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Capítulo 1: Conocerte

Obra de Elisa Anabel Gonzalez

 Capítulo 1: Conocerte

Hace frío, tengo calor, tengo acidez, siento que sus pies se estiran hasta casi perforar mis órganos. Tengo que girar, tengo que moverme, debo lograr que cambie de posición. Me muevo, me paro, me acuesto… Sigo durmiendo, sigo durmiendo, despierto, sigo durmiendo. 

Silencio

Las últimas horas de soledad se transitan con ansiedad. Puedo afirmarlo con cada partícula de mi ser. Nunca sentí tanta inquietud. La noche previa a mi parto la incertidumbre me consumía. No dormí, cerraba mis ojos algunos minutos, a veces llegaba a conciliar el sueño una hora, pero inmediatamente volvía a despertarme. 

Antes de escuchar el timbre del reloj, para ser precisa “30 minutos antes”, comencé a prepararme para ir sola a mi parto programado. 

No desayuné, solo tomé agua por miedo a tener un percance… Si bien, los médicos están acostumbrados a ver pequeños accidentes, yo no lo estoy e intentaré no pasar vergüenza. Sin embargo, quizás algún día tenga la oportunidad de encarar este acontecimiento nuevamente y en ese momento ya no seré madre primeriza, por lo tanto, puede que en otra circunstancia cuente el minuto más bochornoso de mi vida. Pero en este caso, no lo haré, no voy a defecar en público mientras puje. 

—Señorita Sheila, debe firmar estos papeles para poder subir a la habitación— me dice la secretaria del hospital, mientras mi mente se encuentra perdida, mi mano sostiene mi enorme panza y la otra sostiene el móvil. 

—Tiene que llegar el padre de mi hijo.

—Su esposo tiene que firmar unas planillas, no puede presenciar el parto sin firmar y sin pagar el equipo especial— 《Ex, el muy bastardo es mi ex》, la veo con el ceño fruncido. 

—Sí, me informó la partera en el curso de pre-parto el nuevo protocolo— además de separada, voy a parir aislada, no puedo evitar pensarlo y maldecir por ello. 

—¿Se quedará en la habitación?, su plan de la obra social no le cubre la habitación individual. Las habitaciones compartidas no tienen permitidas las visitas, lo lamento. 

—¡Pero me dijeron la semana pasada que mi plan cubre la habitación individual!— solté.

—Lo lamento señorita, mi compañera seguramente se ha confundido. Debe abonar, mientras llega el padre del bebé podemos ir adelantando ese paso— otra persona que me ve la cara de idiota, genial.  

—Claro, le doy mi tarjeta— digo resignada, sin ánimos de discutir porque el horno no estaba para bollos. Más bien, tenía que sacar un bollito urgente del horno.  

—Hola, me quedé dormido— se ve agitado o simula estarlo, no sé. Solo sé que ha llegado la persona que me quitaba el sueño, quizás aún lo hace, pero no es momento de llorar o deliberar nada. 《 ¿Dormido?, nunca le importé. 》

—¿Dormido?— digo conteniendo mi furia en voz baja.

—Señor, lo molesto con estos papeles, debe completarlos para ingresar— mi ex pareja actúa con naturalidad, comienza a completar los datos personales y cuando llega al ítem “parentesco” responde con la palabra “amigo”—. ¿Es el padre del bebé?— pregunta dubitativa e incómoda al leer, pero al ver mis ojos color fuego y la sonrisa juguetona del infeliz que erróneamente elegí para toda mi vida, decide girarse para buscar las pulseras que pronto nos identificarán a mí y a mi bebé. Me las entrega junto con unas planillas y nos dice el número de la habitación. 

—Sos un idiota— dije sin más, él sonrie y ríe con sutileza, parece un idiota, mejor dicho… Es un idiota. Sigo camino al ascensor para ir a la habitación y mentalmente cierro mis oídos, no lo oígo, entonces comprendo que por primera vez él me escucha un insulto y no tratar de discutir. ¿Se habrá dado cuenta de su inmadurez?《 Será un parto particularmente inolvidable.

Al llegar a la habitación me recibe la partera y la enfermera, me cuentan que debo hacer, lo que pasará y se retiran al dejarme la indumentaria. 

Me coloco el equipo que me dejan y comienzo a imaginarme sola, ignoro cada comentario indeseado y solo interactuo con Alex cuando es necesario para no enojarme o angustiarme en el proceso. Él, aburrido y sentado, solo se encarga de charlar con las enfermeras que pasan para ver mi estado o de hablar con sus allegados mediante el celular.

—Me preguntan si te duele— sale de su letargo y me pregunta algo para quedar bien con sus parientes, mientras me observa en silencio. 

—Por ahora no— respondo y me enfoco en mis ejercicios de respiración. Y trato de no pensar en el motivo de nuestra separación.

Más tarde ingresa la partera por segunda vez, me prepara para la inducción y chequea los latidos del bebé. Estos suenan acelerados como siempre y me doy cuenta que escucharé por última vez su sonido a través de una máquina. Por ello cierro mis ojos y trato de capturarlo en un recuerdo, para poder volver mentalmente cada vez que quiera.

Cuando la partera vuelve a ingresar por tercera vez, me rompe la bolsa y unos minutos después, casi instantáneamente comienza mi trabajo de parto y con ello, mi desesperación. 

Cada contracción me hacía ver las estrellas, pero la partera y los enfermeros me trasladaron rápidamente hasta el quirófano. Una vez dentro, me inyectan la epidural que había solicitado con anterioridad. Ya colocada, me tranquilizo porque a los segundos siento paz interior y alivio al respirar. Los dolores desaparecen, al igual que las heridas, porque estoy en mi cita, en el momento más sublime de este mundo. En esa sala, realmente, voy a conocer al amor de mi vida y lo demás, lo demás ya no importa. 《Mi príncipe azul, es mi niño》

Mi hijo nació en el año más caótico del mundo a las 15:51hs, pesó 3,100 kg y midió 50 cm. Estuvimos dos días internados y cuando nos pudieron dar el alta, volvimos a nuestro hogar, juntos, sin Alex. Era lo esperado, pero tenía la esperanza de equivocarme y lamentablemente no me equivoqué. 

Creo que ha quedado claro que mi historia no es color de rosa. En esta historia no leerán un cuento de hadas, en esta oportunidad “nos fuimos dos y volvimos tres”, no es una frase adecuada, más bien, la que cuadra a la perfección es “fue una y volvieron dos”... 

Pero leer historias un tanto comunes y reales es hermoso, ¿no creen?. Deberíamos dejar de ver las historias tristes como tragedias, ¿no?. Yo pienso eso y… ¿Usted querido lector qué piensa?.

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