Capítulo 1: Esfuerzo.
Ahí estaba el, muriendo de nervios afuera de un gym, se debatía si hacer eso era una buena idea en entrar o no. No sabía si las personas allí lo fueran a mirar mal o se burlarian de el.
Siempre ah sido así, y no tiene mucha confianza con los demás por eso, ni siquiera puede sentarse en la misma mesa que los amigos de Kacchan.
Por eso Kacchan siempre se sentaba con el en una banca aparte de los demás, y quiere cambiar eso, quiere poder sentarse junto a otras personas con confianza, tener una conversación normal con los demás sin tener miedo a ser juzgado.
Izuku tomó una respiración profunda, golpeó levemente sus regordetas mejillas y caminó hacia el edificio. Tenía unos cuatros pisos, no sabía cuantas secciones eran o para que, pero tenía que buscar a alguien para acceder a un entrenador personal.
Miró a la secretaria que estaba sentada en un escritorio, ella tenía ropa deportiva y arreglaba un par de papeles en su puesto. El Omega volvió a suspirar tratando de armar valor y caminó hacia ella.
—D-disculpa...- el peli-verde la llamó en voz baja, haciendo que la beta le mirara, ella alzó una ceja y le miró de arriba a bajo, Izuku se sintió avergonzado nada más por eso.
—¿Sí, que necesitas?- preguntó ella de forma amable, quizás ya practicado por el tiempo que tiene de hacer esa pregunta.
—¿H-hay entrenadores disponibles?- preguntó tan nervioso como se veía.
La beta solo sonrió y miró en una plantilla los nombres de los entrenadores que trabajaban en el lugar, la sonrisa de la beta de hizo más grande, al parecer una buena entrenadora estaba libre en ese momento.
—Queda una, puedes hacer una prueba con ella, y si ves que te sientes cómodo con la rutina de ejercicios que te mande hacés el contrato, ¿Bien?- informó ella y el omega dió un asentimiento algo tembloroso.— la llamaré.
Izuku vió como la mujer tomaba el celular fijó de su escritorio y marcaba un número, sonó un par de veces antes de que fuera contestado.
—¿Sí, Mirko?, Tengo un cliente para ti, si, se encuentra aquí, ¿Arriba?, Bien.- la beta cortó la llamada y después volvió a dirigir su vista al Omega.— ella tiene tiempo libre ahora si quieres subir a verla, se encuentra en el segundo piso, solo debes ir al ascensor y cuando salgas seguir derecho por el pasillo hasta el final.
Explicó ella con detalles y el pecoso asintió no muy seguro, arriba se encontraba una entrenadora para mejorar su físico.
¿De verdad ella le podría ayudar?
Tendría que hacerlo, ¿No?, Para eso le pagaría, pero aún así, no se sentía muy convencido de su desición.
Al final terminó en el asensor presionando el botón para llegar al segundo piso del edificio, siguió por el pasillo como dijo la secretaría y después llegó al final.
Había una puerta con el nombre Usagiyama Rumi, y al lado de ese nombre habían un "Mirko", como había oído de la beta antes cuando había llamado.
Tragó saliva y tocó un dos veces la puerta, un "¡Pase!", Casi gritado se oyó desde adentro, se puso un poco más nervioso por eso.
Cuando entró, se encontró con un escritorio vacío, estaba casi pegado a una esquina en la habitación, grandes ventanales dejaban entrar el sol y daban una bonita vista.
Y al mirar al frente, se encontró con todo tipo de cosas para hacer ejercicio, pudo detectar con su nariz un aroma acentuado a alfa, quien marcaba como tú territorio todo el lugar.
Era algo que lo puso con lo pelos de punta, ¡Su entrenadora era una alfa!, No tenía ninguna buena experiencia con ellos.
—¡Por aquí, chico!- la voz gruesa, pero de mujer, sonó en el sitio y le hizo dar un brinco, caminó como si se fuera a encontrar con la muerte.
Fue hasta el origen de la voz y encontró a una alfa grande, morena, de cabellos blancos, y muy musculosa, levantando pesas que el ni en cien años, aún si tuviera haciendo prácticas para eso, jamás en su vida las podría levantar. Sus ojos rojos, profundos le miraban de manera intensa, de cierta forma le recordaba a Kacchan.
—¿Así que tú eres quien solicitó un entrenador personal?- preguntó retoricamente la alfa mientras seguía con las pesas sin interrumpir su ritmo de levantamiento.— hum...
—Y-yo...- el pecoso no sabía ni que decirle, sabía que simplemente debía decirle, "vengo a que me entrenes, para bajar de peso", pero simplemente las palabras no salían de su boca.
Y menos con la mirada analítica que tenía la alfa sobre el, era como si le estuviera criticando solo con la mirada, bueno, tal vez exageraba un poco, pero era lo que siempre sucedía con los demás.
Le miraban, se reían y murmuraban cosas feas sobre su físico.
—No pasa nada,- Izuku vió como Mirko dejaba las pesas y las ponía en su sitio, la alfa de pie era mucho más grande que sentada, daba hasta un poco de miedo.— todos vienen aquí por lo mismo, mejorar su salud y tener tallas menos. No veo cuál es el problema en que te entrene, claro solo si quieres dejar tu entrenamiento a mi cuidado, ¡Daremos nuestro mejor esfuerzo si eso sucede!
Mirko habló con confianza y una gran sonrisa, eso lo animó bastante, ella era una de las pocas personas que parecían tener algo de confianza en su persona.
—¿D-de verdad, usted me puede ayudar a estar en forma antes de que termine el verano?- preguntó con los ojos ligeramente aguados por las lágrimas que querían salir, con esa frase también había dicho su objetivo, rebajar antes de entrar a clases.
Mirko sonrió, se acercó y puso una mano sobre el hombro del pecoso para transmitirle un poco de más confianza.
—¡Claro que se puede, con trabajo duro!,- la alfa sonrió en grande.— ¡Prometo que tu cuerpo será como el de un modelo cuando termine el verano!
Ella afirmó y el pecoso tuvo que quitarse sus lentes para poder limpiarse los ojos, si antes no podía ver bien sin sus lentes, ahora con sus ojos llenos de lágrimas no podría ver ni su propia mano si se la pusiera al frente.
—¡Muchas gracias!- Izuku chilló feliz y avergonzado, le dió una gran sonrisa a la alfa mostrando lo agradecido que se sentía al saber que ella le podría ayudar.
No tenia sus lentes cuando miró a la mayor, así que era un poco borroso verla de esa forma, limpió un poco sus lentes y se los volvió a poner. Izuku notó como la alfa le miraba con una curiosidad que no tenía antes.
—¿O-ocurre algo?- preguntó un poco preocupado, pues creía que su sonrisa había tan fea que había dejado asqueada a la mayor, pero ella solo sonrió enternecida y negó.
—No es nada, ¡Bien, es hora de la organización, ven!- la alfa de cabellos albinos lo guió hasta su escritorio, ella se sentó en su silla y buscó en los cajones unas cuántas hojas para hacer el contrato.— bien, es algo sencillo lo que hay que hacer la verdad.
Murmuró ella mientras se ponía unos lentes de lectura, Izuku asintió y se sentó en la silla que estaba al frente del escritorio. Cuando Mirko terminó de acomodar y revisar bien los papeles, los puso al frente del pecoso para que el los pudiera leer.
—Verás, para que haya un buen resultado en solo dos meses tendrás que venir aquí todos los días de ahora en adelante, además de seguir una pequeña rutina de ejercicios que puedes hacer desde casa y hacer una dieta alta en proteínas y pocos carbohidratos.- explicó la alfa mostrándole una hoja en la cual contenía una guía alimenticia.— solo sigues lo que dice en la hoja y en éstas...- murmuró ella mostrando las otras.— debes leerlas bien para que me des una respuesta.
Izuku asintió y tomó las hojas de papel, allí se mostraba el método de pago, las formas de cláusulas, requisitos por si tenía alguna enfermedad que pudiera ser perjudicial a la hora de hacer ejercicios. Los horarios de trabajo y muchas otras cosas más, y el Omega como buen nerd que era, leyó todo de manera atenta pero rápidamente, no pasó mucho tiempo para que le devolviera las hojas a la albina.
—¿De verdad me tengo que levantar a las cinco y media para correr?- murmuró el peli-verde con cierta pereza, no le gustaba mucho esa idea, y menos con el frío que hacía en la mañana.
—¡A si es mi querido amigo, es como un calentamiento antes de empezar con los demás ejercicios del día!- Mirko habló tratando de mostrar el lado bueno de las cosas, ella de verdad quería ayudar al omega.— ¿Entonces qué dices, hay trato?
Preguntó la mayor mientras le sonreía levemente, Izuku miró el contrato y tragó. Debía hacerlo, hacerlo por si mismo para estar más sano y ayudar a su cuerpo, pero sobre todo, hacerlo por Katsuki, había sido culpa suya el que casi lo expulsaran.
Si no fuera tan repugnante no tendría problemas en la U.A, o en toda su vida, siempre había sido así, pero las cosas ahora se estaban saliendo de control.
Sabía que no iba a ser fácil, su cuerpo le iba a doler como el demonio por los ejercicios, además de la dieta estricta que debía seguir. Pero lo haría, cumpliría con su meta antes de que terminara las vacaciones de verano.
—¡Si quiero, Mirko!- la alfa sonrió al ver la determinación del Omega, tenían mucho trabajo por delante pero nada que ella no pudiera manejar.
—Es un placer, Usagiyama Rumi es mi nombre.- se presentó ella extendiendo su mano en Izuku, aún con nervios, la estrechó.
—Soy Midoriya Izuku.- ya había llegado al acuerdo, ahora solo tenía que tratar de dar su mejor esfuerzo para obtener buenos resultados en esos dos meses.
(...)
Los entrenamientos empezaron justo al día siguiente, Izuku había mencionado sobre lo que quería hacer en el verano a su madre, así que cuando le mostró la hoja con la guía de dieta no se sorprendió mucho.
Es más, se alegró bastante al ver que estaba tratando de mejorar, incluso ella dijo que iba a seguir con esa guía también, aunque no iba hacer ejercicios como el, pero el trabajo la tenía ocupada todo el día, así que sería algo parecido.
La primera semana fue un total infiero, le costó acostumbrarse al horario, además de los antojos por cosas dulces y postres llenos de azúcar siempre estaban allí.
Pero si quería mejorar debía detener esos impulsos por la comida chatarra, debía ser fiel a su dieta y ejercicios, a si que, aunque su cuerpo le pidiera pasar todo el día durmiendo, el se levantaba apenas sonaba la alarma para su carrera de la mañana.
Después del desayuno iba al gym, allí Mirko lo esperaba para su rutina, sentadillas, abdominales, y muchos otros tipos de ejercicios más, iban parte por parte. Diez minutos de esto, veinte de aquello y así.
Para la tercera semana estaba notando el cambio, quizás no lo había echo antes porque siempre terminaba tan cansado que lo único que hacía al llegar a su hogar era comer, bañarse y dormir para al otro día hacer lo mismo.
Su ropa que antes era holgada, aunque no tanto pues su panza siempre hacia apretar un poco sus camisas, pero la ropa le empezó a ser más grande, sus camisas antes cubrían hasta su cintura y ahora llegaban más abajo.
Sus pantalones cortos se resbalaban de sus caderas, y antes no lo había notado ya que siempre se ponía ropa deportiva, y ajustaba los cordones a su cintura bien, para que no se fueran a resbalar.
Cada semana que pasaba notaba el cambio en su cuerpo también en su resistencia, podía aguantar mejor los ejercicios que le ponía Mirko, incluso ella al ver que podía manejarlos bien, subía solo un poco la intensidad de ellos para seguir avanzando.
Por ejemplo, si podía hacer veinte sentadillas sin ningún tipo de problemas y no le cansaba tanto, sumaba cinco más para quemar un como más de calorías y no hacer que su cuerpo se sintiera presionado de golpe.
Cada día era una tortura, aveces tenía ganas de renunciar a eso, dejar todo de lado y volver a su vida anterior, pero entonces recordaba los problemas y burlas que traería eso de nuevo.
Pensar en las cosas malas era como su impuso a seguir adelante, incluso Mirko le había dicho que utilizará toda esa energía negativa como leña para hacer arder ese fuego que llenaba su interior y lo hacia esforzarse más.
Ella era alguien que lo motivaba muchísimo, y sabia que sin su ayuda y ánimos no hubiera podido hacer nada, se hubiera rendido puede que incluso en su primer día. Pero no, ella seguía allí, haciendo porras para que lo hiciera y logrará su meta con su propio sudor.
Le tenía mucha admiración a la alfa por eso.
Se habían vueltos cercanos, incluso le había llegado a mencionar, levemente, como lo trataban en su preparatoria y la razón principal por la cual quería rebajar.
Ella solo le escuchaba y daba consejos de vida, incluso cuando la presión se liberaba de el en forma de lágrimas y terminaba llorando de tristeza e impotencia a mitad de un entrenamiento, ella le entendía, y estaba allí con una caja de pañuelos para secarle las lágrimas.
Estaba más que agradecido con eso, no hubiera pedido nada mejor, Mirko era como un ángel caído del cielo en su momento de desesperación.
Y para cuándo pasó un mes y tres semanas, ya había rebajado más de la mitad de su antiguo peso, su cintura se había echo más pequeña, ya no tenía panza, solo le faltaba tener el abdomen un poquito más marcado. Sus muslos eran gruesos, no entendía el porqué, había echo todo tipo de ejercicios para rebajarlos pero nada pareció funcionar.
Su rostro se puso más delgado, aunque sus mejillas seguían siendo redondas, y llenas de granos algo secos que tapaban sus pecas, el sabía que las tenía, solo que allí debajo en algún lugar, de todo esas cosas no deseadas en su rostro.
Para cuando estuvo a punto de terminar de cumplir con su última semana, ya había cumplido su meta. Su abdomen era marcado, aunque no tanto, su vientre plano, sus brazos delgados, su cuello también era delgado, y eso que antes parecía un cerdito con collarejas de grasa.
En su último día de entrenamiento, Mirko lo había llevado a otro sitio que no era el gym, y no tenía ni idea a donde iban, solo miraba por las ventanas, del auto de la alfa, todo nervioso.
—¿A donde vamos?- preguntó sin entender nada, se suponía que ese día sería el último día en el que harían la rutina de ejercicios, era sábado así que tendría el domingo para descansar antes de ir a la preparatoria de nuevo, aunque pensar en lo último le ponía totalmente nervioso.
—Iremos a ver alguien, no te preocupes.- informó ella mirando de reojo al pecoso.— ¿Sabes?, Tienes una altura de 1.65, y el peso ideal para esa estatura es de 50/56 kilos, y tú tienes ahora 54. Estas en un peso ideal, así que el ejercicio de hoy no sería tan importante, por eso haremos otra cosa que si lo es.
Izuku miraba ente alegre y confundido a la mayor, saber que estaba en su peso ideal era lo mejor del mundo, pero no entendía que sería lo otro que era "tan importante".
Solo esperaba que no fuera nada malo.
El omega guardó silencio el resto del camino, y cuando pararon al frente de un local no pudo evitar que su boca se abriera por la sorpresa, ¡Estaban al frente de un salón de belleza!
¿Para que lo iba a llevar a ese sitio?
—Vamos, sígueme Izu.- la alfa salió del auto, así que el peli-verde no tuvo más remedio que salir y seguirla hasta el interior del lugar.
Cuando estuvieron adentro, no pudo evitar mirar todas las cosas elegantes que había, las paredes tenían carteles de tanto hombres, como mujeres, alfas, omegas y betas modelaban mostrando sus bellos cabellos, brillantes y suaves, además de los cortes a la moda que tenían.
—¡Oí, Keigo!- el Omega dió un pequeño brinco al escuchar como la alfa casi gritaba en el lugar llamando la atención de todos.
No pasó mucho para que alguien llegara casi corriendo y se tirará encima de la alfa, era un joven Omega, su cabello amarillo peinado hacia atrás lo hacía lucir bonito, además de sus ojos dorados y delineados, lo hacían ver atractivo.
—¡Bunny, pensé que tenía trabajo hoy!- chilló el rubio mirando hacia arriba la mujer, un pequeño pinchazo de vergüenza y celos le recorrió, el también queria ser así con la persona que quería.
Los omegas son conocidos por ser dulces y sobre todo sensibles, así que ver cómo ellos vivían tomados del brazo de sus alfas y dándoles cariñitos no era algo raro.
—¡Estoy en ello, es más, lo traje conmigo para que lo ayudes en un cambio de imagen, sé que nadie más que tú puede hacerlo!- ella informó señalándole con la mirada, y el omega llamado anteriormente, Keigo, volteó su vista hacia el.
Se sintió aún más avergonzado, se esperaba comentarios hirientes sobre su persona, por eso tenía su vista gacha, pero no se esperó tener una mano en su mentón que alzó su mirada, Keigo estaba a un centímetro de su rostro mirándolo fijamente con sus ojos dorados.
—Hum.... Un buen corte de cabello, tiene las puntas quebradizas, sus pómulos necesitan una mascarilla y cremas, sus puntos negros son fáciles de quitar, su piel es suave ahora, pero estoy seguro que cuando termine lo será aún más...- Keigo parecía sumergido en su propio mundo mientras le miraba, evisaba por todas partes, tocaba todo su cabello y mejillas como quería.
Mirko solo le miraba con media sonrisa, sabía que la mejor persona para subirle la autoestima, aunque solo un poco, sería su pareja, el Omega tenia un buen ojos para cosas lindas, o para hacerlas lindas.
Así que estaba segura, Keigo sería quien ayudará al pecoso con su rostro y cabello, sólo tendría que esperar a que el Omega terminara para llevar al peli-verde a su otra sorpresa.
Izuku fue jalado por Keigo hasta más adentro del local, lo hizo sentarse en una silla y colocarse una manta plástica alrededor del cuello, y aunque se negó, le hizo quitarse los lentes, el Omega rubio lo alabó diciendo que tenía los ojos bonitos.
Quizás fueran más bonitos si funcionarán bien, y no tuviera que usar esos lentes de pasta gruesa.
Izuku sintió sus cabellos caer, podía distinguir borrosamente como mechones negro llegaban a su regazo. Después de unos minutos sintió como una pequeña brocha quitaba los cabellos que tenía encima. Las manos del Omega rubio se pasaron sobre su cabello, sentía que estaban llenos de alguna crema para suavizar.
—Bien, terminé con tu cabello, pero no contigo por completo.- vió como buscaba en una repisas unos cuantos potes y los colocó al frente.— voy a limpiar tu lindo rostro.
Izuku sabía que ellos lo decían por conveniencia, no era lindo. Al menos eso creía y siempre los demás lo molestaban por eso, quizás ya no era una bola de grasa y su cuerpo se miraba más firme y curvilíneo. Pero no era muy atractivo, sus frenillos, los lentes, y su rostro lleno de acné aún era un problema.
El Omega sintió que las manos de Keigo se llenaban de crema y los pasaban por su rostro, cuando estuvo completamente untado de esa crema, tuvo que esperar media hora para poderla quitar.
Keigo quitó la crema de su rostro y le puso otro tipo de mascarilla rara, en la cual, tuvo que esperar otra media hora para volversela a quitar. Se estaba quedando dormido en la silla cuando el Omega apareció de nuevo para terminar el trabajo, paños húmedos limpiaron todo su rostro hasta dejarlo limpio.
—Valla, ¡Tienes pecas, y son muy bonitas!- Keigo alabó al ver el rostro ya limpio del pecoso, tuvo que aplicar sus cremas más potentes para limpiarlo bien, ahora tenía un buen resultado, y como ya lo había predicho antes, su piel se volvió mucho más suave.
Cuando el Omega rubio terminó, le dió sus lentes al peli-verde, Izuku se acercó al espejo para verse, sus mejillas estaban más limpias y suaves. Movió un poco sus lentes para verse mejor las pecas, tenía muchas, pequeñas sobre sus mejillas y el puente de la nariz.
Pero habían otras que resaltaban más que las demás, cuatro pecas en cada mejillas, como si las hubiera puesto estratégicamente en ellas. Eran bonitas, quizás era la primera vez que pensaban algo como eso sobre su cuerpo.
—¡Sabía que podrías hacerlo!- Mirko apareció en el lugar alabando el buen trabajo de Keigo. El Omega solo inflaba su pecho con orgullo, e Izuku no dejaba de mirarse el rostro en el espejo.
—Hace mucho que no miraba mis pecas.- murmuró bajito, pero aún así fue escuchado por los mayores quienes le miraron con sentimientos encontrados.
—¡Pero ahora las puede ver y tú piel está más cuidada, sabes, voy a darte un par de cremas y champús para que tú cabello y rostro sigan así!- Keigo habló de forma entusiasta, y se perdió entre los estantes buscando de un lado al otro lo que necesitaba.
No pasó mucho para que volviera y le empezará a explicar cómo se usaba casa cosa, y cuando terminó, Mirko dijo que lo llevaría a otro sitio. Así que tuvieron que salir del salón de belleza e ir al auto de nuevo.
Aunque algo que le pareció extraño fue que Keigo no le cobró nada, incluso cuando él había preguntado cuanto costaba el trabajo que había echo en su rostro y cabello, pero solo recibió como respuesta:
"¡Es un regalo de mi parte, mi bunny me ah dicho lo mucho que te has esforzado este verano!"
Izuku se sentía muy agradecido por su amabilidad, esa pequeña acción le hizo recordar que no todas las personas en el mundo eran crueles.
Ahora estaba ansioso por saber a dónde lo llevaría Mirko, aunque ella le había dicho que era una sorpresa, y la verdad si fue sorprendente y confuso saber que lo llevó a un dentista. Pero una vez más se sorprendió cuando supo que era para quitarle los frenillos, al parecer sus dientes ya estaban todo bien y ya era tiempo de quitárselos de todos modos.
Era más de medio día cuando estuvo al frente de su apartamento ya de vuelta, la alfa albina se había ofrecido a traerlo así que ahora los dos estaban al frente del complejo.
—¡Muchas gracias, Mirko. Usted ah sido muy buena conmigo, y también agradescale, más, de mi parte a Keigo!- Izuku chilló completamente feliz, y estaba que se tiraba encima de la alfa para darle un abrazo.
—No es nada pequeño Izu, sabes que es mi deber y trabajo ver que estuvieras en buena forma y tengas más seguridad en ti mismo, aunque aún hay algo que voy a darte.- Mirko informó parando de repente la ola de felicidad que tenía el pecoso, ella sacó una pequeña caja tipo alargada y de plástico protector.— ¿Recuerdas cuando pregunté qué tipo de vidrio usabas en tus lentes?
Izuku abrió los ojos totalmente sorprendido, reconoció lo que había dentro de la pequeña caja plástica. Las palabras no salieron de su boca en ese momento, pues no sabía que decir o como agradecer.
—¿L-lentes de c-contacto?- tartamudeó las palabras aún sin saber que decir, pero eso era más que suficiente, pues Mirko podía oler el aroma emocionado del Omega.
—¡Así es, esto es un premio para ti, por hacerlo bien y esforzarse todo el verano para cumplir tu meta!- Mirko exclamó viendo como el pecoso se quitaba los lentes para limpiarse los ojos, Izuku no quería llorar, de nuevo, frente a la alfa.
—¡M-muchas gracias, de verdad!- Izuku exclamó con su voz temblorosa, por las lágrimas contenidas.
Mirko solo sonrió y terminó de despedirse, cuando se fue, el pecoso subió a su hogar el cual estaba solitario, pues su madre no llegaba si no hasta las seis.
Decidió hacer una cena deliciosa para celebrar junto a su madre, cocinar le distraía de sus pensamientos y sus nervios de ansiedad, al no saber cómo iba a reaccionar su mejor amigo, y amor secreto, sobre su nuevo aspecto.
Solo esperaba que su nuevo cambio hiciera que lo viera con ojos diferentes, así tendría el valor suficiente para confesarse.
(...)
Mirko es una diosa, la amo 🤧✨💐🛐🛐
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