cabello dorado como el tuyo hermoso esperándote. Yo tenía el cabello y los ojos oscuros. Pecas repartidas y un aroma a magia oscura que hacía arrugar la nariz a las hadas. No estaba hecha para ti.

—No me hace falta conocerlo. Ya te conozco a ti. Y eso es suficiente. —te acercaste un paso y yo no fui capaz de retroceder.

—Aurora...

Podría haberlo evitado. Podría haberme convertido en un hurón y me hubiera perdido en el bosque. Podría haber recordado por qué vine a conocerte en un sueño. Pero me olvidé de todo lo demás cuando tus labios se encontraron con los míos y empezamos a trazar un nuevo destino tan simple como eso.

Dejé que tus labios jugaran con los míos y sentía cosquillas en el corazón al darme cuenta que tu cabello olía a manzanas y tus labios eran suaves. Y luego te tuve que apartar, porque si seguíamos así, ¿qué clase de destino estábamos trazando? ¿cómo pude distorsionar tanto tu cuento de hadas?

—O-

—No—Te detuve. Porque mi nombre no era digno de recordar. Al ver el dolor en tus ojos, supe: No deberías recordar nada de esto—. Nunca debí dejar que esto pasara.

Me refugié como un hurón y escapé, dejándote con el corazón herido. Por más que corrí y corrí por el bosque, tu recuerdo no me abandonaba. Si tan solo no nos hubiéramos conocido, pero no me arrepentía y esa era la peor parte. No me arrepentía de nada.

Me buscaste en el bosque por días. Tú eres el sol de tus sueños, así que era fácil evitarte. Pero evitar el sol se sentía tan frío. Me llamaste. No fui tan valiente para acudir y explicarte. Nunca fui buena con las palabras de todos modos. No como tú. Y sabía que si hablábamos, te saldrías con la tuya. Siempre te sales con la tuya, Aurora.

Intenté mantenerte fuera de mi mente. Necesitaba recordar quién era y cuál era mi trabajo en el reino. Tardé tres días y tres noches en preparar un antídoto para este mal. Si logro que me olvides, no vas a sufrir después.

Entonces despertaste.

Gracias al hechizo que planté en tus romeros para que me olvidaras, cuando abriste los ojos, la primera persona en la que te fijaste fue en el príncipe quien se levantó apresurado para abrazarte. Se sentía orgulloso porque te había besado mientras dormías.

Me miraste. No había cariño, no había reconocimiento pero tampoco había dolor. Solo curiosidad. El alivio que debería sentir porque el hechizo funcionó se sentía extraño, como espinas en el pecho.

—¿Tú...?

—Me retiro, su Majestad—Hice mi reverencia con temor que pudieras ver algo en mi rostro que delatara mi corazón.

—Reúnete con mi padre para tu recompensa—me dijo el príncipe y asentí con un nudo en la garganta aunque no planeaba recoger ninguna recompensa. ¿Qué clase de material podría compensar el tiempo que pasé en tus sueños?

Llegué a mi casa y me escondí como un hurón blanco en el hueco de un árbol. Mi padre vino a regañarme pero tenía demasiado dolor para escuchar. Y sin embargo, escuché de tu boda. Escuché que cantabas sobre cómo conociste a alguien en un sueño. Estarías bien, gracias a mí, el cuento de la Bella Durmiente tendría su felices para siempre. 










Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro