◇56◇
"Y entonces dijimos: ¡Por Loki!"
—¡Astrid!
Chimuelo, Astrid y Tinkus habían estado corriendo cuesta arriba por el estrecho camino de la montaña, pero en medio de la gentil lluvia se detuvieron y observaron a Cizalladura aletear junto a la montaña.
—¿Dónde está, Hipo? —Fue lo primero que preguntó.
—Nos alcanzará —No había tiempo de dar explicaciones—. ¡Hay que avisarles a todos en la montaña!
Heather asintió y Cizalladura aleteó hasta la cima sin necesidad de que se lo ordenaran.
—¡Lady Astrid! —Tinkus se inclinó sobre Chimuelo y señaló frenéticamente el cielo—. ¡Eso es...!
Astrid miró hacia allí y entrecerró los ojos. La lluvia dificultaba mirar hacia arriba, pero debido a lo cerca que estaban de inmediato identificó esas figuras.
—¡Una manada de nadders! —Una sonrisa empezó a tirar de sus labios, sin embargo, no podía darse el lujo de celebrar—. ¡Vamos!
Bajo la lluvia, los tres continuaron subiendo la montaña a pie. Originalmente, cuando los barcos fueron llevados allí, dos que ya estaban terminados fueron llevados el pico de la montaña, mientras que los que aún estaban a medio reparar fueron dejados en el risco de un nivel más bajo, pero cuando Astrid y demás lograron llegar hasta allí, sólo había unos cuantos troncos y restos de materiales.
En la cima, era donde las personas se encontraban. Al parecer, Heather ya había transmitido las ordenes, porque todos se encontraban yendo de aquí para allá con agitación, llevando todo tipo de cosas en sus manos o sobre sus hombros, desesperados por terminar con lo que faltaba de los barcos. Sumándole la torrencial lluvia, la escena era similar a un grupo de guerreros preparándose para enfrentar el fin del mundo.
Astrid llegó justo para ver a Heather, Patapez y Patán sobrevolando el cielo con sus dragones. En medio de la tormenta, ellos tres intentaban desesperadamente hacer que la manada de nadder aterrizara.
—...y entonces dijimos: ¡Por Loki! —Brutacio extendió sus brazos, recreando el momento—. ¡Y qué nos lanzamos hacia ellos y destruimos su formación!
—Hacerlos enfadar para que los siguieran —la expresión de Dagur se iluminó—. Ya veo, ¡buena esa!
—Sí, fue nuestro plan...desde el principio...
—¡Brutacio! —Astrid se unió a ellos, su respiración era un poco agitada por la carrera—. ¿Fueron ustedes? ¿Tú y Brutilda los atrajeron hasta aquí?
—Puedes detallar tus palabras de agradecimiento en la pared de nuestra cabaña, gracias.
—¿Y dónde está Brutilda?
—Eeeh...
Más allá del ruido de la lluvia, la voz de Brutilda se hizo oír.
—¡OIGAAAN! ¡DENSE PRISA Y QUITENME ESTOS NADDER DE ENCIMA! ¡ERUCTO Y GUACARA COMIENZAN A CANSARSE!
Arriba en el cielo, la razón por la que la manada volaba en círculos por encima de la montaña y se negaban a obedecer a los otros jinetes, era porque continuaban persiguiendo furiosamente al cremallerus que Brutilda montaba.
—Buen trabajo, Brutacio, lamento haber dudado de ustedes —halagó Astrid, quitándose el cabello mojado de la cara antes de caminar hasta el frente y ahuecar sus manos alrededor de su boca—. ¡Patán! ¡Ven aquí!
Una serie de maldiciones se escaparon de la boca de este cuando un nadder le arrojó espinas. Descendió casi tan pronto Astrid se lo pidió, luciendo fastidiado.
—¿Dónde estabas? ¡Estos cabeza de carnero trajeron al grupo que ayudamos migrar! ¿No son tu especialidad?
Astrid ignoró sus protestas y se aproximó a él.
—¿Sabes dónde está la bolsa que Hipo le dio a Patapez? La que tiene el repuesto de la cola de Chimuelo.
—¿Por qué sabría...? Oh, ¿esa que tiene...?
—¡Exactamente esa! —Astrid tiró de él, bajándolo de Colmillo y empujándolo hacia Chimuelo—. Encárgate de su cola, déjame los nadder a mí.
—¡¿Por qué yo?! ¿Qué le pasó a Hipo?
—¡Vendrá luego! Chimuelo se encargará de dirigir la formación hasta entonces.
—Ah, maldición...
No se dijo más. Astrid subió a Colmillo y fue a ayudar a sus amigos con la manada recién llegada, mientras que Patán se apuró a ir con Chimuelo hacia uno de los barcos donde había visto a Patapez resguardar las cosas importantes de la lluvia.
×××
La isla había acelerado su descenso y la lluvia sólo había hecho que las aguas se volvieran aún más salvajes. Cuando de repente una ola gigante se alzó y golpeó contra el claro en el que se hallaban, nadie tuvo tiempo de nada.
El agua se estampó con fuerza contra sus cuerpos y de un momento a otro, ya nadie tenía sus pies sobre la tierra. Hipo tardó lo que pareció una infinidad en salir a la superficie, y cuando lo hizo, tuvo la sensación de estar a mitad de un lago donde no había orilla a la cual volver.
El agua llegaba más o menos a la mitad del tronco de los árboles, y la corriente arrastraba todo tipo de cosas al azar, como hojas, ramas y lo que alguna vez fue una carpa. Hipo logró llegar hasta un árbol que se veía confiable, y con algo de dificultad por el peso de la ropa mojada, logró subirse a una de sus ramas.
A penas estaba estabilizando su respiración, cuando repentinamente el árbol en el que estaba sufrió una sacudida y el castaño casi cae de la rama. ¡Un dragón había aterrizado una rama más arriba!
—¡¿Qué..?!
—No me mires a mi —Viggo tosió miserablemente mientras yacía casi colgando del cuello del dragón—, fue idea suya...
El pesadilla monstruosa tenía en su boca las cadenas de los grilletes de Zett, y este colgaba de su agarre como un trapo viejo. El dragón se inclinó y dejó al pelirrojo caer en la rama donde Hipo estaba.
—¡Wow, cuidado! —Hipo apenas tuvo tiempo de sujetar sus hombros para evitar que se deslizara al agua—. ¿Dónde están los demás?
—Mira a tu alrededor, sino se ahogaron, no están mejor que nosotros —contestó Viggo—. Vámonos de una vez, no tendremos mejor oportunidad que esta.
Pero el castaño no lo miró, él estaba mirando a sus alrededores. Al igual que Hipo, muchos se habían trepado a las ramas de los árboles para evitar ser arrastrados por la corriente. Sin embargo, algunos aún estaban en el agua, aferrándose a algún tronco que flotara o a cualquier cosa que no se hundiera.
—No —Hipo lo miró—. Si no los ayudamos no podrán llegar a montaña por su cuenta.
—Hipo, admiro tu espíritu heroico, pero estas personas cavaron su propia tumba. Eligieron permanecer y vengar, en lugar de abandonar y vivir. Ahora deben hacerse responsables de sus acciones, no puedes...
—No fue correcto lo que hicieron, pero si nunca nadie tomara las decisiones incorrectas, nunca nadie aprendería nada —objetó Hipo—. Hoy eligieron permanecer y vengar, pero si los salvamos, mañana elegirán abandonar y vivir.
—Eso último es justo lo que deberíamos hacer nosotros.
Una tercera voz dijo de pronto: —¿Quieren...callarse?
La persona que habló, no fue otra que Zett. Sus ojos estaban cerrados, pero los entreabrió sólo para mirarlos mal por haberlo despertado.
—Oh, vive —la voz de Viggo carecía de emoción.
—¿Qué tan mal estás? —Le preguntó Hipo.
Zett no respondió, él clavó sus ojos en el dragón de la rama de arriba.
—Has lo que te digan —le dijo en voz baja, con una mano presionada en su abdomen—. Es mi última orden.
La garganta del pesadilla monstruosa emitió un ruido bajo, incluso su mirada pareció volverse algo deprimente. Pero ordenes eran ordenes, así que enderezó su espalda, en espera.
Hipo miró a Viggo directamente.
—Eres libre de bajarte —le recordó, sin sonar amable.
Viggo le lanzó una mirada letal, pero a regañadientes se subió correctamente en el dragón, sosteniéndose de sus cuernos. Era apoyar o ser abandonado en ese árbol.
—No me culpes si no podemos salvarlos a todos —advirtió.
—Sólo tienes que llevar a todos los que puedas a los pies de la montaña —dijo en su lugar—. Inicia con...
—No pierdas tiempo conmigo —murmuró Zett—. No podré caminar por mi cuenta de todos modos.
—¿Estás seguro?
—Tu voz es fea, cállate —cerró sus ojos.
Hipo frunció el ceño, pero hizo un gesto hacia Viggo. El pesadilla monstruosa extendió sus alas y saltó hasta el árbol más cercano, donde un número pequeño de personas se amontonaban en sus ramas. Allí, de mala gana y con un tono que hacía dudar sobre si aceptar su ayuda o no, Viggo los incitó a subir al dragón.
Hipo comprobó que les estaba yendo bien, y con cuidado dejó a Zett recostarse en el tronco del árbol antes de ponerse en pie el mismo. No iba sólo a esperar que fuera su turno de abordar, también quería ayudar, así que escaneo a su alrededor en busca de algo útil.
Fue entonces cuando cayó en cuenta de Zett y sus grilletes aún sin remover. Las cadenas que colgaban de estos eran tan largas que bajaban hasta el agua y se perdían, así que sin duda serían útiles.
—¿Sabes...? —murmuró Zett de pronto—. Yo quería...decirte un par de cosas cuando saliéramos de la isla.
Hipo estaba mirando las cadenas, pero hizo un ruido de que estaba escuchando. Sacó su espada, y después de tres intentos, logró desplegarla.
—En realidad, eran tres...—continuó diciendo—. Por ejemplo, el rumor sobre Astrid matando un dragón...¿aún lo recuerdas?
Hipo asintió. Golpeó insistentemente la hoja de su espada contra la cadena sin filo.
—Tú ya sabes que ella no lo hizo, pero lo que no sabes es que quien lo mató fui yo —Escuchando eso, Hipo pausó. Zett abrió los ojos y continuó—. Los nuevos reclutas cazan sus primeros dragones en la isla Armillón, pero a ella la enviaron a cazar un nadder. Astrid preferiría morir antes qué lastimar uno, así que decidí darle una mano para que pudiera quedarse y continuar con lo que sea que estuviera planeando —relató él—. Si ella tenía éxito, yo podría dejar los cazadores....al final, no me equivoqué en seguirla.
—¿Ella sabe qué fuiste tú?
—Bueno, cuando un cadáver aparece en tu nombre, lo primero que asumes es que te están coqueteando...¿en quién más pensaría sino en mí?
—....
—Al final, terminamos de esta forma...pero tú ya sabes que no es ese tipo de relación —hizo una pausa y tosió un par de veces—. Si ella me interesara....ya me hubiera deshecho de ti.
—Estoy teniendo problemas para entender si estás siendo amable, pero gracias, fingiré que no fue para usarme como un aliado conveniente.
—Cállate, me debías un favor de todas formas
—¿Yo? Claro que no.
—Claro que sí —inclinó su cabeza hacia un lado, entrecerrando los ojos—. Escucha esta cuento: Un día, un tonto y su furia nocturna estaban espiando una flota de cazadores en un muelle; el tonto buscaba información para encontrar a su amada, pero metió la pata y lo descubrieron. El furia nocturna logró escapar, pero el tonto fue tomado prisionero en un barco.
Con cada palabra que escuchaba, la expresión de Hipo se iba enfriando poco a poco hasta que la sorpresa y desconcierto se volvieron evidentes. En la frase final, finalmente relacionó los hechos y pudo entender de lo que Zett hablaba.
—¿Cómo es que sabes de eso? —Cuestionó de inmediato—. Fue el tiempo que Heather y yo estuvimos viajando en busca de Astrid, ni siquiera yo recuerdo lo que pasó con exactitud cuando me capturaron —Hipo frunció el ceño—. ¿Estás diciendo que...?
—Astrid se enteró de lo que ocurrió, así que nos disfrazamos de caza recompensas y asaltamos ese barco, pero lo único que robamos fue su prisionero —había un toque burlón en su tono—. Ese día creí que Astrid se iría contigo y volvería con los jinetes, pero lo único que hizo fue ponerte a salvo y dejarte donde te encontrarían.
Hipo asintió lentamente. El asunto ya había sido olvidado, así que nunca esperó recibir ese tipo de revelación. Estaba sorprendido.
—Ese día desperté en la playa...pero por más que intentara no podía recordar cómo había escapado —reflexionó—. Heather siempre se burló diciendo que bebí demasiada agua de mar.
—Bueno, en ese momento te resistías a irte con un montón de encapuchados desconocidos, así que Astrid tuvo que patearte fuera del barco...pero eso no quita el hecho de que te salvamos ese día y tú ni siquiera lo sabías, al menos hasta ahora —Zett suspiró, casi lamentándose—. Ella es una guerrera dura y firme, pero desde el principio...tú has sido la única persona por la que iría en contra de cualquier orden.
Sus palabras fueron dichas con simpleza, pero la sensación que dejó en Hipo hizo que no pudiera responder de inmediato. El bajó la mirada, ocultando la chispa en sus ojos.
En ese entonces, los días de separación fueron bastante grises y llenos de incertidumbre. Astrid no estaba y nadie podía darle información de ella, sin importar cuanto Hipo y Heather buscaran. Incluso hubo ocasiones fugaces en las que pensó que quizás Astrid no quería verlo, sin embargo, ahora estaba seguro de que nunca fue así.
Astrid nunca dejó de preocuparse por él. Más que sorprendido, descubrir eso lo hacía feliz.
—¿Y cuál es la tercera cosa? —Preguntó Hipo, su voz era más suave ahora—. Dijiste que tenías tres cosas que decirme.
Por alguna razón, Zett sonrió. Estiró su puño y golpeó suavemente el pecho de Hipo.
—Eres un maestro de dragones pero tu memoria es bastante mala, ¿cuándo dije tres? Por supuesto que eran sólo dos.
—¿Mmn? Estoy seguro que dijiste...—Zett volvió a negar, haciendo a Hipo fruncir el ceño—. De acuerdo, si tú lo dices...
Zett probablemente estaba tomándole el pelo de nuevo, pero Hipo estaba demasiado cansado como para seguirle el juego, así que sólo suspiró y se puso en pie. Hipo empezó a recoger la cadena que finalmente había logrado cortar, sacándola del agua y enrollándola en su brazo.
Mientras lo hacía, dio vistazos a la rama bajo sus pies y casualmente dijo: —No sé cuánto tiempo nos quede, el agua avanza muy rápido, pero si nos apuramos, quizás podamos usar la cadena para cruzar nadando. No es tan larga, así que tendremos que ir de árbol en árbol hasta la montaña...o al menos hasta estar lo más cerca posible de ella.
Se echó la cadena al hombro. —No soy tan buen nadador, pero si me echas una mano prometo invitarte a la boda.
Estaba sonriendo cuando levantó la mirada, esperando una respuesta ingeniosa, pero esa sonrisa suya se congeló y lentamente se desvaneció.
La persona recostada en el tronco del árbol, la misma que hasta hace un momento trataba de molestarlo, ahora tenía su cabeza gacha y ya no podía responderle. Hipo apretó su agarre en las cadenas.
El mundo a su alrededor todavía continuaba moviéndose, así que sólo pudo bajar la mirada un momento antes de darle la espalda y zambullirse al agua.
×××
—¡Vamos! ¡Muévanse, muévanse! —Les gritaba Patán a las personas que pasaban unas tras otra delante de él—. ¡Quiero que llenen esos barcos! ¡Muevan esos traseros!
Por encima de su cabeza, Cizalladura pasó volando.
—¿Cómo vas, Patán? —Preguntó Heather con un grito.
—¡Ya casi! —Patán tocó dos hombros más, terminando con su conteo mental, y frenó a la siguiente persona—. Bien, ya es el último. Mejor suerte para la próxima —Retrocedió dos pasos, empujando a las personas detrás de él para que hicieran lo mismo—. ¡Ya está! ¡Es todo tuyo, Astrid!
La rubia, quien estaba junto a un numeroso grupo de dragones, se subió a Chimuelo y se preparó. El furia nocturna emitió un llamado a los nadder y gronckle que se hallaban allí, atrayendo su atención y haciendo que enfocaran su atención en él. De ese modo, cuando el furia nocturna alzó el vuelo, el grupo lo imitó y lo siguieron.
Algunos dragones tomaron de forma voluntaria las cuerdas que se extendían en el suelo, pero una buena parte las atrapó en el aire cuando los vikingos se las arrojaron. Una vez hecho esto, Chimuelo y Cizalladura revolotearon a su alrededor, asegurándose de que todos tuvieran un agarre del barco, y empezaron a transmitir la siguiente orden.
Astrid gritó por encima de la lluvia: —¿Listos...? ¡Dos! ¡Tres!
Chimuelo llamó, y la nube colorida de dragones empezó a aletear hacia arriba, sin soltar la cuerda que yacía entre las garras de cada uno.
El barco con las personas fue levantado unos centímetros, después fue levantado un metro, luego fue más de uno, hasta que de pronto la altura que separaba al barco del suelo era inmedible y las personas en tierra sólo podían mirar con dificultad hacia arriba.
—¡Funciona! —Exclamaron con alegría, sujetando sus cascos.
—¡Los barcos vuelan! ¡Jaja!
—Gracias a Thor, gracias a Thor...—Patapez llegó al lugar donde los barcos eran abordados. Él y Albóndiga guiaban a un grupo de dragones con el mismo empeño con el que guiarían a un rebaño de ovejas—. ¡Patán, ya estamos aquí! ¡El siguiente barco!
—No me digas que hacer cara de pez —Patán se giró hacia las personas detrás de él—. ¿Qué están celebrando? ¡El siguiente barco! ¡Andando!
×××
Hipo emergió del agua, tomando una bocada de aire incluso antes de abrir los ojos.
Su cabello se agitó con gotas escurriendo por todas partes, y unos cuantos mechones se pegaron a su cara mientras se arrastraba a ciegas por el tronco. Escuchó palabras de alegría ante otro exitoso viaje, y sintió varias manos que lo sujetaban y lo sacaban del agua.
Pasó una mano por su cara antes de por fin abrir los ojos y se quitó el extremo de la cadena. Alguien lo tomó y lo fijó en una rama del mismo nivel.
—¡Ya está! —Avisó alguien.
Entre dos árboles, cuya distancia era lo suficientemente amplia como para no poder cruzar sin que la corriente te arrastre, colgaba una reluciente cadena que se balanceaba entre el viento y la lluvia. Cada extremo de la cadena estaba firmemente atado a la rama de un árbol y se templaba sobre el mar, quedando suspendida a unos pocos centímetros de las salvajes aguas. Hipo había estado nadando de árbol en árbol, fijando la cadena una y otra vez para que las personas tuvieran algo a lo que aferrarse al cruzar de un árbol a otro. De esa manera, mientras Viggo transportaba a penas tres personas en cada viaje, Hipo se esforzaba en reunir a todos los demás y que se movieran más y más cerca de la montaña para facilitar el trabajo.
—¡Ya casi! ¡Vamos, vamos! —Las personas que se encontraban en el extremo correcto, estaban listas para ayudar a quienes iban llegando—. ¡Extiende tu mano!
Hipo echó vistazo al resto del camino que les faltaba recorrer. La montaña estaba cerca, pero los árboles a su alrededor eran mucho más bajos, así que habían sido tragados por el agua hace mucho y sólo quedaban unos pocos que se distanciaban enormemente entre sí.
La cadena no era tan larga para cubrir esa brecha, así que a partir de ahora estaban estancados.
—El primer barco ya partió —El pesadilla monstruosa se posó en una rama alta y Viggo dio una mirada crítica hacia abajo—. ¿Son los últimos?
Hipo asintió. —¿Sasha y Hillary están a salvo?
—Las dejé en el sendero de la montaña —contestó, dando una fría mirada a las personas que se subían al dragón.
—¿Y el anciano Ryu? ¿Pudiste dar con él?
—¿Mm? No he visto ningún anciano.
Hipo suspiró. Allí murió su interrogatorio.
—Ciertamente me sorprende que hayas confiado en mí para esto —comentó Viggo en su lugar—. Si este dragón me obedeciera, ya me hubiera marchado de esta isla.
—No tengo dudas de eso, por eso en quien confío es en él —hizo un gesto hacia el dragón.
Viggo se echó a reír. —¿Y cómo sabías que me permitiría montarlo? Claramente no le agrado.
Hipo miró al pesadilla monstruosa, y en lugar de responder le hizo otra pregunta. —¿Qué fue lo que dijo Patapez cuando lo dejó contigo?
—Lo nombró mi guardia —contestó con sequedad.
—Allí lo tienes. Guardián puede significar vigilar, pero también significa resguardar —explicó, como si el hecho fuera obvio—. Como tu guardián, aún si le desagradas, su trabajo es cuidar de ti. Permitirte montarlo era la única forma que tenía de ponerte a salvo cuando todos quisieron atacarte por culpa Tinkus y cuando el agua nos alcanzó.
Viggo lo miró y luego miró al dragón. Incluso después de un rato, solamente dijo: —Estas criaturas son más extrañas de lo que creí.
Hipo no lo escuchó debido a la lluvia, pero tampoco hubo lugar para preguntas innecesarias. El pesadilla monstruosa abandonó la rama del árbol casi de inmediato y se llevó consigo a otro pequeño grupo de personas.
Hipo puso en pie con algo de esfuerzo.
—Escuchen —llamó con una nueva idea en mente—, tenemos que...
De repente, el árbol en el que estaban emitió un crujido. Los cuerpos de todas las personas subidas en él se tensaron, y como si el árbol quisiera confirmarles que no habían escuchado mal, su tronco emitió otro chasquido y se sacudió violentamente.
Hipo abandonó su plan original y gritó: —¡Sujétense!
En ese momento, fuertes olas se estrellaron contra el árbol y el agua subió aún más. Muchos árboles fueron devorados por el agua y de otros sólo quedaron las copas, pero el árbol en el que Hipo y los demás estaban...
¡Se desprendió del suelo!
×××
Astrid levantó a mirada y volteó, como si una fuerza sobrenatural la hubiera incitado a hacerlo.
—...y el tonto dijo "el número cuatro no está terminado, moriremos". No tengo idea de que quiso decir con eso, así que lo empuje y dejé que las personas abordarán...—Brutilda pausó, notando que Astrid la ignoraba—. Oye, ¿me estás escuchando?
Astrid reaccionó y regresó a mirarla.
—Ah, lo siento, ¿qué decías?
Brutilda la miró molesta, pero en ese momento Patán llegó corriendo
—¡Los dragones del tres necesitan que Chimuelo los guíe o no irán a ninguna parte! —Avisó, mirando directamente a Astrid—. Brutacio intentó montarlo pero...no llegó demasiado lejos.
Al mismo tiempo, Brutacio se asomó detrás de él y dijo: —¿Alguien sabe si Hipo guarda otro repuesto de su dragón?
—¡Ja! Significa que es mi turno —alegremente Brutilda echó a correr hacia el dragón.
—¿Me repites por qué nos estamos turnando? —Preguntó Astrid a Patán, resistiendo las ganas de querer golpear su propia frente.
—Oye, ya tuviste tu turno, no te quejes —regañó Patán—. ¿Por qué no mejor me ayudas con el barco cuatro? No hay suficiente espacio y las personas están como locas tratando de pasar unas sobre otras.
—¿El barco cuatro? Creí que sólo había tres terminados.
—Exacto, los otros dos están a medias, ¡pero algún idiota con cerebro de pollo ordenó que empezaran abordar el cuatro! —Gritó con exasperación—. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Les grito que bajen? ¡Faltan unas cincuenta personas y ya no hay más barcos!
—Sabíamos que esto pasaría —dijo Astrid, caminando junto a él hacia donde estaban las personas discutiendo en medio de la lluvia—. Odio decir esto pero Viggo tenía razón, no todos podrán subir a los barcos.
—....—Patán la miró pensativo—. ¿Eso fue un "mujeres y niños primero" o un "arriba los ancianos"?
Astrid le dio una mirada complicada, pero cerca de responder, sus ojos repentinamente se abrieron de más y salió corriendo.
¿Su razón? ¡Un grupo de personas estaba llegando por la ruta del sendero!
—¡Sasha!
Astrid se detuvo frente a ella pero no tuvo que preguntárselo. La menor la miró con absoluta tristeza y murmuró algo que sonó como un "lo siento".
Astrid retrocedió, como si hubiera sido golpeada por algo. Dejó caer sus manos y las apretó fuertemente, pero eso fue todo lo que hizo.
Un momento después, levantó la mirada y preguntó: —¿Dónde está Hipo?
×××
Hipo tosió agua y abrió los ojos con dificultad.
—¿Todos están bien? —Preguntó.
Alguien tosió de forma lamentable. —¡No!
Hipo se pasó una mano por la cara, y rígidamente se subió al tronco, arrastrándose por este hasta salir del agua. Odín no había sido amable con ellos; el árbol había pasado interminables minutos entre el agua y la superficie, emergiendo y hundiéndose, sin darles un minuto para respirar mientras la corriente arrastraba el árbol caído. Si no hubiera sido porque alcanzó a clavar su espada en el árbol, quizás Hipo no hubiera resistido como lo hizo.
Levantó la cabeza un poco y fugazmente notó que no todos lo habían logrado.
—La cadena...—la buscó con la mirada—, ¿alguien la tiene?
Unos pocos hombros se encogieron, pero alguien sumergió la cabeza y sacó una parte con dificultad.
—¡Aún está aquí! —Avisó—. ¡Pero parece que una parte se rompió y quedó en el otro árbol!
—Está bien, todavía sirve.
—¿Cómo? ¡Estamos aún más lejos de la montaña!
Hipo abrió la boca para responder pero no tuvo que hacerlo. El pesadilla monstruosa de Zett había regresado y aleteaba a nivel bajo con su atención en ellos.
Pero Viggo ya no estaba en su lomo.
Hipo frunció el ceño pero no se sintió sorprendido. Hizo un gesto hacia las demás personas.
—¡Aten un extremo de la cadena en la copa del árbol y corten todas ramas que puedan! —Le arrojó su espada a alguien que lucía capaz—. Hay que alivianar el peso lo más que podamos.
Sin rechistar, unos pocos sacaron sus propias armas y empezaron a cortar. Las personas más cercanas se apresuraron a recoger lo que quedaba de la cadena y la enrollaron varias veces alrededor del tronco. Hipo les dio el visto bueno y miró al dragón.
—¡Necesitaremos tu ayuda para llegar a tierra! —Hizo lo posible por hacerse escuchar por encima de la lluvia y las olas, alzando su brazo para cubrir su vista—. ¿Crees que puedas hacerlo?
El dragón rugió algo similar a una aprobación y el castaño no lo pensó dos veces antes de usar sus últimas fuerzas en arrojarle el otro extremo de la cadena. El pesadilla monstruosa la atrapó entre sus patas y emitió otro rugido.
Hipo y los demás apenas tuvieron tiempo de sostenerse antes de que la pequeña bestia aleteara y tirara ellos. La cadena se tensó y el tronco se movió rígidamente en contra de las olas, apenas girando unos centímetros. El dragón se esforzó a un más y el árbol finalmente empezó a moverse en línea recta hacia la montaña.
—¡Lo estás haciendo bien! —Le gritó Hipo—. ¡Sigue así! ¡Sólo un poco más!
El dragón protestó, pero en ningún momento dejó de seguir adelante. En silencio, las demás personas se aferraron al tronco he hicieron todo lo posible para no caerse mientras lentamente el árbol se deslizaba por el agua. Las olas lo hacían subir y bajar, bañándolos a todos con agua y luego dejándolos tomar aire.
El tiempo que tardó en llegar a su destino pareció ser eterno, pero en algún momento, el tronco de repente chocó contra algo duro y se sacudió levemente, dejando de avanzar. Cuando todos levantaron la vista, resultó ser que habían golpeado uno de los costados de la montaña.
¡Llegaron!
—¡Rápido! —Gritó alguien—. ¡Todos suban!
Sin dudarlo, las personas se arrojaron hacia delante y torpemente empezaron a escalar el muro. La montaña estaba siendo devorada por el agua y el camino por el sendero se hallaba en el extremo opuesto, así que todo lo que podían hacer era hacer intentar escalar. No fue fácil, algunos estuvieron por caer varias veces, pero lograron subir hasta una plataforma de tierra y se derrumbaron sobre esta.
Hipo fue de los últimos en llegar, y su cuerpo se dejó caer junto al del pesadilla monstruosa.
—Gracias... —murmuró para el dragón—. Nos salvaste.
Él emitió un ronroneo bajo, igual de exhausto que Hipo.
Fácilmente podrían quedarse allí hasta recuperar algo de fuerza, pero el sonido de las olas chocando contra la montaña era una constante advertencia de que no podían relajarse, así que de forma lamentable, se pusieron de pie y continuaron moviéndose.
—Escalaremos hasta llegar al sendero y continuaremos subiendo por allí —explicó Hipo, ayudando a dos chicas a subirse al pesadilla monstruosa—. Adelántense y no se preocupen, nos veremos allá incluso si él no nos lleva.
—Aún hay lugar, ¡ven con nosotras! —Pidió una de ellas—. Nunca he montado un dragón sola, ¿y si me caigo?
¿No eres una Zeta? ¿Los Zeta no asaltan barcos montados en dragones?
—Estarás bien, él será cuidadoso —Hipo le prestó más atención al dragón que a ella—. Ahora que lo pienso, nunca supe tu nombre...
Y quizás nunca lo sabría. La persona que se lo dio ya había muerto después de todo.
Hipo despidió a las señoritas y cuando volteó, las pocas personas que todavía quedaban ya habían empezado a escalar cuesta arriba nuevamente.
Hipo suspiró. La única razón por la que eligió no montar, fue porque pensó que lo apropiado era cederle el lugar a esas pobres chicas, pero eso no significaba que estuviera menos cansado que ellas. Había estado nadando de un árbol a otro con una cadena enganchada a su cuerpo, fue revolcado por salvajes olas hasta casi ahogarse y escaló un muro bajo una fuerte lluvia, ¿quién no se sentiría cansado a morir?
Sus extremidades se sentían como gelatina, sin embargo, todavía se esforzó en continuar subiendo la montaña. Tuvo una mayor motivación cuando echó un segundo vistazo y notó que en algún momento el agua había vuelto a subir y le estaba salpicando la bota.
Unos metros más arriba, apoyó su prótesis en un mal lugar y casi se resbaló. Por fortuna, alguien estaba lo suficientemente cerca y lo agarró del brazo. —¿Estás bien? ¡Ya llegamos al sendero!
Hipo no respondió, se concentró en subir lo que le faltaba y sólo suspiró cuando llego a tierra y pudo arrodillarse en la hierba.
—¿Cuánto falta para llegar a la cima? —Preguntó, a nadie en particular.
—Estamos a mitad del camino —esa persona ya empezaba a alejarse—. ¡Vamos! ¡No te quedes atrás!
Las últimas personas estaban desapareciendo por el sendero al doblar la esquina. Hipo ya se había puesto en pie y empezado a correr, incluso logró ver unas cuantas espaldas delante de él, sin embargo, en su camino hubo un sonido que logró hacerse oír por encima de la lluvia y provocó que Hipo se detuviera.
Pausó, y un momento después lo volvió a escuchar. La siguiente vez, descubrió que venía de una pila de escombros.
¡Un pequeño dragón se había quedado atrapado allí!
—¿Hola? —Hipo se apuró acercarse, colocando una rodilla en el suelo—. Tranquilo, sólo espera, te sacaré en un momento...
Su palma fue cortada por el filo de una roca cuando la empujó, pero ignoró el detalle y utilizó su hombro para empujar otra roca mucho más grande. Un rayo de luz se asomó en la oscuridad y se creó una apertura, por la cual, una pequeña bestia verde pasó corriendo casi a la velocidad de la luz.
Hipo apenas pudo verle. Estaba demasiado ocupado empujando con su hombro esa fea roca, así que sólo sintió algo correr por sus pies y un pinchazo en su pantorrilla.
El castaño se tensó, descubriendo finalmente que clase de dragón era.
N/A:
Este fue el penúltimo capítulo, así que hagan sus apuestas.
Ya terminé de escribir el otro y sólo puedo decir que quiero llorar. Esperenlo ❤
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