Capítulo 2: Descubriéndonos.

Derrotada, emocionalmente me encontraba derrotada, aniquilada, demolida. Y aún en esas circunstancias tenía que ser fuerte. No podía transmitir sufrimiento, no podía tener una depresión post-parto. Intuía que no era conveniente y debo agradecer al universo por no dejarme bajar los brazos porque quizás la historia que contaría, hoy, sería otra.

Ahora tocaba amoldarse, adaptarse, para poder conocerlo. Para sentirlo, protegerlo y disfrutarlo...

Todo era nuevo para ambos y a su vez maravilloso. Sentir el perfume de su pelo sedoso, de su piel frágil... Es sublime. Es cautivador como sentir la temperatura de su cuerpo sobre mis brazos o olfatear la leche que consume continuamente. En otras palabras, criar es maravilloso, pero también agotador.

Los primeros meses de "Pupi" fueron grandiosos, su desarrollo fue normal. En otros términos, su crecimiento era acorde a las características evolutivas de cualquier bebé. Hasta que comenzó a caminar y su andar era constante, parecía no tener fin. Su hiperactividad no se consumía, la tranquilidad nunca aparecía y esa energía encendía mis alarmas intuitivas. ¿Por qué no puede quedarse sentado y concentrarse en una actividad?, fue una de las primeras preguntas que llegó a mi mente.

A medida que pasaba el tiempo las pocas palabras que había logrado decir desaparecieron mágicamente. Lo único que se puede escuchar son algunos sonidos y vocalizaciones hechas con letras sueltas.

《Algo anda mal.》

Cada día que pasaba sentía que me volvía loca, mi hijo comenzaba a ignorarme, me miraba menos y no respondía cuando lo llamaba por su nombre.

—No tiene nada hija— dice mi madre nuevamente al verme desbordada, tratando de tranquilizarme o tratando de negar lo obvio. Entre otras frases que podrían resultar hirientes para una persona sensible.

—No estoy loca, ni exagero. Tengo que ir a un médico urgente. No habla, es selectivo con la comida, camina en puntas de pie— mencioné.

—Tiene un año hija, es normal— me respondió resignada pero luego continuó hablando—. Veremos a todos los médicos que quieras pero él no tiene nada.

Desde ese momento el camino no fue corto, al contrario, el camino fue largo, extenso. Cada vez que obtenía una respuesta millones de preguntas nuevas surgían delante de mis ojos. Porque aunque la ciencia avanzara, aún había pocas respuestas para la condición de mi amado hijo.

"Trastorno sensorial", fueron dos palabras que llegaron a mis oídos después de varias consultas médicas. Dos palabras que en lugar de darme paz, me dieron una dosis de incertidumbre. ¿Qué es eso?, desde ya, no me quedé convencida con ese diagnóstico porque sumada a esas palabras se agregaron otras... 《—Deberá ir a terapia ocupacional, luego de cuatro sesiones y con el informe de la profesional en mano, nos volvemos a ver— dijo una doctora especialista en neurodesarrollo.》 Creo que en ese momento entendí que el viaje no iba a acabar pronto. Todo dependería de mí porque yo sería la cuerda que sostendría a mi hijo y las terapias que realice serían el equilibrio que lo mantendría parado, unido a la realidad que perciben las personas neurotípicas y que él ignora.

—¿Te gusta la doctora?— le pregunto a mi madre.

—Parece amable, deberíamos esperar. Tenemos que volver.

—Le dije que es Autismo.

—Sí y trato de esquivar la afirmación. Tranquila, esperemos. Al menos no nos vamos sin respuestas— su mano toca mi espalda para transmitirme su fortaleza y renovar la poca que yo tengo en este momento.

Y de esa manera fuí descubriendo cada parte de su esencia, de su ser pequeño, sensible y bello. Y conocí mis miedos, mis puntos débiles, las heridas que debería cerrar para poder ser mucho más que una simple cuerda para él.