Capítulo 3
Llevábamos un buen rato caminando, ya nos habíamos adentrado en pleno oscuro y enorme bosque, lo que me inquietaba un poco, y siguiendo a Layne, miraba su ancha espalda y me perdía en los extraños accesorios que llevaba en su encrespado y revuelto cabello dorado, cuando de pronto no vi una rama, la que se enredó con mi vestido y me caí y se me escapó un grito.
Layne se volteó rápidamente al oírme y se me acercó a ayudarme.
Yo adolorida en el suelo, él se agachó a socorrerme y yo lo miré.
—¿Estás bien? — me acechó con sus profundos y destellantes ojos, que ya tanto yo adoraba y amaba y me quedé sin aliento.
—...Si — quise levantarme, pero sentí un fuerte dolor en la rodilla y se me escapó otro gemido y Layne me tomó en sus brazos.
—Ven aquí. Sostente fuerte de mí.
Yo hipnotizada en él, Layne me levantó con cuidado del suelo y me sostuvo con cariño en sus brazos.
—¿Dónde te duele?
—La rodilla...
—A ver, déjame verla...
Se agachó a revisarme la rodilla y vio mi vestido rasgado y con sangre en esa parte. Él me miró y me levantó con respeto el vestido y me vio la herida en la rodilla y yo volví a quejarme.
—Te lastimaste, ternura. Tienes una herida en la rodilla.
—Oh ¿Y tiene mucha sangre?
—Más o menos. Necesito un vendaje y povidona para limpiarte y curarte esto.
—... — me puse nerviosa y él lo advirtió y me regaló su tierna sonrisa para transmitirme calma.
—Tranquila. Solo tenemos que buscar una cabaña o campamento para pedirles un botiquín de primeros auxilios y te podré curar.
—... ¿Un campamento? ¿Un botiquín de primeros auxilios? — él rio.
—Olvido que no sabes lo que son esas cosas, en mi época son muy habituales y comunes. Campamento es una expedición en donde un grupo de amigos pasa un par de días y noches al aire libre en un campo o río. Es muy divertido.
—¿Y todos duermen así, en el suelo?
—No, jejeje, armamos una tienda y ahí pasamos la noche para resguardarnos del frio.
—Oh, ya veo — Layne me miró con ternura y yo esbocé una sonrisa.
—Me encantaría irme de campamento, contigo, algún día — Sus ojos brillaron de amor, con ilusión.
—Lo haremos. Te lo prometo.
Lo miré perdidamente y Layne me miró de la misma manera; a mí me dolió la rodilla he hice una mueca de dolor.
—Ven, súbete a mi espalda — lo miré con inseguridad.
—¿Estás seguro?
—Si, ven, o si no, no podrás caminar con esa herida en tu rodilla.
—Ok...
Solo le dije y Layne se acomodó para que yo me subiese a su espalda; me tomó de la mano y me ayudó a subirme en él y Layne me acomodó y yo me sostuve fuerte de él. Me sentí tan mágica y protegida.
Su corazón se le aceleró fuera de control y sonrió contento y mágico.
—¿Estás bien y cómoda así? — le sonreí.
—Si — Layne me sonrió.
—Perfecto.
Agregó por ultimo y comenzó a caminar cargándome en su espalda. Dios, nunca nadie se había preocupado tanto por mí y me había dado tantas atenciones. Así era él, mi hombre, mi amado Layne.
Él cargándome sin cesar en su espalda, yo iba con las piernas, de cada lado, colgando en su cadera, rodeando su cuello con mis brazos y sentía el deseo de besarle su cuello y mejilla. Se sentía tan maravilloso y lindo, que no quería que esos mágicos momentos se terminaran.
La noche se hacía más presente, pero las iluminadas estrellas iluminaban a Layne en su camino sin retorno, y él todo confiado, buscaba sin cejar un buen escondite para ambos y se sentía increíble, muy feliz, de llevarme así en su espalda.
De pronto nos adentramos más en aquel bosque y Layne se detuvo.
—Creo que aquí estaremos bien, ternura.
—¿Tú crees?
—Si. Estoy seguro que aquí nadie te descubrirá — le sonreí.
—Está bien, si tú lo dices — él me sonrió.
Y con cariño y cuidado, yo me bajé de su espalda y Layne me ayudó...
Nos habíamos internado en lo más profundo de aquel bosque, Layne hizo una pequeña fogata para resguardarnos del frio y los dos nos calentamos en ella; yo estaba entumecida y empecé a temblar. Layne miró y se acercó más junto a mí.
—¿Tienes frío?
—Mucho.
—Ven aquí — me dijo y me abrazó con cariño. Yo me derretí por completo al sentirme en sus brazos. Layne me vio en sus brazos y sonrió tierno.
<< Es increíble que esté junto a ella, a la joven mujer que vi en mis sueños, y ahora, no me quiero alejar por nada de su lado. >>
<< Es tan tierna y dulce que me vuelve loco. >>
Se sintió de pronto todo renovado, pleno, el hombre más feliz de todo el mundo, de ambos mundos.
Aún no comprendía aquella inexplicable y a la vez mágica circunstancia de porque se encontraba en esa época y junto a mí, quien era una princesa, pero de pronto, dejó de tomarle atención y disfrutó de aquello, de ese mágico y especial momento, nuestro momento, y con cariño, volvió a mirarme y me sonrió.
Yo vi que me estaba viendo con su tierna y dulce sonrisa y le sonreí con pudor.
—¿Qué pasa? ¿Por qué me estás viendo así? — sus ojos se intensificaron en mí y mi corazón se aceleró de dicha e inquietud.
—Es que eres muy linda y dulce. Eres toda una preciosa princesa.
Yo me le quedé viendo perdidamente, y Layne sin contenerse más, me besó.
Ambos besándonos, nos abrazamos fuerte e hicimos perdurar nuestro primer y tierno beso, bajo aquella mágica noche estrellada.
Layne sin dejar de besarme, sostuvo mi mejilla con cariño. Dios, era tan tierno y dulce, que no podía, no quería que aquel beso se acabara y que él dejara de besarme; lo abrasé más fuerte, con todo mi cariño y los dos seguimos disfrutándonos y atesorando a cada segundo nuestro beso.
Nos vimos con ilusión, alegría y cariño y nos sonreímos más que felices y plenos, y Layne tierno, acarició mi mejilla.
—Ahora comprendo por qué he venido aquí, para conocerte solo a ti y amarte como ya te amo — le acaricié su rostro y barba con cariño. Estaba tan feliz.
—Mi Layne, mi amado. Yo también te quiero. Siempre te he amado — él me miró perdidamente enamorado y tomó mi mano con cariño.
—No me importa lo que pueda pasar, pero siempre estaré a tu lado, sea como sea, mi Margarita — lo vi con emoción, amándolo con todo mi corazón.
—Lo sé, te creo, mi vida.
—Todo esto, esta extraña época, el haberte conocido, no son simples coincidencias. Nuestro destino era conocernos.
—Estuve esperándote, por tanto, amor mío. Pensé que nunca llegarías — sus ojos brillaron de ternura.
—Aquí estoy y ahora no te dejaré por nada. Solo quiero permanecer a tu lado.
—Amor mío.
—Te amo, Margarita.
—Y yo te amo a ti, mi Layne. Mi amado Layne.
Layne amándome con locura, no se contuvo y volvió a besarme con todo su amor. Solo quería estar a mi lado, para amarme, cuidarme y protegerme de lo que fuese y me abrazó fuerte.
Yo en sus brazos, de pronto pensé en mi hechizo y se me llenaron los ojos de lágrimas y lo abrasé muy fuerte. Layne lo advirtió y más me abrazó.
—Sea lo que sea, que te esté pasando, no temas, porque yo te defenderé y protegeré. Te lo prometo.
—Lo sé, mi vida. Confió y creo en ti.
Layne me miró y tomó mi rostro con ternura.
—Sea lo que sea, lo enfrentaremos juntos. Todo pasará — lo vi con mis ojos llenos de lágrimas y Layne me sonrió.
—No te iras ¿Cierto?
—No, ya no. Debo confesar que en un principio estaba confundido y no sabía que era lo que sucedía, pero desde que te vi, todo fue diferente y no me importa si no pertenezco aquí, me quedaré junto a ti — le sonreí.
—Juntos superaremos lo que sea, mi vida — me sonrió.
—Así será. Lo haremos juntos.
—Si — él acarició mi mentón y me miró con destellos y cariño.
—Te amo tanto — mis ojos brillaron.
—Yo también te amo, amor mío.
Layne volvió a sonreírme y yo perdida en su sonrisa, en sus destellantes ojos celestes, no nos contuvimos más y volvimos a besarnos.
Nuestros labios tronaban con deseos mientras nos besábamos, Layne, tomó con cariño mi cabeza e intensificó nuestro beso. Yo era prisionera de sus labios y apasionados besos, besos que solo él me había dado y de los que mi corazón ya adoraba.
Al cabo de besarnos, nuestros labios volvieron a tronar y nos sonreímos perdidamente enamorados, para después observar abrazados el cielo estrellado, que se anteponía ante ambos y yo lo miré fascinada.
Era la primera vez que veía un cielo tan cercano y cubierto de estrellas como aquel, y Layne a mi lado, me miró contemplarlo con idilio y sonrió todo tierno. Yo me giré a verlo y vi como las estrellas se reflejaban en sus profundos ojos celestes y Layne me sonrió perdidamente enamorado.
Ambos apoyados de la cabeza del uno con el otro, cerramos los ojos por unos momentos, mientras nos dejábamos envolver por el reconfortante calor de la fogata, la que se fue consumiendo hasta apagarse por completo. Los dos dormidos, seguíamos apoyados con nuestras cabezas de la una con la otra, la fogata se había apagado y Layne abrió los ojos con pesar; vio la fogata apagada y me miró y yo seguía dormida junto a él, lo que le provocó ternura.
—Tendré que despertarla o si no, nos congelaremos aquí...
Con cariño me sostuvo y empezó a tocarme la mejilla para despertarme.
—Ternura, cariño, despierta. Tenemos que irnos.
Yo somnolienta, sentí sus suaves golpes en mi rostro y abrí con pesar los ojos.
—Eh... ¿Qué sucede?
—Ya es muy tarde y hace demasiado frio. Tenemos que buscar un refugio, o si no, nos congelaremos aquí.
—...Es verdad...
Me enderecé con dificultad por la herida en mi rodilla y Layne atento, me tomó de la mano.
—¿Puedes caminar?
—Creo que sí.
—Aún así, no te arriesgaré — me tomó sin previo aviso y me tumbó en su espalda, lo que me hizo aún más delirar por él.
—Layne, jejeje — él me sonrió y yo también le sonreí.
Los dos reímos.
—Sostente fuerte de mí — rodeé con amor su cuello con mis brazos y mi corazón vibró de felicidad.
—Estoy lista.
—Perfecto. Ahora sigamos caminando...
Sus ojos ardieron de furia y de celos al verme siendo cargada en la espalda de aquel extraño sujeto, el que deseó eliminar de una buena vez, pero algo le impedía ver con claridad el sitio en donde nos encontrábamos, Layne y yo, y volvió a mirarme con detenimiento; el corazón se le aceleró fuera de control y más deseó el tenerme y poseerme como su esposa.
Apretó los puños de ira. Por más que lo intentaba, no conseguía ver donde nos encontrábamos caminando, lo que le hizo más desesperar y un trueno estalló en una de sus murallas por la furia que en él emanaba.
—¡Es increíble! ¡¿Por qué no puedo ver donde rayos se encuentran?!
Volvió a centrarse en ambos y solo pudo vernos rodeados en una neblina espesa.
—¡NO!
Gritó desquiciado y de nuevo me miró, y yo dormida en su espalda, vio con detenimiento a Layne, el que me cargaba con cariño y protección y se dio cuenta de porque rayos no acertaba con el lugar donde ambos nos encontrábamos.
—Ahora lo entiendo ¡INFELIZ! Ese hombre al estar junto a mi hermosa Margarita, impide que yo pueda verla con claridad y saber donde se encuentra, pero esto te saldrá caro. Ya lo veras, me desharé de ti, sea como sea, y tengo que hacerlo, antes de que sea muy tarde...
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