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Capítulo 5

No esperó más. La besó con una ferocidad que le robó el aliento. Sus labios reclamaron los de ella, un choque de deseo y enojo que la hizo temblar. Sus manos bajaron rápidamente por su cintura, aferrándola con fuerza mientras la levantaba con facilidad.

La llevó contra la pared, su cuerpo presionándola contra el frío de la superficie mientras sus labios recorrían su cuello, dejando marcas con cada beso. Sus manos bajaron con urgencia y, sin advertencia, la penetró de un solo movimiento profundo y decidido.

Julieta dejó escapar un gemido ahogado, su cabeza cayendo hacia atrás mientras lo sentía llenarla por completo. La intensidad de sus movimientos la desarmó, cada embestida firme enviaba una oleada de placer que la recorría entera.

—Escuchá cómo gemís por mí, Juli —susurró contra su oído, su voz ronca y cargada de deseo. —¿Te gusta que te coja así? Decime, ¿te gusta?

Ella no podía hablar, su cuerpo hablaba por ella mientras sus uñas se clavaban en sus hombros, sus piernas rodeaban su cintura y sus gemidos se volvían más fuertes.

—Decime, Julieta —insistió él, mordiendo suavemente su cuello mientras aumentaba el ritmo, sus caderas moviéndose con una fuerza que la hacía perderse. —Te quiero escuchar.

—Sí... —murmuró ella entre jadeos, apenas capaz de articular palabra. —Me encanta, Ivo...

Una sonrisa oscura apareció en los labios de Ivo mientras la miraba a los ojos, sin detenerse un solo segundo. Sus movimientos eran implacables, cada embestida más profunda que la anterior. La pared temblaba con la fuerza de sus cuerpos unidos, el aire entre ellos caliente y cargado de pasión.

—Sos mía, Juli... —murmuró contra sus labios antes de besarla de nuevo, esta vez con menos rabia y más necesidad, como si quisiera grabar ese momento en su piel.

Ella respondió con el mismo fervor, perdiéndose en el ritmo de él, en la forma en que la hacía sentir viva, completa. Sus gemidos llenaron el cuarto mientras Ivo seguía moviéndose dentro de ella, su agarre firme en sus caderas, sus labios explorando cada rincón de su cuello y clavicula.

Al terminar ninguno habló. Julieta entró al baño, e Ivo acomodó la cama y se quedó acostado, procesando lo que había pasado, todavía sintiendo el calor de su piel contra la suya, el eco de sus gemidos en su mente.

El ruido del agua cesó, y minutos después, Julieta salió del baño. Parecía tranquila, como si lo ocurrido no hubiera dejado rastro, pero en su mirada había algo más: tal vez incertidumbre o solo cansancio.

Se detuvo en el marco de la puerta, observándolo en silencio. Ivo seguía acostado, con un brazo sobre la frente, mirando al techo como si buscara respuestas. Finalmente, Julieta decidió acercarse. Se metió en la cama y, sin decir una palabra, lo abrazó. Él respondió automáticamente, rodeándola con un brazo, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo.

Estuvieron así durante un rato, ambos dejando que el cansancio los envolviera, casi cayendo en un sueño ligero, hasta que el timbre irrumpió en el ambiente. Julieta se apartó de inmediato, buscando su teléfono que vibraba sobre la mesa de noche.

—Es Joaqui, ya vengo —dijo mientras se levantaba.

Ivo la vio salir de la habitación, sintiendo que el momento se escapaba de sus manos. Minutos después, Julieta volvió con su hija, Inti, en brazos. Su semblante era diferente; más maternal, más distanciado.

—Perdón, habíamos quedado que me la traía en un rato, no pensé que tardaríamos tanto —dijo mientras acomodaba a Inti en la cama.

—¿Ella se fue? —preguntó Ivo, refiriéndose a Joaquinha.

—Sí... ya te vas vos, ¿no? —respondió Julieta, sin mirarlo directamente.

El comentario lo golpeó, aunque trató de disimularlo. Supo en ese instante que Julieta quería que se fuera. No era rudeza, sino una barrera sutil que ella levantaba para marcar límites. Sintió que quedarse sería una invasión, un error, y se levantó sin decir mucho más.

Esa noche, Ivo se despidió y se fue. Ninguno mencionó lo que había pasado entre ellos. Los días siguieron como si nada hubiera cambiado, como si esa conexión física no hubiera existido.

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