◇57◇
Bajo un amplio cielo estrellado, ambos reían mientras caminaban de regreso a sus cabañas. La cena había terminado, pero la alegría del pequeño juego nocturno todavía persistía.
—¿Y quién usa "mercado" para definir gallina? —Se quejaba Astrid, riendo por lo extraño que era—. ¿Cómo iba a saber que la respuesta era gallina?
—Ya escuchaste a Brutacio —Hipo hizo un gesto con su mano—, las gallinas comen maíz y el maíz que les gusta está en el mercado, ¿qué más podía ser?
—Siento que algo no está bien con este juego.
Hipo la miró divertido. —Lo dice la que usó "eso—jamás—pasará" para definir a Patán.
—¿Qué? Él uso "futura—señora—Jorgenson" para describirme...o insultarme, no estoy segura.
Hipo se rió. —No quiero saber que definición me hubieran dado a mí.
—¿Uh? Déjame ver...—Astrid inclinó su cabeza, mirándolo entre pensativa y divertida—. Las reglas eran usar sólo tres palabras, así que...
—Acabo de cambiar de opinión, no quiero escucharlo.
—No, no, ya casi lo tengo —ella entrecerró los ojos—. ¿Obsesivo?
—¡¿Obsesivo?!
—Cuando una idea se mete en tu cabeza, no estás tranquilo hasta tener planos y un primer prototipo.
—No creo que eso sea obsesivo.
—¡No te vemos en días!
—De acuerdo, de acuerdo —incluso él lo encontraba gracioso—, ¿qué más?
—¿Qué más? Pues...¿alguien amable?
—¿Soy un obsesivo amable?
—Es parte de tu encanto —señaló Astrid, aunque era difícil decir si lo decía en serio o no—. ¿Qué hay de ti?
—¿Ah? ¿Yo qué?
Astrid estaba sonriendo cuando lo miró, y la tenue luz hizo que sus rasgos se vieran aún más hermosos.
—¿Qué palabras usarías para describirme?
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"Te amo"
—¡¿Por qué no puedo subir primero?! ¡Trabaje en ese barco! ¡Estoy en mi derecho!
—¡Yo también! ¡No me quedaré aquí a morir mientras los otros se salvan!
—¡Déjanos subir! ¡Hazte a un lado!
Patán sólo escuchaba gritos y más gritos, así que no dudó en balancear su maza a diestra y siniestra, obligando a las personas a mantenerse a raya.
—¡Una fila! ¿Qué pasó con la maldita fila? ¡Nadie subirá si no es en orden!
—¿Para qué? ¡Los últimos serán los que se queden! —Protestó uno—. ¡Ese de allá ni siquiera hizo fila! ¿Por qué está abordo?
Alguien se asomó desde detrás de Patán y dijo: —Mi hijo de cinco años me espera en casa, ¡no puedo dejarlo!
—¿Y yo debo sacrificarme sólo porque no tengo hijos? ¡Si me quedo aquí ni siquiera podré tener una esposa!
—¡No es mi culpa que nadie te quiera! ¡Deja de dar lastima y ven a pelear si eso quieres!
La multitud era cada vez más difícil de manejar, ya no sólo estaban tratando de usar la fuerza para subir al barco, ahora también trataban de pelear con las pocas personas a bordo. Colmillo respaldaba a Patán, pero ninguno podía hacer nada si ambos grupos querían matarse entre sí.
De repente, una figura se asomó por la borda.
—¡Basta! ¡Ya es suficiente! —El volumen de los gritos disminuyó y gran parte de las miradas recayeron en Astrid—. Todo lo que queda es este pequeño barco sin terminar, así que no importa cuánto se peleen, eso no hará que haya más espacio.
—¡Es fácil hablar cuando tienes un lugar asegurado! ¿Pero qué hay de nosotros?
—¡Si! ¿Se supone que debemos hacer una maldita fila y aceptar lo que nos toque?
—Si yo no puedo subir, ¿por qué ellos sí? ¿Por qué merecen más?
Astrid dejó que se quejaran. Una vez terminaron de protestar, les dio una sonrisa fría y dijo: —Ni Patán ni yo les impediremos abordar, todos tienen el derecho de subir después de todo, pero no olviden esto: Este barco sólo se moverá con el peso de la mitad de nosotros. Si los dragones que quedan no son capaces de levantarlo, entonces de nada servirá que se hayan esforzado tanto en repararlo, así que decidan que quieren hacer; siguen discutiendo y este barco no va a ninguna parte....o dejan de ser tan egoísta y permiten que unos cuantos puedan ir a casa.
Astrid no dijo más, dejó que sus palabras tuvieran el efecto que debieran de tener y se alejó, dejándole el resto a Patán. Al dar media vuelta, no se perdió de la mirada de cierta persona.
—¿Qué? ¿Algo que aportar?
Hillary no dijo nada, así que Astrid siguió su camino.
—Lady Astrid.
Sasha llegó corriendo como si tuviera algo urgente que decirle, así que inmediatamente Astrid se interesó en ella.
—¿Lograste ver a Hipo? —Fue lo primero que preguntó.
Negó.
—No hay señales de él, pero otro grupo de sobrevivientes acaba de llegar y vi que entre ellos estaba el señor Viggo.
—¿Viggo? ¿Estás segura?
—Sí, está frente al barco justo ahora.
No preguntó más. La muchacha rubia se alejó y dio grandes zancadas con sus ojos puestos en el ex líder de los cazadores. El hombre parecía a punto de abordar sin que nadie lo tomara en cuenta, pero fue interceptado por Astrid, quien iba bajando de este.
—¿Dónde está Hipo? —Exigió.
Viggo la miró con una arruga en su frente.
—¿Hipo? ¿Pelo castaño y prótesis? —Astrid frunció más el ceño—. Oh, probablemente aún está allá abajo ayudando a los sobrevivientes.
—Dijeron que el dragón de Zett estaba rescatando a las personas y enviándolas a la montaña, ¿dónde está? ¿Por qué no ha traído a Hipo aún?
—Ustedes lo conocen mejor, deben saber que Hipo es incapaz de abandonar a alguien —la miró con intensión—, incluso si ese alguien no lo merece.
La mirada de Astrid se volvió más fría todavía, pero Viggo actuó como si no hubiera dicho nada, incluso se encogió de hombros.
—Descuida, las malas noticias son las primeras en saberse, ¿no?
Él se alejó y Astrid sintió la urgente necesidad de llamarlo de vuelta para continuar con su discusión, sin embargo, su atención se desvió al ver un pesadilla monstruosa de colores claros descender junto al borde.
Nadie le prestó atención, pero el dragón cruzó el cielo nublado y aterrizó torpemente sobre la superficie rocosa. Las chicas que venían en su lomo apenas alcanzaron a bajarse antes de que el dragón cediera y se derrumbara boca abajo.
Astrid se movió inconscientemente hacia allí, pero se detuvo. Alguien más se acercó.
Esa persona caminó tranquilamente hacia el pesadilla monstruosa y colocó una rodilla en el suelo, dándole palmaditas en la cabeza de forma burlona. Incluso pareció que le dijo algo, pero no pudo ser bueno, porque el dragón resopló y abrió un ojo, mirándolo de mal humor.
Una escena así resultó ser tan extraña como escalofriante, pero viendo que Viggo parecía no tener malas intenciones con el dragón, Astrid decidió dejarlo pasar y tocó el hombro de una de las chicas recién llegadas.
—¿Quién falta de subir? —Consultó.
—Creo que...unas veinte personas aún están de camino.
—¿Entre ellas había un chico con una pierna de metal?
—¿Uh? No me fije realmente, lo siento.
La decepción en Astrid fue evidente. Las chicas se alejaron, pero ella miró con impotencia el sendero por el que las personas iban llegando.
Llegaban y llegaban. Pero ninguno era Hipo.
¿Por qué aún no llegaba?
×××
Aguijón Veloz.
Los aguijones veloces eran pequeños en comparación con los demás dragones, pero lo compensaban con su velocidad. Su capacidad de correr sobre el agua era una de las cualidades que los hacía diferentes, pero también eran conocidos por algo en particular.
Su veneno.
El piquete de un aguijón veloz tenía la capacidad de dejar inmóvil e indefenso hasta al dragón más grande, ni siquiera los jinetes podían salvarse de su veneno. Y aunque era un aguijón adolescente, Hipo no pudo hacer nada contra él.
El aguijón veloz estaba asustado, había quedado atrapado bajo las rocas que cayeron del último terremoto y ninguno de los suyos estaba cerca, así que en su estado de alerta, no pudo diferenciar entre amigo y enemigo cuando de repente las rocas fueron removidas y vio un rayo de luz. Ya había sido capturado una vez, así que no dudo en agitar el aguijón de su cola hacia cualquiera que se le acercara. Desafortunadamente, picó justamente a la única persona que estuvo dispuesto a ayudarle.
—¡No, no! ¡NO!
Fue inútil. Una vez fue picado, su cuerpo se volvió extremadamente rígido y se balanceó, cayendo de espaldas y quedando como un pez muerto sobre la hierba.
Giró su cabeza hacia un lado y trató de moverse, pero lo único que logró fue perder el aliento y confirmar lo que ya sabía. Estaba paralizado.
—¿Hola? —Trató de llamar, con una chispa de esperanza—. ¡¿Hola?!
Sin embargo, las personas que habían subido con él ya se habían ido hace mucho, y aunque algunos aún estaban cerca del lugar, el ruido de la tormenta les impedía escuchar los gritos del castaño.
Bajo la lluvia, Hipo estaba solo.
Pero fue justo por esa razón, que no podía darse el lujo de rendirse. Dejarse llevar por la desesperación sólo empeoraría las cosas, así que se murmuró a sí mismo palabras de calma, y una vez pudo tranquilizar su mente, procedió a evaluar su situación.
Tenía ambas piernas inmóviles, su cintura y hombros se sentían rígidos, y su brazo derecho hormigueaba, pero todavía podía mover el izquierdo.
—Bueno, podría ser peor —murmuró, en un tono desalentador.
El tiempo transcurrió.
Y luego de un largo momento, ya no se podía a un pez muerto mojándose en el camino de la montaña. En su lugar, lo que uno vería desde lo alto, sería una figura similar a una oruga arrastrándose por el sendero.
Sus ropas estaban llena de barro y suciedad debido a su forma de movilizarse, el único brazo que podía mover lo utilizaba para arrastrar su cuerpo por la tierra, y su respiración era pesada debido al esfuerzo que hacía, pero no parecía dispuesto a detenerse.
Iba a llegar. Hipo debía llegar.
—No te detengas...—murmuraba para sí mismo—. Sólo...avanza.
Avanzó y avanzó.
Se arrastró y se arrastró.
Pero aún con todas sus fuerzas, todavía no fue suficiente.
El camino de la montaña era interminable y el castaño seguía siendo humano, ¿cómo podría tener la energía para arrastrarse hasta la cima?
A pesar de que su fuerza de voluntad era inquebrantable, pronto ocurrió lo inevitable. Su cuerpo se sintió tan exhausto que sus movimientos se volvieron lentos y rígidos, y un momento más tarde, Hipo se derrumbó a mitad del camino.
—No...—su frente fue apoyada en el suelo y sus dedos se enterraron en la tierra—. Sólo...una vez más...
Flexionó. Tembló. Y volvió a derrumbarse.
Quiso volver a intentarlo, pero sus músculos ya no le respondieron. Con fatiga, giró su rostro hacia un lado y recostó su cabeza en la tierra, cerrando sus ojos un momento.
Por un momento, Hipo solamente escuchó el sonido de la lluvia y el de las olas. Él se quedó quieto, como si el mundo no se estuviera acabando.
Entonces, abrió los ojos y lo vio.
En medio de una lisa superficie rocosa, una pequeña planta había sido tumbada por la fuerte lluvia y su débil tallo se había doblado sobre el suelo. Las hojas que subían por su largo eran pequeñas y ovaladas, pero justo a mitad de su tallo, reposaban dos únicas flores de cinco pulcros pétalos.
Ambas habían florecido en medio de un montón de hojitas verdes y eran tan pequeñas que a penas alcanzaban los cinco centímetros, pero a pesar de su tamaño y de lo insignificantes que eran, mostraban fortaleza. Gruesas y pesadas gotas golpeaban sus pétalos, pero no importaba. Vientos salvajes trataban de arrancarlas de sus tallos, pero no importaba. Esas dos flores se entrelazaron y se mantuvieron juntas, ante la adversidad. Justo como debería ser.
Hipo las miró. Y aunque eran bonitas, lo primero que pensó fue: ¿En qué libro las he visto antes?
Tenía un vago recuerdo de haber visto su dibujo en uno de los muchos libros de Gothi, pero aunque no podía recordar su nombre exacto, sí recordaba una cosa; era el tipo de planta que vivía más de dos años.
En los libros de botánica, a ese tipo de plantas se las llamabas vivaces, pero también, se las llamaba...
—Perenne —murmuró.
La palabra que concluía su lista.
"¿Qué palabras usarías para describirme?"
Lentamente, Hipo movió el único brazo que no había sido afectado por el veneno y lo arrastro debajo de su cuerpo. Tanteo su pecho, y con lentitud, deslizó su mano dentro de la parte superior de su traje. Rebuscó un momento en sus bolsillos internos, y cuando sus dedos tocaron lo que quería, lo sujetó y lo sacó para mirarlo.
Alguna vez, fue una lista con una serie de palabras cuidadosamente escritas en él.
Ahora, no era más que un pedazo de papel mojado que se hacía pedazos entre sus dedos.
Uno que nunca pudo mostrar.
....
—¿Qué palabras usarías para describirme? —Le preguntó Astrid
Hipo se echó a reír. —Eso...Eso no es tan fácil.
—Ah, ¿no lo es? —Tenía una mirada divertida.
—Pero eso es porque tengo un montón de palabras que podrían describirte —añadió de inmediato—. ¡Cientos y cientos de palabras! ¿Cómo podría escoger sólo tres? Incluso si fueran mis favoritas no sería suficiente, ¿no crees?
Por alguna razón, Astrid empezó a reír. No pudo dejar de hacerlo incluso cuando llegaron a la cabaña de Hipo, y entre risas le dijo:
—¿Sabes? Creo que ya sé cuál sería la tercera palabra para ti —dijo, con respecto al juego de antes.
—¿Ah, sí? —Parecía disfrutar verla de tan buen humor—. ¿Cuál?
Pero Astrid negó. —¡Te lo diré cuando tú hagas lo mismo!
Sin remordimientos, empezó a caminar hacia su propia cabaña, dejando al castaño atrás. Hipo estaba boquiabierto
—¡E—Eso no es justo! —Astrid sólo agitó su mano, todavía alejándose, así que Hipo añadió—. ¡Bien! Serán más de tres, ¿escuchaste? Seis, no...¡Nueve! ¡Serán nueve palabras! —ahueco sus manos alrededor de su boca—. ¡Incluso haré una lista!
La escuchó reír.
—¡Entonces que sean diez!
....
Aquella no fue más que una conversación tonta y sin sentido, pero por alguna razón, Hipo la recordó. La recordó por los siguientes meses de su vida y se dedicó a escribir palabras raras y significativas en una arrugada y fea hoja de papel.
Pensó, tachó y volvió a escribir.
Amó, lloró, y continuó escribiendo.
Pero al final, no pudo cumplir su promesa.
—Lo siento —murmuró, observando los restos de la hoja en su mano—, no pude dártela...
La hoja semi transparente con borrones que alguna vez fueron palabras, se deslizó entre sus dedos y terminó de destruirse. El delgado tejido se hizo pedazos y unos pocos trozos se pegaron a sus dedos, mientras que los demás cayeron al suelo y se los llevó el agua.
Un pequeño fragmento fue arrastrado por el viento y se atascó el tallo de la planta que Hipo estuvo observando antes. El castaño lo miró, y aunque las letras se habían desvanecido hace mucho, descubrió que en ese pequeño trozo aún se podía distinguir el trazo de una línea recta.
Vagamente pensó: ¿Qué letra habrá sido? ¿La inicial de qué palabra fue?
Era absurdo pensar en ello, pero teniendo esa clase de pensamientos inútiles, fue que se dio cuenta.
—Lo recuerdo...
Hipo levantó su cabeza, enderezándose.
—Lo recuerdo —sonó más seguro.
No se había movido en largos minutos, pero había servido para que sus músculos descansarán y recuperara fuerzas.
Su brazo libre se movió hacia delante y clavó sus dedos en la tierra. El brazo que antes estuvo hormigueando finalmente le respondió y pudo doblarlo. Ambas extremidades las estiró hacia delante y se arrastró unos centímetros.
—No necesito esa hoja —murmuró, usando sus codos para hacer algo al respecto—. Yo las escribí...las he leído, una y otra vez...
Y gracias a eso, las sabía de memoria.
Estaban en su cabeza, tatuadas en su cerebro y en su corazón. Aun si Astrid no podía leerlas, Hipo todavía podía decírselas. Aún podía.
Con voz solemne, empezó a recitar: —Uno, inefable.
Tan hermoso que no puede ser expresado en palabras, como nuestro primer vuelo juntos.
—Dos, ademán.
La intención de hacer algo que jamás llegamos a hacer, ¿quién no temió no ser correspondidos?
—Tres, silencio.
La ausencia de tu risa y la falta de tus comentarios ingeniosos me hacen extrañarte.
—Cuatro, charla.
Esas que mantuvimos tú y yo como si el mundo se redujera a nosotros.
—Cinco, ósculo.
Besos para los que inventamos excusas.
—Ramé
Porque eres hermosa y causas caos en mi corazón.
—Forelsket.
La euforia del primer amor nunca se olvida.
—Lucero.
Así llaman los Zeta a la mujer de su vida.
—Naranja.
El cielo que quería que viéramos juntos.
—Y diez...—Hipo abrió sus ojos y levantó la mirada.
Es incesante, no muere...
—Perenne.
...Justo como nosotros.
×××
Una grieta empezó a crecer en el suelo.
Como el agua derramaba, se extendió y se extendió hasta llegar a la suela de los zapatos de algunos vikingos, y viendo como la superficie en la que estaban se encontraba en su último suspiro, las personas intercambiaron miradas entre sí, finalmente siendo conscientes.
Y como si llegaran a un acuerdo mutuo, algunos veteranos se dedicaron un asentimiento y voltearon hacia el resto del grupo.
—¡Señoritas, vengan de este lado!
—Rápido, rápido, ¡sin empujarse!
Antes había sido sólo Patán, pero ahora alrededor de diez hombres estaban ayudando a organizar a las personas; por supuesto que estaba siendo de ayuda.
—Al diablo —un joven que había estado tratando de escalar por el barco, finalmente se rindió y decidió hacer lo correcto—. ¿No escuchaste? ¡Uno por uno, amigo! ¡Párate en la fila y espera tu turno!
Alguien se fijó en él y se extrañó: —¿Qué haces? Sube al bote, niño, no deberías estar aquí.
—¿Yo? Los viejos son los que deberían estar en casa descansando, no haciendo nuestro trabajo.
—No sobrevivirás si te quedas.
—Pues...la vida de un guerrero se mide en como muere y no en cómo vive, ¿no?
Era joven, pero la firmeza con la que lo dijo lo hizo sonar como un verdadero adulto. Escuchándolo, los hombres no pudieron evitar reír a carcajadas.
—¡Bien! ¡Bebamos juntos en el Valhalla entonces!
De esa manera, lo que faltaba por llena pudo ser llenado de forma rápida y eficiente. Astrid había estado en compañía de Chimuelo y de los demás dragones, así que no supo sobre estos avances hasta que de repente escuchó que zarparían.
—¿Qué? ¡No!
—¡Si esperamos un minuto más no lo lograremos! —discutió Patán, desde el lomo de su dragón—. ¿Dónde está Hipo? ¿Por qué aún no está aquí?
—¡No lo sé! ¡Si supiera ya hubiera ido a buscarlo!
De repente, un borrón negro pasó delante de ambos, alejándose a toda velocidad.
—¡Chimuelo, no!
El dragón hizo oídos sordos. Una vez iniciando su carrera no se detuvo y siguió adelante, sin que nadie pudiera detenerlo.
—Genial, también perdimos al furia nocturna —se lamentó Patán—, ¿y ahora? ¿Cómo pondremos a volar esta cosa?
Astrid lo ignoró y echó a correr.
—¡Patán! Tú y Colmillo están a cargo.
—¿Eh? ¿Nosotros? Digo, claro que puedo pero...—Colmillo emitió un gruñido—. ¡Podemos! ¡Quise decir podemos!
Astrid corrió a través del lugar pero su objetivo no era el sendero ni tampoco tratar de seguir al furia nocturna. Fue directo hacia donde el barco se hallaba y lo rodeó, llegando hasta el frente donde la atención se concentraba. Allí, las personas que debían estar abordo ya estaban a bordo, y quienes habían tenido la voluntad de permanecer, se encontraban en tierra ayudando a las últimas dos personas a subir.
—¡Esperen! —Exclamó—. ¡Aún no podemos zarpar!
—¿Estás loca? ¡La montaña se cae en pedazos! ¡Sube ya!
Trataron de tomarla del brazo, pero Astrid se soltó.
—Las personas siguen subiendo, hay muchas en camino todavía, no podemos dejarlas —objetó de igual manera—. El jinete del furia nocturna sigue allá. ¡No me iré sin él!
—Hija, ¿has echado un vistazo? El agua está a más de la mitad, si quedaba alguien vivo ya está muerto.
—Eso no puedes saberlo.
—¡Claro que puedo! Están muertos de todas formas, ni siquiera hay espacio para nosotros, ¿cómo pretendes...?
—Hipo puede pensar en una solución —insistió Astrid, parte firme y parte suplicante—. El barco cinco, el que no terminamos, todavía está aquí. Hipo seguro ya pensó en una forma de utilizarlo para que ustedes no tengan que...
Se detuvo.
En el final de esa línea, de repente cayó en cuenta de algo.
"Siendo positivos, este sería nuestro último recurso, literalmente. Es sólo en caso de que el barco volador fracase, así que planeo mantenerlo en secreto hasta que sea necesario, por eso quiero que tu lo tengas"
—No tiene caso, ya aceptamos lo inminente —respondió el hombre, haciendo caso omiso de ella y volteándose—. ¡Súbanla!
—¡No! ¡Alto! ¡Aún hay algo!
Dos hombres de al menos dos metros de alto sujetaron a Astrid antes de que pudiera tocar el hombro del otro tipo. Sostuvieron sus brazos y la levantaron a pesar de sus protestas.
—Por aquí, aquí hay lugar —avisó un hombre, saltando fuera del barco.
Esa persona era la misma que momentos atrás había dicho que tenía un hijo pequeño esperando en casa, pero ahora, aunque ayudó a Astrid a subir al barco, no mostró indicios de querer volver a bordo.
Se paró junto al hombre con el que antes había discutido y ambos miraron como los dragones empezaban a desplegar sus alas.
—¿Y tu hijo?
—Lo entenderá. Algún día.
En el interior del barco, Astrid se arrodilló torpemente sobre los tablones de madera. La habían arrojado sobre la cubierta como si fuese un saco de papas, pero ignoró por completo ese hecho y se apresuró a buscar entre sus ropas.
"Siendo sincero, no quiero que lleguemos a eso, pero si todo lo demás falla, esta sería mi último as bajo la manga"
Su mirada y la forma frenética en la que movía sus manos era de alguien que parecía tener la evidencia crucial de un juicio. Incluso cuando la encontró, tembló y casi causó una rasgadura por lo rápido que la desdobló.
Arrodillada en ese barco bajo una fuerte lluvia, Astrid sostuvo la hoja con desesperación y sus ojos se movieron de izquierda a derecha. Un momento después, la dejó caer.
—Odín, no...—Torpemente se levantó. Medio corriendo y medio gateando llegó hasta el borde—. ¡Patán, alto!
Sin embargo, la persona montada en el pesadilla monstruosa no la escuchó. Patán alzó el vuelo en Colmillo después de recibir la señal y los demás dragones le siguieron, yendo detrás de él y levantando las cuerdas que sujetaban el barco.
El barco se elevó, dejó tierra.
Los valientes miraron desde abajo y los afortunados desde arriba.
Y mientras lo último que quedaba de la isla desaparecía, una solitaria hoja a medio doblar yacía tirada en el rincón sombrío de un barco. Se estaba humedeciendo por las gotas de lluvia, pero antes de que se empapara por completo, una ráfaga de viento empujó una de las esquinas de la hoja y la abrió de par en par, revelando su contenido.
Allí, podían leerse cuatro palabras que no eran nada separadas pero lo eran todo juntas.
Te amo, Astrid Hofferson.
N/A:
No puedo etiquetarla como completada porque aún falta el epílogo, pero es aquí donde la historia que quería contar concluye. En el epílogo se responderán sus dudas, así que espero poder subirlo pronto. Actualmente tengo tres versiones medio escritas, así que debo decidir cual quiero que lean y darle sus retoques finales.
Gracias por haber seguido esta historia de principio a fin a pesar de sus fallos y gracias por amar el Hiccstrid. Nos leemos pronto (っ ͡❛ ω ͡❛)っ🎔
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