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◇50◇

"Lo llamaba devoratodo por algo"

—¡¿Dagur?!

Él mostró una sonrisa incomoda.

—A-Ah, hola, Hipo —soltó una risilla—, ¿o debo decir hermano? ¿Seguimos siendo hermanos? ¿Puedo volver a llamarte así?

—¡Wow! ¡Wow! ¡Alto! ¡¿Qué?!

—Lo sé, lo sé, mi mascara era buena, ¿cierto? ¡Yo mismo la hice!

—Tú...tú...

—¿Estás...feliz de verme?

—¡Creí que estabas muerto!

—Seré sincero, yo también lo creí por un momento.

—No, no, no. Detente allí, necesito...necesito un segundo.

—¡Descuida, Hipo! —Heather logró retirar su arma del árbol en donde se había atorado por toda la fuerza que usó para golpear—. ¡Sino murió yo misma lo mataré!

Dagur se levantó como un resorte del suelo al ver a su hermana correr hacia él con intenciones asesinas. La expresión de Hipo era complicada y no parecía tener intenciones de querer salvarle la vida mientras no terminara de procesar lo que ocurría, así que se dirigió hacia la última persona confiable que quedaba.

Mala no entendía lo que ocurría pero cuando aquel hombre se escondió detrás de ella en busca de protección, tuvo que levantar una mano he intervenir.

—Es suficiente —dijo antes de que Heather diera otro paso más—. ¿No podemos calmarnos y hablar de forma civilizada?

—Me niego —respondió entre dientes.

—Vamos, hermanita, hazle caso a esta hermosa señorita y hablemos —pidió Dagur, incomodo

—¡Cierra la boca!

—Oh, vamos..

—Lo lamento, no estoy entendido —intervino nuevamente Mala, con ligera sorpresa—. ¿Ustedes son hermanos?

—Si, ¿no se nota el parecido?

—Oh ¿ahora soy tu hermana? —Heather lo señaló con su hacha—. ¡¿Donde estaba ese supuesto lazo familiar del hablas cuando decidiste fingir tu muerte?!

—Técnicamente no fingí nada, ustedes asumieron que morí.

—¿Entonces tú solo dejaste que pensáramos que moriste y luego volviste con los cazadores? ¿Es una broma? —El enojo de Heather parecía estar alcanzando niveles celestiales—. ¡Típico de Dagur el desquiciado! ¿Alguna vez cambiaras realmente?

—Lo estás malinterpretando, no es lo que piensas —se apresuró a decir Dagur— Krogan me ayudó en ese momento así que yo le devolví el favor. Quería sacar a Viggo, todos ganábamos, ¿no?

—Sólo te usaba, ese tipo quiere tener poder sobre los sectores que Viggo maneja, ¿si quiera te pusiste a pensar que clase de persona tomaría el mando?

—Eh, él no se veía tan malo —dudó un momento—. Además, prometió hacer un tratado con los jinetes de dragones, no tocaría partes especificas del archipiélago si firmaban.

Al escuchar esto, Hipo finalmente levantó la vista y miró a Dagur

—¿Aceptaste en nuestro nombre? —inquirió dando un paso hacia ellos— Dagur, un trato así sería beneficioso para ambas partes pero nunca aceptaría si la otra parte es una persona como Krogan, Viggo al menos respetaría los acuerdos pero no puedo decir lo mismo de Krogan.

—Tiene razón —Mala lo miró por encima de su hombro de forma significativa.

Dagur suspiró.

—Creo que hubiera sido interesante descubrir eso —murmuró él haciendo una mueca—. ¡Además! Cuando acepté, lo hice pensando que a los jinetes no les vendría mal un infiltrado, jeje. Ya saben, seguro les serviría que alguien que está entre los dos bandos les pase información y...cosas así.

—Si, claro, ¿donde estuvo esa valiosa información en estos últimos meses, señor infiltrado? —cuestionó Heather sin creer ni una palabra—. ¡Nos hubiera venido de maravilla cuando recorrimos el archipiélago buscando a Astrid o cuando nos emboscaron en los nevados!

—Heather...—Hipo comenzaba a temer que realmente le terminara arrojando el arma.

—¿De que hablas? ¡Eso hice! —afirmó Dagur ante todo pronostico.

—Dagur, no creo que sea buen momento para otra de tus...

—No, no, en serio, le enviaba informes a Krogan pero también les envié varios correos a ustedes —afirmó, interrumpiendo a Hipo.

Se escuchaba muy seguro de sus palabras, aún si continuaba ocultándose detrás de Mala. Ella también lo notó y miró al castaño interrogante.

—¿Hipo?

—No, a la orilla nunca llegó ningún Terror con alguna carta que no fuera de Berk —respondió Hipo frunciendo el ceño—. ¿Estas seguro de que usaste el dragón correcto?

—Bueno, siempre supe que esos pequeños no eran confiables —Dagur se cruzó de brazos haciendo una mueca—. Aunque, bueno, eso explica porque nunca respondieron a mis correos pero siempre creí que sólo eran demasiado cautelosos con alguien que firmaba como anónimo....mi error.

Heather lo miró, aún molesta y con la sospecha tallada en todo su rostro. No confiaba en nada de lo que su supuesto hermano decía pero de todas formas intercambió una mirada con Hipo, esperando su veredicto final.

El castaño parecía haber estado pensando en algo.

—Hace meses, trajimos a un huésped a la orilla del dragón —mencionó Hipo repentinamente—. Uno que solía recibir cartas todo el tiempo.

Miró de forma significativa a la pelinegra y un momento después, esta rodó los ojos con un enorme disgusto, comprendiendo lo que trataba de decir.

—Hillary... —murmuró.

—Si, pensar que le creí que era su padre preocupado por su "pequeña".

—Como sea, luego atenderemos las cuentas pendientes con esa traidora —Heather clavó sus orbes en su hermano— En cuanto a ti...

—¿Abrazo de hermanos...?

—No pienses que por esto voy a creer el resto de la sarta de tonterías que soltaste, mientras no tengas pruebas de lo que dices no veo porque confiar en ti. Y es mi última palabra.

Heather dio media vuelta y se alejó lo más que pudo del individuo, yendo a sentarse en el mismo tronco en donde Brutacio y Brutilda observaban muy felizmente toda la disputa.

—¡...Y Heather gana el tercer round! —anuncia Brutilda—. ¡Dagur está sin palabras! ¡Ella se aleja victoriosa! ¡¿Es este el fin de la disputa Berserker?!

—¡Sigan sintonizándonos para saberlo! —Brutacio extendió la mano hacia su hermana—. Ahora págame.

—Oh, no, no, apostaste que duraría lo mismo que un yak rodando colina abajo. Esto fue más como un yak tratando de salir de la fosa de jabalíes, uno untado en mantequilla.

—¡Nunca especifiqué de que colina! ¡Por lo tanto yo gano!

—¿Quieres morir?

Ellos parecían estar en su mundo y Mala de repente sintió que ya no podía seguir mirando.

—¿Siempre son así? —Le preguntó a Hipo, en un tono confidente.

Él sonrió.

—¿Así cómo? —Claramente se hacía el tonto.

—Oigan, no tenemos tiempo para esto —habló Dagur, llamando la atención nuevamente—. Crean la basura que quieran pero yo no miento...desde hoy....bueno, desde hace diez minutos.

Heather rodó los ojos pero se negó a mirarlo, fingiendo ignorarlo. Un signo de interrogación apareció en la cabeza de Hipo.

—Lo siento, ¿me perdí de algo?

—No pierdas tu tiempo con él, sólo sabe decir tonterías —contestó Heather en un tono distante.

—Oye, estoy justo aquí —habló el mencionado— Y no lo inventé, estoy seguro que Hipo también lo sabe, ¿no es así, hermano?

—De nuevo, ¿me perdí de algo?

—Oh, oh, será mejor que te aferres a tu pierna mala porque seguro saldrá volando —Brutacio había tomado la palabra—. El hombre con cerebro de yak a tu lado cree que vamos a morir devorados por un dragón que saldrá de la nada y...¡raaaaa!

—¡Raaaaaaaaa! —Su hermana se echó a reír— Jajaja esto me recuerda a las historias que contaba Balter el desafortunado, ¿lo recuerdas? Siempre andaba por ahí haciendo ruidos raros y diciendo que un dragón colosal devoró su barco.

—Lo recuerdo, el tipo escupía cuando hablaba...¿o ese era Earl Dos-Gancho?

—Dagur —Hipo tenía una mirada extraña en su rostro mientras volteaba a mirarlo—, ¿de donde escuchaste todo eso?

—Oye, ¿realmente lo estas tomando en serio?

En ese momento, dos jóvenes bajo el mando de la reina Mala llegaron corriendo a donde el grupo se encontraba. No lucían agitados a pesar de la distancia recorrida, pero si bastante inquietos.

—Reina Mala —saludaron respetuosamente, deteniéndose delante de ella.

—¿Qué sucede? —Preguntó, enfocando su atención en ambos.

—La marea empezó a subir rápidamente —dijo uno de ellos—. Tuvimos que empujar los barcos hasta la entrada del bosque, pero la playa fue consumida en su totalidad.

—¿La situación sigue empeorando?

—El avance del agua disminuyó, pero algunos hombres veteranos afirman que la marea continuará subiendo hasta el anochecer.

—¡Eso es exactamente lo que pasara! —Gritó Dagur, atrayendo la atención de vuelta—. Y ustedes no quieren escucharme, vamos a morir si nos quedamos aquí más tiempo.

—Nadie va a morir —dijo de inmediato Mala, antes de que los malos entendidos surgieran.

—Bueno, yo ya no estoy tan seguro de eso —comentó Brutacio, algo nervioso—. ¡¿Y si de verdad hay una bestia rondando por aquí y es obra suya que la marea esté subiendo?!

Hipo era el único que tenía una respuesta para eso.

××××

En el campamento improvisado de los Zeta, Astrid y Patapez —quienes en un principio habían sido arrastrados como prisioneros— se encontraban camino a la tienda donde se hallaban los heridos.

Por supuesto que no había nadie con heridas de gravedad, eran sólo un pequeño número de personas que no llegaba a los dos dígitos, pero Astrid no dejaba de tener un sabor amargo en su boca. Aunque sólo fueran raspones, pequeñas quemaduras y cortadas poco profundas, todo se dio porque se vieron envueltos en el incendio del coliseo.

Si eran conscientes de que el incidente había sido por su causa, no lo demostraron, y Astrid tampoco dijo ni una palabra al respecto. En silencio ayudó a llevarles agua fresca y fue en compañía de Patapez a buscar a quien realmente le interesaba en esos momentos.

Sasha Torton.

—Entonces...¿es familia de los gemelos? —Preguntó Patapez mientras caminaban por la tienda.

—Tiene que serlo, aunque Sasha aún no lo sabe —respondió ella.

—Extraño, sólo la vi una vez pero ella parecía...

—¿Cuerda? ¿Mentalmente estable? ¿Totalmente ajena a la locura Torton?

—S-Supongo que debe ser una prima lejana.

Ambos llegaron al final de la carpa y pudieron ver una cabellera rubia que resaltaba en una esquina. Allí se encontraba Sasha, acostada en el suelo sobre una cama improvisada que algún guerrero Zeta había armado, oculta entre sabanas y con manchas de ceniza en sus rosadas mejillas. No había nada anormal, sus ojos estaban cerrados y su respiración era tranquila, parecía estar durmiendo.

—U-Una prima muy, muy, muy lejana —rectificó Patapez, en un murmullo.

No se necesitaba un segundo vistazo para saber que era una belleza en florecimiento. Nada que ver con los rasgos poco delicados de Brutilda.

—¿Dijeron como la encontraron? —preguntó Astrid arrodillándose delante de la menor.

—Bajo los escombros de un muro —comentó él con pesar—. Dijeron que la vieron forcejeando con Zett, aparentemente ella trató de detenerlo cuando hirió a Hanz pero...no fue rival para él.

—No sé que me sorprende más, Sasha desafiando a su superior o Zett actuando tan tranquilo después de casi matar a dos de sus amigos.

—Es lo que todos dicen, Sasha es considerada toda una heroína por haber enfrentado al Zeta Traidor....aunque no ganara y Zett la haya empujado hacia ese muro.

Astrid suspiró.

—¿A quien se supone que debemos creerle?

—Bueno, todo apunta a que fue Zett..

—Si termina siendo culpable, ten por seguro que yo misma lo llevaré a la prisión de los Marginados.

Repentinamente, un grito se escuchó en el exterior.

—¡¿Qué estás haciendo aquí?!

Astrid y Patapez intercambiaron una mirada y se apresuraron a salir de la tienda. Nada más poner un pie afuera, casi chocan con la espalda de quien descubrió al intruso.

Y dicho intruso, no era otro que Viggo Grimborn.

—Guarden sus armas, no he venido a pelear —declaró el hombre.

—¿Quien te crees? ¡No hemos olvidado que atacaste nuestra base y robaste nuestra bodega!

—Si quieren hablar de resentimientos, déjame preguntar quien robo mis barcos primero. Si pueden responder a eso, entonces podemos hablar.

—¡Tú...!

—¡Esperen! —Intervino Astrid.

La chica Hofferson no representaba ninguna autoridad para los Zeta —algunos ni siquiera sabían su nombre— así que nadie bajó sus armas a pesar de su intervención, sin embargo, contuvieron las ganas disparar sus ballestas. Viggo, por otra parte, la observó sorprendido; ciertamente no esperaba que estuviera entre la gente Zeta.

Lady Astrid —saludó cortésmente, utilizando adrede el título cariñoso con el que sabía que los chicos la llamaban—, nunca creí decir esto pero me alegra verte, al menos eres alguien razonable.

—¿Razonable? Me halagas, Viggo. Para ser sincera, te hacía al otro lado del archipiélago.

—Allí estaría si pudiera.

—¿A que te refieres?

—¿Aún no lo saben? —Viggo señaló perezosamente hacia un punto en el cielo—. ¿No se han preguntado por qué hay una segunda nube de humo?

No, en realidad todos habían estado tan ajetreados corriendo de aquí a allá, preocupados por la vida del líder Zeta, que nadie se había tomado la molestia de observar el cielo. Mucho menos notar la nube de humo ubicada en dirección totalmente contraria a la del coliseo.

—El muelle...

—¿Acaso los barcos...?

—¡No puede ser!

—Nosotros iremos.

En menos de un latido de corazón, un grupo de no más de cinco personas habían echado a correr y abandonaron el claro. Algunos de los que permanecieron, no dudaron en empezar a buscar culpables.

—¿Quien pudo hacerlo?

—¿Una de las ratas que perdió?

—Viggo, ¿acaso tú estas detrás de esto?

Las miradas recayeron en él; sonaba bastante acertado. Él sólo los miró.

—¿Por qué me atraparía con ustedes aquí? —Preguntó con tranquilidad.

—No voy a esperar a que hagas tu movimiento para averiguarlo.

—No saquemos conclusiones apresuradas —dijo Astrid—. Creo que antes deberíamos escuchar lo que tiene que decir.

—¿Por qué? ¡No lo queremos aquí!

—Viggo no es el tipo de persona que se arriesgaría a venir hasta aquí sino tuviera algo importante que decir —estuvo de acuerdo Patapez, colocándose al lado de Astrid—. Odio decirlo pero...escuchemos.

A regañadientes, los Zeta tuvieron que aceptar la solicitud. Un momento después, uno a uno empezaron a bajar sus armas.

—¿El líder Zeta no está en casa? —Preguntó Viggo, juzgando con la mirada al grupo.

—Dudo que vinieras hasta aquí sólo para preguntar por él —Astrid se cruzó de brazos—. Dinos, ¿qué está pasando?

—En primer lugar, quien está detrás de la quema del muelle no es otro que Krogan, tomó el mando de los cazadores y nos atrapó en esta....isla —la última palabra la dijo con disgusto—. Tenemos poco tiempo para salir de aquí, de otra forma jamás lo haremos.

—Eso...eso no se escucha nada bien.

—¿Qué quieres decir con poco tiempo? —Preguntó Astrid, confundida.

—Fue algo interesante y ambiguo que escuché de uno de los hombres bajo su mando, y siendo sincero, también me gustaría entenderlo —Viggo dirigió su mirada hacia Patapez— Tú...

—¿Ah? ¿Yo?

—Sabes mucho de dragones, ¿no? ¿acaso hay algún dragón en sus libros que sea conocido por ser enorme y capaz de devorar todo un barco?

—¿Qué? —Astrid frunció el ceño.

—Pues...además del Muerte roja no se me ocurre ningún otro con esas características —alegó Patapez pensando en ello—. Aunque hay historias que...

—¿Historias?

—No es la gran cosa, cuando éramos niños un hombre de la vieja generación se la pasaba contándonos historias...

—Muy locas historias —recalcó Astrid.

—Nos contaba cómo el barco en el que viajaba fue destruido por un dragón que salió de la nada y devoró hasta la última astilla —continuó relatando Patapez—. El barco y las personas a bordo...nunca se supo más de ellas, Balter fue el único sobreviviente y a partir de entonces todos en Berk empezaron a llamarlo "Balter, el desafortunado".

—¿Por qué desafortunado? —Cuestionó alguien de los Zeta—. Si fue el único en salir vivo...¿eso no lo convierte en alguien con una suerte de oro?

—Nunca fue capaz de probar que la bestia de la que hablaba existía, así que las personas dejaron de creerle y sólo asumieron que el naufragio se había llevado su cordura —explicó Patapez—, así empezaron a llamarle "el desafortunado".

—A veces el simple hecho de vivir no te hace afortunado —añadió Astrid suavemente para el joven que había preguntado.

Él y unos cuantos más arrugaron el ceño pero asintieron ante la explicación.

—¿Y alguna vez intentó encontrar a la criatura? —Interrogó Viggo, ignorando la lección de vida que trataban de darle a los más jóvenes.

—En ese entonces todavía no estábamos en paz con los dragones, así que Estoico organizó una búsqueda para cazarlo pero jamás pudieron dar con él —dijo Patapez—. Un dragón de ese tamaño no podría esconderse por mucho tiempo, así que cuando no lo encontraron fue más fácil asumir que no existía.

—Esa conclusión fue apresurada —opinó Viggo.

—¿Por qué? ¿Tienes pruebas? —Cuestionó Astrid, quien era la más rancia a creer que las historias de el desafortunado fueran ciertas.

—Si no tuviera nada a favor, no habría creído ni una palabra de lo que escuché en la playa —Viggo hizo una pausa y le dio una mirada significativa—. Dime Astrid, ¿recuerdas el equipo de expedición que envié hace algún tiempo?

××××

Hipo colocó una mano en la cabeza de su dragón y con un tono voz serio, prosiguió a explicar:

—Cuando nos encontraste, me preguntaste que hacíamos allá abajo —inició diciendo, la primera parte iba dirigida a Mala—. Lo cierto es que Chimuelo y yo encontramos al equipo de expedición perdido de Viggo, el túnel nos condujo a ellos.

—¿Expedición? —Heather frunció el ceño—. ¿Astrid no...?

—No, afortunadamente ella no estuvo involucrada en eso —Hipo sentía caer en desesperación de sólo pensar en lo que pudo haberle pasado—. Fueran las razones que fueran, Viggo envió a estás personas a esta isla y jamás volvieron. Sin avisos, reportes, nada.

—¿Ellos están...? —Brutilda pasó su dedo delante de su cuello, simulando cortarlo.

—Si, Brutilda —respondió con un mal sabor de boca—. Estuvieron bajo tierra todo este tiempo, y por como se veía la situación puedo afirmar que ellos mismos se encerraron allí.

—¿Por qué? ¿Por qué encerrarse hasta la muerte?

—¿Se cansaron de la vida? —Sugirió Brutacio—. Hey, lo respeto, pero formas más interesante de hacerlo.

—No, no se suicidaron y definitivamente no se encerraron porque quisieran —afirmó Hipo sacudiendo su mano—. No tuvieron opción, lo hicieron para intentar sobrevivir.

—¿Sobrevivir? —Repitió Brutilda en un tono alarmado—. ¡¿Entonces el dragón devora barcos es real?!

—Oh no, ahora le debo una disculpa y un sartén nuevo al loco desafortunado.

—Si....y si.

A la par que respondía afirmativamente buscaba entre los bolsillos de la silla de montar del furia nocturna y no le tomó mucho tiempo dar con ello. Anteriormente había revisado las notas y apuntes escritos por el equipo de expedición de Viggo y había encontrado muchas cosas interesantes que el grupo había descubierto, así que no dudó en conservar la mayoría de sus escritos. Por su utilidad a largo plazo y para que no se perdiera el esfuerzo de los caídos.

—Fue cuando quedaron atrapados que descubrieron lo que había aquí —explicó Hipo con un diario de cuero negro en mano—. Creo que ellos sabían que no podrían escapar sin importar cuanto esperaran allá abajo, así que escribieron todo lo que sabían sobre este dragón aquí, quizás con la esperanza de advertirle a los siguientes que vinieran aquí o al menos para....dejar algo.

Por supuesto que comprendieron a que se refería.

—¿Es este dragón tan peligroso? ¿No podemos entrenarlo? —Consultó Heather, cruzando sus brazos.

—No lo creo, tampoco quisiera arriesgarme a intentarlo. Balter lo llamaba devoratodo por algo.

—Entonces es por eso que Krogan quemó nuestros barcos —mencionó Mala echando un vistazo al cielo donde la nube de humo comenzaba a dispersarse—. Pretendía que nos volviéramos alimento para el dragón.

—Yo no lo diría de esa forma, pero es cierto que quería deshacerse de nosotros —dijo Hipo—. Aunque tenemos nuestros dragones y podemos irnos en cualquier momento, sabe bien que mientras haya personas atrapadas aquí, no dejaremos la isla tampoco. Nos la ha jugado.

—Pues yo no tengo problema en...—Brutilda se calló ante el codazo que le dio Heather.

—Sí podemos evitar pelear contra él, mejor.

—Y ustedes creían que mentía —Dagur se cruzó de brazos luciendo satisfecho.

Heather rodó los ojos en respuesta.

—¿Entonces? ¿Cuál es el plan? —Cuestionó— Tienes uno, ¿cierto?

—Eh...

—Oh, no.

—Todavía tenemos tiempo para pensar en algo, mientras tanto hay que reunirnos con los demás y explicarles la situación.

—¿Y cuanto tiempo tenemos hasta que esa cosa despierte? —Preguntó Brutacio—. No lo digo para intentar huir ni nada pero si de casualidad ya despertó y salió del agua...

—Claro que no ha despertado, ¿o acaso ves alguna montaña moviéndose? —Cuestionó su hermana.

—Es difícil decir si ya despertó o no —aseguró Hipo haciendo una mueca—. Pero definitivamente no saldrá del agua, diría que es justo al revés.

—¿Aaah?

—Espera, ¿estás diciendo qué...?

××××

Astrid quitó lentamente la mano de su frente, luciendo profundamente estresada por sus propios pensamientos.

—Déjame ver si entendí —dijo cuidadosamente—. Tu equipo de expedición, el que desapareció y jamás regresó, fue...¿devorado por un dragón?

—Eso es exactamente lo que estoy diciendo —respondió Viggo.

—Si fueron devorados eso explicaría porque tu equipo no pudo encontrarlos, Astrid —dijo Patapez volteando a verla.

Ella frunció aún más el ceño.

—¿Y ese mismo dragón está aquí ahora? ¿Por eso los temblores?

—Según lo que escuché en la playa, sigue bajo el agua, pero es cuestión de tiempo hasta que actúe.

—¿Y qué lo despertó? ¿El incendio?

—Es probable.

—Y sin los barcos estamos estancados en esta isla —murmuró Astrid con compresión—. Por eso estás aquí, necesitas nuestra ayuda.

—Necesito a sus dragones, en realidad —corrigió Viggo—. Tengo un plan, y si funciona todos podremos salir de aquí, es lo que les ofrezco.

—¿Todos?

—Todos.

Astrid miró a Patapez y este se encogió de hombros, sin saber que decir tampoco, mientras que los Zeta tenían caras de un rotundo "No".

Bueno, nunca una alianza ha sido sencilla.

—Hay que hablar con Hipo y Mala —decidió, girándose hacia Patapez—, seguro les interesará escuchar esto.

—Si fuese a apostar, diría que Hipo ya está al tanto de nuestra situación —alegó Viggo—. Nunca decepciona.

—Entonces sólo cierra la boca y compórtate como un buen invitado.

Inevitablemente, varios de los chicos que se encontraban presentes empezaron a murmurar entre ellos acerca de la situación. Unos, incluso se atrevieron a comentar descuidadamente.

—Entonces, hay un dragón de quien sabe cuantos metros que está en esta isla y quiere comernos, ¿correcto?

—Eso entendí también.

—¿Entonces por qué aún no lo hemos vistos? ¿Los temblores no significan que está moviéndose ya?

—Deja de pensar tanto, que lo resuelvan los adultos. Mejor vamos por agua.

El par de adolescentes siguió conversando, pero de un tema diferente mientras se desviaban hacia el que posiblemente era el camino hacia un arroyo cercano. Viggo, por su parte, se giró a observó las espaldas de dichos jóvenes, ignorando lo que fuera que Astrid y Patapez estaban diciendo delante de él.

Viggo ya había notado que algo se sentía extraño en todo eso, más bien, que no terminaba de encajar. De hecho, cuando estuvo escuchando comentarios al azar en la playa, también notó que la forma en la que se referían a la isla era igual de extraña, así que en secreto empezó a formular sus propias hipótesis.

Hipótesis en donde aquella bestia no precisamente saldría del agua para invadir la isla.

Si no más bien...

—Hay algo extraño...—comentó Astrid, con la mirada en un punto lejano en el suelo.

Patapez observó la forma en que cruzaba sus brazos, con un muy mal presentimiento.

—¿Qué es?

Astrid no respondió de inmediato, se tomó su tiempo, como si estuviera haciendo memoria.

—Cuando aquel grupo de expedición desapareció, Viggo nos encargó a nosotros encontrarlos, pero por más que volamos no pudimos dar con ellos —relató ella en un tono pensativo—. Ni con la isla a la que fueron.

—No te ofendas, Astrid, pero creo que su lector de mapas no es tan bueno como aparenta —dijo Patapez, dándole una sonrisa tranquilizadora—. Esta isla no es tan difícil de encontrar, no veo porqué no pudieron hacerlo.

Astrid finalmente sonrió, encontrando algo gracioso en ese comentario.

—Si Tori te escucha hablar así de su habilidades, desaparecerá y se dedicará a leer libros de navegación hasta la muerte.

—Oh, no, no, su interpretación no es tan mala, después de todo, consiguieron llegar aquí para la competencia, ¿no? —Repuso de inmediato.

—Eso es lo extraño.

—¿Tan malo es?

—No hablo de eso —puso sus brazos en jarra, expresando su frustración—. Podría jurar que la última vez que vimos, no había ninguna isla en esta parte del océano.

Al escuchar eso, Viggo giró la cabeza hacia ella.

××××

Hipo asintió.

—La marea no está subiendo, es la isla la que se hunde —explicó Hipo, mirando fijamente a sus amigos—. La isla es el dragón.

















N/A:

En el capítulo 46 algunas teorizaron al respecto y acertaron con el dragón, auuunque no del todo  (づ ᴖ ɜ ᴖ)づ
En los últimos capítulos deje pistas del tamaño de un grano de arena, así que si se te ocurrió pero pensaste que era una teoría fumada: ¡Felicidades! ¡No estabas loca! (~ ̄▽ ̄)~

¡En el siguiente, dos mentes brillantes forman una alianza y crean el plan maestro para escapar de la isla! Sólo Thor sabe como amo escribir los debates entre Hipo y Viggo, son demasiado inteligentes para mi, pero me esfuerzo por seguirles el paso.

¡El siguiente es el último de hoy! Llevelo, lleveloooo.

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