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◇49◇

"Está interesada en afilar su hacha de forma poco convencional"

—Vamos, no te quedes atrás —Hipo se mantenía adelante, dando largas zancadas al caminar—. Tenemos que regresar a la superficie y avisarles a los demás de inmediato.

El dragón asintió y se mantuvo a la sombra de su amigo mientras ambos atravesaban los estrechos túneles que se extendían por el subsuelo. Fue cuestión de segundos que lograrán volver por sobre sus pasos, y con ayuda de Chimuelo, Hipo empezó a trepar hacia la superficie.

—¡Viejo Ryu! —Llamó en ascenso—, ¿sigue aquí?

Al llegar a la entrada, extendió una mano hacía al exterior y sus dedos se clavaron en la hierva húmeda.

—Sé que es muy importante llevarlo de vuelta con su gente pero antes tenemos que ir al muelle —continuó diciendo. Consiguió asomar la cabeza y apoyó su codo en la tierra—, debo de ponerlos al tanto de lo que esta...

Una mano que claramente no era del viejo Ryu se extendió hacia él y atrapó uno de sus brazos.

Chimuelo, desde lo profundo del túnel subterráneo, observó como su jinete era sacado hacia la superficie y desaparecía de su campo de visión.

××××

—Entonces...—Heather les dio una mirada complicada—, ¿cómo terminaron en ese gran árbol?

Por alguna razón que todavía no comprendía, había encontrado a los gemelos y al dragón de ambos, atorados en el tronco de un árbol. Heather sospechaba que quizás el dragón se había quedado atrapado mientras huía y los gemelos al tratar de ayudarlo se quedaron colgando también, aunque también podía ser al revés.

—Te lo dije Heather, fue el árbol quien vino a nosotros —repitió Brutacio nuevamente, mientas caminaba a su lado.

—Es verdad, no hay otra explicación —rectificó Brutilda, totalmente convencida de ello—. ¡Nos estamos volviendo uno con está isla!

Heather les dio una sonrisa y no dijo más. Al menos el par de rubios ya tenia a su dragón de regreso, y con Heather al lado de Cizalladura, iban todos camino al muelle a reunirse con el resto.

—Oigan —Brutilda llamó la atención de sus amigos y detuvo su andar, con la vista clavada en el cielo—, ¿estoy loca o ese es el dragón de Patapez?

Señaló algún punto en el cielo, donde la copa de los árboles no cubría sus cabezas. El sol del había sido cubierto por sombrías nubes que oscurecían el cielo, pero justo allí, entre las copas de los pinos más altos, se podía ver una silueta sobrevolando a una considerable distancia de ellos.

—Es Albóndiga —reconoció Heather tras unos cortos segundos de duda—, pero parece que viene sin Patapez..

—No, no, mira —Brutacio la hizo inclinar su cabeza de la misma forma que él—. Claramente, viene cargando algo.

—¿Si?

—Ajá...y lo dejó caer.

Tal como dijo Brutacio en un tono de indiferencia, la persona en el lomo del dragón perdió su agarre en la última vuelta y cayó en picada, desapareciendo de la vista de los jinetes. No alcanzaron a escuchar el estruendo de su impacto contra el suelo, pero sin duda había sido doloroso.

—Bueno, si ese era Patapez fue un placer haberlo conocido —Brutilda miró con seriedad a su hermano—. Pido su cabaña.

Heather los regaño y los tres se apresuraron a subirse a sus dragones y volar hacia donde parecía haber caído el cuerpo. Tras pasar incontables árboles, el trío descubrió aquel "encargo" que el gronckle había dejado caer.

—¡Zett!

El pelirrojo yacía inconsciente en lo alto de un árbol, colgando de una no muy confiable rama de un roble y sólo los dioses sabían cómo es que no había caído directo hacía su muerte.

El Gronckle de Patapez también había descendido y parecía estar igual de dudoso sobre si aquel chico seguía vivo o no. Brutacio realizó sus propias conclusiones

—¡Albóndiga, confiesa! —la señaló acusadoramente—. ¿Quien te ordenó deshacerte de su cuerpo? ¿Fue Patapez?

—Brutacio, la estas asustando.

—¡Silencio! ¡Estamos en una posible escena del crimen!

A continuación, la rama del árbol se rompió y Zett cayó al suelo en un golpe seco. En medio del incomodo silencio que se formó, Brutilda se rió de la desgracia ajena.

×××

El furia nocturna dio un salto, enterrando sus garras en las paredes del túnel, y repitió esta acción dos veces más hasta salir a la superficie.

Aterrizó sobre la hierva fresca, listo para enfrentar a cualquier enemigo y proteger a su jinete, pero se detuvo al reconocer un par de rostros. Hipo levantó una mano, indicándole de todas formas que no atacara.

—Tranquilo, amigo —le dio una sonrisa tranquilizadora—. Sólo se trata de Mala y sus escoltas, no hay peligro.

El dragón soltó algo semejante a un suspiro de alivio y abandonó su postura de ataque, dándoles una mirada dócil. El sanador de los Zeta agitó su mano al verlo y el furia nocturna se acercó felizmente al tronco donde estaba sentado el anciano.

Mala les dedicó un asentimiento respetuoso antes de regresar su mirada al castaño.

—Lamento haberlos sorprendido, estuvimos buscándolos desde el terremoto —explicó ella. No pudo evitar dar una mirada hacia el agujero en la tierra—. ¿Qué estaban haciendo allí abajo?

—Es una larga historia, se las contaré cuando lleguemos al muelle —se limitó a decir Hipo, poniéndose en marcha—. ¿Todos lograron salir del coliseo?

—Las personas fueron evacuadas con éxito, sin embargo, esa no es la razón por la que vine a buscarte —le dijo ella, deteniéndolo de salir corriendo hacia la playa—. Tenemos otro problema.

Hipo la miró interrogante, pero algo más llamó su atención y su mirada se perdió en un punto más allá de Mala. Señaló en esa dirección, dando unos cuantos pasos hacia allí.

—¿Qué es eso? —cuestionó con sospecha—. El coliseo no esta por allá, ¿de donde viene ese humo?

—Es el muelle —respondió Mala, atrayendo su atención de vuelta—. Lo están apagando, pero alguien inició el fuego hace un tiempo considerable, diría que pudo haber sido durante el percance en el coliseo.

—Pero el muelle...—Hipo empezaba a tener un mal presentimiento—. ¿Los barcos...?

Mala negó con la cabeza, haciendo una mueca de tristeza.

—En su mayoría se quemaron, no pudimos hacer nada —confesó.

Los hombros de Hipo cayeron. Si lo que había descubierto era correcto, entonces esas...eran terribles noticias.

××××

Brutacio y Brutilda inclinaron la cabeza hacia un lado, casi sin parpadear.

—¿Está muerto?

—No lo creo.

—Luce como si lo estuviera.

—¿Qué sugieres?

—Toquemos su cara con un palo.

—Yo digo que hay que golpearlo.

Ambos se rieron, llegando a un acuerdo.

—No me opongo a la idea, pero si hacen que quede inconsciente de nuevo no sabremos lo que pasó —intervino Heather detrás de ellos, con sus brazos cruzados.

Brutilda se quejó exasperada y la miró con aburrimiento.

—¿Entonces qué sugieres, niña? No pienso cargarlo hasta el muelle, que quede claro.

Heather soltó un suspiro de resignación y decidió buscar el tronco más cercano para sentarse a esperar. Al dar media vuelta, por un segundo creyó ver una sombra deslizarse entre los árboles.

Bien podría ignorarlo y asumir que se trataba de un animal, pero su experiencia como jinete solitario le había enseñado que la mayoría de las veces nunca se trataba sólo de un animal, así que sacó su hacha de doble filo.

—¿Quien está ahí? —Exigió en voz alta.

Los gemelos la voltearon a ver, aún agachados en el suelo, y luego echaron un vistazo hacia los árboles. Los troncos no eran demasiado gruesos y estaban bastante separados unos de otros, sin mencionar que en la zona en la que se encontraban casi no había arbustos, por lo que si alguien se quería esconder de tres pares de ojos, lo iba a tener difícil.

Y así fue. Brutacio fue el primero en percatarse de la tela de ropa sobresaliente detrás de uno de los árboles, y en un parpadeo tomó su mazo y lo arrojó en esa dirección.

—¡Allí!

La persona oculta cambió de escondite cuando este fue atacado y se refugió detrás de otro árbol, pero ya había sido expuesto. Heather y los gemelos se movieron de prisa al percibir su movimiento y lo rodearon de inmediato, utilizando el filo de sus armas para acorralarlo en su sitio.

—Con que eras tú —pronunció Heather con un tono amargo—. ¿Qué estabas haciendo?

—Jaja, no es lo que creen —dijo él, levantando sus palmas.

El hombre al que habían acorralado no era otro que el cazador a quien todos llamaban Enmascarado. El tipo no sólo era parte del pequeño número que había traicionado a Viggo, por lo que sabían, él contactó a Astrid cuando ella se unió a los cazadores y la ayudó a formar su propia pequeña rebelión, apoyando de esa forma la caída de los cazadores. Pero sus razones para ayudar eran más que un misterio, eso lo volvía alguien demasiado sospechoso.

—Explícate —exigió Heather.

Bajo la mascara, el hombre tarareo tentativamente.

—¿Me creerían si dijera que sólo pasaba por aquí?

—Mi abuelo cuenta mejores cuentos —contestó Brutilda.

—¡Oh! ¡Puedo contarles uno! —Dio dos aplausos entusiasta—. Había una vez un guapo y atractivo hombre enmascarado que...

—Oye, no te quieras pasar de listo con nosotros —Brutacio balanceó su mazo demasiado cerca de su rostro—. Soy amigo de alguien que conoce a alguien, que conoce a otro alguien, que es amigo de alguien que conoce a otro alguien que podría hacer que lo lamentes.

—Es gracioso, yo soy alguien y a mi me dicen alguien.

—¡Tú no eres Alguien! ¡Alguien murió por confundir la botella de veneno con la de especias!

—Hermano, creo que se refiere al otro alguien.

—¿Entonces si es Alguien?

La mirada de Heather mostró confusión ante lo extraño que se había vuelto ese interrogatorio pero sacudió su cabeza y se concentró en el posible enemigo que tenían delante.

—Dime, ¿acaso sabes lo que le pasó a Zett? —exigió saber.

—¡Oh! ¿La razón por la que parecía estar huyendo en ese gronckle?

—Entonces lo sabes.

—¡No! —El hombre hizo una pausa y carraspeó, intentando dejar de lado las malas bromas— Bueno, hay un problema...

—Canta o te hago cantar —amenazó Brutilda.

—Les diré un secreto, pero no le vayan a decir que yo se los conté —inclinó su cabeza hacia ellos de forma confidente y disminuyó el volumen de su voz, convirtiéndola en un susurro— La verdad es que nuestro buen amigo Krogan estuvo entre el público que observaba las batallas en el coliseo.

—¿Krogan?

—Si, y acaba de irse —otro susurro exagerado.

—Oye, oye, creo que hubiéramos notado si el tipo hubiera estado allí —afirmó Brutacio nada convencido—. Tiene una cicatriz muy fea y llamativa, ¿sabes?

—Oye, yo soy el más ofendido aquí, me dejó a mi suerte aquí.

—Creo que dejaste de ser útil para él en el momento en que quitaste a Viggo del camino —opinó Heather—. ¿Y? ¿A donde quieres llegar con todo esto?

—¡Si! ¿Por qué es un problema que Krogan se haya ido? —cuestionó Brutacio—. ¿No es mejor para nosotros que se retire hoy y lidiar con él mañana?

—Cambiaras de idea cuando escuches lo que escuché de él.

Los jinetes lo miraron curiosos, guardando silencio.

Enmascarado movió sus labios, pronunciando palabras confidentes y agitando sus manos en exagerados gestos que iban a la par de la historia que contaba. Repitió las mismas que había escuchado de otros labios y mientras más hablaba, más complicadas se volvían las expresiones de las tres personas que lo escuchaban, hasta que prácticamente fue imposible para ellos seguir guardando silencio.

—¡Tonterías! —Brutilda fue la primera en interrumpir—. ¿Quién creería algo tan...tan...?

—¡¿Vamos a morir?!

—....

Su hermana lo miró incrédula, casi como si cuestionara el hecho de que llevaran la misma sangre.

—Brutacio, nadie va a morir —habló Heather, sin quitar su mirada hostil del hombre delante de ella— Lo que él dice es absurdo, si estuviéramos parados en donde dices que estamos seríamos los primeros en notarlo, ¿no crees?

—No tengo ninguna razón para mentir.

—Pero tampoco tienes pruebas —recalcó Brutilda—. ¿Por qué deberíamos de creer en ti?

—Exacto, en retrospectiva no sabemos nada de ti, el porqué estás en esta isla o que clase de motivos ocultos tienes para querer ayudar —dijo Heather— Danos una buena razón por la que deberíamos confiar en ti.

Enmascarado se quedó en silencio. Quizás lo estaba pensando o quizás sólo se había cansado de intentar convencerlos y planeaba dar media vuelta, pero después de lo que pareció un largo silencio, el hombre se encogió de hombros y levantó sus manos, llevándolas a ambos lados de su mascara.

Nunca se habían detenido a observar con atención, pero la fea mascara a la que se habían acostumbrado en realidad estaba adherida a lo que parecía ser un casco vikingo bastante arruinado. El casco era del tipo que no sólo cubría la parte superior de la cabeza, sino todo el cráneo en sí, dejando como único espacio al descubierto el rostro, pero ese único sitio había sido cubierto hace mucho por un montón de ramas y plumas, ocultando así su identidad del mundo.

Hace algún tiempo, los cazadores más jóvenes habían apostado por la razón detrás de ello. Quizás tenía una cicatriz demasiado fea que quería esconder, o quizás era el heredero renegado de alguna familia reconocida de guerreros.

Quien hubiera pensado que la razón era simple: confianza.

Si llevas una mascara, las personas asumen que escondes algo, y si te la quitas delante de alguien, esa persona asumirá que confías en ella y bajará la guardia. Una técnica simple pero efectiva para manipular a las personas. Sin embargo, ya no tenía ningún motivo para seguir con ello. Lo peor ya había pasado, así que...¿por qué no?

Extrañaría ese peso extra pero aún así, con toda la calma del mundo, se quitó la mascara delante de los jinetes.

××××

La brisa marina seguía soplando, pero el olor a agua salada no era lo único que traía consigo.

El humo invadió sus fosas nasales mucho antes de que Hipo pudiera ver indicios de la playa. Ya lo habían apagado, pero la evidencia de lo que había ocurrido persistía.

El estado de los barcos era algo doloroso de ver, se habían convertido en un montón de madera a medio quemar que en cualquier momento caería en pedazos. La gente del ala también estaba allí, se encontraban en diferentes puntos de la playa, algunos inspeccionando huellas en la arena y otros ayudando a empujar los barcos a la orilla antes que se hundieran por completo. También había varias personas que no portaban las características armaduras de la gente de Mala pero por la forma en la que señalaban los daños y soltaban maldiciones, Hipo pudo deducir que eran los dueños originales de los botes.

—Estábamos escoltando a las personas del coliseo cuando descubrimos lo que estaba pasando —dijo Mala colocándose a su lado—. Los barcos más grandes pudieron salvarse pero los botes pequeños se hundieron de inmediato, de cualquier forma no pudimos hacer mucho por ninguno.

—Sé que hiciste lo que pudiste, Mala —dijo Hipo con comprensión, echándole un vistazo a la superficie en la que estaban parados algunos vikingos—. ¿El muelle quedó intacto?

—El fuego estaba dirigido únicamente hacia los barcos y botes.

Hipo emitió un sonido de comprensión, sin dejar de repasar con la mirada un barco tras otro. Ninguno lucía como si fuese a soportar más de diez minutos en el agua.

—Alguien no quiere que dejemos esta isla —afirmó Hipo.

Mala asintió, de acuerdo.

—Nos están retrasando en hacerlo, ¿por qué?

—Digamos que no tenemos mucho tiempo para repararlos o para esperar por más —él la miró—. ¿Donde están las demás personas?

—Puedes encontrar al grupo furioso de guerreros a unos cuantos pasos de aquí, pero yo no iría allí ahora si fuera tú.

—Entiendo, nadie está feliz después de que interrumpen tu espectáculo y queman tu bote —dijo con pesimismo—. ¿Cuantas cabezas contaste?

—No lo sé, ¿cien? —Mala tenía el ceño fruncido—. Hipo Abadejo, ¿quieres explicarme lo que ocurre?

—Lo haré tan pronto los demás estén aquí —prometió Hipo—, por ahora deberíamos intentar...

Dejó la frase colgada y dirigió sus ojos hacia la flora a sus espaldas. Creyó escuchar algo y lo confirmó cuando el sonido volvió a repetirse. No quería ser pesimista pero sonaba a exactamente como alguien tratando de matar a alguien con una filosa arma, y por la mirada de Mala ella parecía pensar lo mismo.

El furia nocturna se encontraba a una distancia prudente de ellos, llevando en su lomo al anciano que no dejaba de quejarse de la contaminación ambiental, pero tan pronto sus oídos percibieron algo inusual ni siquiera necesitó una señal, hizo que el anciano bajara y fue a echar un vistazo.

Mala llamó a su confiable hombre, más un par de escoltas, y fue detrás de Chimuelo a paso firme sin esperar a Hipo.

—Señor, permanezca aquí —le dijo Hipo al anciano antes irse—, volveremos de inmediato.

El viejo pareció protestar pero no le quedo de otra que hacer caso a regañadientes. Hipo caminó a paso rápido, pisándole los talones a los defensores del ala y sólo logró llegar al frente del grupo cuando todos se detuvieron. La razón era porque Chimuelo también lo había hecho. El furia nocturna, al igual que los demás, observaban confundidos la escena que tenían delante sin saber exactamente que hacer.

Heather parecía estar...persiguiendo a alguien.

—Eh...—Hipo caminó despacio hasta estar al lado de su dragón—, ¿qué está pasando aquí?

—¿Tus amigos? —preguntó Mala sólo para estar segura.

—Si —aunque dudó al ver que Zett también estaba allí— Tacio, Tilda, ¿podrían por favor explicarme por qué Heather está interesada en afilar su hacha de forma poco convencional?

Los gemelos se encontraban a un lado, sentados en un tronco caído mirando la escena con monotonía. Brutacio tenía su cabeza apoyada en sus manos con evidente aburrimiento y Brutilda le picaba el rostro al inconsciente pelirrojo con una rama. Ambos miraron a Hipo y le sonrieron, como si no estuviera pasando nada.

—Oh, hola Hipo —saludó Brutacio—. No es lo que parece, es una muy emotiva reunión, Heather sólo está siguiendo la tradición de los Berserkers.

—¿Reunión?

—Bueno, son más amistosos que mis tíos.

Hipo abrió la boca con una pregunta en la punta de la lengua pero entonces Heather logró dar una patada a la espalda del hombre al que perseguía y este cayó a los pies de Hipo. Por su ropa, supo reconocer que era el Enmarado pero cuando este alzó la vista se sorprendió al reconocer su rostro también.

—¡¿Dagur?!

El mostró una sonrisa incomoda.

—A-Ah, hola, Hipo —soltó una risilla—, ¿o debo decir hermano? ¿Seguimos siendo hermanos? ¿Puedo volver a llamarte así?

















N/A:

Recuerdo que prometí una gran revelación en este capítulo, pero resultó que esto se extendió de más y quedó para el siguiente. Pero hey, al menos ya se confirmó lo que todas sospechaban: ¡Enmascarado es Dagur!

Recordatorio: Este fic se desvió del canon a partir de la temporada 3 y a Dagur se lo creía muerto en ese entonces. Esta es mi forma traerlo de "resucitarlo"

¡Más explicaciones en el siguiente! ¡Amo sus comentarios! ¡Sigan dejandolos!

P.d: Antes había dicho un número, pero terminé escribiendo diez capítulos y algo más, así que para que puedan ponerse al día con calma; hoy serán cinco, mañana otros cinco, y el martes el capítulo...¿final? Aún lo estoy editando (. ͡╥ ͜ʖ ͡╥.)

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