-Uno-
Eran las doce de la mañana, y era casi hora de almorzar. Bulma se encontraba leyendo un libro en la sala en completo silencio. Esta se había dado cuenta de la hora, y su querido esposo no tardaría en aparecerse y pedirle de comer. Escuchaba los pasos acercarse hacia donde ella se encontraba.
— ¡Mujer! — habló.
— ¿Qué?
— Cómo, ¿Qué?, ya son las doce.
— Aja, pero, ¿Cuales son las palabras?
— ¿Palabras?
— No te hagas. Vamos, dimelas.
— ¿Tengo hambre?
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